Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar
Afganistán: El horroroso asesinato de Farjunda
20 de abril de 2015 | Periódico Revolución | revcom.us
6 de abril de 2015. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Farjunda, una mujer afgani de 27 años de edad acusada de quemar el Corán, fue brutalmente asesinada a golpes por una turba que la linchó en presencia de un grupo de policías que no hizo nada para impedirlo. El asesinato tuvo lugar cerca de la famosa mezquita y santuario de Shah-Du-Shamshaira en el centro de Kabul, a unas pocas cuadras del palacio presidencial.
Cientos de hombres golpearon con puños y palos a Farjunda. La tumbaron a puños y tablas de madera y la pisotearon. Ella trataba de luchar y la seguían golpeando. Continuaron hasta que ella dejó de moverse. La arrollaron con un carro y luego quemaron su cuerpo cerca del río Kabul.
Este horroroso crimen conmocionó al país y al mundo, generándose protestas y manifestaciones luego de su funeral. Farjunda, cuyo apellido no se ha revelado, probablemente por seguridad de la familia, acababa de graduarse en estudios religiosos e iba a empezar a trabajar como profesora.
Lo que llevó a que la asesinaran fue su valiente protesta contra la venta de amuletos y fetiches por parte de los mulás y las autoridades religiosas. Según sus familiares, ella instó a las mujeres en el santuario a no desperdiciar su dinero en fruslerías supersticiosas, discutiendo con el mulá que las vendía en la mezquita. En venganza, el mulá sacó algunas páginas quemadas de un fogón y gritó: “Esta mujer infiel quemó el sagrado Corán”. Los hombres empezaron a gritarle y el disperso gentío rápidamente se unió en una turba de linchamiento.
Bajo la presión de las autoridades, la familia de Farjunda tuvo que abandonar Kabul, supuestamente por su propia seguridad. Se anunció que los miembros de la familia dijeron que ella tenía problemas mentales y que antes había intentado suicidarse.
Incidentes como este no son raros en Afganistán. Los medios de comunicación locales e internacionales solo reaccionaron luego de que los videos de su asesinato, que circularon en las redes sociales, encendieron la ira en Afganistán y en el exterior. A su funeral el 22 de marzo, asistieron miles de personas, especialmente mujeres. Su ataúd lo cargaron únicamente mujeres, lo que dicen fue un acto sin precedentes. Las furiosas mujeres gritaban: “¡Justicia para Farjunda!”, y “¡Muerte a los asesinos!”, y no permitieron que un destacado clérigo tomara parte en el funeral.
Las manifestaciones más grandes que condenaban su asesinato tuvieron lugar al día siguiente. Miles de mujeres y hombres de todas las edades asistieron. Algunas jóvenes manifestantes se pintaron la cara de rojo para evocar el rostro ensangrentado de Farjunda cuando resistía a la turba. Los manifestantes también corearon consignas contra los funcionarios y líderes religiosos que inicialmente justificaron el ataque. Gritaban: “Respaldar el crimen es criminal”, “Todos somos Farjunda”, “Ignorancia, ignorancia, enemiga de la humanidad” y “¡Que vergüenza A y G!”, en referencia a Abdulá Abdulá y Ashraf Ghani. Ghani fue elegido presidente hace poco con el respaldo de Estados Unidos, y Abdulá, su antiguo rival, ocupa el nuevo cargo de primer ministro ejecutivo en el reparto del poder negociado por Washington.
Las manifestaciones contra el asesinato de Farjunda no se limitaron solo a Kabul sino que también estallaron en otras ciudades importantes como Herat y Mazar-e-Sarif. Este respaldo le permitió a su familia resistir la presión del gobierno para que se distanciaran de su hija, y en vez de eso anunciaron públicamente que estaban orgullosos de su rebeldía y valor. En el funeral pudieron llorar la muerte de su querida hija junto con los miles que estaban presentes y con las condolencias de millones por todo el mundo. Su hermano Najibulá se cambió el apellido por Farjunda en recuerdo de su hermana y negó que ella tuviera una enfermad mental.
El papel del gobierno islámico y las autoridades religiosas de Afganistán
Este asesinato puso en un molesto primer plano Al brutal sistema político de Afganistán. Los videos del crimen muestran claramente a una veintena de policías armados sin hacer nada para detener a la turba enardecida. La reacción inicial del gobierno fue la de condenar a Farjunda, y no a los asesinos. El vocero de la jefatura de policía de Kabul calificó a Farjunda de “blasfema”, queriendo decir con eso que su asesinato era admisible. Según Human Rights Watch, Abdul Rahman Ahmadzai, un alto funcionario del Ministerio de Asuntos Religiosos, le dijo al canal de televisión 1TV de Kabul que si Farjunda hizo algo “contrario a los aleyas [versículos religiosos] o al Corán, no es musulmana, y justificamos el actuar de la gente”.
Algunos clérigos también insistieron en que las turbas tienen derecho a defender “su” islam a cualquier precio. Llegaron al extremo de decir que si el gobierno arrestaba a alguno de los involucrados en el asesinato, eso generaría “un levantamiento”. Todas las declaraciones oficiales condenaron a la gente que insulta al Corán en vez de condenar al asesinato a sangre fría de esta joven mujer. Sugirieron que los miembros de la turba, a los que llamaron “el pueblo”, estaban cumpliendo con su deber.
