Las medidas de Obama acerca de la inmigración — y la mayor resistencia que hace falta

8 de diciembre de 2014 | Periódico Revolución | revcom.us

 

“Mucha gente está utilizando el término agridulce, pero no creo que eso sea suficiente para describir el grado de emoción que me siento en este momento. Desafortunadamente mi mamá no cumple los requisitos y yo no sabía cómo llamar a mis hermanos y hermana y decirles que no nos toca a nosotros. Les dije que llamaran a mamá y que le dijeran que la amamos. Puedo manejar eso, pero no sé cómo ella lo está soportando. Le rompe el alma a uno... no puedo celebrarlo, porque deja fuera a mucha gente”.

Un hombre de Chicago describe su reacción al discurso
del 20 de noviembre del presidente Obama sobre la inmigración.

Crossing the Border

25 de junio de 2014: La patrulla fronteriza de Estados Unidos detiene a inmigrantes provenientes de Honduras y El Salvador en Granjeno, Texas en el cruce de la frontera de México hacia Estados Unidos. Foto: AP

Más de 10 millones de inmigrantes —las personas que este sistema llama “ilegales” por su país de nacimiento— viven todos los días con esto: conscientes que su más insignificante encuentro con cualquier autoridad podría conducir muy rápidamente al desastre en su vida. Se cierne constantemente sobre la cabeza de los inmigrantes la espada de la detención, la deportación, y la amenaza de ser arrebatado a su familia y sus amigos y la vida que habían luchado por establecer en Estados Unidos. Esto ha sido la realidad de la vida de millones de personas.

Por varios años una lucha valiente ha surgido de entre estas mismas personas. Muchas personas, especialmente los jóvenes, se han arriesgado mucho abiertamente y con valentía al declararse públicamente “ilegales”. “Ni una deportación más” ha sido un grito de guerra para un movimiento de personas de costa a costa, en las grandes ciudades, los pequeños pueblos y las zonas rurales. Han celebrado mítines y han marchado, llevado a cabo plantones y huelgas de hambre y han hecho frente a la detención en un movimiento que exige el fin a las deportaciones y reclama reformas en el sistema de inmigración para abrirles un camino a la ciudadanía. En más de una ocasión, manifestantes interrumpieron discursos de Obama sobre la inmigración, reclamando que se pusiera fin a las deportaciones y la separación de las familias.

Otras batallas han estallido que denuncian y oponen resistencia al trato duro y desalmado infligido a los inmigrantes. Las repetidas protestas y demandas se han centrado en los centros de detención crueles, áridos y remotos para los niños inmigrantes y las familias de inmigrantes. El verano pasado, las personas en Estados Unidos y en todo el mundo se escandalizaron ante la inmensa crueldad de los militares, la policía y las medidas legales adoptadas por el gobierno de Estados Unidos para detener y preparar la potencial deportación a decenas de miles de niños empobrecidos y desesperados de Centroamérica.

La clase dominante de Estados Unidos —y en particular la administración de Obama y los demócratas— se enfrentan a un dilema. Necesitan contener y canalizar la creciente ira y descontento de la gente dentro de unos límites que no hagan ningún daño real al sistema capitalista imperialista que presiden, y proporcionar un sentido de esperanza a los indocumentados; al mismo tiempo que necesitan intensificar las medidas represivas contra los inmigrantes, y prepararse para la represión aún más cruel y amplia.

Aumentaron las esperanzas de mucha gente durante los primeros años de la administración de Obama — esperanzas de que terminara la amenaza de deportación, que fuera reconocida la humanidad básica de los inmigrantes, que se abriera un camino a alguna clase de estatus legal para las personas que habían estado en Estados Unidos desde hace años. Cuando fue elegido presidente la primera vez, Obama le dijo a un público compuesto en gran parte de inmigrantes: “Marché con ustedes en las calles de Chicago para asumir nuestro reto acerca de la inmigración. Luché por ustedes en el Senado por una reforma integral de la inmigración. Y lo haré una máxima prioridad en mi primer año como presidente”.

Obama sí ha hecho de la inmigración una prioridad, pero no en la forma en que muchas personas esperaban debido a las palabras y promesas de Obama. Ha presidido muchas más deportaciones, que cualquier otro presidente en la historia de Estados Unidos. Ha seguido llenando la región fronteriza, ya saturada de la militarización, con fuerzas militares, policiales y jurídicas. No ha hecho casi nada para contrarrestar el hostigamiento y satanización racista que proviene de sus opositores derechistas.

