Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar

El ganador de las elecciones parlamentarias en Turquía: las ilusiones democráticas

Ishak Baran | 12 de agosto de 2015 | Periódico Revolución | revcom.us

 

9 de junio de 2015. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Por Ishak Baran. Las elecciones parlamentarias celebradas en Turquía el 7 de junio implicaron un revés muy grande para el presidente Recep Tyyip Erdogan y sus esfuerzos por consolidar el dominio de su Partido de Justicia y Desarrollo (AKP) que ha venido en ascenso desde 2002. Erdogan esperaba que las elecciones le iban a dar una mayoría aún más amplia y una mayor legitimidad, o en otras palabras, un mandato para hacer aprobar una reforma constitucional que pudiera incluir el marco legal para reemplazar el actual sistema parlamentario por un sistema presidencial, aumentando enormemente sus poderes y llevando a una mayor islamización de la vida pública. Estos planes se desbarataron radicalmente cuando el Partido Democrático del Pueblo (HDP) obtuvo votos de antiguos partidarios del AKP, particularmente en el Kurdistán, y logró entrar al parlamento.

El HDP se ha posicionado como la principal oposición a las ambiciones de poder de Erdogan y como la voz más fuerte que exige la reanudación de las conversaciones de paz entre el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y el gobierno. Reuniendo en torno suyo a los partidos y organizaciones de izquierda de Turquía occidental (no kurda), el HDP ha pasado de ser un partido pro-PKK a una organización paraguas que busca representar a los “excluidos”, a todas las identidades de oposición, las fuerzas de una verdadera “democratización” del sistema político, contra el autoritario AKP.

En este momento ningún partido tiene una mayoría parlamentaria para conformar un gobierno. Al parecer se requiere una coalición para resolver este problema, pero Erdogan no retrocede. Culpa a sus oponentes por haber creado esta crisis potencial y los llama a asumir su responsabilidad de garantizar y proteger la estabilidad política. Aunque se dirige a todos los partidos, le habla particularmente al HDP. El viceprimer ministro ya había comenzado a articular esto cuando advirtió: “Decir la palabra ‘miel’ no endulza tu boca, y repetir la palabra ‘paz’ no produce paz”. Ahora que el HDP tiene el 13% de los votos y 80 escaños en el parlamento, “Deberían llamar a Imrali (la isla-prisión donde está encerrado el líder del PKK Abdullah Ocalan) y a Kandil (la base de operaciones de los comandantes militares del PKK en las montañas) para que depongan las armas”. Esto equivale a elevar el umbral para las negociaciones de paz exigiendo que, como precondición para seguir adelante en este proceso, el PKK abandone las armas. Al HDP se le responsabilizará de garantizar que así sea. Se ha dicho que si se le permite estar en el parlamento, deberá funcionar como representante de los intereses del Estado turco. Y les han dicho a los partidos rivales del AKP que únicamente el AKP es capaz de dirigir este proceso. En respuesta a las críticas de que Erdogan está actuando por ambiciones personales, y a la denuncia de los ultranacionalistas turcos de que está negociando con “terroristas”, Erdogan ha llamado a sus rivales a cerrar filas tras él en favor de los más amplios intereses del Estado.

A pesar de la euforia entre los partidarios del HDP y otras fuerzas de oposición tras del revés electoral de Erdogan, estos son los términos en los que se lleva a cabo la lucha dentro de las clases dominantes y sus representantes, y el HDP será obligado a ser parte de esto.

La clase dominante turca hace alusiones muy claras a la defensa de Ocalan en su juicio luego de su captura en 1999, cuando argumentó que, en retrospectiva, tomar las armas no era lo correcto pero que los kurdos fueron provocados y obligados a hacerlo porque les negaron su identidad nacional — porque necesitaban hacerse escuchar y defender su causa. Ahora hay un creciente coro, que empezó en la víspera de las elecciones, que dice: “No más excusas. Ahora se les está escuchando. Ahora tienen que tomar distancia de los terroristas en las montañas”. Esta es la insidiosa otra cara de que al líder del HDP, Selahattin Demirtas, le llamen “el Obama kurdo”. El AKP y otros dicen que ahora que a los kurdos se les ha dotado de democracia, al darles un lugar en el parlamento turco, tienen que representar a toda la población kurda, refiriéndose con eso a la creciente clase capitalista en Kurdistán, y los intereses y preocupaciones de los peces gordos de la política kurda que han respaldado al AKP. Este es un esfuerzo por canalizar la resistencia kurda dentro de “lo convencional”, es decir la estructura política reaccionaria existente.

