La crisis mundial de los refugiados:
Los incendiarios criminales no son humanitarios
9 de septiembre de 2015 | Periódico Revolución | revcom.us
2 de septiembre de 2015. Aylan Kurdi, tres años de edad, sin vida en una playa en Turquía. Junto con su hermano y su madre se ahogó después de que volcó su pequeña embarcación. Foto:
AP
3 de septiembre de 2015. Un niño kurdo de tres años de edad boca abajo en la arena, varado en una playa de Turquía, ahogado. 1500 kilómetros al oeste, cadáveres esparcidos por las playas de Zuwara, Libia. En Hungría, un hombre sirio, con su esposa e hijo pequeño, se tiende en las vías del ferrocarril, tratando de alejar a la policía, diciendo en efecto que preferimos sufrir una muerte espantosa que ser devueltos al infierno de que hemos huido.
Mientras el mundo responde con conmoción e indignación a estas escenas, los gobernantes de Europa —las grandes potencias como Alemania así como aquellos más abajo en la jerarquía europea— se proclaman grandes humanitarios. Escuchar esta hipocresía enfermiza es como escuchar a un incendiario criminal que ha prendido fuego a las casas de millones de personas proclamarse como un anfitrión gentil por haberles proporcionado a unas pocas víctimas un catre en el callejón al lado de la basura y las ratas.
Sí, las potencias europeas son incendiarios criminales.
A veces literalmente, con aviones no tripulados, bombas y guerras brutales. Ellos y su hermano mayor criminal, Estados Unidos, prenden fuego a países enteros para promover sus intereses y competir con sus rivales. Sí, son incendiarios criminales, quemando a más de 100 trabajadores en una maquiladora de prendas de vestir de híper-ganancias en Bangladesh en 2012.
Más allá de eso, el sistema capitalista-imperialista que produce la riqueza, la cultura, el poder militar y la estabilidad relativa de gran parte de Europa tiene sus raíces en la horrorosa esclavización de millones de africanos y el genocidio en el continente americano. Y hoy ese sistema se nutre de la explotación y opresión alrededor del mundo. Se trata de un sistema cuyo funcionamiento —económico, político y militar— desde Nigeria a Siria, de Somalia a Afganistán, ha hecho la vida simplemente imposible para cientos de millones de personas.
Ahora, bajo presión, las potencias europeas permiten que soliciten el asilo a un puñado de las decenas de millones de personas desplazadas de sus hogares en todo el mundo. Mientras tanto, encierran a miles de personas en campos de concentración. Condenan a otros a dormir en la calle sin comida ni agua. Incitan y desatan a turbas fascistas y la policía para atacar a los inmigrantes. Y dejan a miles de personas cada año ahogarse en el mar Mediterráneo.
Estados Unidos es el líder de la manada en todo esto, y lleva a cabo ataques igualmente criminales contra los inmigrantes en Estados Unidos, deportando a cientos de miles de personas cada año a partes del mundo donde el funcionamiento de su sistema ha hecho la vida insoportable.
Y luego todos ellos se proclaman buenos samaritanos al pasar una taza de té a un puñado de supervivientes de sus crímenes.
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Hay personas comprensivas en Europa que emprenden sus mejores esfuerzos para ayudar a las víctimas del capitalismo-imperialismo que buscan refugio allí. Y han tenido lugar protestas justas de los migrantes y otros exigiendo que sean tratados como seres humanos. Todos los que tengan una pizca de sentimiento por los demás seres humanos tienen que apoyar y unirse a estos. Es preciso obligar a las potencias europeas a proporcionar alimentos, refugio y derechos a todos los refugiados.
Pero aquellos que han incendiado el mundo son los criminales responsables de esta crisis. Ellos son el problema, no la solución. En el nombre de “la ayuda humanitaria” no se debe permitirles llevar a cabo más crímenes de lesa humanidad dentro de sus fronteras o alrededor del mundo. Y la actual horrorosa crisis de refugiados indica la urgente necesidad de la revolución para acabar con su sistema global de una vez por todas.
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