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Turquía: Ante el ataque del Estado a los kurdos, los académicos declaran: "No seremos parte de este crimen"
30 de marzo de 2016 | Periódico Revolución | revcom.us
Silopi, en el suroriente de Turquía cerca de la frontera con Irak, 19 de enero de 2016. Foto: AP
18 de enero de 2016. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Ha salido a la luz y se ha profundizado una crisis política por una petición firmada inicialmente por más de mil académicos de condena a la ofensiva del gobierno turco contra barriadas y pueblos de las provincias kurdas del oriente de Turquía.
Titulada “No seremos parte de este crimen”, la petición firmada por “Académicos por la Paz” de casi 90 universidades acusa al gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan de usar el hambre para castigar al pueblo de Sur (un barrio de la ciudad de Diyarbakir), Silvan, Nusaybin, Cizre, Silopi y otros pueblos que están bajo toque de queda desde mediados de diciembre de 2015. “Han atacado estos asentamientos con armamento pesado que solo debería usarse en una guerra”, dice, calificando esto como una “masacre deliberada y planeada”.
En vez de negar la acusación, la reacción del gobierno fue intensificar el ataque. Esos “pseudointelectuales” con doctorado no deben esperar trato distinto al de los “terroristas” que están bajo el ataque del ejército en el Kurdistán turco, advirtió Erdogan. Declaró que haber firmado la petición del 10 de enero fue un acto de traición y que todo aquel que no se retracte sería acusado y juzgado. 27 académicos, la mayoría de la Universidad de Kocaeli en el noroccidente de Turquía, fueron arrestados en redadas de madrugada, y detenidos por “propaganda terrorista”. Los firmantes fueron puestos bajo investigación oficial.
Los organismos académicos denunciaron a sus profesores e investigadores como partidarios del “terrorismo”, y a algunos los suspendieron de sus cargos. Muchos recibieron amenazas de muerte. En algunos casos pintaron cruces rojas en las puertas de sus oficinas, un símbolo usado para indicar los blancos a asesinar durante el genocidio de armenios en 1915. Un notorio jefe mafioso, Sedat Peker, islamista y nacionalista turco considerado muy cercano a Erdogan, publicó lo siguiente en su sitio web: “Derramaremos su sangre y nos bañaremos en ella”.
La polarización se extendió a toda la sociedad, alineándose abiertamente las fuerzas en ambos polos. La cantidad de firmantes de la petición aumentó a más del doble. Escritores turcos (incluyendo el Nobel de Literatura Orhan Pamuk), editores, cineastas, asociaciones de abogados y de periodistas, y muchos otros grupos e individuos expresaron públicamente su respaldo a los académicos amenazados. Igual lo hicieron muchos académicos activistas del extranjero como Noam Chomsky, Judith Butler, Etienne Balibar y David Harvey. La petición fue leída en voz alta frente al Palacio de Justicia turco, donde la gente fue a “entregarse” por haberla firmado. Incluso algunas figuras políticas que no han sido opositores al régimen expresaron su preocupación por el manejo que le dio Erdogan a este asunto, por no decir por su agenda.
La deliberada mostrada de dientes de Erdogan a los intelectuales es más que un arrebato de poder de un hombre fuerte ambicioso, aunque también es eso. Representa las ambiciones de una gran parte de la clase dominante turca y del Estado turco. Ahora enfrenta una crisis creada por sus propias políticas, en conjunto con una situación regional y mundial que se están sintiendo de forma concentrada en Turquía.
El país se está “sirianizando”, tanto en la guerra urbana que se da en el suroriente y los ataques del Estado Islámico [también llamado ISIS o Daesh] en ciudades grandes, como en la forma en que los acontecimientos a nivel internacional atizan la situación en Turquía, específicamente el choque entre el islamismo y el imperialismo occidental, y el entrelazamiento de esa contradicción con las agresivas medidas de todo el enjambre de Estados reaccionarios que buscan proteger y promover sus intereses en esta ascendente vorágine.
La opresión a los kurdos es un punto crucial en todo esto, y es clave en términos de las ambiciones de Erdogan y los peligros con los que tiene que lidiar, aunque no es el único factor ni el factor principal que impulsa el desarrollo general de la situación.
