Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar:
Reseña de una exhibición:
REVOLUCIÓN — Arte ruso 1917-1932
Una exposición en la Real Academia de Artes en Londres, hasta el 17 de abril de 2017.
3 de abril de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us
14 de marzo de 2017. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Por Sam Albert. ¿Por qué una exposición de obras de arte de hace un siglo puede ser tan emocionante y provocadora y a la vez tan completamente fresca? Seguramente por el tema de la exposición, el arte producido durante una explosión nunca antes vista de creatividad tras la Revolución rusa de 1917, así como por el hecho de que ninguna muestra reciente ha reflejado tan bien la impresionante variedad de estilos, técnicas, géneros y medios en las artes visuales soviéticas en sus comienzos.
Aunque las artes en Rusia se habían propagado con la misma efervescencia inspirando al resto de Europa en la década previa a la revolución, este raudal de trabajo innovador y de alta calidad no se puede separar de todo el proceso revolucionario y del ferviente deseo de muchos artistas de contribuirá a eso. Muchos de ellos compartían el espíritu que marcó esa época, un espíritu de dedicación al cambio radical, de abnegación hasta en los días más difíciles, la determinación de servirle al bien común y a la emancipación de la humanidad que envolvió a la sociedad soviética.
Siendo Rusia un país sumamente atrasado este avanzado arte fue tanto más extraordinario. Hasta 1861, podemos recordar gran parte de la población como siervos, campesinos que prácticamente eran la propiedad de la nobleza terrateniente. Viviendo en una ignorancia brutalmente impuesta, y agotados a la edad de 40 años, los campesinos y trabajadores que salían de los pueblos eran considerados peligrosos y a veces arrestados por el simple hecho de saber leer.
La revolución levantó de la noche a la mañana la censura y la vigilancia policial zarista. Inmediatamente, el Ministerio de Educación e Ilustración del gobierno revolucionario empezó a respaldar el arte, encomendó trabajos artísticos, organizó exhibiciones y subsidió publicaciones en medio del auge de una miríada de tendencias y escuelas artísticas contendientes. Envió coloridos trenes cargados de obras de arte, filmes y proyectores, muestras de fotografía y artes gráficas, pósteres y otros materiales —artistas, educadores y activistas políticos— a los más remotos y oprimidos rincones del antiguo imperio ruso. Con el respaldo del nuevo Estado revolucionario, cuyos funcionarios incluían a los artistas mismos, los artistas dieron rienda suelta a su creatividad como parte esencial de la transformación que convirtió a la atrasada y ultrarreaccionaria Rusia en el país socialmente más avanzado del mundo en esa época.
Toda esto fue parte de un enorme esfuerzo para eliminar el abismo que separaba a la relativamente pequeña clase educada, de la inmensa mayoría de la gente, cercenada del conocimiento científico, la cultura, la política y el amplio mundo de las ideas en general, por medio de la represión e incluso más por el lugar que ocupaban en la sociedad como bestias de carga, por sus restringidas experiencias, por su formación y costumbres religiosas. Mientras se les permitía y alentaba a estas masas en la parte de abajo de la sociedad levantar sus miras, se alentaba, organizaba y financiaba también a los artistas para que desempeñaran un papel de dirección en el extraordinario fermento social. Por primera vez en la historia, fueron libres de llevar su cultura y su trabajo a los más pisoteados de la sociedad, unírseles, aprender de ellos y entrenarlos para apreciar y hacer arte. Con la revolución, la sociedad entera escapó de su prisión.
Lo que hace tan especial la muestra de la Real Academia de Artes es que les permite a sus visitantes ver y sentir cómo fue este proceso de transformación revolucionaria —lo que hizo de la Unión Soviética “el lugar para vivir”, considerada un modelo por inmensos millones de personas de todo el mundo, y también un lugar y una época en que muchos visitantes, quizás para su sorpresa, desearían vivir hoy.
La Real Academia es uno de los muchos museos de todo el mundo que han escogido marcar el centenario de la Revolución Rusa, entre estos el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). Sin embargo, a diferencia de esa y otras muestras, la mayoría de las 200 piezas en la exhibición de la Real Academia se extrajeron de museos rusos y colecciones privadas, algo que en buena medida jamás se había visto en el extranjero. Además de todo tipo de pinturas, algunos clásicos óleos sobre lienzo y otros en piezas de madera y casi todo lo inimaginable, también presenta escultura, modelos arquitectónicos y los particulares materiales con los que artistas soviéticos lograron adelantos de talla mundial, tales como fotos, foto montajes (un tipo de Photoshop a mano), artes gráficas (piezas de arte de gran nivel y modestos artículos como cupones de racionamiento), el diseño de casas y productos de fabricación industrial, tipografía y cortos de película.
