Zambulléndonos en el debate en Mizzou, y ampliándolo, contra la supremacía blanca y el fascismo cristiano, y para la revolución
Sunsara Taylor | 28 de noviembre de 2015 | Periódico Revolución | revcom.us
Revcoms y universitarios en Mizzou, 12 de noviembre. Foto: @NinaCavender
Vea el gráfico interactivo (en inglés): RevCom y el movimiento contra la brutalidad policial vinieron a Mizzou
16 de noviembre de 2015. La feroz lucha que estalló en la Universidad de Misuri destapó enormes preguntas sobre el racismo, y eso tiene que pasar aún más y en otras universidades. Como dijo en una declaración reciente Carl Dix, miembro fundador del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, y co-iniciador de la Red Parar el la Encarcelación en Masa: “¿Qué tipo de sistema siembra, apoya y defiende el racismo de la clase que los universitarios negros en Misuri —así como los estudiantes de todas las universidades— tienen que aguantar? ¿El racismo que se expresa en millones de otras formas en esta sociedad? ¿Y qué es lo que nos proponemos hacer al respecto?”. La urgencia de estos problemas —y las respuestas que los RevComs llevaban a la situación— cobró más intensidad cuando racistas blancos respondieron a estas justas protestas con amenazas de que iban a matar a negros en la universidad.
El 12 de noviembre, Carl Dix y los RevComs se zambullieron en este remolino, hicieron conexiones y ampliaron y transformaron el profundo nivel de fermento que se estaba dando. Unos 15 estudiantes, la mayoría negros, se congregaron en “Speakers Circle” (una “zona de libre expresión” en la universidad), que está en un cruce muy congestionado. Muchos otros se acercaron cuando Carl Dix empezó a hablar. Empezó con saludar a los manifestantes y ligó el racismo en la universidad a la supremacía blanca bajo la que se fundó este país y que ahora tiene una expresión concentrada en el terror policial, y exhortó a todos a que se conecten con Bob Avakian, con la estrategia de la revolución, y la nueva síntesis del comunismo que él ha forjado para acabar, de una vez por todas, con los muchos crímenes de este sistema. Otros RevComs distribuyeron el volante de la declaración de Carl Dix (“¿De qué lado estas? Declaración de apoyo a los estudiantes de la Universidad de Misuri”) y alistaron a gente para entrarle en la revolución y movilizar protestas con motivo del aniversario del asesinato policial de Tamir Rice.
Muchos habían oído hablar de Tamir Rice, pero pocos sabían todo lo que pasó y las circunstancias de su muerte y que los policías tumbaron al piso a la hermana de Tamir y la arrestaron en vez de dejarla consolarlo mientras Tamir se desangrabó hasta morir en el pavimento. Varias mujeres negras dijeron por separado que les hacía recordar de un hermano menor o un sobrino, niños en sus propias familias que ya están en peligro simplemente por el color de la piel. Una habló con lágrimas en los ojos.
"Sin la esclavitud, Estados Unidos no existiría tal como lo conocemos hoy. Eso es una verdad simple y básica."
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Dos hombres negros que viajaron desde Albany, Nueva York, se unieron a nosotros. Uno sostuvo el altoparlante por varias horas y el otro ayudo en sostener la manta de Vidas Robadas y de vez en cuando también hacía agitación. Ellos asimismo hicieron el viaje inspirados por la lucha de los estudiantes y querían apoyarla y, desde su propio punto de vista, la conectaron a la lucha contra otras formas de opresión. Con apoyo, una joven se animó a testificar que ha sentido temor ante los ataques racistas y amenazas en la universidad, y que también teme por la seguridad de su hermano menor que se parece a tantos en la manta de Vidas Robadas. “La vida de los negros importa”, insistió un joven blanco que prometió que jamás se quedaría callado cundo otros blancos dicen cosas racistas y esperan que se ría con ellos.
Todo arrancaba muy bien cuando en eso se asomó un fascista bíblico blanco crudamente odioso con su propio altoparlante y pancarta cubierta con citas de la biblia y la inscripción: “Obedézcanle a ÉL”. Se puso al brinco y a las mujeres les dijo en su cara que eran “zorras” y “putas” y se puso a burlarse de los negros acusándolos de “andar bebiendo ginebra y jugo” y culpándole a Michael Brown de su propia muerte y justificando al policía que lo mató. Fue el repugnante y descarado odio a la mujer, racista y homofóbico, con el fin de ofender y lastimar.
