Una agitada velada en la Universidad de California en Berkeley
Sunsara Taylor habla sobre la “Batalla por Berkeley”

13 de mayo de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

“Yo estoy muy a favor de los azotes públicos. La humillación pública podría funcionar muy bien contra una especie particular de criminal, los delincuentes juveniles, para los que muchos lo consideran un honor el encierro en un centro de detención para menores. Además, tal vez en el ‘barrio’ no tenga nada de genial que uno sea azotado en público”.

“...el gobierno debe espiar a todos los árabes, practicar la tortura como un deporte televisado, explotar las bombas más grandes gratuitamente por todo el Medio Oriente y mandar los liberales a Guantánamo…”.

—Ann Coulter

El 4 de mayo, Sunsara Taylor comenzó su discurso en la Universidad de California (UC) en Berkeley citando la insistencia de Ann Coulter a que se debe azotar en público a niños negros, y otras citas chocantes. Si bien muchos de los asistentes habían oído nombrar a Coulter durante las últimas semanas mientras se debatía vehementemente si permitir o no que ella conferenciara en el plantel de Berkeley, pocos habían leído ni tomado en serio el contenido e impacto de sus palabras, por lo que este inicio estableció un contexto importante para el discurso y la discusión que Sunsara Taylor dirigió esa noche. Más o menos 150 personas asistieron para escuchar el discurso de Taylor titulado, “La Batalla por Berkeley: Por qué es correcto, y justo, expulsar a los fascistas del plantel de Berkeley, ¡y del poder!”.

En los meses recientes, una serie de sicarios “intelectuales” —entre ellos Ann Coulter, David Horowitz, y Milo Yiannopoulos— han puesto UC Berkeley en su mira, y en dos ocasiones cientos de fascistoides pretendientes de ser paramilitares se amontaron en el centro de Berkeley equipados para pelear. Taylor recalcó que no se puede hacerle caso omiso a esto, que no “desaparecerá” por su cuenta, y que está estrechamente vinculado con la imposición del fascismo en Estados Unidos por el régimen de Trump y Pence. Berkeley se ha convertido en un punto crítico donde hay mucho en juego en esta batalla mayor precisamente debido a su historia radical y porque si los fascistas tengan éxito en Berkeley, cobrarán mucha fuerza para poder consolidar el fascismo y suprimir la oposición a nivel nacional.

Al centro de la presentación que Taylor hizo y de la contenciosa sesión de preguntas y respuestas que siguió fue su insistencia en que no es cuestión de “libertad de expresión” —como la califican la mayoría de los medios de comunicación y en el plantel— sino el derecho y el deber de las personas de resistir a los fascistas y sacarlos del poder en Estados Unidos antes de que sea tarde. Taylor desenmascaró el daño concreto que hacen Coulter, Yiannopoulos, Horowitz y otros fascistas que se han enfocado en Berkeley, y cómo el gobierno estadounidense, el estado más poderoso en la historia humana, ha respaldado a esas personas e implementado sus ideas. Señaló que la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos protege los derechos de la población de expresarse y reunirse libres de supresión gubernamental, no protege el derecho de los que gozan del respaldo y vínculos oficiales a ser “protegidos” de la protesta vigorosa. También explicó que incluso el principio de que se debe oír las ideas de parte de sus defensores más firmemente convencidos, si bien es un principio muy importante, no es “absoluto” — y no se le debe tratar como tal. En un mundo dividido en clases antagónicas y marcado por profundas relaciones de opresión y explotación, todos no tienen las mismas posibilidades de hacerse oír. En ese contexto, sostuvo que las ideas y el discurso que necesitan protección son los que se opongan y reten al poder atrincherado del estado y a las ideas las que ese estado promueve. Por el contrario, las ideas que cuentan con el respaldo de ese estado y de cientos de años de tradiciones opresivas no necesitan esa protección ni más plataformas.

Taylor también puso en claro la verdadera historia y el significado del famoso Movimiento Libertad de Expresión en Berkeley en los años sesenta. Bob Avakian (BA), que ahora es presidente del Partido Comunista Revolucionario y el arquitecto de una nueva síntesis del comunismo, era un estudiante de UC Berkeley en ese entonces y participó activamente en el Movimiento Libertad de Expresión desde su inicio. Fue arrestado, junto con 800 otros estudiantes, durante el plantón en Sproul Hall que fue un punto de inflexión decisivo en el triunfo del Movimiento Libertad de Expresión al final. Resumiendo las experiencias de BA, Taylor demostró que el Movimiento Libertad de Expresión se trataba de la demanda estudiantil del derecho de resistir al racismo y la opresión y no del derecho de racistas y fascistas de vomitar su veneno ante el estudiantado sin oposición.

