Bob Avakian escribe que una de las tres cosas que tiene “que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor: Las personas tienen que reconocer toda la historia propia de Estados Unidos y su papel en el mundo hasta hoy, y las correspondientes consecuencias terribles”. (Ver "3 cosas que tienen que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor").
En ese sentido, y en ese espíritu, “Crimen yanqui” es una serie regular de www.revcom.us. Cada entrega se centrará en uno de los cien peores crímenes de los gobernantes de Estados Unidos, de entre un sinnúmero de sanguinarios crímenes que han cometido por todo el mundo, de la fundación de Estados Unidos a la actualidad.
La lista completa de los artículos de la serie Crimen Yanqui
El crimen
En la madrugada del 11 de septiembre de 1973, las fuerzas armadas chilenas, bajo la dirección política y el respaldo secreto de Estados Unidos, llevaron a cabo un golpe de estado contra el gobierno del presidente chileno Salvador Allende. Con el respaldo de buques de guerra yanquis en la costa y aviones yanquis espiando por encima, aviones, tanques y soldados de las fuerzas armadas chilenas bombardearon, cañonearon y dispararon en un feroz asalto coordinado contra La Moneda, la sede del gobierno en la capital, Santiago. Allende, un socialdemócrata elegido tres años antes por su plataforma de reformas, murió junto con un pequeño grupo de defensores.
Mientras tanto, los militares chilenos se apoderaron de las emisoras de radio y canales de TV así como las instituciones importantes del país, llevando al poder a una salvaje junta militar encabezada por el general Augusto Pinochet. El nuevo régimen gozaba del apoyo de la mayoría de la cúpula militar. Pero lo más importante es que contaba con todo el apoyo de la cúpula del gobierno de Estados Unidos. Fue la culminación de años de intervención y operaciones yanquis encubiertas contra el gobierno de Allende. Fue, en todo sentido, un golpe preparado por Estados Unidos.
La CIA había preparado “listas de arrestos” y de “las instalaciones del gobierno que había que tomarse”, según una investigación del Senado estadounidense en 1975. En las horas, días y semanas después del golpe, las fuerzas golpistas detuvieron a decenas de miles de funcionarios del gobierno de Allende y de la coalición gubernamental, la Unidad Popular, así como a obreros, líderes de sindicatos, activistas, estudiantes, intelectuales progresistas, artistas y quienquiera estuviera por casualidad en las calles la mañana del 11 de septiembre, y los llevaron al Estadio Nacional de Chile y a instalaciones militares por todo el país que convirtieron en campos de concentración, donde los torturaron física y mentalmente de manera salvaje, o simplemente los asesinaron.
Entre los miles de los brutalizados y asesinados en el estadio estaba Víctor Jara, un reconocido y muy amado cantante, escritor de canciones y partidario del movimiento popular. A Jara lo golpearon y torturaron, y le quebraron las manos antes de matarlo. Mandaron su cadáver a una morgue para ser enterrado en una tumba sin nombre. Solo la intervención de un empleado de la morgue, arriesgando la vida para hacerle saber a la esposa de Jara, impidió que acabara entre los muchos que “desaparecieron” de esa manera.
Durante el golpe y en los pocos años después arrestaron a más de 140.000 personas. En 1991, la Comisión Nacional sobre la Verdad y Reconciliación reconoció en su informe que muchos estaban detenidos en prisiones militares y en campamentos especiales, donde la tortura sádica era la norma. La violación y otras formas de agresión sexual contra las mujeres detenidas eran prácticamente universales. Un escuadrón de la muerte especial que se conocía como “la caravana de la muerte” fue transportado en helicópteros militares a diferentes cuarteles militares para cometer ejecuciones bárbaras. Las descripciones de los sobrevivientes de sus encarcelamientos sobre lo que les hicieron los militares chilenos entrenados y armados por Estados Unidos se comparan con los relatos de la brutalidad sádica de los campos de concentración nazis.
Hasta un millón de la población chilena de 11 millones fue obligado a exiliarse. A algunos de ellos que huyeron los perseguían en otros países los escuadrones de la muerte organizados por el ejército chileno.
En cuanto tomó el poder, el gobierno militar de Augusto Pinochet disolvió el Congreso de Chile, desmanteló las instituciones democráticas, abolió elecciones, prohibió huelgas y desmanteló la Central Unitaria de Trabajadores, el sindicato más grande de Chile. El gobierno impuso una estricta censura de libros, de la prensa y del currículo escolar. Cerró facultades enteras de las universidades.
La CIA venía llevando a cabo operaciones contra Allende y su movimiento desde 1958. En septiembre de 1970, Allende fue elegido presidente. Prometió romper el yugo de las corporaciones yanquis sobre la economía por nacionalizar empresas extranjeras de cobre y otras y usando esos ingresos para mejorar las condiciones de las masas empobrecidas de Chile, de quienes la mitad padecía de desnutrición. Las tierras arrebatadas a un puñado de terratenientes acaudalados serían distribuidas a los campesinos sin tierra.