Estas obras están bien En contextualizadas según su época, sin darle a la muestra una impresión excesivamente histórica y textual por encima de lo visual. Vemos y sentimos una parte de las enormes penurias que, paradójicamente, fueron el escenario de tal creatividad sostenida. No obstante, la razón de estas penurias no siempre se explica de manera suficiente. Una compleja guerra civil, que empezó poco después de la Revolución de Octubre y duró cinco años, impulsada por ocho ejércitos invasores que buscaban aplastar la revolución antes de que se propagara, aniquiló y mutiló a muchos millones de personas, en gran parte civiles. Esta destrucción y un bloqueo comercial causaron un colapso económico que mató a muchos más. Los retos que enfrentó el joven Estado socialista se expresan de manera viva en La defensa de Petrogrado, de Alexander Deineka, una poderosa composición figurativa (estilizada y no estrictamente una obra realista) que brinda un panorama de hombres y mujeres del común en armas defendiendo su revolución, el aún más estilizado Caballería roja, de Kazimir Malevich, la famosa obra abstracta geométrica Golpear a los blancos [ejércitos contrarrevolucionarios] con la cuña roja, de El Lisitski, y la obra igualmente abstracta del innovador artista multimedia Alexander Rodchenko. La realista Naturaleza muerta con arenque, de Kuzmá Petrov-Vodkin, una mesa cuidadosamente arreglada, dos papas, un pequeño trozo de pan y un pez muy seco y delgado, nos transporta a un momento de hambre tan severo que todo artículo de papel debía protegerse de las hambrientas ratas.
Vemos también celebraciones del espíritu de la época, como el vivo color en las obras de Vasily Kandinsky, uno de los primeros pintores abstractos del mundo, que se convirtió en educador y líder político soviético en las artes, y la obra de ensueño de Marc Chagall, otro exitoso artista que regresó a Rusia después de la revolución para ayudar a dirigir el trabajo cultural y educativo. Su obra, El paseo, una brillante declaración de amor a su esposa con motivo de su matrimonio, transmite el embriagador sentimiento de libertad que sentían los judíos soviéticos, liberados de las aldeas y pequeños poblados y profesiones en los que estaban confinados, su cultura antes reprimida ahora recibía el respaldo del Estado. Igual de poderosas son muchas de las piezas realizadas durante la industrialización del país que se inició en 1928 con el primer Plan Quinquenal. Esta fue la primera vez en la historia del mundo que, en vez de ser gobernada por las necesidades de los capitalistas que exprimen la vida a los trabajadores y a la sociedad en una inhumana competencia por mayores ganancias, la economía de un país avanzó de manera planificada para satisfacer las necesidades físicas, culturales y otras, de las masas populares.
Esta parte de la exhibición resalta el grado en que el gran salto en la industrialización de Rusia se logró gracias a hombres y mujeres que sudaban hasta la última gota en su trabajo. Sin embargo, esta exhibición excelente en términos generales, tiende a considerar la industrialización sin ver el contexto y el contenido. La Revolución Rusa llegó en medio de una guerra mundial, la matanza más masiva de la historia hasta ese momento, que encabezaron potencias capitalistas-imperialistas en su contienda por repartirse el mundo. Luego el Estado socialista enfrentó la amenaza de otra guerra mundial y una invasión mucho más devastadora.
La gráficamente impresionante, Fábrica de pasta de tomate, de Ekaterina Zernova, el espíritu libre de mujeres jóvenes en Hilanderas, de Alexander Deineka, y las muchas obras que realzan a las brigadas de choque de trabajadores que se ofrecían de voluntarios para los trabajos más arduos y con poco descanso, se logra percibir no solo la transformación económica de un país atrasado, algo importante para que la revolución sobreviviera y triunfara, sino también, de ciertas maneras, la transformación de su gente. Mujeres y hombres no solo trabajaban para comer, conscientemente empezaban a hacerse responsables de su propia emancipación y la de los oprimidos y explotados del mundo entero. Ninguna generación anterior a ellos fue libre de soñar tan alto y luchar por esos sueños. Las pinturas menos realistas expresan la misma idea. Fantasía, de Petrov-Vodkin, muestra un campesino descalzo sobre un caballo rojo, galopando resueltamente hacia adelante a toda velocidad y al mismo tiempo mirando hacia atrás, contemplando la vida del pueblo y el mundo que dejaba atrás.
