Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar
¿Qué futuro para Cuba anuncia el apretón de manos entre Barack Obama y Raúl Castro?
Actualizado y posteado de nuevo el 27 de marzo de 2016 | Periódico Revolución | revcom.us
20 de abril de 2015. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. ¿Qué futuro para Cuba simboliza el apretón de manos entre Barack Obama y Raúl Castro? Fue un momento penoso cuando el líder de un país que alguna vez fue un símbolo del desafío al despreciable “imperio yanqui”, como lo denominaron los cubanos y otros que se han rebelado contra la dominación estadounidense, se dio la mano con el “hombre honesto”, como exalta ahora Castro al hombre a cargo de ese imperio. Fue un momento amargo para los cubanos y los pueblos del mundo, incluyendo Estados Unidos, donde Obama y la maquinaria de Estado en general quisieran que este gesto alivie un poco el desprestigio que se ha ganado el hombre que actualmente preside el “genocidio lento” de afroamericanos, las guerras de agresión y los intentos de reimpulsar la hegemonía estadounidense en gran parte del mundo.
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Un elemento especialmente amargo en este momento fue la forma en que Obama se centró en la posible eliminación de Cuba de la lista de “terroristas internacionales” de su gobierno como una forma de forzar al sumiso régimen de Castro a una mayor sumisión. Fue Estados Unidos el que dominó a Cuba por medio de tiranos terroristas durante décadas, el que intentó invadir a Cuba para restaurar el antiguo régimen dos años después de que fuera derrocado, el que armó todo tipo de ataques terroristas contra el nuevo régimen incluyendo, muy notoriamente, la explosión en pleno vuelo de un avión lleno de civiles, y el que constantemente conspiró para derribar al régimen mediante el asesinato de sus líderes. La historia de las relaciones cubano-estadounidenses es una historia la violencia desenfrenada estadounidense.
Cuba cayó en las garras de Estados Unidos por primera vez en 1898, cuando éste invadió a la isla con el doble propósito de acabar con la rivalidad española por el control del Caribe y aplastar una revuelta cubana que amenazaba con convertirse en lo que los gobernantes estadounidenses llamaron “república de negros”. La esclavitud y la caña de azúcar habían creado la Cuba moderna, y aunque se había abolido la esclavitud, la caña de azúcar aún esclavizaba a la economía y a su pueblo.
Las tropas estadounidenses ocuparon Cuba un total de 12 años en el transcurso de las dos décadas siguientes. Estados Unidos redactó una enmienda en la constitución cubana que le permitía intervenir a voluntad, haciéndolo abiertamente hasta que la clase dominante estadounidense conformó un ejército cubano al que pudieran confiar sus intereses y estructuras políticas para gobernar el país a su antojo. Esto significó algunos de los tiranos más infames del mundo, generales serviles hacia Washington e indescriptiblemente crueles hacia el pueblo. El establecimiento de repúblicas de tortura por parte de Estados Unidos fue un procedimiento estándar en muchos lugares, incluyendo las vecinas República Dominicana y Haití.
La caña de azúcar es un cultivo que se alimenta de carne humana. Bajo la dominación de Estados Unidos, los cañaverales consumieron gran parte de la tierra de cultivo. Estados Unidos absorbía las riquezas de Cuba de dos maneras, dominando la gran agricultura y otros negocios (como el del ron, una industria dependiente del azúcar), y vendiéndole alimentos y casi todo lo demás a un país que solía ser sumamente fértil antes de que sus bosques fueran quemados para abrirle paso al azúcar.
La gente trabajaba insoportablemente duro bajo condiciones peligrosas y agotadoras durante los meses del corte de la caña y pasaban hambre el resto del año. Resultó que el trabajador de un ingenio de caña de azúcar asesinado en una huelga no tenía ropa interior ni medias con los cuales ser enterrado. Los cubanos trabajaban en haciendas ganaderas de estadounidenses, pero solo una décima parte de la gente en el campo bebía leche y menos de la mitad de ese porcentaje alguna vez comía carne. De hecho, con frecuencia el trabajo familiar en pequeñas parcelas era el que le permitía sobrevivir a la gente entre cosechas en los cañaverales. A los pequeños agricultores, por lo general blancos pobres, no les iba mejor que a los trabajadores de las plantaciones.
La sociedad cubana estaba tan devastada como su economía. Bajo el ojo atento de los embajadores de Washington, la mafia basada en Estados Unidos establecía los criterios morales y la iglesia católica les daba su bendición. Entre los valores más sagrados estaban el derecho del hombre a dominar a la mujer y el confinamiento de la mujer a las siguientes categorías: madre, esposa, amante y prostituta.
