México: Un sismo mortífero, amplificado por el sistema asesino

12 de septiembre de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Carta de una lectora:

Justo antes de la medianoche del jueves 7 de septiembre, un enorme sismo de 8.1 o 8.2 en la escala de Richter ocurrió frente a la costa del suroeste de México y de Guatemala. Era el sismo más fuerte registrado en México en un siglo. El domingo en la noche, se reporta que han muerto por lo menos 90 personas por el terremoto y sus consecuencias y sin duda, el número se aumentará. Muchísima gente está afectada por los daños, la mayoría en los estados suroccidentales de Oaxaca y Chiapas. En la Ciudad de México y sus alrededores, a 700 km de distancia del epicentro, un puente de autopista se desplomó y edificios quedaron dañados. Suspendieron las clases en 11 estados.

Sufrió los peores daños la ciudad indígena histórica de Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, donde murieron tres docenas de habitantes y por lo menos una tercera parte de los edificios quedaron dañados o destruidos, entre ellos el hospital y el palacio municipal, en esta cabecera municipal con una población de 75 mil personas. (El periódico mexicano La Jornada reportó que en Oaxaca, las comunidades se cooperan para proteger a los damnificados, bloqueando las calles y turnándose para vigilar. Las familiares y los vecinos sacaron a la mayoría de los heridos y muertos a mano antes de llegar los equipos de rescate.)

En Chiapas, el Sistema Estatal de Protección Civil reportó el sábado que más de un millón de personas están afectadas, y el gobernador informó que 40 mil casas sufrieron daños.

En Guatemala, casi 5 mil edificios fueron dañados.

Miles de familias por toda la región permanecen día y noche a plena calle, por el temor justificado de que en las réplicas sus casas ya dañadas se les derrumben por encima. De las más de 700 réplicas ya ocurridas, por lo menos 6 registraron más de 5.0 en la escala de Richter, entre ellas una de 5.6 el 9 de septiembre con epicentro en Oaxaca, que exacerbó el temor.

En medio de esta situación peligrosa, azotó el huracán Katia en la costa este de México el 8 de septiembre, con el saldo de deslizamientos de lodo e inundaciones masivas, y dos muertes. Aunque Katia se disminuyó a una tormenta tropical al moverse tierra adentro, trae diluvios e anegaciones al sur de México y puede retrasar el transporte de víveres para los damnificados.

La costa Pacífica del suroeste de México y de Guatemala colinda con la falla donde chocan dos placas tectónicas, el de Norteamérica y el Cocos, lo que frecuentemente produce sismos, pero éste fue tan grande que hizo subir la falla 10 metros. También la relativamente poca profundidad de este sismo hizo más severos sus efectos.

El movimiento de estas placas masivas que subyacen a la superficie de la Tierra no es predecible con exactitud ni prevenible. Sin embargo, el gran sufrimiento que resulta de semejantes desastres, y la respuesta oficial ante ellos, reflejan el hecho de que, bajo este sistema, la sociedad no se organiza para satisfacer las necesidades de la gente sino sobre la base de los afanes y las necesidades del capitalismo-imperialismo — así como, en un país como México, las necesidades de los grandes capitalistas y los terratenientes en el campo que le sirven y dependen del capitalismo-imperialismo.

La respuesta del gobierno mexicano — y su afán de imponer un control sanguinario

No es posible separar la respuesta del gobierno mexicano al sismo en esta región particular, de su preocupación primordial de imponer su control social y político sanguinario. Oaxaca y Chiapas son unos de los estados mexicanos con más pobreza y más conflictos políticos, con los mayores porcentajes de indígenas. El gobierno mexicano ha estado promoviendo el desarrollo de grandes proyectos de infraestructura, como minas, plantas hidroeléctricas, aeropuertos y autopistas, muchos de ellos como propiedad o bajo el control de conglomerados imperialistas, especialmente de Estados Unidos y China, y en todo México esto está suscitando luchas, muchas de ellas encabezadas por los pueblos indígenas cuyas tierras y sus raíces históricas son objeto de despojo y destrucción. De mano mano con estos sucesos es la privatización del petróleo y de otras industrias anteriormente propiedad del estado, y los correspondientes recortes y la reestructuración de sectores del estado, como el sistema educativo, especialmente en el sur rural.

