Carl Dix: La nueva segregación Jim Crow en la acería Sparrows Point de Baltimore
14 de mayo de 2015 | Periódico Revolución | revcom.us
A partir del asesinato de Freddie Gray por policías y la resistencia y rebelión entre los jóvenes negros de Baltimore, ha surgido bastante discusión no solamente sobre el problema del asesinato y brutalidad policial sino problemas subyacentes como la pobreza y el desempleo. Igual a muchas otras ciudades en el país, en Baltimore han “desaparecido” decenas de miles de trabajos debido a la de-industrialización. Las acerías y otras plantas manufactureras que antes empleaban a miles en Baltimore se trasladaron a otros países donde los salarios son más bajos y las condiciones de trabajo peores, y donde pueden sacar más ganancias. Desde mediados de los años 1950 hasta 2000, la ciudad perdió más de 100.000 empleos en la manufactura. La fuerza de trabajo industrial se agotó en un 75 por ciento.Hoy, en el barrio Sandtown-Winchester donde Freddie Gray vivió y murió, el desempleo es del 50%, más o menos doble del índice en la ciudad entera.
Lo siguiente es de una entrevista Revolución con Carl Dix en que habla de su experiencia trabajando en la acería de Sparrows Point del condado de Baltimore en los setentas. Describe cómo los negros que sí conseguían empleos manufactureros en Baltimore sufrían condiciones sistemáticas de segregación y discriminación, haciendo los peores trabajos, los más sucios, más peligrosos y los peor pagados.
Carl Dix es un miembro fundador del Partido Comunista Revolucionario y el co-fundador con el Dr. Cornel West de la Red Parar la Encarcelación en Masa.
Nací y crecí en Baltimore. Ahí viví mis primeros 35 años. Como parte de eso trabajé cinco años en la acería Sparrows Point en Maryland de 1973 a 1978. Sparrows Point era una de las principales plantas industriales en los alrededores de Baltimore. Hubo otras. Hubo otra acería, un par de astilleros, y plantas automovilísticas y eléctricas. Pero Sparrows era un lugar en que muchos querían conseguir empleo porque pagaba un poquito más. En esos tiempos, en su cumbre la planta empleaba unas 20 mil personas. Pero me di cuenta después de entrar que reinaban los altibajos porque cuando andaba bien tenía 20.000 empleados. Pero luego bajaba y tenían como unos mil o dos mil empleados y descansaron a todos los demás. Más tarde uno se daba cuenta de que tenían sus ciclos de escasez y abundancia.
Bueno, al conseguir empleo y entrar en la planta por primera vez, me impactaron un par de cosas. La posición que conseguí fue en el lado de finalización o lo que decían el lado de hojalata. Al otro lado le decían el lado de acero. En aquel lado tomaron el mineral de hierro crudo, lo fundieron y formaron acero, que es, creo, una aleación del hierro. Yo estaba en el lado donde tomaron el acero y lo finalizaron en hojalatas, en diferentes cosas al estilo para diferentes usos. Pues me tocó el lado donde pagaban un poco mejor y el trabajo era un poquito más fácil. Y algo que me impactó cuando entré por primera vez en la planta, lo primero que vi, era que para cada baño, hubo dos juntos. No para hombres y mujeres. Hubo dos baños de hombres juntos, dos baños de mujeres juntos. Y uno se preguntaba, pues, por qué tienen dos juntitos así. Resultó que hacía poquito antes de que yo entrara, tenían baños para “blancos” y para los “de color” en la planta. Habían quitado los letreros pero los baños ahí estaban todavía.