Varios estudiantes nos dijeron que ese tipo siempre está en la universidad y que por lo general la gente lo ignora o se ríe de él. Pero esa celebración de la opresión no tiene nada de chistoso, y no se lo debe aceptar como algo normal en la rutina.
Pero ese día, un grupo de estudiantes se le plantó al fanático fascista y lo hizo frente. En cierto punto, pareció que hubo un altercado físico. No se sabe con certeza qué sucedió pero el fascista se puso a lloriquear de que supuestamente le habían pegado en la boca.
Inmediatamente, la escena se intensificó y muchos otros se acercaron. El predicador gritaba que “un negro me había golpeado”. Un estudiante blanco progresista se puso a gritar que era absolutamente necesario “denunciar la violencia” o “la manifestación se parecería mal”. Unos estudiantes derechistas se lanzaron al debate rugiendo que “la la izquierda calla la libertad de expresión con violencia”.
Ante esta escena alocada que se brotaba en muchas formas, luchamos duro para volver a centrar la discusión en lo verdaderamente importante. Aclaramos: no hay una “guerra contra la libertad de expresión” como decían los estudiantes derechistas y buena parte de la prensa. Tampoco hay una tiranía de violencia de parte de “la izquierda”. Eso es totalmente absurdo. Aquí estábamos a un día después de que todo estudiante negro fue amenazado de muerte por blancos que adredemente imitaban el lenguaje de personas que cometieron matanzas en masa. Y llevábamos una manta con el retrato de unas pocas docenas de las miles de personas negras y latinas que la policía ha matado. La epidemia es: la supremacía blanca y el racismo, incluyendo los asesinatos policiales sistemáticos de negros. Ese es el tema que habían planteado las protestas estudiantiles y no permitiremos que se cambie de tema.
En poco tiempo logramos que la mayoría de la multitud se alejara del fascista cristiano para escuchar lo que decíamos nosotros, pero todavía se le oía vomitar su odio, condenando a las que se hacen abortos, burlándose de la manera en que los policías salen impunes una y otra vez cuando matan a personas negras, gritando a los cuatro vientos de la manera más gráfica y odiosa sobre el sexo gay, y aullando sobre los supuestos males del socialismo y del ateísmo. Todo eso lo hizo aún más necesario, pero también más fácil y más alegre, hablar de por qué la gente tiene que entrarle a las obras de Bob Avakian y a su dirección y porque tienen que unirse a la lucha por una auténtica revolución que acabe con todos los ultrajes de que se jactaba el fascista.
Hablamos de la primera cita en Lo Básico de Bob Avakian, “Sin la esclavitud, Estados Unidos no existiría tal como lo conocemos hoy. Eso es una verdad simple y básica”. Así como: Un feto NO es un bebé, el aborto NO es asesinato, la mujer NO es incubadora. Explicamos el hecho de que la biblia fue escrita por seres humanos, no dios, y que esos seres humanos vivían en sociedades agrícolas esclavistas que mataban a la mujer a pedradas si no era virgen cuando se casó y que no entendían la ciencia. Respaldamos nuestro argumento con citas de la biblia y los retamos a encarar la realidad y una moral con raíces en el mundo verdadero y en la emancipación de la humanidad. Hablamos de lo que verdaderamente es una revolución comunista y los retamos a entrarle a los escritos de Bob Avakian, quien ha avanzado la ciencia del comunismo y hoy mismo está dando dirección para que por fin nos emancipemos. Todo lo que el fascista decía se convirtió en leña para atizar la discusión sobre la necesidad y el camino para romper todas las cadenas de opresión e ignorancia.
Entonces, los estudiantes derechistas de nuevo empezaron a gritar de que “la izquierda reprime la libre expresión”. Una mujer se enfrentó directamente al principal derechista y denunció su racismo e insistió que “siendo un hombre blanco, no tenía ningún derecho de hablar de su realidad como mujer o la realidad de los universitarios negros”. El tipo derechista nos acusó a todos de temer sus ideas y de ser incapaces de abordarlas y alegó que en vez dependemos de la violencia represiva y de “no hacerle caso por ser hombre blanco”. Gritó que todos tienen el derecho de hablar, aunque no te guste lo que dicen. Los oprimidos sí tienen el derecho de no estar obligados a escuchar amenazas y abuso reaccionarios.
