En el aluvión de rabia sobre Ferguson: Responsabilizarse de TODO

28 de noviembre de 2014 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Carta de lector(a)

Anoche, estuve en la calle como parte de la gran ola de protestas que paraban en seco lo mismo de siempre tras la negativa indignante de acusar a Darren Wilson por el asesinato a sangre fría de Michael Brown. Corríamos por las calles yo y miles de otros durante horas. Exultamos, nos indignamos, traíamos el corazón desgarrado, pero andábamos juntos y teníamos fuerza y teníamos la razón y no nos parábamos.

Quisiera compartir unas observaciones importantes sobre algo de lo mejor de lo que presencié por parte de los comunistas revolucionarios en la calle. Yo lo califico de responsabilizarse de todo en dos sentidos — responsabilizarse de la muchedumbre en conjunto, y responsabilizarse de vincular esta lucha en particular con la lucha por la revolución y la emancipación completa, en conjunto. Para fines de este artículo, me enfoco en la experiencia de una camarada en particular.

En primer lugar, esta persona se responsabilizaba de forjar un sentido colectivo multitudinario de solidaridad, determinación, fuerza colectiva y resolución. Asumió ese papel no por habérselo planeado sino porque hacía falta — no una vez sino una y otra vez durante la noche. Repetidamente animaba a la muchedumbre y hacía que ésta también gritaba con ella sobre por qué estaban juntos, por qué tenían razón de indignarse y qué urgía hacer. Reconocía bien que para muchas personas era la primerita vez que protestaron, y se esmeró en dirigirlos a transformarse muy rápidamente de principiantes, algunos tímidos en el principio de alzar la voz para gritar, a una colectividad poderosa que ya expresaba e incluso se responsabilizaba de dirigir a otros. En ocasiones, ella logró eso dirigiendo los participantes simplemente a repetir, “Somos diferentes hoy. Estamos poniéndonos de pie. Estamos juntos. Tenemos la razón. No nos retrocedemos”. Repetidamente les recordaba de que la razón está de su lado: “Todos los días, la policía llega y nos arrebata nuestros hijos. Todos los días los encierran. Todos los días nos tiran balazos. Todos los días sus chotas asesinos salen impunes. Todos los días tratan de reprimirnos. Luego nos dicen que respetemos su decisión. Que respetemos sus leyes. Que respetemos su proceso. Que respetemos su sistema. Al mismo tiempo que siguen matando a nuestros jóvenes de color. ¡NO! ¡NO! ¡NO! No respetamos su proceso. No respetamos su decisión. No respetamos su sistema. Respetamos la vida de los negros. Respetamos el dolor de los padres de Michael Brown. Respetamos el futuro de nuestra juventud. Por lo que esta noche, NOSOTROS VAMOS A ANDAR LIBRES. Esta noche, NO NOS VAN A PARALIZAR. Esta noche PARALICEMOS A ELLOS. Esta noche, PARALICÉMOSLO. PARALICÉMOSLO. PARALICÉMOSLO. PARALICÉMOSLO. ¡PARALICÉMOSLO!”. Imagínense cada frase repetida por centenarios y después miles de personas.

Ella se fijó mucho en los presentes, dirigiendo a personas nuevas, especialmente las muy jóvenes, a tomar la portavoz y expresarse. A veces, para darles más confianza, animaría a dos o tres jóvenes a pararse juntos en frente para que se apoyaran entre ellos y también ayudaba a prepararlos. En un momento, un grupo de adolescentes negras se pararon al frente y una contó una historia desgarradora de que una chota la paró, la tiró al suelo y la golpeó con el puño repetidamente cuando ella tenía apenas 14 años. Contó, entre copiosas lágrimas, que pensó en sus padres y su familia y el dolor que les causaría si en ese momento se hubiera muerto. La camarada sostuvo a la muchacha mientras hablaba y temblaba. No fue todo; cuando el sollozo ya no dejaba a la muchacha seguir hablando, esta camarada le prestó las palabras para encontrar de nuevo su fuerza, sugiriéndole en voz baja que gritara, “Esto tiene que acabar”. La muchacha la gritó, y la muchedumbre le hizo eco. La camarada le susurró, “Dilo otra vez”. La muchacha lo dijo otra vez, con más fuerza. Una y otra vez la camarada animó a la muchacha y una y otra vez gritó, “¡Esto tiene que ACABAR!”, cada vez con más fuerza hasta que ella y sus amigas y todos los presentes habían pasado por el dolor y la trauma y encontrado de nuevo su fuerza y una indignación aún más profunda y justificada.

La otra manera importante en la que esta camarada se responsabilizó era darles un sentir del contexto mayor de lo que estaba sucediendo. No es que simplemente decía estas cosas, dirigió a la muchedumbre a sentirlas colectivamente. Varias veces y en diferentes coyunturas en el marchar —en el principio cuando los participantes estaban reuniéndose, después cuando se cansaron y se les bajó la energía cuando estaban bloqueando una cruce importante, después de que la policía los atacara y dispersara, para juntarlos de nuevo esta camarada los animó con el “mic check” (micrófono humano) que les hizo sentir la enorme importancia de ponerse de pie AHORA y SIN RETROCEDER y también cómo todo eso está vinculado y debe contribuir a ACRECENTAR LA FUERZA PARA UNA REVOLUCIÓN QUE CAMBIE TODO LO MÁS ANTES POSIBLE para generar un mundo donde concretamente se haya acabado con toda esta matanza de los negros y toda esta opresión y explotación que es la vida diaria de miles de millones de seres sobre nuestra planeta.

