"Le dispararon nada más"
Cerdos policiales de San Francisco asesinan a un inmigrante desamparado
20 de abril de 2016 | Periódico Revolución | revcom.us
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Ofrenda a Luis Góngora. Especial para www.revcom.us
Bienvenido a San Francisco, California, la supuesta ciudad progresista de tolerancia y respeto a la diversidad, la “hermosa ciudad al lado de la bahía”, considerada por todo el país y el mundo como un iniciador de tendencias en las causas liberales, la justicia social y los esfuerzos de alta moralidad — algo excepcional para Estados Unidos. Pero San Francisco SÍ está en Estados Unidos. Mire más allá de las lindas zonas turísticas y los museos bien dotados, los parques urbanos y los puentes de diseño. Busque por detrás de los gestos calculados o las mentiras cínicas de sus funcionarios municipales, y verá una ciudad de limpieza étnica. Una ciudad que ha expulsado a una gran mayoría de la gente negra y a miles de latinos en los últimos años. Una ciudad donde las personas negras representan menos del 6 por ciento de la población y el 56 por ciento de los que están en la cárcel del condado. Una ciudad de miles de personas sin hogar tratadas como algo que ofende a la vista y que hay que esconder — o abatir a tiros en la calle. Bienvenido a San Francisco, una ciudad que es parte del mismo Estados Unidos construido sobre la base de la esclavitud, el genocidio, la conquista y la opresión.
Y en San Francisco, la policía ha asesinado una vez más.
A eso de las 10 a.m., 7 de abril, dos policías del Departamento de Policía de San Francisco (DPSF) mataron a Luis Góngora, un inmigrante de 45 años de edad de Yucatán, México y residente de un campamento de desamparados en el Distrito de la Misión. Según los informes de la prensa, anteriormente esa mañana un equipo de la ciudad para ayudar a los sin hogar que trabajaba en el campamento llamó a la policía para informar que alguien estaba agitando un gran cuchillo de cocina. Una cámara de seguridad grabó la llegada de tres patrullas al campamento. Los policías salieron de sus patrullas y corrieron hacia una zona fuera de las cámaras. En cuestión de segundos se escucha a los policías gritar, “permanezca en el suelo, permanezca en el suelo” y “Suéltelo, suéltelo”, y entonces el sonido de policías disparando cuatro rondas de cartuchos no-letales y siete disparos de pistolas de policía del calibre 40. Le dieron a Luis Góngora y lo declararon muerto poco después en el Hospital General de San Francisco.
Los policías hirieron fatalmente a Luis en de menos de 30 segundos de haber bajado de sus patrullas. El director ejecutivo de la Coalición de los Desamparados de San Francisco, Jennifer Friedenbach, dijo: “Parece que el oficial llegó a la situación con las armas de fuego disparando”.
Poco después del incidente, el jefe de policía de San Francisco Greg Suhr dijo a la prensa que después de la descarga inicial de cartuchos no-letales, Góngora “se lanzó corriendo” hacia los agentes con un cuchillo, obligando a los policías a abrir fuego con munición real. Sin embargo, un testigo que estaba en el campamento, citado en el San Francisco Chronicle, dijo que Luis “no corrió hacia los oficiales. Estaba dando vueltas en círculos. No entendía lo que decían. Le dispararon nada más. Le dispararon nada más”. (Luis no sabía inglés y no pudo haber entendido las órdenes de la policía). Otro testigo dijo al Guardian del Reino Unido que ella salió corriendo a la ventana de su apartamento cuando oyó a alguien gritar, “¡Al suelo!” Ella dijo, “Él [Luis] estaba en el suelo, en cuclillas con la cabeza entre las rodillas. No se levantó hasta que lo dispararon. De ninguna manera diría que estaba corriendo hacia ellos. Su cuerpo se sacudió por las balas. Salieron disparando. Es completa mierda lo que está pasando. No hay ninguna manera de que alguien mereciera perder la vida”.
En una rueda de prensa de un portavoz de la policía tras el asesinato se mostró una foto de un cuchillo de cocina de unos 33 centímetros que supuestamente empuñó Luis. Sin embargo, numerosos testigos han dicho que Luis no blandía un cuchillo y no amenazaba a nadie, y la gente en el campamento señaló que llevar un cuchillo para la defensa propia es común entre las personas sin hogar que viven y duermen al aire libre y tienen pocas maneras de protegerse a sí mismos y sus posesiones.
A Góngora le consideraron un hombre amable que recogía las botellas y latas y le gustaba patear una pelota de fútbol. Una residente de un apartamento en la zona dijo que su hijo practicaba su español conversando con Luis. Un amigo que vivía en una tienda de campaña cerca de Luis, y que estaba con él poco antes de su muerte, relató con lágrimas en los ojos que Luis siempre le decía “hermano” y que él y Luis se ayudaban uno al otro y compartían cualquier alimento o dinero que lograron conseguir. “Fue la mitad - mitad con todo”.