El arte soviético inicial estaba mucho más conectado con Occidente en general, influenciado por este e influyendo fuertemente en él durante las muchas décadas venideras. Los movimientos de arte vanguardista soviético fueron parte de una ruptura total con la cultura del pasado, algo que buscaron muchos intelectuales de Occidente —una tentativa de rechazo radical del anterior arte y la literatura en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial y especialmente tras la guerra. Los adelantos soviéticos en los nuevos medios y formas del arte le dieron un mayor ímpetu a este acontecimiento en todas partes. Sin embargo, el contenido importa — ¿innovación con qué objetivos? Por ejemplo, comparen al pionero del cine estadounidense D. W. Griffith, con los cineastas soviéticos Sergei Eisenstein y Dziga Vertov. En ambos casos, hicieron historia con películas técnicamente innovadoras con agendas políticas y sociales, en ambos casos recibieron la colaboración del Estado (El nacimiento de una nación, de Griffith, fue la primera película que se proyectó en la Casa Blanca). Pero Griffith celebraba y servía a la fétida continuidad del viejo mundo, específicamente al auge del Ku Klux Klan y su meta de mantener al pueblo negro en condiciones no muy diferentes a las de los siervos rusos, mientras que los cineastas soviéticos querían revolucionar la producción cinematográfica para ayudar a derribar el viejo orden y crear un mundo libre de explotación y opresión.
Además, vean el papel y la representación de la mujer. Hay aquí un marcado contraste entre artistas soviéticos y sus contemporáneos vanguardistas de Occidente. Para comenzar, esta exposición de arte muestra a muchas mujeres artistas, en una época en la que muy pocas mujeres podían convertirse en artistas profesionales en los países capitalistas. Y estas pocas artistas eran más conocidas como, por lo menos en su época, “la amante de fulano de tal” que por su trabajo. A diferencia de la Unión Soviética, a las mujeres de Occidente se les negaba el derecho al divorcio, al aborto, al voto, a la vida política, a una vida social independiente, a carreras en la mayoría de las profesiones y hasta sus propias chequeras hasta décadas más tarde. A finales del siglo 19 y en buena parte del 20, en el arte europeo, los artistas más radicales en su experimentación y estilística formal no obstante no rompieron con la anticuada visión patriarcal en el contenido de su trabajo. Sus pinturas y fotos consideraban el cuerpo de la mujer como el objeto para el placer del hombre, mercancías eróticas, y no los cuerpos de verdaderos seres humanos. Inclusive cuando estos artistas simpatizaban con la revolución, por lo general no conectaban su arte con el proyecto de desarrollar una liberadora cultura revolucionaria como parte de una revolucionarización de las relaciones humanas y del modo de pensar de la gente.
Las obras en la exposición no reflejan adecuadamente la manera en que la Revolución Rusa conscientemente lidió con la cuestión de acabar con el patriarcado, aunque el entonces movimiento comunista aún no comprendió a profundidad el potencial de la lucha por la liberación de la mujer como impulsora de un completo cambio social. Sin embargo, estas pinturas de mujeres trabajadoras, campesinas, agitadoras y atletas son una bocanada de aire fresco. En Mujer deportista con un peso, de Alexander Samokjalov, una persona fuerte, independiente y vibrante, representa un importante avance en la era pre-revolucionaria cuando los deportes estaban restringidos a las clases altas y era impensable que hubiese mujeres atletas.
La muestra de la Real Academia, por supuesto, no puede escapar al tan dominante anticomunismo de hoy, aunque esta introducción principalmente objetiva del arte soviético se ha ganado la ira de algunos críticos. Los textos en la pared y especialmente la guía del visitante contienen algunos infundados e irreflexivos ataques contra la sociedad y el arte soviéticos que sobresalen por sí solos ya que la misma exposición proporciona mucha evidencia visual que prueba lo contrario. Después de proclamar, “Una revolución que lo cambió todo. Una época en que las posibilidades parecían infinitas y el arte prosperó en todo medio”, el encabezado de la página web advierte, “pero ese optimismo no iba a durar mucho”.