Hacen que la gente lo acepte presentándolo como el “triunfo de la democracia”, la expresión de la voluntad del pueblo en Kurdistán y el resto de Turquía, por medio de las elecciones. Sin embargo en realidad lo que se está dando es más que una simple exigencia a las fuerzas kurdas para que capitulen en definitiva y se integren al Estado. Hace parte también de un esfuerzo en todo el país para apagar y controlar diversas manifestaciones de resistencia al sistema económico, social y político, como se vio, por ejemplo, con las protestas del parque Gezi que se extendieron como reguero de pólvora desde Estambul a otras ciudades importantes en junio de 2013. La misma explosividad potencial se ha visto también en la furiosa reacción ante la muerte de los mineros en Soma en 2014, y la creciente indignación y lucha de las mujeres contra las relaciones patriarcales tradicionales y el maltrato a la mujer sumadas a una ola de asesinatos en el contexto de la creciente islamización de la sociedad. El AKP ha utilizado la represión violenta, pero ha enfrentado serias dificultades. Ahora el HDP, alegando que sus políticas como exigir que el 50% de sus diputados sean mujeres y el 10% LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales) lo convierten en el representante de todos los oprimidos y excluidos, está contribuyendo a cercar y apaciguar la protesta, llevando a las potenciales fuerzas de rebelión a volver al redil y tranquilizando a la gente con que este sistema puede paliar sus irresolubles contradicciones.

Además, varias fuerzas que se consideran revolucionarias y hasta comunistas se han enrolado en este proceso porque están convencidas de que es imposible derrocar y transformar radicalmente este sistema, y les atrae la posibilidad de conseguir un lugar en el sistema y la posibilidad de algunas reformas. Irónicamente justifican su inescrupuloso accionar en la teoría alegando que Turquía es fascista y que su entrada en el parlamento es un golpe a favor de la democracia, cuando en realidad la promoción de ilusiones a favor de la democracia burguesa es tan necesaria para las clases dominantes como la protección de su dictadura de clase por medios más abiertamente brutales.

El júbilo en las calles de Diyarbakir y en las plazas de otras ciudades kurdas en celebración del avance electoral del HDP fue agudamente contradictorio. Se vivió el júbilo de haber podido superar algunos de los límites establecidos por el sistema, como el umbral electoral que les exige a los partidos lograr mínimo un 10% de los votos a nivel nacional para entrar en el parlamento, que se estableció para impedir la entrada de los partidos kurdos. Pero al mismo tiempo las personas que odian lo que este sistema les hace a ellas y a los demás se ve acorraladas por sus horizontes. Por ejemplo, miles de personas ondearon la bandera del Estado turco y llevaron retratos de Ataturk, su fundador, quien reprimió brutalmente la rebelión kurda, junto con retratos de Ocalan, quien le quitó a la lucha kurda su potencial revolucionario y emancipador.

Lo que hace que los esfuerzos reformistas estén aún más desconectados de la realidad es la suposición subyacente de que es posible proteger la sociedad turca contra el choque entre el imperialismo occidental y el fundamentalismo islámico que azota la región, lo que incluye en las propias fronteras del país, reflejando así contradicciones que sin duda traspasan a la misma Turquía. Muchos asesores y voceros políticos del imperialismo occidental lo entienden mucho mejor. Fueron por lo general unánimes en aclamar el revés asestado a Erdogan, y muchos llamaron a que el HDP entrara al parlamento aun antes de las elecciones que lo convirtieron en la “voluntad del pueblo”.