Solo cuando vieron la rabia en todo el país y el mundo, las autoridades empezaron a cambiar de tono. El presidente Ghani declaró: “No vamos a permitir que una turba haga justicia por mano propia”, y el parlamento afgano buscó canalizar la furia creando una comisión de investigación. Un investigador oficial dijo que no se había encontrado prueba de que Farjunda hubiese quemado una copia del Corán. Posteriormente, las autoridades anunciaron que habían arrestado a 28 personas, suspendido a 13 policías y despedido al vocero de la policía. Sin embargo este cambio rotundo no fue una sorpresa porque, ante la indignación de la gente, hasta el Talibán condenó el asesinato de Farjunda el 24 de marzo.
Obviamente en este momento, todos esos reaccionarios no tienen más opción que condenar el asesinato de esta joven mujer. El presidente Ghani sabe muy bien que la “justicia por mano propia” es parte inseparable de su régimen y de regímenes de esta calaña en general, que se apoyan en matones, sean del gobierno o de facciones rivales particulares, para hacer cumplir su voluntad a nombre de la religión de la gente y de la voluntad de dios. En diferentes países por todo el mundo, incluyendo a Irán, para nombrar solo uno de muchos ejemplos, las turbas frecuentemente actúan como agentes no oficiales de la ley de los regímenes reaccionarios, y su ideología y valores estatales, junto con los representantes más oficiales del Estado.
Algunos puntos sobre la importancia de este ataque
Es sorprendente que en un país que ha sido devastado por guerras reaccionarias durante más de 35 años, en el que los bombardeos aéreos y otros crímenes imperialistas crearon una de las escenas más sangrientas de la historia reciente, no obstante el asesinato de Farjunda no fue y no podía ser tratado como cualquier asesinato. Al contrario, este crimen concentra algunas de las contradicciones más importantes del país. Los imperialistas de Occidente, encabezados por Estados Unidos, invadieron al país y todavía lo ocupan —de hecho han dejado en claro que no se vislumbra un fin a su ocupación— con el pretexto de liberar a las mujeres de los fundamentalistas, pero todo lo que han llevado es la ruina de la nación, un fundamentalismo más atrincherado y más opresión a la mujer.
Farjunda fue valiente al desafiar al mulá y sus abalorios, sus dizque amuletos de la suerte, porque ella sabía que eran inútiles y son sólo para engañar a la gente. El incidente mostró que hay mujeres que a pesar de estar asediadas de una forma tan brutal no se rinden ni se intimidan, sino que están decididas a luchar aunque les pueda costar la vida. También demuestra que hay mucha gente que dará su apoyo a pesar de los riesgos. En vez de fortalecer el fundamentalismo religioso como pretendían, este acto asqueroso y brutalmente atrasado llevó a la gente a condenar y denunciar el atraso religioso y sus representantes, incluyendo a los que tienen el poder estatal. Esta lucha también puede denunciar a los que dirigen tras bambalinas la escena del crimen: Estados Unidos y sus aliados.
Las autoridades afganas, los imperialistas, el Talibán, los medios de difusión afganos e internacionales y hasta muchos activistas y gente básica que apoyaron las protestas coinciden en hacer énfasis en que su muerte no se justifica porque Farjunda era inocente de la acusación en su contra. Se ha dicho que al oponerse a los amuletos de la suerte, ella defendía el “verdadero islam” y que debería ser considerada una mártir religiosa. Independientemente de cómo fueron los hechos, un enfoque tan errado podría sugerir que su asesinato se justificaría si ella sí hubiese quemado el Corán. Objetivamente esa posición acepta los valores del chovinismo masculino y el oscurantismo religioso. Representa darles luz verde a los mulás o las turbas para asesinar a otras mujeres y hombres porque no son “verdaderos musulmanes”. Al contrario, en lo que hay que hacer énfasis es en que el asesinato de Farjunda seguiría siendo un crimen brutal aunque ella hubiese quemado el Corán. No se le debería permitir a nadie obligar a otro a aceptar qué creer y qué no creer. La posibilidad de que la acusación contra Farjunda sea falsa solo hace más obvio el horror.
Aunque los funcionarios del gobierno que inicialmente justificaron el asesinato se retractaron bajo la presión de las protestas populares, nunca se les ocurrió plantear claramente que su muerte se debía condenar sin ambages en cualquier caso. Esto muestra que tienen la misma mentalidad de la turba que linchó a Farjunda. ¿Qué más se puede esperar de un régimen cuyo gobierno se basa en servirles a los imperialistas, cuyo elemento vital es la corrupción y cuya legitimidad proviene de la religión y el fundamentalismo? El régimen nunca se alejará muy lejos de estos pilares reaccionarios que lo sostienen. Solo puede promover e imponer las opresivas relaciones sociales y valores representados por el mulá de la mezquita Shah-Du-Shamshaira y por la turba que asesinó brutalmente a Farjunda. Esto es lo que conecta la turba, el mulá, el régimen y los imperialistas que invadieron e iniciaron la ocupación de Afganistán hace 14 años.
La protesta de las mujeres y hombres contra el asesinato de Farjunda debe continuar. Podría convertirse en parte de una lucha por una sociedad mejor, una sociedad en la que no haya opresión de la mujer, ni gobierno religioso ni dominación imperialista. Llevar a cabo una lucha por toda la sociedad afgana contra el chovinismo masculino, el fundamentalismo y el imperialismo sería un paso importante en esa lucha.
El Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar es un servicio de Un Mundo Que Ganar, una publicación política y teórica inspirada por la formación del Movimiento Revolucionario Internacionalista, el centro embrionario de los partidos y organizaciones marxista-leninista-maoístas.
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