Por qué la comparación entre Trump y Hitler no sólo es correcta sino muy instructiva y muy necesaria

Sunsara Taylor

1° de marzo de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

La noche del martes 21 de febrero en el programa de Tucker Carlson de Noticias Fox, dije: “Un régimen fascista ha tomado las riendas del poder en la única superpotencia del mundo. Trump y Pence operan según las reglas de juego de Hitler, salvo que tienen armas nucleares”.

A la mañana siguiente, Noticias Fox invitó a unos panelistas para debatir si yo había “ido demasiado lejos”. La panelista demócrata, Julie Roginsky, insistió que sólo aquellos que llevan a cabo el genocidio en masa merecen tal comparación. Además, argumentó que Hitler había erradicado de inmediato a toda oposición en el Reichstag (el parlamento alemán) y había aplicado todo tipo de leyes que en su opinión, Donald Trump “no aplicaría”, pero además, “no se le permitiría aplicar”. Todos los expertos estaban de acuerdo: “Ciertamente no hay lugar para hacer una analogía con Adolf Hitler a nadie en la vida pública de Estados Unidos hoy”.

No estoy de acuerdo. Pero me alegro que se haya presentado esta cuestión. Se puede aprender mucho explorándola honestamente.

La historia nunca se repite de manera exacta, pero hay patrones reales que pueden ofrecer lecciones

En primer lugar, dejemos en claro lo siguiente. La historia nunca se repite de manera exacta. Durante el ascenso de Hitler, Alemania salía de su derrota en la Primera Guerra Mundial, se encontraba en medio de una importante depresión y se enfrentaba a un movimiento comunista popular y amplios sectores de gente trabajadora progresista y muy combativa. La clase dominante estadounidense no se encuentra en semejante situación. Pero se encuentra en una situación internacional cada vez más plagada de desafíos a su dominación geopolítica, militar y económica. se encuentra en una situación en que diferentes sectores de la clase dominante están fuertemente divididos sobre las “normas legitimadoras” de la sociedad, es decir, el conjunto común de valores y moralidad que, según se entiende ampliamente, mantiene unida y aglutina la sociedad. Una buena parte de esta crisis surge del conflicto entre el carácter fundacional y estructural de Estados Unidos como una sociedad supremacista blanca, y la manera en que ha sido desafiado durante los últimos 50 años, por medio de luchas de liberación justas así como por medio de importantes cambios demográficos, como el creciente número de inmigrantes. Si bien Estados Unidos no se encuentra en una gran depresión ahora, no hay empleo para enormes sectores de la clase obrera (en referencia a la clase obrera multinacional de Estados Unidos compuesta de negros, latinos, árabes, asiáticos y otras nacionalidades, así como blancos), el nivel de vida y las perspectivas futuras se han disminuido de manera importante para los sectores de la clase obrera que sí tienen trabajo y grandes sectores de la clase media también experimentan gran incertidumbre.

Por lo tanto, Estados Unidos no se encuentra frente a las circunstancias exactas de Alemania; pero las contradicciones y los problemas a que SÍ se enfrenta han resultado extremadamente imposibles de resolver. Ante esta situación, durante un período de décadas se han fomentado corrientes fascistas cada vez más fuertes. Además, Trump ha logrado aglutinar fuerzas y llegar al poder decidido a llevar a cabo una reestructuración plenamente fascista de la sociedad. Y no dejemos de notar que Trump ya ha heredado y ha jurado fortalecer masivamente un aparato represivo que va mucho más allá de lo que Hitler heredó cuando llegó al poder. Y Trump, a diferencia de Hitler, tiene un control personal irrestricto sobre el arsenal nuclear más grande del mundo y claramente tiene muchas ganas de usarlo. Durante una sesión informativa, preguntó en tres ocasiones: “Si tenemos armas nucleares, ¿por qué no podemos usarlas?”