Aunque Erdogan representa y promueve el desarrollo del capitalismo en Turquía subordinado al sistema imperialista, su afán de islamización y su ambición de ponerse a la cabeza de un resurgente mundo musulmán son cuestiones problemáticas para Estados Unidos. Además, las fuerzas islamistas, cuyo ascenso lo ha fomentado el desarrollo del mismo capitalismo, están buscando legitimar sus demandas de su debido lugar en el sistema global de explotación y están movilizando bajo su liderato a personas que tiene discrepancias con los modelos políticos e ideológicos impuestos por Occidente. Erdogan se ha visto obligado a respaldar a las fuerzas islámicas por todo el norte de África y el Medio Oriente, incluyendo Siria, porque de eso depende su legitimidad, la cohesión ideológica que sostiene su movimiento y la fuerza política de su régimen. Puede que Erdogan no sea el Talibán, Bin Laden o el Estado Islámico (EI), pero su proyecto es tanto producto como agente del choque entre estos dos “sectores anticuados” (el imperialismo occidental y el fundamentalismo islámico) en la región y a nivel global, un choque que engendra impulsos y tendencias que no pueden controlar. Por ejemplo, Erdogan no pudo evitar ofender a los votantes kurdos con su negativa a ayudar a las fuerzas kurdas que luchan contra el EI en Kobane (al norte de Siria). Es inevitable que Erdogan entre en conflicto con los planes y esfuerzos de Estados Unidos en la región. Esta creciente polarización entre el imperialismo y el fundamentalismo islámico está generando nuevos alineamientos en las ciudades kurdas en Turquía y en toda Turquía. Las políticas de Erdogan, con frecuencia erróneamente reducidas a simples manifestaciones de su ambición personal, como sus maniobras para aumentar los poderes de la presidencia y reducir la independencia del poder judicial, reflejan la misma polarización y sus necesidades. Estas contradicciones, al igual que todas las otras grietas importantes en Turquía, no se pueden cerrar con elecciones. Enmarcar la cuestión como una lucha entre la “democracia pluralista liberal” y el “autoritarismo” ignora las fuerzas concretas que operan y lleva a la gente a una trampa.

La sombra de Estados Unidos amenaza aquí casi tanto como la del fundamentalismo islámico. El PKK, el HDP y la mayor parte de la izquierda turca vieron de forma favorable el criminal papel de Estados Unidos en la guerra que está desgarrando a Siria, incluidos sus ataques aéreos. Lo que haga Estados Unidos en Kobane o en otro lugar forma parte de su lucha por conservar y extender su imperio. A la valoración positiva y hasta las alabanzas hacia Estados Unidos en relación con Kobane les ha seguido ahora una capitulación aún más vergonzosa: la gente está tolerando declaraciones como “la izquierda debería aprender una cuantas cosas del imperialismo en vez de rechazarlo por completo”. El Estado turco está amarrando la larga lucha insurgente contra la opresión nacional en el Kurdistán en las actividades de modernizar y reforzar al mismo Estado, que está cien por ciento amarrado al imperialismo, y hasta de servir a la potencia opresora número uno en el mundo, Estados Unidos. A su vez, Erdogan utiliza esto para fortalecer su régimen y su atractivo ideológico, lamentándose de que es víctima de un “complot” extranjero.

Junto con el hecho sumamente trágico de que la situación está arrastrando y presionando a muchas personas hacia los brazos de una u otra de estas fuerzas anticuadas, hay otra tragedia: alguna gente no solo sueña con mitigar el conflicto entre estos dos sectores anticuados sino que está haciendo de esto la base de un programa político, y está haciendo lo que pueda para imponer su ceguera a millones de personas más, entre ellas aquellas que están despertando a la vida política, luchando y buscando un camino hacia un mundo diferente. En realidad ¿qué alternativa práctica existe a la matanza imperialista y fundamentalista y a estas ideologías asesinas salvo el derrocamiento revolucionario de todo el orden social y la reorganización total de la sociedad y en últimas del mundo? Sin embargo, estas mismas contradicciones constituyen también la base potencial para una solución diferente si la gente con una comprensión comunista cabalmente científica del problema y de la solución trabaja por transformar las luchas en torno a las contradicciones básicas y candentes de la sociedad, y al pueblo que las libra, en torrentes que converjan en un movimiento capaz de hacer en concreto una revolución.

 

El Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar es un servicio de Un Mundo Que Ganar, una publicación política y teórica inspirada por la formación del Movimiento Revolucionario Internacionalista, el centro embrionario de los partidos y organizaciones marxista-leninista-maoístas.

 

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