Luis Góngora fue una de las decenas de millones de personas obligadas a salir de países saqueados y destruidos por el funcionamiento de este sistema de capitalismo-imperialismo, en busca de una manera de sobrevivir en Estados Unidos. Detrás del brillo de la Área de la Bahía de San Francisco hay una competencia feroz de expandirse o morir en busca de grandes ganancias dentro de las redes mundiales de la explotación capitalista, especialmente entre las empresas de alta tecnología y grandes inversionistas financieros y de bienes raices. Las ganancias enormes han enriquecido a algunos, y han causado caos y privaciones para muchos más. Los precios de la vivienda y de los alquileres se han llegado la estratosfera, junto con el desalojo de los que no pueden pagar un techo sobre sus cabezas. Nuevos rascacielos relucientes de condominios multimillonarios suben mientras que las calles de abajo y las áreas por debajo de los pasos elevados y terraplenes de autopistas están llenas de tiendas de campaña de los sin techo — llenas de personas desechadas por el sistema y obligadas a valerse por sí mismas.
De acuerdo con un informe de 2015, el 71 por ciento de los sin techo en San Francisco previamente tenían vivienda en la ciudad. Luis Góngora era uno de ellos. El contraste aquí no podría ser más evidente: La comunidad de tiendas de campaña donde vivió Luis se encuentra dentro de un barrio cada vez más pequeño de inmigrantes latinos, el Distrito de la Misión en donde han obligado a salir a más de 8.000 latinos en los últimos 10 años y los alquileres han llegado a ser entre los más caros del mundo. La creciente población de personas sin hogar en las calles ha ocasionado que numerosas ciudades de la costa del oeste declarara crisis de refugios para desamparados o estados de emergencia de desamparados, lo que normalmente se hace durante desastres naturales.
Los gobernantes de San Francisco ven en el aumento de la población de los campamentos sin hogar en muchas calles de la ciudad como una mancha que estropea el valor de la “marca” de San Francisco como un centro financiero y de alta tecnología, como un lugar de moda para vivir, como una atracción turística. Cuando San Francisco fue sede del Supertazón 50 el pasado mes de febrero, las autoridades forzaron a las personas sin hogar a quedarse fuera de la vista de los visitantes y los medios de comunicación. Pocos días después del asesinato de Luis Góngora, el alcalde de la ciudad, Ed Lee, anunció que ¡iban a derribar todos los campamentos sin hogar en la ciudad! ¿La supuesta razón dada por el alcalde? Hacer “segura” la ciudad. ¡¿SEGURA?! Si esta medida despiadada tuviera que ver con la seguridad de seres humanos como Luis Góngora, las autoridades de la ciudad disolverían a la policía de San Francisco con sus brutales antecedentes de asesinato y caos, y sus manos manchadas de la sangre fresca de Luis. Pero derribar los campamentos de los desamparados no se trata de proteger la seguridad de las personas; se trata de proteger los intereses de este sistema que aplasta a las personas.
El 10 de abril, el DPSF envió a tres o cuatro policías al campamento de desamparados en el que Luis fue muerto. Un activista informó que la policía “llegó con largos palos con los que golpearon las tiendas de campaña. Dijeron a los residentes de las tiendas, entre ellos tres testigos oculares del tiroteo, que se fueran o se arriesgaran ser arrestados”. Los policías rompieron velas que amigos de Luis habían encendido por él. Algunas personas huyeron mientras otros comenzaron a empacar sus pertenencias. Los policías cortaron las tiendas con cuchillos, y un trabajador de la ciudad cargó algunas pertenencias en un camión. El activista dijo: “Este fue un acto de acoso claro como el agua, porque después de derribar tres tiendas de campaña, la policía simplemente se fue. Dejaron un desastre y dejaron a varias personas sin hogar y sin refugio en una noche lluviosa”.
Quitarle la vida a Luis Góngora y los ataques crueles y violentos contra las personas sin hogar suceden en medio de una campaña asesina de la policía de S.F. durante los últimos años, así como el comienzo importante de una resistencia y esfuerzos apremiantes de parte de las autoridades locales para tratar de contener la indignación.