No obstante, cuando Obama anunció que iba a dar un importante discurso sobre la inmigración la noche del 20 de noviembre, la gente en todo Estados Unidos se reunió frente a la pantalla de televisión en los centros comunitarios, centros sindicales, restaurantes y en sus casas a la espera de escuchar lo que iba a decir, muchos deseaban que, como lo expresó una mujer de Pasadena, Texas en su página de Facebook, “El anuncio de mañana trae esperanza para mi familia.... Espero que la espera de 14 años termine mañana”.

La represión implacable, las palabras almibaradas

El breve discurso de Obama fue una combinación de alardes sobre lo duro que ha estado para con los inmigrantes, amenazas y promesas de una mayor represión, evocaciones sentimentales de una mitológica “compasión” estadounidense hacia los inmigrantes — ligeramente almibarada con unas concesiones mezquinas y temporales. Obama declaró que “nuestro sistema de inmigración no funciona, y todos lo saben”, y anunció tres grandes cambios y modificaciones en la política migratoria de Estados Unidos. En primer lugar, dijo que iba a militarizar más la frontera entre Estados Unidos y México y tomar medidas para acelerar las deportaciones. Además, dijo que Estados Unidos comenzará a agilizar la opciones de los inmigrantes “altamente calificados” y empresariales para entrar a Estados Unidos.

Pero el plato fuerte del discurso fue su tercera medida: una orden ejecutiva que aplazará la deportación potencial de cerca de cuatro millones de personas, casi todos de México o Centroamérica. El plan de Obama es de permitir que millones de indocumentados soliciten una forma de estatus legalizado temporal, sin NINGUNA garantía de que no los vayan a deportar en el futuro. “Así que vamos a ofrecer lo siguiente”, dijo. Si “se inscribe, se comprueba que no tiene antecedentes penales, y está dispuesto a pagar la parte de impuestos que le corresponde, entonces podrá pedir quedarse en este país de manera temporal sin temor a ser deportado.” Añadió específicamente que estas medidas, “No otorga ciudadanía ni el derecho de quedarse aquí de manera permanente”.

Obama también declaró el fin del muy odiado programa “Comunidades Seguras”, el que permitió que los agentes del ICE (Servicio de Inmigración y Aduanas) tomaran las huellas dactilares de las personas detenidas en las cárceles municipales y de condado, incluso para los delitos más leves, y decirle a la policía local que mantuviera encarcelados más allá de sus condenas a los prisioneros que consideraban candidatos para la deportación. Obama afirmó que su nuevo programa pondrá énfasis en “los delincuentes, no en las familias”. De hecho, la eliminación de Comunidades Seguras tendrá sólo un pequeño impacto en la política del ICE. Como escribió un reportero del Los Angeles Times: “Bajo el nuevo programa, los agentes federales continuarán examinando registros locales de huellas digitales y, en algunos casos, seguirán pidiendo que los funcionarios de la cárcel mantengan a ciertos presos más allá de la duración de su condena. A diferencia del pasado, el Servicio de Inmigración y Aduanas ahora tendrá que especificar que existe una orden de expulsión en contra del preso o que es probable que sea deportado”.

La orden ejecutiva de Obama implica que, a partir de la primavera que viene, millones de padres de familia indocumentados de ciudadanos estadounidenses y residentes legales permanentes que han estado en Estados Unidos por al menos cinco años pueden solicitar que no sean deportados — durante tres años. Se llama esta medida “Acción Diferida para los Padres” (DAP), y es similar en general al programa “Acción Diferida para los Llegados en la Infancia” (DACA) que se instituyó en 2013. Se calcula que esta medida se aplicará a aproximadamente un tercio de los indocumentados que ya están en Estados Unidos, o a unos 4 ó 5 millones de personas. Los padres de familia de los “soñadores” —los indocumentados que llegaron a Estados Unidos cuando eran niños pequeños— no están incluidos entre los candidatos para el aplazamiento de la deportación a menos que también tengan un hijo o más que nacieron en Estados Unidos. Obama y sus partidarios presentan esta medida como un gesto magnánimo según lo que él llamó “la tradición de acogida hacia los inmigrantes de todo el mundo” por parte de Estados Unidos.

