Trump lleva una “muerte lenta” al pueblo de Puerto Rico
LO LLAMAMOS “GENOCIDIO”
En nombre de la humanidad, hay que sacar del poder a este régimen

20 de octubre de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

13 de octubre de 2017. El 29 de septiembre, 9 días después de que el huracán María devastó a Puerto Rico, la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz, dijo: “Si no hacemos llegar la comida y el agua a las manos de la gente, lo que vamos a ver es algo como un genocidio… el mundo va a ver cómo nos tratan, no como ciudadanos de segunda clase sino como animales que pueden ser descartados”. [Énfasis agregado].

Ahora, 23 días después de la tormenta, ¿qué es lo que vemos?

El 85% de la red de electricidad de Puerto Rico no funciona y más del 90% de los 3,4 millones de puertorriqueños todavía no tienen electricidad… más de un tercio carece de agua potable… el 90% de los caminos están intransitables… las comunicaciones están en ruinas. La mayoría de los hospitales están abiertos, pero dependen de generadores que se descomponen o carecen de combustible, lo cual causa evacuaciones apresuradas.

Un equipo de voluntarios en una zona remota informa que a diario solo pueden dar a cada familia dos botellas de agua, un paquete de salchichas ahumadas y unos dulces Skittles. La gente está bebiendo agua de arroyos en los que se pudren animales muertos o de aguas contaminadas de los sitios tóxicas de “Superfund”.

La crisis de la salud está agravándose — a 5.000 pacientes de diálisis les han recortado el tratamiento salvavidas por un 25%. La gente está cuidando a los ancianos dependientes en sus hogares, sin agua o aire acondicionado en medio del calor tropical. Enfermedades bacterianas raras están causando muertes. Hay escasez de drogas indispensables.

La mayoría de la gente no tiene trabajo, abrumados por la necesidad de sobrevivir que les consume del amanecer al anochecer, o tratando de fugarse de la isla. Día tras día hacen cola por horas para ver si encuentran alguna verdura de entre los vegetales podridos en las tiendas, o para conseguir unas botellas de agua, una bolsa de hielo, unos cuantos galones de combustible, o dinero de un cajero automático.

En casi todas partes la gente dice que la ayuda que han recibido proviene de voluntarios o agencias particulares de caridad, y no de la FEMA (la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias).

¿Y qué ha sido la respuesta de Donald Trump, el cabecilla del gobierno más rico del mundo, ante esta enorme crisis humanitaria?

Le ha echado la culpa al pueblo puertorriqueño; ha dicho que “quieren que se les haga todo por ellos”; ha dicho que Puerto Rico “ya era un desastre”, un fracaso que no se puede recomponer; se ha quejado de que Puerto Rico ha hecho “un caos” del presupuesto federal de Estados Unidos; ha montado espectáculos para la prensa como arrojando rollos de toallas de papel a los presentes; y ha mentido de que estaba haciendo un “trabajo fantástico”.

El 12 de octubre, Trump volvió al ataque, diciendo que el problema es que Puerto Rico “no se responsabiliza para nada” y amenazando: “No podemos tener a la FEMA, las fuerzas armadas y los equipos de rescate… en P.R. para siempre”. Eso, después de tres semanas y de haber logrado tan poco, mientras que el calor, el temor, la sed y el hambre acechan a millones. Por contraste, la FEMA sigue desempeñando obras en el noreste de Estados Unidos cinco años después de la super-tormenta Sandy del 2012.

Trump reactivó la Ley Jones que prohíbe desembarcar en Puerto Rico a barcos que no son de Estados Unidos, y que es una causa importante de los altos precios en la isla y uno de los principales obstáculos a los esfuerzos de rescate.

No solo están en peligro los esfuerzos inmediatos de rescate, sino que al gobierno puertorriqueño le cargan de deudas de $74 billones los bancos y fondos de inversionistas imperialistas como resultado del saqueo sistemático de parte de Estados Unidos. Ahora está en el precipicio de la quiebra — de no poder siquiera pagar los costos de Medicaid, los salarios de los empleados médicos, o proveer otros servicios indispensables. ¿Cómo ha reaccionado el régimen de Trump ante esta catástrofe inminente? Ha propuesto un préstamo de $4,9 billones, lo cual endeudaría más al territorio. (Al mismo tiempo, Trump pidió que se asignara fondos de $16 billones —no un préstamo— para cubrir la deuda del programa federal de seguro por inundaciones, que promueve la construcción de viviendas y pequeños negocios en llanos propensos a inundaciones en Texas y otras partes).

Estados Unidos tampoco se ha comprometido con reconstruir la destruida infraestructura de Puerto Rico, sin la cual la gran mayoría de puertorriqueños, especialmente el 45% que ya vivía por debajo del nivel de pobreza, sufrirá un drástico empeoramiento de la vida y de la salud.

Con toda razón la alcaldesa Cruz dijo que los tuits de Trump “Nos condenan a una muerte lenta de agua no potable, de falta de alimentos, de falta de medicinas, al mismo tiempo que usted impide que nos llegue la ayuda de otros que desean ayudarnos”.

Así que hay que decírselo sin pelos en la lengua. Lo que está sucediendo en Puerto Rico no es un problema de “incompetencia”, o de que Trump “no sabe” que los puertorriqueños son ciudadanos estadounidenses, ni tampoco de problemas de logística. Es una manifestación deliberada del carácter fascista de este régimen y su odio y desdén por la vida de los que no son blancos y que hablan español.

Puerto Rico es un “territorio” de Estados Unidos, pero también es el hogar y la tierra de la nación puertorriqueña, la fuente de la cultura singular del pueblo puertorriqueño — el hogar que lo unifica, aunque millones se han encontrado obligados a salir de la isla y vivir en el Estados Unidos continental. Su estado como territorio (o sea, colonia) no fue voluntario — sino que es el resultado de la conquista de la isla por el imperialismo yanqui en 1898, y del aplastamiento salvaje de repetidas oleadas de resistencia popular.

Ahora, encima de esta repugnante historia imperialista, el régimen de Trump y Pence está causando nuevos niveles de sufrimiento y muerte evitables — y amenazando con imponer una devastación de larga duración que efectivamente haría la isla inhabitable para cientos de miles de puertorriqueños.

Esta es una embestida total contra la propia existencia y la cultura nacional del pueblo puertorriqueño, y merecedora de calificarse como el “genocidio”.

Este enorme crimen de lesa humanidad está pasando ante nuestros propios ojos. No podemos permitir que siga. Es algo contra lo que tienen que luchar todas las personas de consciencia, y no solo los puertorriqueños. Quedarse de brazos cruzados mientras el régimen estrangula a la isla y al pueblo puertorriqueño con crueldad y racismo no es opción. Todo esto recalca la realidad de que hay que sacar del poder a este régimen a la mayor brevedad posible.

El 4 de noviembre: Se inicia. Expulsar al régimen de Trump y Pence.

 

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