El fascismo avanza de manera agresiva, pero también por etapas

Ahora bien, pongamos las cosas en claro. A diferencia de la idea simplista y inexacta planteada por Roginsky (así como por Carlson), Hitler no cometió todos sus crímenes más grandes el primer día de su mandato, ni tampoco en sus primeros años en el poder. Por ejemplo, si bien quedaba claro desde el principio la existencia del programa antisemita de Hitler para eliminar a los judíos en la sociedad alemana, pasó por un proceso que abarcaba saltos así como períodos de estabilidad durante los cuales muchos judíos se convencían de que “lo peor ya pasó”. La ola de terror y las leyes de 1933 y 1934 que expulsaron a los judíos de muchos aspectos de la vida pública y de la economía causaron tremendo sufrimiento y humillación, pero todavía no llegaron al nivel de la Kristallnacht, la noche de los Cristales Rotos, en 1938 cuando unos 7.000 negocios judíos fueron saqueados, más de 1.000 sinagogas fueron incendiadas, muchos judíos fueron asesinados y decenas de miles de judíos fueron detenidos en redadas y enviados a los campos de concentración. Eso tampoco era lo mismo que la decisión de 1942 de llevar a cabo el exterminio en masa y al por mayor de los judíos.

Roginsky probablemente conozca la famosa cita del pastor Martin Niemöller. ¿Qué dijo? ¿Que vinieron por todos de una vez? No. Dijo: “Primero vinieron por los comunistas, pero yo no dije nada porque yo no era comunista... Luego vinieron por los judíos”... y así sucesivamente. Describe un proceso que estaba comprimido pero no obstante fue un proceso... y al analizar lo que Trump ya ha venido haciendo, es contundente qué tanto el proceso ya ha avanzado. Con razón, a mitad de la primera semana de su presidencia, aparecieron pancartas de protesta que decían: “Primero vinieron para los musulmanes, después vinieron para los mexicanos, luego las mujeres, luego los científicos climatólogos, luego los medios de comunicación, luego la gente LGBT... y al final ya era miércoles”.

       

Para impulsar este proceso, Hitler utilizó el incidente del incendio del edificio de la legislatura alemana (el “incendio del Reichstag”) que ocurrió temprano en su régimen para singularizar a los comunistas en particular para una represión severa. Trump todavía no ha tenido semejante “incidente” que puede utilizar, pero una vez que sucede —sea algo parecido a la masacre en Orlando o algo que montan o una combinación de las dos cosas—, ¿hay dudas de que él tratará de sacarle provecho a fin de escalar la represión de manera cualitativa? Aun sin semejante incidente, el ritmo vertiginoso de los ataques represivos de Trump debe servir de advertencia.

Así que, ¿qué es la esencia de este proceso? Rechazar el Fascismo (RefuseFascism.org) ha escrito: “El fascismo tiene rumbo e impulso. Criminaliza el disentimiento pieza por pieza. Aporrea la verdad. Sataniza y singulariza a un grupo tras otro, en una trayectoria que lleva a horrores reales”. El fascismo no es simplemente una colección de políticas horrendas, sino que es un cambio cualitativo en la forma de gobernar la sociedad. Trituran las normas políticas y sociales de vieja data, azuzan y desatan violencia contra los grupos satanizados, eliminan la capacidad de disentimiento o resistencia de la gente y de las fuerzas de oposición en las estructuras gobernantes, mediante la eliminación de los derechos democráticos en lo fundamental. Todo esto sienta las bases para horrores indecibles y lo hace inconmensurablemente difícil de oponérseles.

Esto es lo que hizo Hitler, y es lo que en este momento el régimen de Trump y Pence actúa de manera agresiva para hacer. Examinemos las características y dinámicas más esenciales del programa de Hitler y las maneras en que estas mismas características esenciales se manifiestan actualmente de parte del régimen de Trump y Pence.

Fomenta y desata la violencia

Trump, al igual que Hitler, subió al poder arremetiendo contra todos los que se le opusieran por “enemigos” y azuzando violencia contra ellos y contra la gente. Esto va más allá de la normalidad de rivalidades y riñas intestinas frecuentemente feroces al interior de la clase dominante. Y va más allá de los niveles “normales” de la represión oficial injusta: los arrestos y encarcelamiento políticos, el terror policial y encarcelación en masa racistas, el espionaje generalizado, y más.