La muestra concluye que las luces de la escena artística visual soviética se apagaron en 1932, cuando el Partido Comunista adoptó la línea de que el estilo artístico llamado realismo socialista debía predominar en las artes visuales. Aunque esta fecha límite parece arbitrariamente temprana y demasiado absoluta, las luces definitivamente se bajaron durante esa década. Nos han hecho creer que la causa fue un simple capricho de un líder bastante poderoso, Stalin. La tácita pero inequívoca implicación es que la oscuridad es el ineludible resultado de todo cambio revolucionario en el poder estatal, y especialmente en el socialismo. Si bien quizá una exposición de arte no sea idónea para explorar exhaustivamente las cuestiones en juego, que se tienen que analizar en sí y a profundidad debido a los prejuicios y desinformación que inevitablemente traen los visitantes, esto es muy engañoso. El efecto es echar agua fría sobre la emoción de los visitantes por este arte y la experiencia que representaba.
La exposición misma demuestra que el socialismo, la efervescencia artística y la grandeza no son incompatibles. De hecho el establecimiento del Estado socialista revolucionario fue la condición previa del arte que celebra. No es lógicamente consecuente echar la culpa a las políticas del Estado socialista por el negativo giro en las artes que se inició a mediados de los años 1930, sin reconocer el florecimiento de las artes soviéticas antes de esa década. Particularmente, no es cierto como argumenta el texto del catálogo, que las artes florecieron en la Unión Soviética en los primeros años porque la revolución estaba bajo tantos ataques que su dirección comunista estaba muy ocupada como para interferir en el arte. La evidencia en la muestra misma le quita pesa a esta visión. El nuevo Estado revolucionario dedicó una enorme importancia y recursos al arte como parte de emancipar a una población que la necesitaba muchísimo, inclusive cuando más escasearon los recursos. No solo fue el arte soviético —el Museo de Arte Moderno Occidental en Moscú, que abrió sus puertas en 1923, fue el primer museo de arte del siglo 20 en el mundo, mucho antes que en los países capitalistas “avanzados”.
No obstante, hay mucho más que eso. Sin el socialismo y sin avanzar hacia la abolición de las clases, es imposible que los seres humanos florezcan totalmente, de manera individual o colectiva. Al mismo tiempo, esto no puede darse sin amplias discusiones y debates, disentimiento, etc., en la sociedad, que suponen derechos individuales y libertad de expresión, lo que incluye libertad artística.
En el desarrollo de lo que hoy ha sido llamado el “comunismo nuevo”, Bob Avakian ha estudiado y analizado profundamente la experiencia socialista en la Unión Soviética y en la China de Mao. Avakian concluye que el tipo de diversidad, efervescencia y debate, que hace tan impresionante esta exposición, así como el disentimiento y una contienda más general sobre la concepción del mundo y los valores, son indispensables para el proceso por el que la gente se cambia a sí misma y cambia el mundo. Sin ese enfoque en la política, la cultura, las ciencias y otras áreas del conocimiento y pensamiento humano, no es posible investigar a fondo ni comprender cada vez más la realidad, y cambiarla, lo que incluye transformar el modo de pensar de la gente. Todo arte, no importa qué estilo o género, desde el más realista al más puramente abstracto, es una forma de interactuar con la realidad.
En los primeros años de la sociedad soviética había confusión sobre el “arte proletario”. Lenin, que murió en 1924, se opuso a la idea de que una u otra forma o estilo particular de arte podía ser inherentemente revolucionario. Luchó contra la afirmación de que podía existir toda una nueva cultura particular a los trabajadores, así como luchó contra la visión de que no hay una realidad cognoscible aparte de la manera de verla. Mucha gente —no solo los líderes políticos sino también los suprematistas y constructivistas, las principales tendencias radicales entre los artistas— erróneamente argumentaron que el arte debía servir a propósitos puramente políticos y utilitarios. Al identificar el arte “proletario” como un arte principalmente sobre trabajadores y campesinos, estas posiciones incorrectamente impulsaron un arte totalmente instrumentalizado, y al mismo tiempo tendían a limitar el objetivo de la revolución proletaria.
