Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar:

Francia: Poniendo los intereses de la humanidad en primer lugar

3 de abril de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

In one day in June, 1,000 refugees trying to cross the Mediterranean Sea in unsafe dinghys to reach Europe were rescued at sea by Médecins Sans Frontières (Doctors Without Borders) and Sea Watch humanitarian groups.

En un día de junio de 2016, mil refugiados que intentaban cruzar el mar Mediterráneo en balsas para alcanzar a Europa fueron rescatados en alta mar por Médicos Sin Fronteras (MSF) y grupos humanitarios de Sea Watch (Vigilantes del Mar). Foto: MSF

14 de marzo de 2017. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Cedric Herrou, de 37 años, un olivarero se embarcó en una misión. Manejando su camioneta por carreteras y pueblos secundarios, y a lo largo de las vías del tren en Roya, Francia, contigua a Italia, él ha recogido refugiados, a veces jóvenes y niños, que han atravesado la frontera. Es el más destacado entre la gente dentro y en los alrededores de la ciudad de Niza, entre algunos individuos que actúan por un espontáneo impulso moral y otros miembros de redes ligeramente organizadas, que algunas veces actúan de forma clandestina y otros bajo el foco de los medios, y que han desafiado las leyes que prohíben ayudar a personas que el gobierno considera “ilegales”. 

Por hacer esto, Herrou ha sido arrestado tres veces hasta el momento. El 10 de febrero, tras manifestaciones en respaldo suyo y de otros “criminales de la solidaridad” en Niza, París y donde sea, fue condenado a pagar una fianza de 3.000 euros, suspendida a menos que, o hasta que, lo vuelvan a arrestar. Aunque el tribunal rechazó la solicitud de la fiscalía de enviar a Cedric a prisión, dictaminó que ayudar a personas en peligro inminente, que es una obligación legal bajo la ley francesa, es ilegal cuando se trata de ciertas personas. En varias ocasiones, policía armada se ha llevado a niños inmigrantes que él ha recogido y los ha botado en la frontera italiana. Este es un caso de abandono infantil ilegal, argumenta Herrou; sin embargo los tribunales lo han castigado a él y no a las autoridades detrás de éstos. 

Nadie, ni siquiera los más inhumanos funcionarios, pueden negar que la mayoría de los refugiados africanos atrapados en la frontera franco-italiana, acucurrados en las rocas entre la carretera y el océano, o hacinados en campamentos bajo supervisión policial, necesitan ayuda desesperadamente. 

Son algunos de los afortunados que sobrevivieron a la travesía por el Mediterráneo, donde miles se han ahogado. Si fueron rescatados de un naufragio, se lo deben principalmente a las oenegés y a las embarcaciones civiles y no a los gobiernos europeos que oficialmente abandonaron las operaciones de búsqueda y rescate. Si lograron llegar a la isla italiana de Lampedusa, es porque pescadores y voluntarios los habrán llevado hasta la costa. Su determinación los ha conducido, desde que iniciaron su camino, desde Eritrea, Sudán, Gambia y Nigeria y por la península italiana, pero muchos no hubiesen sobrevivido sin la ayuda de otros seres humanos, ante todo entre sí, y otros extraños. 

En un juicio anterior, Herrou le dijo a una concentración de cientos de partidarios: “Si tenemos que romper la ley para ayudar a la gente, hagámoslo. Nuestro papel es ayudar a la gente a superar el peligro, y el peligro es esta frontera” (5 de enero de 2017, Guardian). 

Previos intentos de dar un ejemplo no han terminado bien para las autoridades. A finales de 2015, una mujer fue condenada a pagar una alta fianza por transportar a personas sin papeles. Cuando ella escuchó en el radio de su auto que la policía estaba bloqueando a los africanos de la principal estación del tren en Niza, se apresuró hacia allá, invitó a gente a subirse a su auto y los condujo hasta una estación menos vigilada. Se hicieron grandes contribuciones de la noche a la mañana para pagar su fianza. 

