De hecho, sin las protestas combativas, NADA cambiará hacia lo mejor… Además, es preciso NO prestar atención a las supuestas quejas legítimas de la gente blanca

29 de abril de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

El 18 de abril, la Radio Pública Nacional (NPR) presentó una entrevista que argumentó con “pruebas científicas” que las protestas combativas y alborotadoras contra Trump son contraproducentes y aumentan el apoyo popular para Trump. Otros medios de comunicación y agentes del Partido Demócrata han venido recalcando temas semejantes. El Boston Globe citó a un estratega demócrata que despreció las protestas: “Yo preferiría que organizaran y fueran de puerta en puerta. Quizás protestar dé cierta satisfacción psicológica, pero organizar es lo que da triunfos”.

Estos argumentos encajan con una obsesión frecuente entre muchos opositores al régimen de Trump y Pence por “ganar a los seguidores de Trump”, “ganar a la clase trabajadora blanca”, “convencer a la mayoría”, etc. La idea es que en lugar de protestas iracundas que denuncian al régimen de Trump y Pence, hay que “tener una conversación” con los seguidores de Trump, buscar “puntos en común” y atraerlos en torno de temas que les preocupan, como la falta de empleos y atención médica.

Este punto de vista es una receta para normalizar y capitular a un régimen fascista que ahora mismo está cometiendo crímenes contra la humanidad… y se vislumbran cosas mucho peores para el futuro cercano.

Reconocer la realidad — y actuar en consecuencia

Para empezar, pongamos en claro qué es la realidad que estos argumentos no reconocen.

  • Donald Trump subió al poder con el respaldo de un sector grande de la clase dominante capitalista, incluidos importantes medios de comunicación. Y lo que convenció a muchas de esas fuerzas a “tomar en serio a Trump” (después de su inicial oposición a él) y apoyarlo fue su capacidad de azuzar y cohesionar a un movimiento fascista de millones de personas, a base de llamados al racismo blanco, el chovinismo de Estados-Unidos-Primero y la supremacía masculina. ¡Estos son tropas de choque potenciales para una clase dominante reaccionaria que se esfuerza por consolidar su control de su propia “patria” y del mundo completo!
  • La instauración de este régimen fascista ha creado una situación de emergencia para la humanidad. AHORA MISMO, los agentes del ICE (la Migra), azuzados por Trump, secuestran a inmigrantes en redadas de madrugada, arrebatándolos a sus familias y sembrando terror entre millones de personas. AHORA MISMO, Trump recorta severamente los fondos para Planned Parenthood y otros proveedores de atención médica tan necesaria —como el aborto y los anticonceptivos— para millones de mujeres, mientras llena la Suprema Corte de “conservadores” que revocarán Roe contra Wade. AHORA MISMO, Trump desencadena a fascistas por todo Estados Unidos que amenazan, atacan y a veces asesinan a musulmanes, sijs, judíos, personas LBGT, latinos y otros. AHORA MISMO, Trump y Pence amenazan al mundo con las armas de destrucción masiva de Estados Unidos, que incluyen armas nucleares, y arriesga el estallido de guerra(s) que podrían segar decenas de millones de vidas. AHORA MISMO, los ataques del régimen de Trump y Pence contra las medidas más mínimas para contrarrestar el cambio climático y contra la ciencia y la verdad en general aceleran la carrera hacia una catástrofe ambiental global.
  • Y si bien todavía no han consolidado el poder de lleno y no han suprimido a la sociedad en términos fascistas —o sea la supresión completa de derechos democráticos— hacia ahí están encaminados. Y cualquier espacio que les diéramos, lo aprovecharán para lograr ese objetivo.

Por lo que, ¿cómo es que ya es hora de una “conversación nacional”?

Ya es hora de que la gente actúe en maneras a la altura del peligro, para sacar del poder a este régimen, para retar a personas de ideas semejantes a que se unan, y para luchar fortísimamente con los que apoyan a este régimen monstruoso para que se despierten, carajo, y tomen posición con la gente del mundo.

Cómo cambian las cosas de verdad

Segundo, el argumento de que “las protestas combativas alejan a la gente” es completamente erróneo respecto cómo cambian las cosas, e incluso cómo ganar a seguidores del sistema y del régimen fascista. Cuando una minoría con los ojos abiertos actúe con certeza moral y determinación en torno a lo que sabe que es verdad, eso establece los términos para el tipo de “conversación nacional” —o más bien, una fuerte y aguda discusión a nivel nacional— que nos hace falta en realidad.

       

Acuérdense de la década de los sesenta. En los primeros años, la opinión pública apoyó, en su inmensa mayoría, el estatus quo racista para el pueblo negro y la guerra imperialista estadounidense en Vietnam. Pero un sector de la juventud, que muchas veces empezaba con docenas, o centenares de personas, se negó a aceptar estas injusticias y lanzó protestas determinadas y frecuentemente ilegales. Jóvenes negros y blancos hacían plantones en los comedores segregados en el Sur; jóvenes tomaron centros de la mesa de leva militar en Oakland, California; alumnos de la Universidad Columbia se apoderaron de siete edificios del plantel para oponerse a la investigación con fines militares y la toma racista de los terrenos de los parques de la comunidad negra; miles se sumaron al Partido Pantera Negra; residentes de los ghettos y barrios se rebelaban; mujeres de todas las nacionalidades se rebelaban de muchas maneras por toda la sociedad contra la opresión y la degradación, incluidas protestas en las calles en reclamo del derecho al aborto.

