La siguiente declaración está posteada en el blog de Aurora Roja, voz de la Organización Comunista Revolucionaria, México.
¡Romper las Cadenas! ¡Desatar la Furia de las Mujeres como una Fuerza Poderosa para la Revolución!
6 de marzo de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us
Con motivo del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer:
Nueva Delhi, India, diciembre 2012. Protesta contra una epidemia de violaciones. (Foto: AP)
Día Internacional de la Mujer, Ciudad de México, 8 de marzo de 2011. (Foto: AP)
Yakiri Rubio, acusada de homicidio por defenderse contra un violador, encabeza una marcha con motivo del Día Internacional de la Mujer, Ciudad de México, 2014. (Foto: AP)
Para millones de mujeres y hombres, el 21 de enero de 2017 fue un día para alzar la voz: desafiar los ataques del régimen de Trump y Pence y las amenazas a los derechos de las mujeres y los derechos humanos en general. Las marchas mostraron la determinación de las personas para luchar por el derecho al aborto de las mujeres y los derechos reproductivos en general y para defender a Planned Parenthood (Planificación Familiar). Muchas personas también salieron a alzar la voz contra los viles ataques de Trump a los inmigrantes y los musulmanes. Todo esto subraya el hecho de que muchísimos millones de personas se oponen de verdad a Donald Trump y lo que su régimen representa. Arriba, más de 200.000 personas protestaron en la Ciudad de Nueva York, de entre los cuatro millones en todo Estados Unidos. (Foto: Twitter/@thisisweber)
Ya basta del asedio de desprecio, humillaciones, abusos y violencia brutal contra las mujeres en todo el mundo. Te humilla la pornografía odia-mujeres en cada puesto de periódicos, te amagan los “Men’s Club” con sus figuras femeninas de neón parpadeando, te amenazan los piropos y manoseos de hombres acosadores, las canciones machistas te bombardean la mente. Puedes ser golpeada, violada, desaparecida o asesinada—por tu exnovio o tu esposo, por hombres desconocidos, por narcotraficantes, por militares o policías. Cada año en el mundo, más de un millón de mujeres y niñas son robadas, vendidas y esclavizadas en la “industria del sexo”, bajo la amenaza de muerte si se atreven a intentar escapar. En México, siete mujeres son asesinadas cada día y es el segundo país en la trata de mujeres, después de Tailandia. Una mujer es violada cada 18 segundos. Si sobrevives y denuncias, el juez y los ministeriales te difaman y te culpan a ti. Si te embarazas por una violación te niegan el aborto legal y seguro, incluso si eres una niña de 10 años, aunque es tu derecho según la ley (en la mayoría de los estados). Si abortas, incluso espontáneamente, te acusan de “homicidio en razón de parentesco” y te encarcelan con condenas de hasta 30 años. 700 mujeres están encarceladas ahora en México, (dato del Centro Las Libres, en Guanajuato), por no dar a luz. La mayoría sufrió abortos espontáneos y la minoría decidió terminar un embarazo no deseado. Negar a la mujer el derecho al aborto legal y seguro es una forma de esclavitud. Un feto no es bebé, la mujer no es incubadora, y el aborto no es asesinato.
Es cierto que el mundo y la vida de las mujeres han cambiado mucho en las últimas décadas, pero una cosa que no ha cambiado es que no somos libres. Por el mismo impulso competitivo del sistema de maximizar las ganancias, y por la lucha de las mujeres, la mayoría de las mujeres salimos al mundo, en vez de estar encerradas en la casa. Millones de mujeres se gastan la vida produciendo ropa o computadoras, cosechando jitomates o limpiando las oficinas de grandes empresas. Muchas son madres solteras, llevando la lucha agobiante de alimentar y educar a sus hijos. También ha crecido la clase media, más mujeres estudian carreras, algunas ocupan posiciones privilegiadas, lo que a veces las convierte en un blanco de la venganza brutal de hombres resentidos. Estos y otros cambios en el papel de las mujeres en la sociedad están chocando con formas y “valores” tradicionales del patriarcado, debilitando en parte su poder de someterlas. Por eso, poderosas fuerzas económicas, políticas y religiosas libran una “guerra” contra las mujeres en todo el mundo para reforzar el patriarcado, porque necesitan mantener la subordinación de las mujeres como un cimiento de todo su sistema opresivo.
Desde hace unas décadas, fuerzas fundamentalistas cristianas e islámicas (y de otras religiones), han suprimido a las mujeres y reforzado la dominación masculina sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, dondequiera que puedan. El régimen fascista de Trump y Pence en Estados Unidos representa un salto en esta brutal reafirmación del patriarcado y un grave peligro para toda la humanidad, porque encabezan un imperio mundial que aplasta y destruye vidas por toda la Tierra. Controlar y someter a las mujeres es parte central de su programa fascista de restaurar “la grandeza” de Estados Unidos (además de buscar imponer también la supremacía blanca, la xenofobia, la homofobia y la negación de la verdad y la ciencia).
Trump es un abusador misógino bravucón que reclama abiertamente el “derecho” de los hombres a dominar el cuerpo y la vida de las mujeres. Cuando se tiene a un presidente como Trump que se jactó de “agarrar el sexo” a las mujeres, eso pone una nueva “norma” de vil misoginia para EU y todo el mundo. Trump ya ordenó negar fondos federales a cualquier programa de salud reproductiva en otros países que siquiera dé información sobre servicios de aborto, lo cual significa un atentado brutal contra la salud y la vida de millones, por abortos inseguros, por SIDA y por falta de servicios médicos en muchas zonas rurales pobres. También nombró a un juez fundamentalista antiaborto para la Suprema Corte, lo que hace muy probable la eliminación del derecho al aborto en EU, con repercusiones internacionales. Pence es un fundamentalista cristiano fascista, que busca la prohibición total no solo del aborto, sino de los anticonceptivos, la educación sexual, relaciones sexuales antes del matrimonio, y la represión total de lesbianas, gays y personas con otras identidades no heterosexuales.