Acuérdense: Trump encabezó coros febriles que exigieron la encarcelación de su contrincante. Insinuó que debía ser asesinada. Es importante captar lo siguiente: los fascistas TIENEN que atacar y destruir las “reglas del juego” anteriores que permitían cierto espacio para desacuerdos y debates sobre cómo defender y extender el capitalismo-imperialismo e intimidar y silenciar a otros sectores con tal de implementar la reconfiguración radical de la sociedad la que es su intención.

SÍ tienen la intención de mantener la represión contra las masas populares en esta sociedad, así como intensificarla cualitativamente. Trump añoró abiertamente los días cuando “sacaron en camilla” a los manifestantes y ofreció pagar los honorarios para los abogados defensores de cualquiera que agrediera a un manifestante. Brama sin cesar sobre “el orden público” (el terror del estado policial contra los negros, latinos y otra gente de color), ha aumentado masivamente las fuerzas de deportación y ha empezado redadas terroristas, al mismo tiempo que minimiza o justifica la violencia que sus partidarios cometen contra los inmigrantes, los musulmanes, los negros y otros. Repito, esto ocurre y se intensifica por encima de los niveles ya existentes de terror y represión contra aquellos grupos, a un nivel mucho más peligroso. Y está en sus meros comienzos. El fascismo gobierna por medio del uso abierto de la irrestricta violencia por ley y de turbas.

Aporrea la verdad y la prensa

Trump, al igual que Hitler, desprecia abiertamente la verdad y exhibe una animosidad violenta hacia cualquiera que cuestione sus MENTIRAS. Esto va mucho más allá que las mentiras que comúnmente cuentan los políticos y los medios de comunicación. Trump no sólo es un MENTIROSO empedernido de primer orden sino que trabaja agresivamente para destruir al que se atreva a cuestionar sus MENTIRAS. Tilda a los medios de comunicación de “Noticias Falsas” y les ladra “siéntense” si no hacen “preguntas corteses”. Ha ido al extremo de decir que los medios de comunicación son “el enemigo del pueblo”, con la abierta amenaza de violencia y supresión que esto implica. Manda a sus sicarios políticos para que repitan sus mentiras y para insistir, como lo hizo Stephen Miller, que el presidente siempre es “100 por ciento correcto”. Y al redactar este artículo, están saliendo las noticias de que la Casa Blanca trumpista prohibió la asistencia en su sesión informativa del New York Times, la CNN y otros medios de comunicación burgueses establecidos de larga trayectoria, al mismo tiempo que permite noticieros fascistas como Breitbart y otros. De nuevo, todo esto es el mero comienzo. El fascismo hace hincapié en una narrativa única establecida desde el centro en que no existe un criterio objetivo de lo que es verdad y está decidido a quebrantar toda voz o institución que no obedezca esta narrativa.

Subvierte la separación de poderes

Trump, al igual que Hitler lo hizo, está subvirtiendo la separación de poderes y forjando un poder supremo y irrestricto en la rama ejecutiva. Esto va más allá que la expansión grotesca del poder ejecutivo establecido por George W. Bush y continuado por Barack Obama. De manera repetida, Trump ha puesto en claro su intención de desafiar abiertamente las cortes. En su discurso inaugural, Trump rompió con el precedente al jurar lealtad a sus seguidores y al negarse a prometer toda responsabilidad de acatar la Constitución. Cuando la procuradora general interina actuó de acuerdo con el mandato de la Constitución estadounidense y no con los deseos de Trump de violar esa Constitución, de inmediato Trump la despidió. Cuando una corte bloqueó su prohibición a musulmanes del 27 de enero, tildó al juez de “supuesto juez” y lo responsabilizó de cualquier acontecimiento desafortunado que pasara en Estados Unidos. De ahí mandó a su asesor frío como el hielo, Stephen Miller, para machacar: “Tenemos un poder judicial que se ha atribuido poderes exageradamente grandes y en muchos casos, ha llegado a ser una rama suprema del gobierno… Por otro lado, el resultado final de todo esto es que nuestros oponentes, los medios de comunicación y el mundo entero pronto verán, cuando empecemos a tomar más acciones, que los poderes del presidente para proteger a nuestro país son muy sustanciales y no se cuestionarán” (énfasis añadido).