La acería Sparrows Point, 1973
La otra cosa es que me dieron trabajo en ese departamento en el lado de finalización y noté que el departamento — y la mayoría de los 20.000 empleados eran negros. En el lado de finalización eran un poco más de la mitad negros, si uno iba al lado de acero, donde estaban los hornos de coque, el alto horno, eran los trabajos más difíciles y sucios, ahí el porcentaje de obreros negros subía bastante; menos pago, más difícil, más peligroso. Pero incluso en este lado de finalización donde pagaban mejor y los trabajos eran más fáciles, impactaba la discriminación abierta, al momento de entrar en la planta. Porque hubo un equipo de trabajadores manuales de puros negros, la mayoría de ellos avanzados de edad. Constituían un sub-departamento dentro de un departamento mayor, y todos eran negros. Ellos eran los que nos enseñaban a hacer los trabajos cuando la planta metía a muchos nuevos y empezábamos de trabajadores manuales pero de ahí íbamos a manejar las máquinas. Y esos señores del equipo de trabajadores manuales de puros negros sabían manejar todas las máquinas, y eran ellos los que nos entrenaban a manejar las máquinas. Si faltaba personal en cualquier posición en las máquinas, los señores de ese equipo de trabajadores manuales hacían el paro y manejaban las máquinas, una posición en que uno podría sacar mucho más dinero, en primer lugar porque el sueldo base era mejor pero también le tocaban bonos a base en la producción, que no tocaban a los trabajadores manuales. También nos dimos cuenta que eso era un rezago de la segregación Jim Crow porque eso quedó desde los tiempos en que a todos los negros les tocaban los equipos de trabajo manual, y solamente los blancos podían manejar las máquinas. E incluso en esos días los negros enseñaban a los blancos a manejar las máquinas y a los negros no los permitían subir a esas posiciones. Podían manejarlas como un remiendo en caso de que alguien faltaba, pero nunca podrían ascender a esa posición. Ahora todos esos señores tenían bastantes años y a esas alturas ya no querían ascender. Pero ese equipo de trabajadores manuales negros era un recuerdo tajante del período de Jim Crow que apenas se había quitado en la planta.
Mencioné que esos trabajos eran más fáciles y menos peligrosos. Pero eso no significa que no hubo peligro en este lado de la planta porque me acuerdo que en los primeros días, uno de los nuevos estaba trabajando el turno de medianoche, y la máquina estaba aplanando el acero en tiritas y una se rompió y voló disparado al lugar donde estaban trabajando y le cortó el dedo a ese trabajador. Era pues su primera semana en la planta y se le corta el dedo. Era pues escalofriante, uno quedó pensando, caray, en eso me estoy metiendo.
Más adelante cuando estaban descansando a muchotes, supe que yo podía cambiar al lado de acero. Cuando digo que estaban descansando a muchotes, el número de empleados en la planta cayó de 20.000 a 5.000 en 1975, cuando yo había trabajado ahí como dos años. Siempre la economía de la acería era cíclica. De a ratos tenían mucho atraso en los pedidos y hubo mucho trabajo, luego por ratos se daba un bajón que duraba meses o hasta un año. No era algo que nos explicaba, simplemente nos descansaban. En esa época las acerías estaban trasladándose de ciudades estadounidenses a otras regiones y la producción de acero estaba cambiando más al extranjero. Pero eso no explica por completo los despidos porque la producción subía de nuevo tras un año más o menos. Algo que sí supe fue que si yo quería seguir trabajando y no quería sacar el desempleo con el riesgo de que eso se acabara y me quedara sin nada, que me quedaba tiempo para cambiarme al lado de acero porque trabajar en los hornos de coque no requería tanto antigüedad que las plantas de finalización. Por lo que sí me cambié y lo hice. Y la mayoría de las personas con las que trabajé tenían mucho más años que yo, aunque no era obvio qué edad tenían en realidad porque muchos se veían bien acabados y tenían enfermedades serias. Más bien resultaba de los trabajos que hacían porque eran trabajos bien pesados y la posibilidad de lastimarse era mucho, mucho mayor. Algo que pasó a muchas personas es que sufrieron muchas quemaduras al trabajar en los hornos de coque. Pues aún si todo andaba bien, la presión dentro de los hornos podía arrojar disparada una de las tapaderas, que te podía pegar y las tapaderas eran bien, pero bien pesadas. Pero lo que te preocupaba no era tanto el peso del metal que te pegaba sino que estaba bien rete caliente y si te tocaba, te quemaba hasta varias capas de la carne. Era raro que a un trabajador del horno de coque no le tocara eso por lo menos una vez.
