14 de abril, Nueva York

“Somos jóvenes, somos fuertes, marchamos toda la noche”

Sunsara Taylor | 20 de abril de 2015 | Periódico Revolución | revcom.us

 

“¿Por qué nos detenemos? ¡No hemos terminado!” Giro para ver a un joven negro con las manos arriba. Su rostro está radiante y se dirige a todo el mundo y a nadie en particular. Aún más, en este momento habla por todos nosotros. Hemos marchado más de ocho kilómetros y acabamos de bloquear uno de los cruces más transitados de Brooklyn, y la policía se esfuerza por acorralarnos y empujarnos a la acera. Por un momento, parece que tendrán éxito. Pero segundos más tarde, cientos de personas irrumpen de nuevo en los carriles de la Avenida Flatbush. La alegría y el triunfo infunden el grito: “¡Somos jóvenes, somos fuertes! ¡Marchamos toda la noche!”

New York City, April 14

Arriba de nosotros, la instalación de cinco metros de ancho con los rostros de personas asesinadas por la policía se iza sobre los hombros de los alumnos de secundaria y otros que han encontrado una manera —una vez más— para mantenerla en medio de la calle. En el mitin de lanzamiento en Union Square, Cornel West prometió que hoy sería un nuevo día en la lucha por la justicia. Las familias de las víctimas de asesinatos policiales abrieron el corazón y pusieron sobre nuestros hombros su carga de dolor y su esperanza por la justicia. Carl Dix declaró: “Cuando llevamos este enorme cartel en las calles, respiramos el aire que las personas en el cartel nunca volverán a respirar. Damos voz a los gritos de justicia que nunca van a dar. Luchamos por un futuro que nunca van a ver, y decimos que ESTO NUNCA DEBE VOLVER A PASAR”. Exactamente. Todo esto nos alimenta el ánimo mientras avanzamos.

Por delante está un grupo diverso de jóvenes, muchos de ellos negros, que intercalan sus gritos de consignas con exclamaciones dirigidas a la policía acerca de haber sido parados y registrados y tratados como perros. Todavía con nosotros están varios familiares de personas asesinadas por la policía, al menos uno de ellos con la energía para seguir el ritmo de los jóvenes de un tercio de su edad. Sacamos de las sombras la brutalidad de este estado capitalista-imperialista y su atroz supremacía blanca para que las vea todo el mundo. Estamos demostrando nuestro amor por los que este sistema ha desechado y trata como menos que humanos. Reafirmamos nuestra propia humanidad al negarnos a ser Buenos Alemanes.

El desafío y la emoción que emanan de los manifestantes son igualmente concretos como la fría hostilidad de parte de la policía que nos rodea. Durante ocho kilómetros los policías han echado humo porque su cultura cotidiana de aterrorizar y brutalizar a la gente negra y morena (otra gente de color) fuera denunciada de manera que no se podía pasar por alto. Desde nuestros primeros pasos al bajar de la acera en Union Square, nos han atacado — pisándonos los pies con las motocicletas, golpeándoles la cara a los jóvenes, hasta desenfundar y apuntar una pistola a un adolescente de 15 y a otros manifestantes SIN ARMA en el Puente de Brooklyn.

Pero en lugar de intimidar a la gente, su brutalidad y malicia sólo la hizo más resuelta. Durante varias horas, cientos de manifestantes, a veces hasta 1.500 de ellos, atascaron a la ciudad para decir ¡NO MÁS! Obstaculizaron el tráfico en el Puente de Brooklyn en ambos sentidos. Cuando la policía bloqueó los extremos del puente para atrapar a los manifestantes y arrestarlos, varios conductores abrieron sus puertas y rescataron a muchos luchadores por la libertad sacándolos del puente. Las cámaras noticiosas en helicópteros capturaron la imagen espectacular de nuestra manta de cinco metros con los rostros de las personas asesinadas por la policía izada en el Puente de Brooklyn con el icónico horizonte de Manhattan al fondo. Los simulacros de muerte habían atascado el tráfico en el Túnel Holland (entre Manhattan y Nueva Jersey) y el Puente de Manhattan.

[Nota de la redacción: Lea la versión más larga en línea, en la que Sunsara describe la protesta mientras avanza por Brooklyn, y los brutales ataques y detenciones de la policía contra los manifestantes, Sunsara incluida.]

Sunsara Taylor with other A14 protesters released from jail
Frente a la Comisaría 75 en Brooklyn, el 14 de abril, cuando unos manifestantes salían de la cárcel. Sunsara Taylor, centro, con la camiseta ¡Revolución — nada menos! “Cada vez que salió un nuevo manifestante coreamos, ‘¡Luchador/a por la libertad! ¡Luchador/a por la libertad!’”