La prostitución proliferó: en los burdeles y en las calles, el 10% de la población de la Habana “servía” a los soldados, marineros y turistas sexuales estadounidenses. La industria de más crecimiento eran los casinos. Incluso Cuba llegó a ser conocida como un país donde “se acepta todo” para los extranjeros rapaces, pero los cubanos del común no tenían derechos. Las aspiraciones de las clases medias acomodadas y los profesionales eran pisoteadas por la corrupta, arbitraria, cruenta y pequeña clase dominante en asociación con los que en últimas mandaban, los capitalistas monopolistas estadounidenses y sus representantes políticos en Washington.
La revolución cubana de 1959 que dirigieron Fidel Castro, Che Guevara y otros constituyó una inspiración para el pueblo de todo el mundo en ese momento, y no un “desastre” como algunos comentaristas la llamaron, ni una turbia disputa de la “Guerra Fría” como afirma Obama. Fue justo derrocar al régimen respaldado por Estados Unidos, un régimen que asesinó a hasta 20.000 personas durante sus últimos años.
Pero esa revolución no fue dirigida por un partido con una verdadera comprensión y compromiso con lo que implicaría acabar con todas las formas de relaciones económicas y sociales opresivas y con las ideas que estas engendran, a pesar de que se utilicen nombres como “Partido Comunista” y “socialismo”. Sus líderes cambiaron la dependencia de Estados Unidos por la dependencia de la Unión Soviética. (Ésta ya había abandonado el socialismo a mediados de los años 1950 y se había convertido en “social imperialista”, socialista de palabra, capitalista monopolista e imperialista en la realidad). Desde la caída de la Unión Soviética, ese liderato se ha tambaleado, y no solo en lo económico. Han sido incapaces de ofrecerle al pueblo cubano una alternativa viable a un statu quo poco inspirador e insostenible.
El carácter no revolucionario del régimen cubano dirigido por Fidel Castro era evidente en su intento de continuar la sumisión de la isla al azúcar (en ese momento vendido o comerciado con la Unión Soviética) en formas que reproducían las viejas relaciones de explotación y opresión en viejas y nuevas formas. Nunca transformaron a fondo y de modo liberador la economía dependiente ni la sociedad creada por esa economía.
La falta de derechos políticos y del fermento del disentimiento de la que se quejan los críticos reaccionarios al régimen cubano era embrutecedora. Sin embargo el derecho más esencial del que esa gente nunca habla y nunca aceptará en ninguna parte, y con el que el régimen de Castro nunca soñó, es el derecho de las masas populares a tomar parte cada vez más en dirigir la sociedad por medio de un Estado de nuevo tipo, transformando las relaciones económicas, sociales y políticas y a sí mismas, llevando a un mundo libre de todas las relaciones opresivas entre los seres humanos. El intento de Raúl Castro de asegurar la supervivencia de su régimen arrastrándose ante los imperialistas estadounidenses, los más grandes criminales contra la humanidad hoy y los históricos esclavistas de Cuba, es horriblemente doloroso, pero concuerda con la naturaleza del régimen y de la sociedad que él y su hermano Fidel han dirigido.
La dependencia de Cuba está cambiando de los cañaverales a las plantaciones de turismo, una “industria” que no ofrece esperanzas para la independencia económica y la realización del potencial humano. Y la prostitución, que se ha reintroducido y ha proliferado por décadas, es a la vez una metáfora y un mecanismo para la mayor destrucción que está por venir a medida que el “libre mercado”, cuyo horrible poder nunca ha sido abolido en Cuba pero que ahora va ser atizado por el capital estadounidense, destruya más cuerpos y almas.
La lujuria con la que hoy Estados Unidos ve a Cuba es aterradora. En general, el apretón de manos Obama-Castro no representa un nuevo y duradero triunfo para el imperialismo estadounidense, sino que le permite maniobrar en un mundo en que su hegemonía estadounidense está cada vez más en peligro. Un conocimiento de por qué la revolución cubana ha ido a parar a donde está hoy y por qué eso no era ni es inevitable, sería importante para la gente en todo el mundo cuyas aspiraciones revolucionarias no se han apagado.
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Para más información véase: “La recolonización en nombre de la normalización, lo que motiva la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba” de Raymond Lotta, en Revolución #367, 29 de diciembre de 2014, en www.revcom.us. También “¡A quemar los cañaverales! Notas sobre la economía política de Cuba”, Un Mundo Que Ganar, números 1989/14 y 1990/15, disponibles en inglés en bannedthought.net/International/RIM/AWTW/1989-14/AWTW-14-Cuba.pdf y bannedthought.net/International/RIM/AWTW/1990-15/AWTW-1990-15-Cuba.pdf, o librarything.com/work/14333556
Además, a pesar de sus debilidades teóricas, el clásico libro Las venas abiertas de América Latina (México: Siglo XXI, 2004) de Eduardo Galeano, quien murió el 13 de abril de 2015, sigue siendo una denuncia valiosa, muy perspicaz y poética de la historia del continente bajo el colonialismo y el imperialismo.
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