La sesión de preguntas y respuestas que siguió su presentación era intensa y contenciosa. La mayoría de los presentes eran estudiantes, pero también llegaron bastantes personas de la comunidad de Berkeley y más allá. La mayoría del público asistió por una curiosidad e interés sinceros, sobre la “Batalla por Berkeley” así como el rumbo que se está imponiendo al país bajo Trump. Al mismo tiempo, una importante minoría del público consistía en fascistas organizados, entre ellos derechistas del “alt-right” fuereños al plantel que grababan en vivo, y algunos que claramente vinieron en plan de interrumpir y hasta amenazar a la oradora, y algunos estudiantes del club Young Republicans que habían invitado a los fascistas en primer lugar y al parecer buscaban un “momento YouTube” retando a la oradora desde el público. Varias veces durante la función, estallaron gritos, acusaciones, y perturbación e intimidación de parte de esos fascistas, y los organizadores del evento tuvieron que oponerse a esto con firmeza.

Temprano en la función, una persona respondió a la denuncia por Taylor del racismo y la misoginia de hueso colorado que formaron una parte central de la campaña de Trump y Pence y ahora su régimen; preguntó a Taylor si ella pensaba que todos los que votaron por Trump son racistas. Taylor clarificó que es incorrecto decir que absolutamente todos los que apoyaron a Trump fueran racistas, pero que era extremadamente importante no hacerse de la vista gorda ni “embellecer” el hecho de que todos los que votaron por él claramente toleraban el racismo y la misoginia descarados y grotescos, que estos eran precisamente la atracción para muchas personas. Cuando la mayoría del público estalló en aplausos, se hizo evidente por primera vez que un sector del público se oponía desde lo hondo del corazón al régimen de Trump y Pence. Eso se expresó repetidamente en otras maneras, por ejemplo dos estudiantes preguntaron muy sinceramente cómo podrían participar efectivamente en rechazar el fascismo y expulsar el régimen de Trump y Pence.

Sin embargo, cuando las preguntas del público se enfocaron más directamente en la cuestión de la libertad de expresión, el público resultó ser muy dividido. Muchas personas que odian de corazón el contenido de las palabras de Ann Coulter se sienten a la defensiva sobre la cancelación de su discurso, o están confundidas o están de acuerdo con el argumento de que ella tenga el “derecho” de hablar en Berkeley. Desde muchos diferentes ángulos, Taylor insistió en el hecho de que los verdaderos enemigos de la libertad de expresión son Coulter y Trump y toda esa camarilla de fascistas que ahora detentan el poder (citando las amenazas de Trump y sus invocaciones de violencia contra manifestantes, sus ataques contra la prensa, etc.) y que lo que está bajo ataque son los derechos del pueblo de oponerse al fascismo. Si bien una parte grande del público claramente estaba de mayor acuerdo con los argumentos de Taylor, y una parte menor del público de hecho estaba con los fascistas, una parte importante del público se cambiaba de un lado para otro entre los dos cuando la discusión se enfocaba en la “libertad de expresión”. Esa confusión y la profundización de la discusión sobre esa cuestión durante la función indican lo importante que es que se adentraran en esas cuestiones y las abordaran directamente.

Esa confusión no es única a la universidad ni la comunidad de Berkeley. Hay muchas personas buenas, personas que odian profundamente los horrores los que cometen el régimen fascista de Trump y Pence y todo su movimiento fascista, y anhelan hacer algo para acabar con ellos, personas que se ponen a la defensiva y se paralizan ante las falsas quejas de los fascistas de que sean las “victimas”, y específicamente en torno a la cuestión de si se debe o no prevenir que estos fascistas presenten sus discursos. Los fascistas están saliendo con la suya al reclamar la “libertad de expresión” al mismo tiempo que se mueven agresivamente para destruir los derechos del pueblo de expresarse contra sus crímenes, de informar honestamente sobre ellos, de protestarlos y resistirlos. Por todo Estados Unidos, cientos de artículos y un sinfín de comentarios han criticado a los estudiantes y manifestantes en Berkeley que hicieron cancelar el discurso de Milo Yiannopoulos y estaban preparando para protestar y resistir a Ann Coulter. Sunsara Taylor es única en haber ido a Berkeley para exponer un argumento vigoroso y sustancial sobre por qué es absolutamente correcto calificar de fascistas a Coulter y a los otros y por qué es absolutamente correcto no sólo expulsarlos del plantel, no sólo expulsarlos de Berkeley, sino sacarlos del poder.

Toda persona que se angustie por lo que hace el régimen de Trump y Pence, toda persona que se asuste por las palabras y el punto de vista de Ann Coulter y otros de su índole que tienen vínculos importantes con el régimen fascista en el poder, toda persona que trate de analizar qué es la mejor manera para oponerse a todo lo anterior, debe dedicar tiempo para ver el video de esta función. Hay mucho en que forcejear y de que aprender en la manera en que Sunsara Taylor contextualiza y clarifica lo que realmente está en juego en esta “Batalla por Berkeley”; hay mucho trabajo que hacer para todos nosotros para ponernos de pie ahora, en nombre de la humanidad, para negarnos a aceptar a un Estados Unidos fascista.

 

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