Lo que pasó a mí no era simplemente que yo no esquivé la tapadura lo suficientemente rápido. Sí me pasó una vez, y tengo una cicatriz de esa quemadura. Pero tuve un problema mucho más grande, de hecho ocurrió durante una huelga de mineros de carbón, decayó la producción porque los mineros de carbón estaban en huelga y no nos llegaba tanto carbón. Y lo que hacían era, según le decían, “atizar los hornos”. Porque normalmente producían coque para fundir el acero todos los días, pero con la escasez de carbón ya no se podía, por lo que, en vez de prender y destapar los hornos a diario los destapaban una vez a la semana o incluso al mes, según cuánto duró la huelga. Era una especialmente prolongada, si me acuerdo bien, por lo que no habían atizado los hornos en un mes. Entonces, cuando terminó la huelga de carbón, y empezaron a atizar los hornos tenían bastante problema para mover el coque por la cinta transportadora, un problema que dijeron que siempre tenían cuando se daba una ralentización de producción por una interrupción del suministro.
Por lo que mandaron a dos para que desobstruyéramos la cinta transportadora. Vamos abajo y lo que encontramos fue que, por lo general echan agua al carbón para que no esté encendido cuando está en la cinta transportadora. Pero al llegar vimos que el coque todavía está encendido en la cinta transportadora — pensamos que por eso no pasaba. Pero cuando tratamos de desobstruirlo, después de como media hora, simplemente empezó a explotar, disparando pedacitos llameantes hacia nosotros. Como estábamos en un lugar encerrado con un muro atrás pues estábamos atrapados ahí con esa lluvia de pedacitos de carbón en llamas. El otro trabajador estaba cerca de una puerta por lo que pudo salir por la puerta y protegerse tras el muro. Yo me encontré entre dos puertas y volteé para correr a la puerta, y al correr se me caían encima esos pedacitos llameantes y estaban en el suelo y me tropiezo en ellos y me caigo y la mitad del cuerpo se me quemó severamente — la parte que daba a los pedacitos de carbón. Sufrí quemaduras profundas del segundo y tercer grado en 25 por ciento del cuerpo.
Fue interesante que por estar en estado de choque cuando eso pasó, podía oler el pelo quemado, que es un olor normal en los hornos de coque porque todo el tiempo se le chamusca el pelo de los trabajadores, pero yo no sabía que estaba severamente quemado y no me dolía. Pues salgo y el otro me pregunta si estoy bien, y digo, “Sí, estoy bien”. Me mira y sabe que no lo estoy pero no me quiere dar las noticias. El capataz nos echa una llamada y dice, ¿Qué pasa? El otro le contesta, tenemos un problema. Pregunta el capataz, ¿pueden arreglar la línea? Y el otro le dice, tenemos un problema aquí. Y el capataz dice, No me importa su problema, ¿pueden arreglar la línea? Me dio coraje y dije, pudimos morir aquí y lo único que quiere saber aquel es que si podemos arreglar la línea. Dije, voy a darle en la madre y como estaba en choque no mi di cuenta que no estaba en condiciones para darle en la madre en ese momento. No se quitó el estado de choque hasta que llegué a su oficina, cuando ya no pude mantenerme en pie por la severidad de las quemaduras. Terminé hospitalizado por dos meses, tuvieron que hacerme varios injertos.
En esa instancia particular, fui el único lastimado. Pero supe después que siempre que salían de la rutina de atizar los hornos a diario, tenían ese problema de la cinta transportadora, y mandaban a trabajadores ahí abajo, y éstos reportaban que les quemaban los pedacitos llameantes. Pero esa noticia nunca la dejaron pasar a la gente. Así que cuando yo fui abajo eso ya había pasado a otras personas, pero yo fui el único que me quemé severamente. Otras personas habían salido con quemaduras menores, pero nadie se había quedado atrapado entre las puertas como yo y que tenía que salir corriendo. Pero fue un problema que había ocurrido antes, pero no habían hecho nada para controlar el peligro a los trabajadores a los que mandaron ahí.
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