El Departamento de Seguridad Nacional describió las condiciones de la DACA y la DAP: “ciertas personas... podrán pedir la consideración de acción diferida durante un período de dos años, sujeto a renovación. Estas personas también tienen derecho a la autorización de empleo. La acción diferida es un uso de las facultades procesales para diferir la acción de remoción contra un individuo por un determinado período de tiempo. La acción diferida no proporciona estatus legal.” (El aplazamiento bajo la DAP será de tres años.)

En conjunto, todas estas medidas constituyen una apta concentración de la cara de la democracia estadounidense: la represión brutal junto con las amenazas de que “las cosas te podrían ir de mal en peor” presentadas de modo moralista como si fuera generosidad. Una característica distintiva de la administración de Obama ha sido la represión implacable contra los inmigrantes, untada de palabras almibaradas. Obama ha presidido más deportaciones que cualquier otro presidente en la historia de Estados Unidos. En el verano de 2014, su gobierno desató una férrea represión contra los niños pobres que tratan de reunirse con sus familias en Estados Unidos. La militarización extrema y asesina de la frontera sur de Estados Unidos ya ha alcanzado su punto más alto en los años de Obama. Las medidas anunciadas por Obama esta semana están en consonancia con la continuación y la intensificación de esta historia.

Fuera de las sombras, bajo los reflectores del gobierno

Hay millones de personas sin documentos por ley para estar en Estados Unidos — la mayoría de los cálculos indican hay al menos 12 millones de personas. La continuación y profundización de la explotación brutal de estos inmigrantes es un elemento esencial del funcionamiento rentable del sistema capitalista imperialista.

Sin embargo, a los ojos de los gobernantes del sistema, son personas de dudosa lealtad, a las que no sólo es preciso explotar sin piedad sino que monitorear y controlar. La decisión ejecutiva de Obama tiene el fin de sacarlos “de las sombras”, como él mismo decía, hasta un lugar donde estén a plena vista, y donde el gobierno pueda inscribirlos y monitorearlos. En su discurso, Obama dijo que a los demás inmigrantes mexicanos y centroamericanos “ilegales” que ya están en Estados Unidos, y a los que logren entrar en los próximos meses, los considerarán y tratarán como “amenazas concretas a nuestra seguridad” y el objeto de detenciones y deportaciones. A millones de personas los identificó como “delincuentes… criminales... y pandilleros”. El día después de que Obama dio su discurso televisado a nivel nacional, viajó a Las Vegas y Chicago para promover el apoyo para su orden ejecutiva. Tres veces durante su discurso en Chicago a un público selecto, unas personas interrumpieron su discurso gritando “usted ha estado deportando a familias”. Tienen razón, y eso es exactamente lo que Obama, y toda la clase dominante que él representa, demócratas y republicanos por igual, pretenden continuar haciendo.

Obama toma medidas para romper el empate en la clase dominante sobre la mejor manera de reprimir, vigilar y controlar a los más fuertemente explotados a los que están entre los sectores de mayor volatilidad política de los inmigrantes. Distintos sectores de la clase dominante estadounidense están trabados en un conflicto amargo y prolongado sobre la política hacia los inmigrantes y la inmigración, que se centra en la mejor manera de proteger y promover los intereses del sistema capitalista imperialista que representan, a la vez que mantiene la profunda explotación a los trabajadores inmigrantes.

La intensificación del conflicto en la clase dominante

Para muchos opositores republicanos a Obama, las medidas que éste ha tomado no son suficientes — lo acusan de ser “blando” con los inmigrantes, de no hacer lo suficiente para “sellar la frontera”. Y dicen que abrir una vía para cualquier forma de reconocimiento jurídico a los indocumentados es una forma de “amnistía” que nunca se puede permitir. Han promulgado leyes y medidas anti-inmigrante crueles en los estados y localidades, y han desatado a la policía y la Guardia Nacional bajo su mando para detener a los inmigrantes y patrullar la frontera. Han creado un ambiente racista en el que odiosas turbas de racistas atacan a los niños con impunidad.