En México, la iglesia católica encabeza esta “guerra” para reforzar el patriarcado y los valores de la Edad de las Tinieblas. Dirigió la embestida antiaborto que impuso las reformas constitucionales antiabortos en 18 estados justo después de la despenalización parcial del aborto en el Distrito Federal [Ciudad de México] en 2007, con la ayuda del PAN [un partido de la clase dominante], el entonces presidente Felipe Calderón, políticos del PRI [otro partido de la clase dominante] y de otros partidos, y las iglesias evangélicas. La prohibición del derecho al aborto defendido por todas estas fuerzas no tiene nada que ver con defender “la vida” y tiene todo que ver con afianzar el sometimiento de las mujeres a los hombres y al orden social opresivo actual. En 2016 la iglesia católica y las evangélicas organizaron la “Marcha por la Familia” —que mejor debería llamarse la “Marcha por la Homofobia, el Patriarcado y la Persecución de los LGBTT”— e hicieron que Peña Nieto parara la Ley del Matrimonio Igualitario.
Nada de esta opresión es “normal”. Nada de esto se debe a la “naturaleza humana” o la “naturaleza de los hombres”. En realidad, no existía ninguna opresión social de hombres sobre mujeres por la mayor parte de la existencia de nuestra especie: de los cien mil años de homo sapiens, la supremacía masculina solo surgió y se impuso hace como seis mil años, cuando surgieron las primeras divisiones de clase. Cuando un grupo convirtió en su propiedad privada el fruto del trabajo de los demás, se convirtió también a las mujeres en propiedad de los hombres. Desde aquel entonces, cada sistema basado en la explotación ha mantenido y reforzado el patriarcado, cambiando algunas de las formas de la opresión de las mujeres, pero manteniendo la raíz de la dominación masculina, por medio de instituciones políticas y religiosas, relaciones sociales e ideas que refuerzan toda esta opresión. Hoy en día, es necesario y posible eliminar por completo las dos cosas: la opresión de la mujer y la división de la sociedad entre explotadores y explotados, y no se puede hacer el uno sin el otro.
Como lo plantea Bob Avakian, Presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, “La opresión de la mujer está íntimamente ligada a la división de la sociedad en amos y esclavos, explotadores y explotados, y acabar con todo esto es imposible sin liberar completamente a la mujer. Por eso la mujer desempeñará un enorme papel en el proceso de hacer la revolución y garantizar que esta no pare a medias. Es posible e imprescindible desencadenar plenamente la furia de la mujer como una fuerza poderosa para la revolución proletaria”. (Lo BAsico, 3:23, pág. 87-88).
La opresión a las mujeres es un pilar fundamental del sistema capitalista-imperialista que domina todo el mundo. Tenemos que combatir esta opresión en todas sus formas, a la vez que debemos entender que ninguna nueva ley, protocolo, alerta de género u otra medida dentro de este sistema llevará a poner fin a los intolerables crímenes que se cometen diario contra las mujeres. Nunca nos liberaremos apelando al mismo sistema que produce todos estos horrores y criminaliza a las víctimas. El problema no es simplemente oficiales corruptos, autoridades omisas o la falta de “instrucción en derechos humanos con perspectiva de género” de los uniformados y las autoridades. El problema es el patriarcado y el sistema que lo mantiene y lo impone.
El sistema capitalista-imperialista que domina el mundo hoy en día no puede eliminar la opresión de la mujer, pero ha creado la base material para la revolución comunista que sí lo puede hacer. Los cambios en el papel social de las mujeres están en contradicción extrema con la opresión patriarcal que se refuerza, y esta contradicción es parte muy importante de la base material para la revolución que puede derrocar este sistema y finalmente emancipar a las mujeres y a toda la humanidad.
Existe una tremenda furia y deseo de liberarse de esta opresión entre las mujeres por todo el mundo. No siempre se expresa abierta ni plenamente y a veces se expresa de formas equivocadas. Pero desencadenar y expresar plenamente esta furia y el deseo de liberarse tiene que ser una parte fundamental de preparar y hacer la revolución que hace falta para finalmente emancipar a toda la humanidad. Esta furia y potencial revolucionario se reflejan en parte en torrentes de lucha que irrumpen a veces y sacuden la sociedad—como pasó en la India en 2012 cuando decenas de miles salieron a protestar la violación tumultuaria de una joven por un grupo de hombres desconocidos que la atacaron al bajarse del transporte público; o el 24 de abril de 2016 en México, cuando miles salieron a la calle en varias ciudades en contra de las múltiples formas de violencia brutal contra las mujeres; o el 21 de enero de 2017, cuando 4 millones salieron a las calles en Estados Unidos, acompañados por miles más en otros países, en oposición al régimen misógino y fascista de Trump y Pence y el patriarcado extremo que pretenden imponer.
Organicémonos ahora para combatir el patriarcado y la guerra contra la mujer, con una resistencia que no solo busca aminorar un poco la intolerable opresión de las mujeres sino que lucha por eliminarla, por medio de la revolución comunista que se prepara urgentemente desde ahora.
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