Exalta una visión excluyente y racista de qué es “El Pueblo”

Trump, al igual que Hitler, ha cultivado un lazo aparentemente “místico” entre él y el sector de la población que para él merece el título de “el pueblo” — mientras define “el pueblo” de una manera extremadamente limitada y abiertamente racista que impulsa la lógica del genocidio. A diferencia de la caricatura popular aceptada, al principio de su toma de poder, Hitler suavizó su discurso de odio contra los judíos (al mismo tiempo que sus seguidores continuaron la propaganda y las acciones antisemitas). En cambio, invocó su devoción absoluta a “das Volk” (es decir, el pueblo en Alemania) — pero todos sabían que Hitler no consideraba a los judíos, romaníes (gitanos), comunistas ni otros de los que él satanizaba, como parte de “das Volk”. De igual manera, Trump ha jurado su lealtad repetidamente al “pueblo estadounidense olvidado desde hace mucho”. Pero todos saben que no está hablando de los musulmanes (a los que ha satanizado y está trabajando para prohibir), los mexicanos u otros latinos (a los que ya está deteniendo en redadas violentas y los está deportando), los negros (a los que amenaza con un asalto racista aún mayor por la policía y las prisiones, usando la frase cifrada “el orden público”), las mujeres (sobre las cuales se jactó de haberlas agredido sexualmente y dijo que hay que “castigarlas” por hacerse abortos), ni de cualquiera que se niega a someterse a su programa abiertamente supremacista blanco, odiamujer y xenofóbico (acuérdense de su amenaza de encarcelar y quitar la ciudadanía a los quemadores de la bandera estadounidense).

Al mismo tiempo, Trump —al igual que Hitler— se presenta como un líder único, un “hombre fuerte” contra las “élites”. A propósito, ese lenguaje cifrado contra las “élites” (léase: los intelectuales) sale directamente de las reglas del juego de Hitler y va de la mano con el antisemitismo del que también está imbuido el movimiento trumpista.

De hecho, en este caso la analogía con Hitler podría resultar en subestimar lo peligroso que es Trump: Hitler no llegó al poder en una sociedad que se había erigido sobre el genocidio de un pueblo y la centenaria esclavización de otro, y de ahí sobre la imposición de un sistema de opresión racista aun después del fin de esa esclavitud. Con más razón hemos de confrontar de lleno la catástrofe total que representaría la consolidación del régimen de Trump y Pence, y por qué es tan urgente expulsarlos.

Contradicciones más profundas e impulsoras, y las necesidades de un imperio

Trump ha llegado al poder en un momento en que Estados Unidos se encuentra ante importantes cambios en el mundo así como al interior que amenazan con salirse del control. Han sacudido a Estados Unidos poderosos levantamientos y protestas en contra del asesinato policial de gente negra y otros; al mismo tiempo ha crecido la supremacía blanca. Asimismo, Estados Unidos está polarizado en torno al papel de la mujer, los inmigrantes, las personas LGBTQ, la importancia de la ciencia y la realidad del cambio climático global, etc. Están contendiendo visiones agudamente contrastadas sobre la moral, la justicia y la humanidad a un nivel que no se ha visto desde los años 1960 y quizás desde la guerra de Secesión.

A nivel internacional, peligra la supremacía militar y económica estadounidense — por guerras con desenlaces negativos desastrosos en el Medio Oriente y el norte de África, por emergentes amenazas de China y Rusia, y muchos otros factores. Operan trastornos en el orden económico y político de la pos Segunda Guerra Mundial, con el ascenso del nacionalismo reaccionario y racista y del fascismo en Europa y Estados Unidos, al mismo tiempo que el yihadismo islámico fundamentalista sigue cobrando fuerza en el Medio Oriente, el norte de África y ahora en el África subsahariano, Asia central e Indonesia. Sesenta y cinco millones de personas son refugiados debido a catástrofes militares y ecológicas.

