Tres MENTIRAS descaradas anti mujer envueltas en un paquete incluyente lloriqueante
Sunsara Taylor
4 de marzo de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us
El 27 de febrero, Lauren Enríquez, de la Coalición Humana antiaborto, escribió un editorial en el New York Times que trata de ponerle una cara compasiva a la odiosa esclavitud de la mujer. Bajo el título de “Cómo la nueva resistencia feminista excluye mujeres estadounidenses”, ella defendió el Predador-sexual-en-jefe y se quejó de que la Marcha de Mujeres el día después de la inauguración de Trump haya excluido a fanáticas que rechazan la ciencia y esclavizan a mujeres, como ella.
Ahora bien, déjenme poner en claro que no soy feminista y no hablo por la Marcha de Mujeres. Soy simpatizante del Partido Comunista Revolucionario dirigido por Bob Avakian, que considera la lucha para la liberación completa de la mujer no sólo un componente esencial sino una fuerza impulsora de la revolución para la cual luchamos, para emancipar a toda la humanidad de toda forma de explotación y opresión. Pero, como tal, yo no sólo asistí la Marcha de Mujeres sino aprecié profundamente la increíble efusión que era.
Dicho eso, despedacemos algunas necedades.
MENTIRA GRUESA #1: Enríquez se queja de que los manifestantes expresaron una repugnancia general hacia Donald Trump; que la imagen de Trump como un “misógino empecinado en regresar a la mujer a Estados Unidos de los años 50” lo “caricaturiza”.
LA VERDAD: ¡Ya ni la joda! Los años 50 más bien son tolerantes y hasta liberados al lado del mundo de horror que Trump y Pence se empeñan para imponer a las mujeres. Trump es un vil predador sexual bocón. Se deleita en despreciar, humillar e insultar de la manera más vulgar a mujeres y muchachas. Pero eso no es todo. Activamente trabaja para aprovechar, azuzar más y desatar al adrede un resentimiento y una sed de venganza cada vez mayor entre amplios sectores de hombres en contra de las mujeres por haber roto una vez con la opresión sofocante de los 1950 a las mujeres. “Cuando llegue a la casa y no está lista la cena, me subo por las paredes”, se jactó, expresando ese “derecho” del hombre a la servidumbre de la mujer y validando el enojo violento si la mujer no es suficientemente servil.
Como si eso fuera poco, Trump ha hecho pacto con Mike Pence y toda una camarilla de fascistas cristianos abiertos. Juntos, prometen la criminalización más draconiana y cruel, no sólo del aborto sino incluso de métodos anticonceptivos — si no sean detenidos. Dado el estado vigilante actual, la violencia contra los proveedores del aborto, y la amenaza de Trump de que se debe “castigar” a las mujeres que se hacen el aborto — podrían relegar a la mujer no sólo a los abortos chapuceros de callejón sino a la prisión y a hundirse en el mar de vergüenza y desprecio que este régimen fomenta y desata, y que aún se encuentra en una etapa temprana.
MENTIRA GRUESA #2: Enríquez escribe: “Para nosotras, ‘resistencia’ tiene que abarcar la oposición a la mentira de que se pueda comprar la libertad con la sangre de nuestros hijos no nacidos”.
LA VERDAD: Habiendo empapado de perfume corriente al CERDO misógino apestoso que es Trump, Enríquez no tiene ningún derecho de hablar por la ‘resistencia’ ni darle consejos. Y que deje de joder con esa mierda de la “sangre de nuestros hijos no nacidos”. El feto no es un bebé. El aborto no es el asesinato. La mujer no es una incubadora.
Enríquez recurre cínicamente al nivel generalizado de anti ciencia en la sociedad estadounidense para traficar la idea anti científica de que el feto sea un niño. No lo es. El feto (igual que el cigoto o el embrión a las etapas más tempranas del embarazo) tiene el potencial de convertirse en persona, si bien aún no es una persona. Es parte del cuerpo de la mujer. Es una parte subordinada de su cuerpo. Eso quiere decir que el feto sólo crece y sigue desarrollando mientras la mujer como, respira y vive. Si ella termina el embarazo (se hace el aborto), destruye una forma de vida — pero no es una vida humana. Y eso no tiene nada de malo, en absoluto.
Enríquez también cínicamente recurre a las cadenas milenarias de tradición que machacan en que el papel esencial y el deber de la mujer son de sacrificarse para servir al esposo y sus hijos. Según su punto de vista perverso, el mandato es que la mujer sea paridera y desviar de ello es “cobarde” y “egoísta”. Completamente mal. La mujer no tiene ninguna obligación de llevar un embarazo a término. De hecho, simplemente ser embarazada es una pésima razón por tener un hijo. La única buena razón por tener un hijo es si la mujer desea un hijo y se siente lista y capaz de cuidarlo en la manera que ella elija. Al no ser así, debe hacerse el aborto. Eso no es ser “egoísta” — es ser responsable y saludable.
MENTIRA GRUESA #3: Enríquez declara que debido a que “la mayoría de las mujeres estadounidenses” creen que el aborto “debe ser completamente ilegal, o legal pero con restricciones importantes”, uno no puede ser a favor de la mujer a menos que se acomoden con las mujeres con esas creencias.
LA VERDAD: En realidad, eso envuelve dos mentiras en una. Primero, utiliza un truco estadístico deshonesto. Dado que el sentimiento público es profundamente dividido, si uno hiciera la pregunta al revés, recibiría la respuesta opuesta: La mayoría de las mujeres estadounidenses creen que el aborto debe ser accesible a solicitud o restringida en algunas circunstancias pero aún legal y seguro.
Pero, aún más a fondo, falla el método. No se determina lo que libera a la mujer —ni a nadie más— haciendo una encuesta. Se lo determina examinando el efecto objetivo del punto de vista o la medida que se plantea. Aún si no lo creyera una sola mujer en todo el planeta, sería verdad (es decir, correspondería con la realidad) que el obligar a la mujer a tener hijos contra su voluntad es una forma de esclavitud. Una sociedad que niegue a la mujer el derecho de decidir por sí misma cuándo o si tener un hijo, es una sociedad que no considera ni trata a la mujer como un ser humano, sino como la propiedad del hombre y una paridera de niños. Enríquez puede ocultar ese hecho porque se basa en miles de años de cadenas de la tradición. Pero eso no cambia la verdad: negar a la mujer el control sobre su propia reproducción es una piedra angular en la opresión y degradación de la mujer en toda la sociedad, y así lo ha sido durante miles de años.
Pero aún con esa historia, es un hecho que millones y millones de mujeres —así como muchos millones de hombres— NO se tragan esa mierda esclavizadora. Ese hecho es muy importante. También es muy importante que todas esas personas capten aún mejor los increíbles peligros ante las mujeres —y ante la humanidad en su totalidad— a manos del régimen de Trump y Pence. No podemos hacer arreglos con esos odia-mujeres — sea como sea el paquete en que se envuelva. Debemos hacer sonar la alarma, librar una lucha sin tregua contra cada ataque contra la mujer y movilizar a ola tras otra de más personas hombro a hombro con nosotros, y debemos vincular eso —y eso debe alimentar— la lucha de expulsar el régimen fascista de Trump y Pence del poder antes de que sea tarde.
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