El asesinato sin sentido e ilegítimo de Mayra Conejo
5 de enero de 2015 | Periódico Revolución | revcom.us
Revcom.us/Revolución recibió la siguiente correspondencia:
Aquellos que la conocían dicen que Mayra Conejo, de 34 años de edad, era una persona alegre que amaba a sus cinco hijos y que le encantaba divertirse. Vivió en Compton, California, y según sus familiares, su hija menor le había dicho que su padre abusaba sexualmente de ella por la noche mientras los demás dormían. Para proteger a sus hijos, Mayra Conejo presentó una denuncia y su esposo fue detenido. Pero luego, en lugar de presentar cargos en contra de él, el Sherifato de Compton lo dejó libre.
Mayra se quedó estupefacta e indignada, y estaba decidida a proteger a sus hijos. El 31 de diciembre 31 de 2014, la víspera de Año Nuevo, según se informa, llevó un arma a una gasolinera y se enfrentó a su marido para impedir que siguiera abusando de sus hijos. Los elementos del Sherifato del Condado de Los Ángeles llegaron en sus coches patrullas y le dispararon siete veces — hasta le dispararon después de que se cayó al suelo. Mayra Conejo murió en el hospital. Los familiares dicen que ella trataba de proteger a sus hijos y exigen explicaciones de por qué le dispararon. Los agentes del orden público fueron a la casa de un pariente y se llevaron a los cinco hijos. La familia ahora lucha para recuperarlos.
El viernes 2 de enero de 2015, llevamos el periódico Revolución a Compton. De pie por la ofrenda con una foto de Mayra Conejo, flores y velas en la gasolinera donde fue asesinada, los amigos y familiares decían que los alguaciles debían haber tratado de hablar con ella, que lo ocurrido no era justo. Según los familiares, no había ningún “deténgase” ni “suelte la pistola” — los alguaciles lisa y llanamente abrieron fuego y la mataron. Hay una profunda ira y dolor por este asesinato sin sentido e ilegítimo. Algunos amigos y familiares sabían de la lucha en Ferguson, Misuri contra el asesinato policial de Michael Brown y el movimiento en todo Estados Unidos para parar el asesinato policial, y otros no. Todos piensan que lo que ocurrió es injusto y tiene que terminar. Llegaron a las manos de la gente periódicos y silbatos (para alertar a la gente acerca de la policía). La ira generalizada hierve debajo de la superficie en Compton. En la cercana parada del tren y centro comercial, todo el que se enteró del asesinato estaba indignado. Una mujer negra cuyo hijo fue baleado por los alguaciles vino a la ofrenda para apoyar a la familia. La declaración de Carl Dix, “¡Que no se tolere el asesinato policial!” resonó con muchos.
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