Si bien nos unimos firmemente con la ira que expresaba la mujer, aclaramos que las ideas del estudiante derechista eran erróneas no por su “identidad como hombre blanco” sino porque no concuerdan con la realidad objetiva. Son moralmente erróneas porque militan contra los intereses de la humanidad en su totalidad y sirven para reforzar un sistema de opresión. De hecho, sus “ideas independientes” tienen el respaldo de la fuerza armada del estado. En este país no existe una epidemia de supresión de la expresión fascista, racista u odiamujer. Prenda el canal Fox, o CNN. Tome una clase de historia que promueve la MENTIRA de que este país “se fundó sobre la base de la libertad” (la que incluía la esclavización de millones de africanos a quienes les forzaba con saña a trabajar, a latigazos, con torturas y violaciones). Además, si a ese estudiante derechista verdaderamente le preocupa la “libertad de expresión de todos”, ¿porque no le indigna la falta de libertad de expresión de Tamir Rice, de Sean Bell o los otros miles de personas negras y latinas y otros de color que la policía ha asesinado? Señalamos las caras y más en la manta de Vidas Robadas. ¿Dónde está su preocupación sobre el derecho de estudiantes negros de alzar la voz y protestar contra el racismo sin recibir amenazas de muerte o peor por hacerlo? Con respecto a eso se quedó mudo, comprobando que sus reclamos sobre la “libertad de expresión” solo eran un escudo y un pretexto para cambiar el tema, y eso no lo íbamos a permitir.
Tampoco “temíamos sus ideas” ni las descartábamos porque provenían de un hombre blanco. Con todo gusto encaramos sus tonterías con substancia, y ante una multitud muy interesada y creciente. Al mismo tiempo aclaramos que no es una simple “batalla de ideas” en abstracto — y retamos asimismo sobre esto a los que escuchaban. Las ideas que predicaba el estudiante reaccionario, las ideas que perdonan a estudiantes blancos y otros y los animan a “cambiar el tema” cuando se trata de racismo y a voltear la vista y permitir que siga sucediendo, son ideas que refuerzan y surgen de una sociedad y un sistema que actualmente están llevando a cabo un genocidio lento del pueblo negro que en sus millones se encuentran atrapados en guetos, privados de empleos, rutinariamente aterrados y hasta asesinados por la policía, humillados y deshumanizados en la prensa, y encerrados en jaulas a un ritmo sin igual en el mundo.
Sunsara Taylor junto con revcoms y universitarios en Mizzou, 12 de noviembre. Foto: @NinaCavender
Vea el gráfico interactivo (en inglés): RevCom y el movimiento contra la brutalidad policial vinieron a Mizzou
Las ideas del fascista cristiano, las que avergonzaron a las mujeres por tener sexo y vomitan el peor odio contra la mujer por hacerse un aborto o usar control de la natalidad, son respaldadas por miles de años de las cadenas de la tradición y han sido dotadas con el peso de la ley en todo el país a medida que cierran clínicas de aborto, aterrorizan a los médicos y obligan a las mujeres a arriesgarse la vida o tener hijos contra su voluntad. No “tememos las ideas”. Reconocemos y combatimos y pedimos a todos a unirse a la lucha contra el sistema de capitalismo-imperialismo que impone esas ideas opresivas sobre millones y millones de oprimidos aquí y por todo el mundo. Por eso es que la obra y dirección de Bob Avakian son tan indispensables e importantes, por eso es que las personas tienen que entrarle en esto y participar en la revolución, al mismo tiempo que buscan su norte con respecto a eso. Tenemos que unirnos desde diferentes perspectivas, hombro a hombro para luchar hoy contra la opresión.