Por ejemplo, dijo, “Obama dice que somos una nación de leyes. Obama dice que tenemos que respetar la decisión. Ah sí, claro, esta es una nación de leyes. Leyes basadas en la supremacía blanca. Leyes que imponían la esclavitud. Leyes que hacían cumplir la segregación. Leyes que defendían el linchamiento. Leyes que encierran tras rejas a millones de nuestros jóvenes. Leyes que dejan salir impunes a policías asesinos. Leyes que someten a los manifestantes al gas lacrimógeno y la brutalidad. No respetamos esas leyes. No respetamos ese proceso. No respetamos este sistema. No respetamos su autoridad. No respectamos sus macanas. No respetamos su uniforme. La ley y el orden que imponen son la ley y el orden del linchamiento moderno. Del parar-y-revisar. Del asesinato policial. Del llorar de los padres. Hoy se acaba. Miren a su alrededor. Miren a todos estos chotas. Su autoridad no es legítima. Miren a su alrededor. Miren todas estas caras tan bellas. Blanca y negra y latina y asiática. Inmigrantes y nacidos en Estados Unidos. Hombre y mujer y transgénero y más. Éstas son el futuro. Somos los de la razón. No nos dan miedo sus macanas. No nos dan miedo sus detenciones. No nos da miedo lo que hagan si nos pongamos de pie. Nos da miedo lo que sucede si crucemos los brazos. Ya nos cansamos de que maten a nuestros jóvenes. Pero no nos cansamos de marchar. No nos cansamos de gritar. No nos cansamos de ponernos de pie. Se siente bien. ¿No se sienten bien? Amerikkka quiere matar a nuestros jóvenes. Paralicemos a Amerikkka. ¿Amerikkka quiere matar a nuestros jóvenes? ¡Paralicemos a Amerikkka! Así lograremos la justicia. Así nos transformamos. Así cambiamos el mundo. Y así aumentamos la fuerza para aventarnos a todo. Revolución. Revolución. Abajo este sistema”.

De ahí siguió para hablar de un futuro donde: “Nunca más temerán los padres negros por la vida de sus hijos a manos de la policía. Nunca más desgarrarán a familias inmigrantes las deportaciones y estas fronteras ilegítimas. Nunca más les dará miedo a las mujeres caminar por la calle o incluso estar en casa, por la violación y el maltrato. Nunca más se aterrorizarán los niños por todo el mundo por las bombas y aviones no tripulados hechos en EEUU. Nunca más la avaricia capitalista contaminará y despojará la belleza del océano, el aire, los glaciares y las tierras. Nunca más. Y sabemos que ponernos de pie por Michael Brown, paralizar esta injusticia, parar este país en seco es parte de esta lucha para crear un mundo completamente nuevo. Necesitamos una revolución verdadera. Necesitamos una revolución que cambie todo todo. Es necesario que la gente se conecte con esa revolución. El Partido Comunista Revolucionario toma posición con ustedes en la calle hoy y ¡los invitamos a que entren a esta revolución! Luchar hoy debe ser parte de ganar un mundo completamente nuevo. Ustedes pueden ser parte de hacerlo. No hay nada más importante para que le dediquen la vida. Están donde deben estar. ¡Hagámoslo juntos!”

Repito, imagínense todo eso como parte de un “mic check” colectivo. Los presentes sentían su propia fuerza, su fuerza colectiva, se les elevó la vista, se les invitó a entrar en un proceso mayor. Era muy impactante que, en un momento cuando la multitud había llegado a cierta coyuntura y trataba de decidir qué hacer, algunas de las personas de las masas que habían hablado por primerita vez en la reunión al inicio pasaron al frente para dirigir a la multitud hablando y orientándola. También era muy impactante que cuando vieron a esta camarada entre la multitud la llamaron, la subieron sobre una estructura para que ella pudiera hablar a la multitud, sosteniéndola ahí. Cuando ella terminó, y durante el resto de la noche, se le acercaron personas para abrazarla. Agradeciéndole lo que había dicho, su presencia y solidaridad con ellos. Y queriendo mantenerse en contacto.

Para quedar bien claro: muchas pero muchas personas jugaron un papel crítico, inspirador y hasta heroico durante la noche. ¡Lo hicieron miles, por todo el país! Lo hicieron muchos otros comunistas revolucionarios y también muchas otras personas de perspectivas muy distintas. Yo les comparto estas observaciones sobre esta camarada en particular porque creo que da un buen ejemplo del cual aprender para muchos que son parte del movimiento para la revolución en este momento en el que nos toca asumir la responsabilidad de todo. Al cabo, ¡apenas estamos empezando!

 

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