En todos estos casos —y miles más— las personas actuaron a base de entender con claridad lo correcto y lo incorrecto. Y en todos estos casos, muchas veces la reacción inicial era de “contragolpe”, mucha gente les gritaba y chillaba que quizás su causa se justificaba pero que no debían violar la ley, hacer que otros estudiantes perdieran clases o dañar propiedad privada. Cuando los rebeldes se mantenían firmes y respondían con argumentos contundentes, ese contragolpe cedió ante el debate — y este debate se propagó con ferocidad en familias, salones de clase y lugares de trabajo, a medida que desafiaban fuertemente y defendían furiosamente ideas viejas y erróneas.

Fue por medio de este proceso que se desmantelaron instituciones opresivas importantes como el Jim Crow, y todo esto jugó un papel importante en obligar a Estados Unidos a salir de Vietnam. ADEMÁS, significativamente, la polarización en todo Estados Unidos cambió relativamente rápidamente, de modo que al final de la década una mayoría grande de la población se oponía a la guerra, y hubo un veredicto social amplio de que el pueblo negro había estado sometido a una discriminación injusta y que de plano el racismo era malo.

Vimos algo semejante cuando Trump trató de instituir su prohibición contra personas de siete países musulmanes — manifestantes indignados inmediatamente cayeron sobre los aeropuertos e hicieron protestas revoltosas que trastornaron el transporte aéreo y el tránsito vehicular. Causaron inconvenientes para muchas personas, y muchas de ellas se molestaron. Pero el impacto general era que echó una fuerte luz sobre la acción indignante de Trump y creó una situación en la que por lo menos por el momento él no pudo insistir en su acción.

Un elemento importante de expulsar al presente régimen fascista, y de allanar el camino para una revolución liberadora contra al actual sistema opresivo, es el de ganar a unos seguidores de Trump, y a la gente blanca en particular, y alejar del movimiento fascista a algunas personas que están metidas en el mismo. Pero primero, esto tiene que ocurrir en el curso de librar una batalla feroz para derrotar y expulsar a este régimen — no es una condición previa para esa lucha. Y segundo, estos trumpistas no serán ganados a nada bueno sin retarlos fuertemente sobre el hecho de que se han dejado meter con un movimiento racista y fascista y apoyan activamente a actos horrendos.

Algo que hay que reconocer es que mucho apoyo a Trump en las elecciones provino de los blancos adinerados. Trump le ganó a Clinton entre las personas  con ingresos mayores de $100.000, y entre las personas con menores ingresos los partidarios de Trump a menudo eran dueños de pequeños negocios y trabajadores calificados.

¿Los blancos tienen “quejas legítimas”? En realidad, NO. No las tienen por ser blancos. Sí, el sistema ha jodido fuertemente a decenas de millones de personas pobres y de la clase obrera que son blancas, particularmente en las últimas décadas. Sí, es un gran crimen del presente sistema que las mineras del carbón mataron mediante el trabajo a generación tras generación de personas (mayormente) blancas, nunca les dieron educación ni las capacitaron, y después las dejaron en el abandono completo cuando ya no las necesitaban para producir ganancias. Y, efectivamente, en estos (y otros) ambientes de desesperanza, las empresas farmacéuticas grandes manejaron una campaña sistemática para convencer a los doctores de que sus analgésicos fortísimos no eran adictivos, lo que provocó una epidemia de abuso de drogas que mata a miles de personas cada mes. Y podríamos continuar esta lista, hablando de los ultrajes contra los pequeños agricultores o trabajadores manufactureros rurales, etc.

Pero nada de esto ocurrió porque esas personas eran blancas. Y, ciertamente, nada de esto ocurrió debido a los inmigrantes mexicanos o a algo que hayan hecho personas negras o musulmanas. Ocurrió porque vivimos en un país capitalista donde las ganancias son la máxima fuente y objetivo de todas las decisiones económicas y políticas, y la vida de las masas populares no les importa ni un comino. Y en vista de que éste también es un país construido desde sus cimientos sobre la supremacía blanca, millones de blancos de la clase obrera (aunque para nada todos) otra vez se han tragado el trato que los gobernantes les han ofrecido demasiadas veces: tomar partido con la clase dominante contra la gente de color oprimida en Estados Unidos, y contra el resto del mundo, a cambio de unos mezquinos privilegios materiales (y en muchos casos no tan mezquinos), y el “estatus” de poder regodearse en ser un estadounidense blanco.

Hay que refutar y criticar esto, y no hacerlo convenciendo a esas personas de que en realidad Trump no se preocupa por ellas y no les ofrecerá empleo. En primer lugar, quizá él cree algunos empleos — en particular al acelerar la industria bélica, expandir las fuerzas armadas y construir más y más prisiones y centros de detención para la gente negra, latina y musulmana, y para los disidentes… quizá se dé un aumento del empleo para los blancos pobres. ¡¿Qué hay de bueno en eso?! Hay que luchar AHORA MISMO con un creciente número de blancos y ganarlos a tomar posición con la lucha contra la opresión del pueblo negro y de otra gente de color, de inmigrantes y con otras batallas que arden contra las injusticias.

Tenemos que decirles a las personas que pueden elegir entre opciones. Pueden ser parte de las fuerzas que luchan por un mundo completamente diferente y mucho mejor, donde el “estatus” y el acceso a las necesidades básicas para la vida no dependen de degradar y pulverizar a otras personas, sino en el que toda la sociedad trabaja cada vez más en conjunto para mejorar la humanidad. O pueden ser parte de la maquinaria de matanza, degradación y destrucción ambiental encabezada por Trump y Pence.

La historia ha mostrado que cuando se libre esta fuerte lucha, es posible hacer que unos sectores grandes de trabajadores blancos y otras personas blancas  dejen las necedades en las que están metidos y lleguen a ser parte de los movimientos para el cambio radical y revolucionario. Nuestro objetivo debe ser eso, y solamente eso.

 

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