Unas pocas horas después del asesinato de Luis Góngora, la Coalición para Justicia para Mario Woods celebró una reunión en el ayuntamiento a sólo unas cuadras de distancia. Cientos de personas marcharon desde la reunión al campamento donde abatieron a Luis y de ahí a la delegación de la policía en el Distrito de la Misión. Mario Woods fue un hombre negro de 26 años de edad ejecutado por la policía a principios del pasado diciembre en el distrito de Bayview de San Francisco, un distrito en gran parte afroamericano. Un vídeo de un celular captó el brutal asesinato de Mario, a quien dispararon 40 veces cinco matones del DPSF frente a un autobús municipal lleno de niños de una escuela de enseñanza media. El video corrió como el polvo por el internet y provocó un diluvio de protestas, incluyendo la interrupción de la toma de posesión del alcalde Lee.
La ciudad ha hecho caso omiso de los reclamos de que despidan al jefe de policía Suhr y que acusen de asesinato a los asesinos de Mario Woods. En cambio, el alcalde y el jefe de la policía han hecho promesas trilladas y patéticas para “rediseñar las políticas de uso de la fuerza del DPSF” con el fin de “desescalar” los conflictos.
¡Ya vemos los resultados de esas promesas en el brutal asesinato policial de Luis Góngora! Su nombre se ha sumado a la lista cada vez mayor de los asesinados injusta e atrozmente por la policía de San Francisco. Junto con Mario Woods, las víctimas recientes incluyen a Alejandro “Alex” Nieto, Amilcar Pérez-López, O’Shaine Evans, Kenneth Harding, Herbert Benítez, Alice Brown y muchos otros, junto con los miles y miles de otras vidas robadas, asesinadas por la policía en todo Estados Unidos.
Una y otra vez, los policías de S.F. asesinan a sangre fría, frente a muchos testigos y a menudo capturados en video. Hay indignación, protestas, a veces protestas potentes. Luego el jefe de policía Suhr se para ante todo el mundo y lo justifica una vez más: “los policías temían por su seguridad”, bla, bla, bla. Y los policías salen impunes, una y otra y otra vez. ¡Esto tiene que parar!
Repetidos escándalos de mensajes de texto racistas, sexistas y homofóbicos enviados entre al menos 18 agentes del DPSF también han profundizado la ira contra la policía. Las primeras revelaciones salieron en documentos de la corte de un caso de corrupción federal de 2015 que involucró a al menos 14 agentes, entre ellos veteranos con más de 10 años en la fuerza. Los textos llevaron crueles insultos genocidas como “Se debe ahorcar a todos los n*****s” y “Quemar cruces baja la presión arterial”. A principios de 2016 los fiscales descubrieron un nuevo lote de textos durante la investigación de un presunto asalto sexual por parte de un agente del DPSF. Una vez más los textos fueran racistas y homofóbicos y utilizaron la palabra “n” e incluso se burlaban de la investigación del escándalo de textos original. Los policías en esta segunda ronda de textos sentían completamente libres para enviar sus textos racistas incluso mientras tenía lugar el escándalo público sobre la primera ronda de textos racistas. ¿Por qué? A estos policías les entrenó el sistema en la perspectiva de la supremacía blanca, la supremacía masculina, la homofobia y el odio hacia las masas de pobres y oprimidos. Sabían que las más altas autoridades les respaldarían sus ideas feas, y que concuerdan con los deberes cotidianos de su oficio bajo este sistema.
Los gobernantes que maniobran para contener la creciente indignación y limitar la cantidad de información sobre el asesinato y la brutalidad policial que salga, sofocar el cuestionamiento de la legitimidad del uso de la fuerza contra las comunidades oprimidas por parte de la policía, y para canalizar la ira en los callejones sin salida de las reformas insignificantes y promesas vacías del “cambio”. Quieren que este momento de gran indignación se disipe.
Pero nosotros —los más directamente afectados por el terror policial y todos los que se niegan a callarse ante estos ultrajes— tenemos que permanecer en las calles, causando la agitación, exigiendo la justicia, y construyendo el movimiento para la revolución. Como parte de ello, en este momento urgen las oportunas protestas estudiantiles en todo Estados Unidos el 21 de abril para ¡detener el terror policial! convocadas por estudiantes de la Universidad Estatal de San Francisco y con la participación de la Red Parar la Encarcelación en Masa y estudiantes de otros campus.
Luis Góngora vino de Yucatán a Estados Unidos debido a un mundo en el que el capitalismo-imperialismo domina el mundo y penetra, distorsiona y explota a países como México. Se encontró en las sombras del “éxito” del capitalismo en San Francisco, viviendo en las calles con los demás impuestos en una situación similar. Lo trataron como un criminal los defensores de este sistema injusto, lo derribaron a sangre fría, destrozaron el campamento donde vivía, y desalojaron a sus compañeros de campamento en una noche lluviosa. Este es el sistema capitalista-imperialista, demostrando una vez más a todos que es completamente despiadado y cruel, devastando y destruyendo vidas.
Nos hace falta una revolución y un sistema completamente nuevo. No hay otro remedio.
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