Bob Avakian escribe que una de las tres cosas que tiene “que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor: Las personas tienen que reconocer toda la historia propia de Estados Unidos y su papel en el mundo hasta hoy, y las correspondientes consecuencias terribles”. (Ver "3 cosas que tienen que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor").
En ese sentido, y en ese espíritu, “Crimen yanqui” es una serie regular de www.revcom.us. Cada entrega se centrará en uno de los cien peores crímenes de los gobernantes de Estados Unidos, de entre un sinnúmero de sanguinarios crímenes que han cometido por todo el mundo, de la fundación de Estados Unidos a la actualidad.
La lista completa de los artículos de la serie Crimen Yanqui
EL CRIMEN:
El derrocamiento: El 17 de enero de 1893, 162 marineros e infantes de Marina de Estados Unidos marcharon desde el buque de guerra USS Boston anclado en el puerto de Honolulu hacia el Palacio de Iolani, el centro de gobierno de Hawái’i, donde levantaron un campamento. Con este acto de guerra contra una nación que luchaba por la independencia del dominio extranjero, Estados Unidos firmemente tomó el control.
Lorrin Thurston, el nieto de un misionero estadounidense que contaba con el apoyo de la clase empresarial blanca de Hawái’i, había organizado un golpe de estado. Y Estados Unidos había acordado proporcionarle el respaldo militar. El grupo central de conspiración de Thurston, que incluía a los poderosos terratenientes del azúcar de Hawai`i, se unió a la milicia “Fusiles de Honolulu”, fuertemente armada y formada principalmente por 1.500 empresarios en gran parte blancos, que patrullaron las calles para suprimir cualquier rebelión que podría estallar entre los hawaianos.
La Reina Lili’uokalani, monarca reinante en Hawái’i en aquel entonces, estaba en medio de una lucha por una nueva constitución con el fin de reducir el control de la poderosa élite blanca e independizarse de las potencias extranjeras. Pero ahora enfrentaba el desafío de los militares estadounidenses y una pandilla de empresarios armados con fusiles, ametralladoras y cañones modernos. La Nación Hawaiana solo contaba con un pequeño ejército de voluntarios y unos cien mosquetes anticuados. Ante la perspectiva de un baño de sangre, la reina Lili’uokalani se rindió bajo protesta.
El Ministro de Gobierno estadoundense, John L. Stevens, que estaba a cargo de la intervención militar yanqui, proclamó que Hawái’i sería un protectorado de Estados Unidos (un territorio dependiente). Se formó un gobierno temporal, el “Comité para la Seguridad”, para proteger a la élite blanca y aterrorizar a la población indígena hawaiana. Una semana después del derrocamiento se firmó un nuevo “Tratado de Reciprocidad” con Estados Unidos — que garantizaba protecciones comerciales para el azúcar hawaiano y, un punto notable, cedió Pearl Harbor a Estados Unidos (que ya se había identificado como una posible base militar yanqui).
El derrocamiento generó una resistencia inmediatamente. En cuestión de días el pueblo hawaiano comenzó a formarse en grupos para organizar protestas. Ante la resistencia popular redactaron una nueva Constitución y proclamaron la República de Hawái’i el 4 de julio de 1894. La República fue gobernada por un único partido controlado por hombres empresarios blancos, y Sanford B. Dole se autonombró como presidente.
En 1895, una rebelión de los Royalists (monárquicos) con el objetivo de reinstaurar a la reina Lili’uokalani fracasó en su intento de derrocar a la República. Se le acusó falsamente a la reina de colaborar y la condenaron a prisión, donde ella firmó un acuerdo para abdicar su trono a cambio de la libertad de sus partidarios encarcelados. Después, la reina estaba bajo arresto domiciliario en el Palacio de I’olani hasta que la indultaron en 1896. De allí en adelante, ella se dedicó a la lucha contra la anexión y por la independencia de Hawái’i, para lo cual realizaba viajes frecuentes a Washington D.C.
Anexión forzada: El derrocamiento de 1893 de la reina de Hawái’i coincidió con el inicio de una batalla cada vez más abierta dentro de la clase gobernante de Estados Unidos sobre su expansión y sus relaciones con Japón y España. En 1895 se había propuesto en el Congreso un proyecto de plan para la anexión de Hawái’i, y los hawaianos se lanzaron en una nueva ronda de protestas contra la anexión.
Luego, el 14 de febrero de 1898, el acorazado Maine explotó en el puerto de la Habana, Cuba; Estados Unidos le culpó a España y así empezó la guerra Hispano-americana, que incluyó combates en Las Filipinas (en ese entonces una colonia de España). El presidente McKinley, quien quería una plataforma para despachar y suministrar a sus fuerzas armadas en Las Filipinas para extender el poderío de Estados Unidos en el Pacífico, efectuó rápidamente los planes para anexar a Hawái’i. En una campaña de jingoísmo —el extremo patriotismo al servicio de la política extranjera agresiva—, se lanzó el lema: “Recordar el Maine”, y el 7 de julio de 1898 se impuso la anexión de Hawái’i, y se nombró el Primer Gobernador Territorial Estadounidense en Hawái’i.
El siglo tras la anexión se caracterizó por la opresión sistemática del pueblo hawaiano. Le confiscaron sus tierras por medios tanto “legales” como ilegales y segaron sus lazos con la tierra. Cerraron los muchos periódicos del idioma hawaiano, y les prohibieron hablar su propio idioma, despenalizándolo. La bandera hawaiana fue proscrita, y las formas genuinas de la cultura hawaiana fueron suprimidas o declaradas ilegales. Reescribieron la verdadera historia de la resistencia contra el derrocamiento y anexión promoviendo el mito de que Estados Unidos fuera bienvenido con beneplácito. También combinaron ciertos aspectos de la cultura hawaiana con fantasías fabricadas para comercializarla para los turistas — enajenando aún más de su cultura al pueblo hawaiano.
