Cuando los fascistas lleguen al poder...

11 de enero de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Rodrigo “Rudy” Duterte, presidente de Filipinas; admite el mismo ser asesino en masa.

Duterte forjó su reputación como uno “de fuera” luchando contra el status quo, aprovechando la ira por la pobreza, las drogas, el crimen y la corrupción que asolan Las Filipinas. Su método era encubrir las raíces de estos problemas en el sistema socioeconómico dominado por el imperialismo, despotricar demagógicamente en contra de “las élites”, y luego aliarse con esas mismas elites para hacer chivos expiatorios de las víctimas del sistema, aquellos que son obligados por la desesperación a usar o vender drogas. Duterte los atacaba como la fuente de los problemas de la sociedad y les hacía el blanco del odio popular.

Duterte fue el candidato a presidente que prometía matar a 30.000 consumidores y distribuidores de drogas; se eligió con el 39% de los votos. Durante siete meses en el poder, ha desatado un reinado de terror en los barrios pobres de Manila y otras ciudades. Cada noche, la policía tumba las puertas, mata a la gente delante de sus familias y arrastran sus cuerpos a las calles con letreros de “narcotraficante” puestos. La mayoría de estas personas son consumidores de drogas desesperadamente pobres, vendedores muy pequeños, o son completamente inocentes. Además, los vigilantes ahora vagan por los barrios de tugurios en motocicletas y disparan a los “sospechosos”. La policía y los vigilantes ya han asesinado a por lo menos 7.000 víctimas, tantas que los cadáveres se están acumulando en las funerarias mientras los pobres juntan dinero para enterrar a sus seres queridos.

Un activista filipino de derechos humanos dijo al Los Angeles Times que “Lo que hay que tener en cuenta es que no hay nada en este momento que [Duterte] no pueda hacer”, porque las otras ramas del gobierno lo respaldan. “Casi se le ha dado un cheque en blanco …” Pero Duterte también ha dejado claro que si surgiera oposición desde la judicatura o cualquier otra esfera, declararía la ley marcial en la nación, suspendiendo todos los derechos democráticos. Duterte advierte, “no crean un enfrentamiento constitucional. Todos vamos a perder”.

Recep Tayyip Erdoğan, presidente de Turquía, rufián fascista, fundamentalista islámico.

Al igual que los de la derecha alternativa y los fascistas cristianos agrupados alrededor de Trump, Erdoğan ha trabajado por décadas para realizar su visión — de un estado turco fascista que asuma su “lugar apropiado” entre las otras “grandes potencias [imperialistas]”, sostenido por el rabioso nacionalismo turco y el fundamentalismo islámico. En 2016, unas fuerzas rivales de la clase dominante organizaron un golpe militar que fracasó. Erdoğan respondió con oleadas cada vez mayores de represión que llegaron mucho más allá de los golpistas o incluso de sus simpatizantes. En las semanas posteriores, arrestó o despidió a 50.000 personas, entre ellas 10.000 militares, 2.700 fiscales y jueces, 1.500 decanos universitarios y 15.000 otros educadores. Cerró 130 medios de comunicación —estaciones de radio y televisión, servicios noticiosos, revistas y periódicos—, y puso bajo el control del estado por lo menos un periódico importante.

En los meses que siguieron, Erdoğan puso fin a una tregua con los rebeldes kurdos y lanzó grandes ataques militares a la región kurda, poniendo a muchas ciudades kurdas bajo brutal asedio y matando a miles de personas.

Y el 30 de diciembre, una enmienda constitucional para abolir el cargo de Primer Ministro —un cargo que comparte y compite con el presidente Erdoğan por el control del poder ejecutivo— se aprobó en un comité para pasar a una votación en el parlamento, abriendo el camino para una mayor centralización de autoridad en manos de Erdoğan.

 

 


 

 

 

 

 

 

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