La Turquía de Erdogan ha estado profundamente involucrada en la guerra civil siria desde el principio, buscando poner a ese país bajo su influencia como parte de asumir el predominio regional y promover el islamismo, el pegamento ideológico que busca mantener la unidad de este proyecto. Es bien sabido que Turquía ha sido la vía principal de armas y reclutas de diversas fuerzas islamistas hacia Siria, desde la milicia turcomana (etnia de turcos sirios) que crearon, hasta Al-Nusra y otros más de la constantemente cambiante y recompuesta nebulosa islamista. Han hecho esto con el consentimiento de Estados Unidos, cuya ansiedad por sacar del juego a Rusia y contrarrestar a la influencia iraní en Siria ha sido un muy importante factor en la prolongación e intensificación de la guerra civil. Al mismo tiempo la posición de Turquía la ha puesto en conflicto con Estados Unidos, amenazado por la arremetida islamista, especialmente del EI. Y sin embargo, dada la rivalidad entre Estados Unidos y Rusia y la necesidad de debilitar a Irán, Estados Unidos ha dejado muy en claro que necesita a Erdogan, aunque también necesita cualquier ayuda que pueda obtener de las fuerzas kurdas.
Erdogan esperaba obtener una super-mayoría en el parlamento en las elecciones generales de junio. No porque pretendiera basarse en los medios parlamentarios para lograr sus fines, como cambiar la constitución para darle más legitimidad e influencia a su proyecto islamista. Quería usar también estas elecciones como un garrote contra otras fracciones de la clase dominante. Vio frustrados sus planes y su partido perdió escaños en el parlamento. Una razón fue la deserción de algunos de su propia base hacia el Partido Democrático del Pueblo (HDP), una coordinadora de grupos de diverso pelambre que aboga por una solución pacífica a la cuestión kurda en Turquía y trata de actuar como intermediara entre el Estado y el liderato del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en las montañas de Kandil, en la frontera con el Kurdistán iraní.
El HDP planeaba obligar a Erdogan a conceder algunos derechos y autonomía regional limitada en la nueva constitución, integrando en el marco del Estado turco a fuerzas kurdas y fuerzas otrora de “izquierda”. Pero en vez de dejarse amilanar por el revés electoral y aceptar la mano extendida del HDP, Erdogan intensificó su juego. Si unas elecciones no salen bien, se hacen otras. Romper el cese al fuego con el PKK era parte de su campaña. En las elecciones de noviembre el gobernante Partido de Justicia y Desarrollo (AKP) recuperó su mayoría. Algunos importantes peces gordos de la política kurda que habían abandonado al AKP regresaron. Estados Unidos, aunque pretendía mantenerse alejado, desempeñó un papel significativo en esta situación en desarrollo al hacer un acuerdo con Erdogan, más o menos traducido abiertamente así: Erdogan ayudaría a Estados Unidos (supuestamente contra el EI, pero hasta ahora principalmente contra Rusia). El Departamento de Estado yanqui le dio el visto bueno para atacar al PKK en el Kurdistán turco e Irak, pero no para atacar al Partido de la Unión Democrática [PYD], la organización hermana del PKK en Siria, que se ha convertido en la única fuerza armada de Estados Unidos en Siria.
En los últimos meses Erdogan ha tratado de afirmar la dominación total del Estado turco en el suroriente de Turquía. Con tanques y artillería pesada han destruido zonas de presunta adhesión al PKK y mantuvieron secuestrada a la población con toques de queda de 24 horas, tratando de poner a la población contra el PKK. (No todos en la región kurda están de acuerdo con el nacionalismo kurdo; muchos están más relacionados con el fundamentalismo islámico).
Con esta política de tierra arrasada, como la del ejército israelí en Palestina, el objetivo del ejército turco no es ganar mentes y corazones sino imponer los términos de la situación. Habiendo impuesto estos términos, el AKP también ha dado pasos para reconocer la identidad y la lengua kurdas, medidas que debieron tomarse hace mucho tiempo y que hoy no pueden mitigar la furia de la nueva generación de jóvenes kurdos que no ve futuro bajo este estado de cosas. El ejército ha utilizado unidades especiales y crueles tácticas militares cuyo propósito es eliminar tantos jóvenes y preadolescentes como sea posible para poner a sus familias contra el PKK. La generalizada indignación (“El gobierno está matando deliberadamente a nuestros hijos y destruyendo nuestras casas”) fue un importante factor en estimular la petición de los académicos.
La falta de todo cambio fundamental positivo en el suroriente de Turquía durante décadas de guerra y negociaciones ha alimentado una explosiva frustración entre mujeres y hombres jóvenes en la región. El PKK ha podido movilizar a estos jóvenes para bajar la guerra desde las montañas y dirigir la resistencia armada en las ciudades. Se han cavado trincheras para impedir la entrada de las autoridades turcas en barriadas y pueblos, mientras que los gobernantes locales han asumido la autonomía local en la vigilancia policial, los servicios, etc. Lo que piden es que el gobierno turco reconozca cierto grado de administración local en la nueva constitución que se debatirá en el parlamento, aunque se ha excluido al HDP de las discusiones preliminares con el pretexto de que todavía no se ha distanciado lo suficiente del “terrorismo”. Mucha gente en el occidente de Turquía y en el mundo espera que el espíritu juvenil de rebelión en el Kurdistán resquebraje esta insoportable situación.