La agricultura de plantaciones corporativas devastó la salud y la vida de los hawaianos, los expulsó de la tierra y eliminó la agricultura de subsistencia. A lo largo de los años 1800, oleadas de inmigrantes fueron brutalmente explotados como “indentured servants”, lo que quería decir que trabajaban bajo contrato como esclavos por un especificado número de años antes de ser libres del contrato.
A lo largo del siglo, las fuerzas armadas de Estados Unidos construyeron decenas de bases e instalaciones, entre ellas la de Pearl Harbor, que hoy es la sede de la flota estadounidense del Pacífico. “Arrendaban” valles e islas enteras, a veces por solo $1 al año, que utilizaban para la práctica de bombardeos y el tiro al blanco con municiones reales. Los puertos se volvieron tan tóxicos que los peces murieron; los pantanos quedaron tan contaminados que no podía sobrevir la fauna silvestre, y enormes franjas de tierras agrícolas quedaron envenenadas. El nacionalismo y el militarismo yanquis, sobre todo durante la primera y la segunda guerras mundiales, minaron aún más la identidad del pueblo hawaiano. En 1959, le hicieron a Hawái’i el quincuagésimo estado de Estados Unidos.
LOS CRIMINALES:
Ministro estadounidense John L. Stevens: El diplomático que encabezó la invasión yanqui durante el derrocamiento después de haber conspirado con empresarios y terratenientes blancos para dar el golpe de estado contra la reina Lili’uokalani. Benjamin Harrison era el presidente de Estados Unidos en ese entonces.
Lorrin A. Thurston: Nieto de misioneros estadounidenses, organizó la milicia de los “Fusiles de Honolulu” compuesta de empresarios blancos; también fue arquitecto del golpe de estado contra la reina Lili’uokalani.
Sanford B. Dole: Descendiente de misioneros estadounidenses y vociferante partidario del control total yanqui o la destrucción total de todo lo hawaiano. Autoproclamado presidente de la República de Hawái’i fundada tras el destronamiento. Fue nombrado por el presidente McKinley para ser el Primer Gobernador Territorial del Territorio de Hawái’i después de la anexión.
Presidente de Estados Unidos, William McKinley: Defensor agresivo de la expansión imperialista yanqui que firmó un Tratado de Anexión en 1887, lo que al principio el Congreso rechazó, pero luego en 1898 adaptó en medio de la histeria belicosa que acompañaba a la guerra Hispano-americana.
LA COARTADA:
La supuesta coartada para el derrocamiento fue la necesidad de proteger a los ciudadanos estadounidenses en Hawái’i.
EL VERDADERO MOTIVO:
El derrocamiento de 1893 fue para proteger los intereses de los terratenientes de azúcar de Hawái’i que habían invertido enormes cantidades de dinero en campos y centrales azucareras pero que ahora enfrentaban la creciente competencia del mercado de azúcar en Estados Unidos y un repunte del nacionalismo hawaiano. La anexión de Hawái’i también satisfacía la necesidad de contar con una base para “el descanso y el reabastecimiento” de las tropas yanquis desplegadas a Las Filipinas durante la guerra Hispano-americana.
Para 1881 se circulaba en el Departamento de Estado de Estados Unidos la idea de que Hawái’i formara parte del “sistema estadounidense”, y en 1891 Estados Unidos estacionó permanentemente un buque de guerra en Hawái’i “para mantener ahí, desde hoy en adelante, un buque estadounidense para proteger los intereses de Estados Unidos en las islas”. El destronamiento y la anexión de Hawái’i fueron parte de la expansión imperialista de Estados Unidos en el Pacífico, para quien era indispensable tener control sobre Hawái’i — cuales islas podrían utilizar como una base militar en medio del océano Pacífico. Si bien la contradicción entre los poderosos empresarios blancos y la monarquía fue lo que al principio puso en marcha el destronamiento, el verdadero motivo para Estados Unidos fue la expansión imperialista y el control militar del Pacífico.
EN SUS PROPIAS PALABRAS:
Hiram Bingham, uno de los primeros misioneros de Nueva Inglaterra que llegó a Hawái’i, hablando de los hawaianos: “¡Es posible que sean seres humanos! Cuán oscuro y sin consuelo su estado de mente y corazón. ¡Qué tan cerca el peligro inminente al alma inmortal, envuelto en esta oscuridad profunda pagana! ¿Se les podría civilizar a tales seres?”
Lorrin Thurston, 3 de febrero de 1893 [días después del destronamiento]: “El problema fue que la reina no quiso renunciar constitucionalmente, sino que en cambio se afilió a elementos cuyo grito desde hace años ha sido ‘Hawái’i para los hawaianos’. Los americanos y europeos, que por mucho tienen los mayores intereses ahí, no están dispuestos a dejar que el indígena se gaste el dinero que ellos han trabajado tan duro para ganarse”.
FUENTES:
Nation Within: The History of the American Occupation of Hawai`i [La nación adentro: La historia de la ocupación estadounidense de Hawái’i], edición revisada, Tom Coffman, 2009
Aloha Betrayed, Hawaiian Resistance to American Colonialism [Aloha traicionado, la Resistencia hawaiana al colonialismo estadounidense], Noenoe Silva, Duke University Press
Native Land and Foreign Desires: Pehea La E Pono Ai? How Shall We Live in Harmony? [Tierra nativa y deseos extranjeros ¿Pehea La E Pono Ai? ¿Cómo viviremos en harmonía?], Lilikala Kame’eleihiwa, 2013