Trump busca reafirmar violentamente la supremacía estadounidense en el mundo y rehacer la sociedad de una manera que no sólo aglutina las cosas sino que “Hace que Estados Unidos vuelva a tener grandeza”, cueste lo que cueste. Al hacerlo, Trump ha aglutinado varias corrientes del fascismo que llevan décadas cobrando fuerza en Estados Unidos, entre ellas varias fuerzas supremacistas blancas así como poderosas fuerzas fascistas cristianas (que a menudo se entretejen) con una enorme influencia en las cortes, las fuerzas armadas y las altas finanzas. Este fascismo cristiano —con su perspectiva esclavizadora hacia la mujer— también le hace eco a los nazis, quienes penalizaron el aborto (para las mujeres arias [blancas]) y erigieron un culto cruel que exaltaba la maternidad mientras avergonzaba y después eliminaba a las mujeres que no pudieron y no quisieron “procrear” para la patria. Bob Avakian hizo sonar la alarma sobre esto hace 20 años y ha desarrollado este análisis desde ese entonces, y yo recomiendo que se adentre en este análisis cualquier persona que en serio trate de entender lo que nos confronta. (El hecho de que Trump se apoya en los fascistas cristianos es, irónicamente, un elemento en que se puede decir que es distinto a Hitler, quien forjó una moralidad aglutinadora diferente; pero en ambos casos, hay un código moral absolutista que considera que ciertas personas son subhumanas y que no se merecen un trato humano.)

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Todos estos elementos —y otros que examinan varios artículos y análisis en www.revcom.us— funcionan juntos como paquete. Como revcom.us ha escrito: “El fascismo es cuando la clase burguesa (capitalista-imperialista) ejerza una dictadura abierta, la que gobierna por medio del uso del abierto terror y la violencia, pisotea lo que se supone son derechos civiles y legales, utiliza el poder del estado y moviliza a grupos organizados de golpeadores fanáticos para cometer atrocidades contra las masas populares, particularmente contra los grupos de personas que identifica como ‘enemigos’, ‘indeseables’ o ‘peligros para la sociedad’”.

Hay que parar el fascismo ANTES de que sea tarde

Pero, como Tucker Carlson me preguntó burlonamente, “Si éste es un régimen fascista, ¿cómo es que usted está en este programa?”.

Eso no era más que una distorsión, un truco del polemista. Yo dije claramente que un régimen fascista ha “tomado las riendas del poder”, y no dije que se haya consolidado completamente ni que haya asegurado el camino de su orden fascista. Y eso es precisamente el quid del asunto. Al igual que la clave para tratar un cáncer especialmente agresivo antes de que se haya extendido por todo el cuerpo, de la misma manera es necesario ponerse de pie y expulsar a un régimen fascista antes de que sea tarde.

Para volver a citar el Llamamiento a la Acción de Rechazar el Fascismo: “Si bien el régimen de Trump y Pence actúa rápidamente, aún no han consolidado completamente su régimen, ni tampoco han podido implementar su programa completo. Pero eso es su objetivo y es muy posible. Tal vez sólo requiera una sola crisis fuerte, internacional o nacional, para que este régimen apriete el gatillo. No nos queda mucho tiempo”.

Por la mismísima razón de que no cabe hacer analogías a la ligera con Hitler, cuando esa analogía sí ilumina la situación ante nosotros, más vale que todos y cada uno de nosotros la investiguemos a fondo y actuemos en consecuencia y con gran urgencia.

Visite Rechazar el Fascismo (RefuseFascism.org). Lea y firme el Llamamiento a la Acción. Repártalo en todas partes. Actúe junto con otras personas por todo Estados Unidos para llevar a cabo las siguientes cuatro tareas esenciales identificadas: haga suyo el objetivo único y unificador de expulsar del poder a este régimen; difunda en todas partes el símbolo del ¡NO!; responda a todo ultraje del régimen con una resistencia cada vez mayor; y organicémonos, trabajemos con toda nuestra creatividad y determinación hacia el momento en que sea posible movilizar a millones de personas para permanecer en las calles día tras día y noche tras noche, exigiendo, sin parar, hasta que el Régimen de Trump y Pence Sea Expulsado del Poder.

No lo haga solamente para nosotros, sino en nombre de la humanidad.

 

 

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