Cuando finalmente entramos en la comisaría 75, la escena que nos recibe sólo refuerza qué tan necesaria es la lucha que libramos. Es muy posible que hubieran arreglado una demostración de crueldad con la intención de asustarnos. Más de 15 cerdos policías estaban de pie y burlándose mientras un joven negro yacía boca abajo y esposado en el centro del vestíbulo de la comisaría. No se movía. Cuando los policías finalmente lo levantaron, le doblaron la muñeca deliberadamente hasta tal punto que me asombraría si no se la rompiera, y le torcieron los brazos detrás de él, levantando todo su peso por las esposas, probablemente lesionándole los hombros. Su rostro estaba cubierto de vómito y no se le oía nada. Les grité, “¡Brutalidad, es brutalidad!” ¿La respuesta de la policía? Rodeado de los otros oficiales, uno de ellos no sentían ninguna vacilación para burlarse de nosotros descaradamente, “¿Ah, sí? ¿Dónde están las cámaras ahora?” Los demás se rieron.

Si a uno le parece divertido eso, no es diferente a un nazi. Y esto es lo que hacen cada maldito día a nuestra gente. Todos los días. Cada hora. Ahora mismo mientras usted lee esto, una celda en la cárcel se salpica con la sangre de alguien negro o moreno (otra gente de color).

Comencé a cantar a todo pulmón la canción “No puedo respirar” una y otra vez mientras me separaban de los hombres. Al doblar yo una esquina, un coro de mujeres jóvenes que yo no había visto, algunas de tan sólo 16 años de edad, me acompañaron en la canción. Ellas aplaudieron cuando les dije que habíamos salido en las noticias nacionales de CNN. Varias veces durante la noche, sacudimos a toda el ala de la cárcel mientras hacíamos repiquetear las puertas de hierro de las celdas y saltábamos sobre los bancos con ruido tan fuerte que desde el ala de los hombres podían oírnos, y viceversa. Me imaginaba todo el dolor y brutalidad infligidos en estas celdas. ¡Nunca, estoy segura, fue esta mazmorra tan liberadora!

Dos días después, mi amigo cuyo rostro había sido aplastado me dijo: “Su canto los sacó mucho de onda”. Resulta que los policías se quejaron amargamente de “esa mujer” que no paraba de cantar “esa canción de Samuel Jackson” [No puedo respirar]. Juraron que nunca más iban a ver una película de ese actor.

Cuando por fin nos empezaron a liberar en las primeras horas de la madrugada (a otros no los liberarían hasta la tarde del día siguiente), una multitud diversa y maravillosa nos esperaba. Todos nos abrazamos. Reconocí algunos rostros debido a años de amistad y lucha juntos, otros sólo reconocí por haber compartido las calles ese día, y otros eran totalmente nuevos, pero para mí todos eran familia. Era muy inspirador ver a tanta gente allí en plena noche, incluso a un hombre que había perdido a dos hijos por el asesinato policial. ¡Resulta que la policía estaba tan enojada por esta demostración de amor que había arrestado brutalmente a dos manifestantes que estaban frente a la comisaría para apoyar a los detenidos!

Cada vez que un nuevo manifestante fue liberado correamos, “¡Luchador/a por la libertad! ¡Luchador/a por la libertad!”, y realizamos un nuevo mitin para escuchar como se sintieron él o ella.

Un ex marine desilusionado eligió sus palabras con cuidado, explicando que había luchado por Estados Unidos pero que estaba a punto de creer que Estados Unidos es más feo de lo que había reconocido. Insistió: “Tenemos que regresar aún más fuertes”. Una joven militante del Club Revolución que había trabajado casi todos los días durante varias semanas organizando para A14 habló de que ya la sentía tan concreta la brutalidad policial debido a las historias de los padres de familia, el cartel de Vidas Robadas que habíamos llevado a todas partes, y la brutalidad que acabábamos de experimentar. Con gran indignación señaló que acabábamos de pasar, cada uno de nosotros, más tiempo en la cárcel que todos los policías que habían matado a más de 90 personas sin arma este año combinados. “¿Qué les dice eso a ustedes acerca del tipo de sistema en que vivimos?” nos preguntó, antes de prometer seguir aún más fuerte y pedir a los otros a hacer lo mismo. Una joven de voz suave de 16 años de edad sonrió inconteniblemente al decirnos: “¡Este fue el mejor día de mi vida!”

En efecto, fue un día verdaderamente hermoso. Los miles de manifestantes en todo Estados Unidos no sólo rompieron el estado de ánimo sombrío que se había echado sobre las efusiones de lucha heroicas que habían estallado e intensificado el año pasado contra el asesinato policial, sino que respondieron a la brutalidad de la policía con renovado vigor y determinación. No sólo lograron un avance importante en la lucha por un futuro completamente diferente y mejor para nuestra gente, sino que se transformaron en personas diferentes y mejores en el proceso. ¡Necesitamos más de esto! ¡Que aprendamos de esto, que continuemos a partir de ello, y que lo divulguemos!

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