Ese objetivo no es de servirle estrechamente a “los trabajadores” o a “los trabajadores y los campesinos”, sino abolir todas las clases, las explotadoras relaciones económicas que caracterizan a las clases, las opresivas relaciones sociales que dominan sobre esa base y las ideas atrasadas y opresivas que surgen de las sociedades basadas en la explotación y la opresión y ayudan a perpetuarlas. Eso es el comunismo, la emancipación de toda la humanidad. La común y terca afirmación de que ciertas formas de arte eran inherentemente revolucionarias, y la confusión sobre la necesidad de un cambio revolucionario real en el contenido del arte así como del conjunto de relaciones sociales, y no simplemente cambios en la forma, fue un problema compartido también por los movimientos artísticos vanguardistas en los países capitalistas.
Esto no lo entendió lo suficientemente bien el movimiento comunista bajo el liderato de Stalin. Esta exhibición omite un punto obvio: el período que marcó la llegada al poder de los nazis, cuyo programa exigía la invasión de la Unión Soviética y el robo de sus recursos en un plan de lograr dominar entre las potencias imperialistas, y el desvanecimiento de las esperanzas soviéticas de que una revolución en Alemania iba a acudir en su ayuda. Esta fue una situación que había que enfrentar. Stalin lideró para defender la revolución, como lo continuó haciendo hasta su muerte en 1953. Sin embargo, en general hubo importantes problemas, y no solo en las artes, en la forma en que los comunistas dirigidos por Stalin entendieron esos retos y en consecuencia la manera de lidiar con ellos.
En una entrevista sobre esta cuestión, Avakian dice, “entre más sentía Stalin que tenían que acelerar el proceso a una velocidad vertiginosa a fin de industrializar y armar al país en una forma pesada para ser capaces de superar la amenaza militar, cuanto menos aire había para respirar y espacio para experimentar, para la crítica, para el disentimiento, para que el pueblo pusiera a prueba las cosas en diferentes direcciones y viera cómo todo eso podría ser parte del proceso, y para que las masas participaran en los debates, forcejeo y identificación de cuál es el camino adelante para salir de todo esto. Y no solo EL CAMINO (en mayúsculas) como si hubiera solamente un camino, sino muchos senderos diferentes todos los cuales a la larga tienen que conducir o encontrar su camino y ser dirigidos hacia el objetivo que se tiene, y se puede encontrar muchos diferentes senderos para llegar a dicho objetivo. Yo no creo que se pueda avanzar a través de esos procesos de los que estoy hablando por una vía angosta y recta. Considero que Stalin no entendió eso o que lo perdía de vista cada vez más”.
El proyecto de texto Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte, de la autoría de Avakian, es un propuesto plano concreto para un Estado y una sociedad de nuevo tipo en los que la gente de hoy quisiera vivir. Para esta reseña es particularmente relevante la sección sobre el “núcleo sólido con mucha elasticidad” en la página 5, las políticas específicas sobre las artes se exponen en las páginas 41-44.
Hasta los más rabiosos anticomunistas les costaría trabajo argumentar convincentemente que el capitalismo, que durante muchas décadas ya ha dominado Rusia, ha solucionado los problemas que la gente del país se propuso solucionar hace un siglo, para sí misma y para la humanidad. El contraste entre los grandes avances hacia la liberación de la humanidad que representó el socialismo, tan poderosamente visibles en este fascinante, rico y vivo arte, y el mundo en que vivimos hoy, parece ser lo que más impresiona a los visitantes sobre esta exposición. En sus conversaciones mientras se van, muchos revelan una mente llena de preguntas sobre el arte, la sociedad y la experiencia y posibilidad de la revolución en los cínicos, terribles y tenebrosos tiempos de hoy.
Muchos no pueden dejar de pensar acerca de “el derecho al futuro”, como lo han llamado algunos artistas hoy que se niegan a aceptar la opresión y la destrucción de la gente y la Tierra, y se atreven a considerar la posibilidad de lo que los artistas soviéticos llamaron “un nuevo planeta”. Estos artistas —y muchos, muchos otros— se están rebelando contra la cultura dominante de hoy y están trabajando para producir algo muy diferente. Una de las razones del impacto de esta exposición es que el papel que jugaron el arte y los artistas en la primera exitosa revolución socialista del mundo parece ser muy relevante hoy. Y la nueva concepción del socialismo y del comunismo de Avakian sienta bases sin precedentes para conocer y actuar en torno a la importancia de liberar los ámbitos de las artes y la cultura y la relación recíproca entre estos y la liberación de la humanidad.
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