Tan sólo en 2016, unos policías y soldados acribillaron a sangre fría a seis personas en el pueblo oaxaqueño de Nochixtán, y atacaron y golpearon a otros por todo el estado de Oaxaca y la región, para reprimir la lucha de maestros de la CNTE, un grupo en el sindicato magisterial conocido por su política radical. Chiapas es conocido internacionalmente por un levantamiento campesino principalmente indígena (encabezado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional) el 1º de enero de 1994, el día en que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. En 2014, miles de zapatistas y sus simpatizantes se movilizaron después de que unos paramilitares atacaron a una escuela y clínica zapatista y asesinaron a un maestro dirigente, Galeano.

Inmediatamente después del sismo, el presidente mexicano Enrique Peña Nieto mandó 200 soldados a Juchitán y 100 a la capital oaxaqueña, Oaxaca de Juárez. Ahora ha llegado también la Marina. En Chiapas, movilizaron a más de mil tropas.

       

Peña Nieto anunció tres días de luto nacional mientras se paró encima de un montón de escombros en Juchitán, al mismo tiempo que la gente seguía removiendo escombros en busca de posibles sobrevivientes. Con trabajos pudo disimular su regodeo. Apenas un día antes, su visita a Oaxaca de Juárez se topó con protestas poderosas de parte de maestros inconformes que paralizaron el centro de la ciudad durante cinco horas. Dos camiones fueron quemados, y un helicóptero fue dañado por un cohetón y tuvo que aterrizar. Se reportó que la represión policial de estas protestas dejó un saldo de 40 heridos y 20 detenidos, con posibles desapariciones. También Juchitán es muy conocido por una larga historia de oposición muy combativa al gobierno federal y un baluarte del movimiento magisterial radical.

En agosto, la visita de Peña Nieto al pueblo de Chiapa de Corzo en Chiapas también suscitó protestas muy poderosas por grupos indígenas y maestros. Con la finta de celebrar el “Día Internacional de Pueblos Indígenas”, él asistió para promover las Zonas Económicas Especiales que tienen el objetivo de abrir tierras indígenas y ejidales para el desarrollo. Antes de su visita, los dirigentes de barrios indígenas le avisaron que él era una “persona non grata” y advirtieron que el “heroico Chiapa de Corzo no recibe traidores”. Un año antes, esta misma comunidad había expulsado en masa a las fuerzas policiales federales y estatales, al grito de “¡Asesinos!”, como respuesta a los ataques policiales contra los maestros.

Así que, hasta el mismo día del sismo, al presidente de México le costaba trabajo poner pie en cualquier parte de Oaxaca o Chiapas. Ahora muchos mexicanos en las redes sociales lo tachan de hipócrita por aprovechar el sufrimiento tras el sismo dándose aires del gran salvador para ganarse un “pase” en la zona. Pues, no hay duda, es un maldito hipócrita con un corazón de piedra y una cabeza de serrín pero eso no es lo peor. ¿Qué ocurre, en la historia, cuando mandan que tropas militares se desmanden en zonas indígenas conocidas por su rebeldía, hasta la resistencia armada? La gente debe reconocer el peligro de tratar a las fuerzas armadas como una fuerza “por encima de los conflictos” por el bien de la “nación” (como si la nación fuera una unidad monolítica sin clases).

Efectivamente, recursos a escala masiva tienen que llegar inmediatamente a las zonas que han sufrido una terrible devastación, antes de que se genere una crisis de la salud pública por los muchos miles de personas que se han quedado sin casa, ni comida, ni agua. Pero esos recursos, que incluye la asistencia internacional, deben ser entregados directamente a comunidades locales sin condiciones, cuestiones de afiliación de partido o de cartel, ni nada de “la parte que me toca” a cada oficial en cadena. Hay que denunciar y oponer resistencia a cualquier uso de los militares y la policía para reprimir al pueblo y eso no sólo incumbe a la población de las regiones de más represión.

 

 

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