Las ilusiones en la democracia parlamentaria y en la posibilidad de una alineación de “realpolitik” entre los kurdos y Estados Unidos les han sido útiles a Erdogan y Estados Unidos pero ha sido fatal para el pueblo. El concepto de “auto-administración” como una forma de coexistencia con uno o más Estados reaccionarios, siguiendo el modelo de Kobane, donde el poderío aéreo estadounidense le permitió al PYD repeler un cerco del EI, congrega todas estas ilusiones. Lo que sucedió no fue que Estados Unidos se unió a los kurdos sino que los kurdos se unieron a Estados Unidos — vaya “administración local” y “falta de Estado”. Tal modelo no es una solución viable y mucho menos emancipadora a la opresión impuesta por el Estado turco.
En cuanto a Estados Unidos, solo puede ser perjudicial para el pueblo. Cuando el embajador de Estados Unidos publicó en Twitter un suave regaño al gobierno turco, se distanció al mismo tiempo de la petición (“Es un imperativo que los ciudadanos tengan la oportunidad de expresar sus puntos de vista, incluso los controvertidos o impopulares”.) El Departamento de Estado estadounidense no ha cedido de su posición de que el Estado turco tiene el derecho a “defenderse” contra los “terroristas” del PKK. No hay opiniones divididas al respecto en la administración Obama, solo una división del trabajo.
Este es el noveno aniversario del asesinato del periodista y activista democrático Hrat Dink, que el Estado provocó y todavía encubre. En noviembre, Tahir Elci, presidente del Colegio de Abogados de Diyarbakir, fue baleado mientras daba una conferencia de prensa frente a una mezquita. Aun antes de la reciente declaración de guerra de Erdogan contra los firmantes de la petición y la juventud kurda (“A todo aquel que se rebele, lo aplastaremos”), había más evidencia de la necesaria para entender la fatal inutilidad de creer que es posible reforma en lo fundamental al Estado turco y que las potencias imperialistas ayudarán o hasta permitirán que eso suceda.
La petición y el brote de valientes protestas son acontecimientos sumamente bienvenidos. No se le puede permitir al Estado turco aplastar esta oposición, la que podría cobrar aún más impulso. Pero las esperanzas de “una paz duradera que incluya las demandas políticas del movimiento kurdo” están condenadas al fracaso, y cuanto antes la gente se dé cuenta, mejor. Las contradicciones antagónicas que operan en Turquía y en la región continuarán dividiendo la población a la fuerza, y muy probablemente a un nivel aún más destructivo en el futuro, a menos que se reconozca la naturaleza de las fuerzas sociales y las dinámicas reaccionarias que operan, y se aprenda a utilizar las condiciones de las crisis políticas para desarrollar una solución revolucionaria.
A continuación el texto completo de la petición del 10 de enero de 2016 de Académicos por la Paz:
Como académicos e investigadores de este país, ¡no seremos parte de este crimen!
El Estado turco ha condenado efectivamente al hambre a sus ciudadanos en Sur, Silvan, Nusaybin, Cizre, Silopi y muchos otros pueblos y barriadas en las provincias kurdas por medio de toques de queda que se han mantenido durante semanas. Ha atacado estos asentamientos con armamento y equipo pesado que solo se movilizan en tiempos de guerra. Como resultado, ha violado el derecho a la vida, la libertad y la seguridad, y en particular la prohibición de la tortura y el maltrato, derechos protegidos por la constitución y las convenciones internacionales.
Esta masacre deliberada y planeada viola gravemente las leyes turcas y los tratados internacionales de los que Turquía es parte. Estas acciones constituyen una grave violación al derecho internacional.
Exigimos que el Estado abandone la deliberada masacre y deportación de kurdos y otros pueblos de la región. Exigimos también que el Estado levante el toque de queda, que castigue a los responsables de las violaciones a los derechos humanos y se indemnice a los ciudadanos que han sufrido daños materiales y psicológicos. Para este propósito exigimos que les dé acceso a la región a observadores independientes nacionales e internacionales y que les permita hacer seguimiento a los incidentes e informar al respecto.
Exigimos que el gobierno prepare las condiciones para las negociaciones y cree una hoja de ruta que lleve a una paz duradera que incluya las demandas del movimiento político kurdo. Exigimos la inclusión de observadores independientes de amplios sectores de la sociedad en estas negociaciones. Declaramos también nuestra disposición a ofrecernos como observadores. Nos oponemos a la represión de toda clase contra la oposición.
Nosotros, como académicos e investigadores que trabajamos en/sobre Turquía, declaramos que no seremos parte de esta masacre con el silencio, y exigimos un fin inmediato a la violencia perpetrada por el Estado. Continuaremos presionando con partidos políticos, el parlamento, y la opinión pública internacional hasta que se cumplan nuestras demandas.
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