Durante todo ese tiempo, un estudiante blanco progresista insistía en que todos nos calláramos y le diéramos la palabra porque quería “proponer una posición intermedia”. Ya hemos vuelto a cohesionar la multitud, le dimos la oportunidad de decir lo que quería. Afirmó que se oponía al racismo y que estaba del lado de los estudiantes que protestaron, pero también insistió en que todos los presentes “denunciaran el hecho de que un predicador acaba de ser pegado en la boca”. Dijo que toda violencia es mala y que si no insistimos en eso el canal Fox iba a tergiversar y desacreditar al movimiento.
Cada vez que siguió un comentario positivo con “pero”, uno de los manifestantes que vino de otra ciudad decía: “Todo lo que dice después de ese ‘pero’ será una tontería”. Tenía razón. Este estudiante quería encontrar un “punto intermedio” cuando objetivamente no existe. Al mismo tiempo, no íbamos a condenar a este tipo de la misma manera que a los fascistas y los reaccionarios.
Cuando terminó sus palabras, yo me negué firmemente a denunciar a cualquiera por supuestamente haberle pegado en la cara a ese intolerante fascista. No sólo porque no vi lo que sucedió y no tengo porque creerle al fascista, sino porque la gente no tiene que ser sometida a diatribas racistas y degradantes.
Con respecto a eso de que “toda la violencia es mala”, eso simplemente no es cierto. Piensen en una mujer que está siendo violada, le dije a la multitud. Ahora piensen en la violencia de una mujer que lucha contra la violación y al hacerlo podría lastimar o incluso matar al violador. ¿Son iguales la violencia del violador y la de la mujer? Muchos negaron con la cabeza. Les reté a que miren por todo el mundo y vean la violencia que este sistema desata a diario simplemente para funcionar — sus ejércitos, sus fuerzas policiales, sus prisiones, sus fronteras, y tantas cosas más que refuerzan relaciones que atrapan a miles de millones de personas en condiciones desesperadas. Toda esa violencia continuará hasta que un día, en condiciones diferentes a las de hoy, se dé una revolución que tendrá que derrotar y desmantelar por la fuerza a los ejércitos del sistema. Y, en esas circunstancias, tal violencia será como la violencia de la mujer que contraataca al violador — una violencia emancipadora.
Muchos de los estudiantes que habían escuchado atentamente por más de una hora empezaron a sentarse, decidiendo que tenían que escuchar todo lo que teníamos que decir. Después, muchos de ellos nos agradecieron por oponerse a tanto odio pero también por la nueva información que habíamos compartido con ellos. En particular, les conmovió lo que dijimos sobre lo profundo y lo indignante de la supremacía blanca y el terror policial así como de la feroz opresión de la mujer, y por las ideas emancipadoras que defendimos. Pero al mismo tiempo, estaban profundamente conmocionados e intrigados por el resto de lo que decíamos — sobre la revolución, la violencia, la biblia y el ateísmo, y el comunismo, y por las respuestas que dimos a los argumentos y preguntas que nos lanzaron. Docenas de ellos nos dieron su información, se llevaron volantes y ejemplares del periódico Revolución.
Todo eso sucedió en unas 4 horas. La multitud crecía y disminuía, fluctuando entre unas 200 personas al máximo a unos 30 al mínimo. De vez en cuando perdíamos el centro de gravedad que pasaba a un reaccionario o fascista, pero luego lo recuperábamos con lucha. Uno de los hombres negros que viajaron desde Nueva York me pidió el micrófono. Además de querer compartir sus propias ideas, parecía que le preocupaba que tanto hablar de comunismo repelara a los estudiantes a quienes en otras circunstancias les interesaría la lucha contra el racismo. Sin temor de cualquier cosa que quería decir, le dimos el micrófono. Sí habló del comunismo, pero no como me lo imaginaba. Retó a los estudiantes: “No tengan miedo de la palabra ‘comunismo’. Lo que le ustedes sí deberían temer es el capitalismo. Eso es lo que trajo la esclavitud, eso es lo que trajo la supremacía blanca, la cultura de violaciones y lo demás. El comunismo…”, hizo una pausa, volteó a mirarme y dijo, “¡es esta amable dama que vemos aquí!”. Yo levanté ambos brazos con orgullo y luego, junto con él y muchos otros, nos zambullimos de nuevo en el debate al aire libre sobre algunos de las cuestiones más importantes y apremiantes que la humanidad encara hoy mismo.
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