Esta gente tampoco está aislada. En una encuesta realizada por el diario local, Nice Matin, los lectores escogieron a Herrou como la “persona del año” de la Riviera francesa. Esta es una notable contracorriente en el ambiente político dominante. Niza fue una de las primeras ciudades en prohibir la vestimenta musulmana en sus playas tras un horroroso ataque terrorista islámico el año pasado. La región ha sido un baluarte de la derecha y la ultraderecha, en un país donde los partidos de derecha e “izquierda” que alternadamente han gobernado, en gran medida están compitiendo con categóricos fascistas en la promoción de veneno nacionalista y antiinmigrante. En una respuesta publicada en ese periódico, el más alto funcionario local denunció furiosamente a Herrou por “poner el peligro nuestro país”, “insultar a la policía” y “ayudar a posibles terroristas”. 

¿A favor o en contra de los inmigrantes y refugiados?, se está convirtiendo en una de las cuestiones más importantes de nuestra época. Cuando algunas personas ven a una familia de refugiados luchando por un camino, en peligro de terminar arrollada por un auto o ir muriendo poco a poco, se detienen y los llevan más lejos de la frontera, o a su casa para pasar la noche. Otros llaman a la policía. Este no es simplemente un asunto a lo largo de las fronteras. En París, gobernado por el partido socialista, las autoridades han ordenado que los voluntarios dejaran de distribuir comida para los refugiados que se agrupan en las calles. Han levantado barricadas para que las tiendas de campaña y bolsas de dormir donadas por las oenegés no se puedan utilizar para dormir bajo puentes. Hace un siglo y un cuarto el escritor Anatole France, señaló: “La ley, en su majestuosa igualdad, prohíbe a los ricos tanto como a los pobres dormir bajo los puentes, mendigar en las calles y robar pan”. Eso es literalmente cierto en la democracia capitalista en Francia hoy, donde el Estado, cuyo propósito es reforzar un intolerable estatus quo, prohíbe y castiga una moralidad basada en algo que no sea la de vivir al servicio de estrechos intereses individuales y nacionales. 

Además, el actual ultraje y muchas manifestaciones contra la policía que golpeó y violó a Theo, un joven negro de un suburbio obrero de París, no están aislados de la campaña estatal que busca bloquear la entrada de inmigrantes provenientes de países aplastados por el orden mundial de hoy. Son ejemplos de “el pueblo francés primero”, una ideología y política que considera ciertos orígenes nacionales como un problema o hasta un crimen, y busca redefinir y organizar más la sociedad según criterios étnicos y religiosos. El amante de Trump y fascista Frente Nacional ha promovido abiertamente este lema; sin embargo esta visión ha sido legitimada por todos los partidos de importancia. Millones de personas, sin importar su procedencia, son consideradas una amenaza para las sociedades que se han engordado sobre la base de un sistema mundial de explotación y opresión. 

Ahora, en los tiempos de Trump, gobiernos y movimientos políticos están abandonando la delgada capa de los valores y la moral que afirman respaldar, y que en general ha adormecido a las personas cuya vida de una u otra manera es cómoda en los países donde se concentra la riqueza producida por la gente del planeta. En algún momento la sociedad francesa podría dividirse: a favor o en contra de los extranjeros que se entiende están agrupados en las fronteras y gente en la propia sociedad que es considerada menos que verdaderamente “francesa”. 

Cuando la gente pone sus intereses en riesgo por lo que concibe como los más amplios intereses de la justicia y la humanidad, sin importar cuáles sean sus ideas sobre la naturaleza del sistema que enfrentan y las causas y soluciones, su rechazo a aceptar una de las más grandes injusticias de nuestros tiempos es una inmensa contribución, y no solo para los a los que ayudan. Los pone en conflicto con criminales gobiernos que son responsables de esta situación y cuya solución es criminalizar a las víctimas. Esto puede contribuir a impulsar un desafío a la legitimidad del orden político y económico cuyos intereses están en oposición a los intereses de la humanidad. 

Es extremadamente importante que más gente se indigne y esté resuelta a actuar en este momento, y que esté dispuesta a seguir esa indignación a su conclusión lógica, en su modo de pensar y comprensión, para que sus acciones puedan volverse más sostenidas y resueltas a medida que vayan comprendiendo el alcance y la profundidad del problema y la solución.

 

 

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