Aun antes del discurso, los republicanos del Congreso comenzaron a denunciar acremente las medidas de Obama. A pesar de que la administración de Obama ha desplegado, según sus propias palabras y en realidad, “más agentes y tecnología... para asegurar nuestra frontera sur que en cualquier otro momento de nuestra historia”, que en los últimos seis años “los cruces ilegales de la frontera se han reducido en más de la mitad”, y que las deportaciones han llegado a su punto más alto bajo Obama, los republicanos sostienen que Obama no ha aplicado con suficiente agresividad la represión y deportación de los inmigrantes.

Exigen asaltos aún más crueles en la frontera y contra los inmigrantes que ya están en Estados Unidos, no aceptan ninguna forma de alentar o permitir que las personas obtengan un estatus con el que no se enfrenten a la amenaza de la deportación. Junto con poderosos e influyentes creadores de opinión pública, han trabajado sin cesar para fomentar y azuzar un ambiente fascista y xenófobo (odio a los “extranjeros”) en toda la sociedad, y para aprobar leyes anti-inmigrante llenas de odio en los ámbitos local, estatal y federal.

Además, han utilizado sus diferencias con Obama y los demócratas sobre el enfoque de la represión y el control de los inmigrantes para lanzar un ataque contra lo que muchos de ellos llaman “la presidencia imperial” de Obama. Con eso quieren dar a entender que Obama opera no sólo por encima de la Constitución de Estados Unidos sino en contra de la misma. Esta es una acusación sumamente grave, e indica la profundidad de las divisiones en los círculos más altos de la burguesía estadounidense.

El congresista Steve King, quien el New York Times describió como una voz de “creciente importancia” entre los republicanos, se vanagloriaba de que los republicanos están contemplando una variedad de opciones para socavar a Obama, no sólo acerca de la inmigración sino de su presidencia. King dijo que un proceso de impugnación con el fin de destituir a Obama “todavía está sobre la mesa”. Varios de ellos le han llamado a Obama un “emperador” y un “rey” y han invocado las imágenes de la fundación de Estados Unidos como una rebelión contra un rey.

La contienda que ya brota sobre la inmigración entre importantes figuras políticas es parte de la agudización de los conflictos entre los dos bloques de la clase dominante de Estados Unidos, representados en general por los republicanos y los demócratas. Como lo explicó el artículo importante de revcom.us, “El cierre del gobierno, la confrontación, y la urgente necesidad de una repolarización... para la revolución”: “Aunque existe una unidad subyacente entre los líderes de los dos partidos en cuanto a conservar el imperio y los pilares nacionales de ese imperio, sus conflictos sí son muy reales. Esas batallas no tratan, en mayor parte, de meras poses fingidas como en la lucha libre profesional, y pueden salirse fácilmente del control de los antagonistas. Si una parte calcula mal, de veras podría estallar un conflicto aún más serio y más abierto”. Ninguna ley atenuará ni resolverá las contradicciones que impulsan a los dos partidos políticos de la clase dominante de Estados Unidos con relación a la forma de manejar la cuestión de la inmigración.

Estas contradicciones son elementos profundamente integrales del sistema del capitalismo-imperialismo. Los gobernantes estadounidenses requieren una gran reserva de inmigrantes intensamente explotados para el funcionamiento y rentabilidad de su sistema en su conjunto. Pero temen que los inmigrantes lleven consigo el contagio de contribuir al potencial de una disolución de la cohesión social de Estados Unidos la que se basa en la supremacía blanca, en la supremacía masculina, en la represión a los inmigrantes y en el “Sólo inglés”. En otras palabras, por lo que se refiere a los inmigrantes, los capitalistas “no pueden vivir con ellos, no pueden vivir sin ellos”.

Es evidente que habrá mayores ataques brutales de este sistema contra los inmigrantes, inclusive contra los que salgan en respuesta a la orden ejecutiva de Obama y también contra aquellos que aún no hayan entrado en Estados Unidos. Pero las opciones que ofrece este sistema no son las únicas opciones — existe otro camino, un camino revolucionario. Lo que se necesita para los inmigrantes no es un camino hacia una mayor represión y control disfrazado de “salir de las sombras”, pero un férreo desafío y resistencia a los renovados ataques contra los inmigrantes, de parte de todos los sectores de la población que se oponen a la opresión y la injusticia. Lo que hace falta son es denuncias y resistencia a estos ataques, impulsadas como parte del movimiento para la revolución en su conjunto, con la orientación de “Luchar contra el poder, y transformar al pueblo, para la revolución”.

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