La planificación del golpe de estado empezó a mediados de octubre de 1970. La CIA no logró impedir que Allende ganara las elecciones, pero no iba a permitir que asumiera la presidencia a pesar de que ganó el voto. El subdirector de la CIA le mandó un cable secreto al jefe del puesto de la CIA en Santiago. El cable retransmitió una orden de Henry Kissinger, el asesor de seguridad nacional del presidente Nixon: “Es política firme y continua que Allende (presidente electo de Chile) sea derrocado mediante un golpe de estado.... Es imprescindible que se lleven a cabo estas acciones de forma tan clandestina y segura que se mantenga bien oculta la mano del USG [gobierno de Estados Unidos] y de Estados Unidos”.
La CIA puso en marcha un intento de un golpe de estado por un grupo de oficiales militares derechistas chilenos. Asesinaron al comandante en jefe del ejército, el general René Schneider, quien se opuso al golpe, con ametralladoras suministradas por la CIA. Pero su plan fracasó, y Allende asumió la presidencia el 3 de noviembre, después de que el parlamento ratificó su elección.
En los tres años que Allende fungió como presidente y líder de la coalición gubernamental, Unidad Popular, Estados Unidos maniobraba para desestabilizar la economía y crear escisiones políticas para, en las palabras de Kissinger: “ayudar a impedir la consolidación de su régimen [de Allende]”. Los bancos estadounidenses le congelaron el crédito a Chile y el gobierno estadounidense le congeló la ayuda económica. El Banco Mundial y otras instituciones internacionales dominadas por Estados Unidos le negaron préstamos. Un comité de corporaciones estadounidenses formuló una estrategia anti-Allende, en consulta con la administración de Nixon. La CIA envió agentes para organizar el sabotaje de la economía chilena. Una de las operaciones que organizó y financió la CIA fue una huelga de dueños de camiones que paralizó el sistema de transporte nacional. También cometieron actos de sabotaje contra fábricas y ferrocarriles, carreteras, puentes, tuberías, escuelas y hospitales.
Mientras tanto, Estados Unidos montaba una colosal campaña propagandista anti-Allende de muchas formas a través de los medios de comunicación, la que incluía subvencionar a agencias de noticias, revistas y periódicos derechistas.
Estados Unidos aumentó el suministro de armas y el entrenamiento para los militares chilenos, desarrolló una red de personas que trabajan para la CIA en todas las ramas de las fuerzas armadas, y siguió con los preparativos para un golpe militar. Sin embargo, a pesar de esas maniobras, en Chile había grupos políticos, como el Partido Comunista pro-soviético (un partido revisionista, no revolucionario, que solo era “comunista” en nombre), que promovía la idea de que el gobierno de Allende representaba “el camino pacífico al socialismo” a través de elecciones, y que los militares chilenos, o por lo menos partes claves, podrían ser ganados al lado del pueblo o por lo menos “neutralizados”. Cuando un general que no estaba a favor de los planes golpistas de los yanquis fue obligado a demitir como comandante en jefe, Allende nombró al general Pinochet para que lo reemplazara. Las ilusiones de la gente acerca de la naturaleza de las fuerzas armadas chilenas y su lealtad a la Constitución chilena la dejaron trágicamente desarmada ante el baño de sangre, instigado por Estados Unidos, que estaba a punto de desatarse.
Los criminales: El presidente Richard Nixon y su asesor de seguridad nacional Henry Kissinger fueron las principales autoridades estadounidenses que prepararon el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973. Ambos lo dejaron en claro que aplaudirían el asesinato de Allende. En 1970, Kissinger les dijo a otros funcionarios: “No veo porque debemos quedarnos de brazos cruzados cuando un país se vuelve comunista por la irresponsabilidad de su propio pueblo”.
El director de la CIA Richard Helms, el Procurador General John Mitchell y el secretario de Estado William Rogers fueron miembros del llamado “Comité de 40” presidido por Kissinger y compuesto de varios representantes militares y de inteligencia encargados de revisar las operaciones encubiertas.
La CIA fue la principal organización que preparó y llevó a cabo el golpe de estado.
Las fuerzas armadas de Estados Unidos ayudaron a armar y entrenar a los militares chilenos, y mantenían buques y aviones estacionados en lugares cercanos.
Entre las corporaciones que conspiraron directamente con el régimen de Nixon para estrangular económicamente a la economía chilena en anticipación del golpe estaban Anaconda Copper, Ford Motor Company, First National City Bank, Bank of America, Ralston Purina e ITT.
El cabecilla del golpe de estado fue Augusto Pinochet1. Los líderes militares del ejército, la marina y la fuerza aérea chilenos participaron activamente en el golpe.
La coartada: La oposición a Allende decía que el gobierno de Unidad Popular, en su intento de imponer “el socialismo”, manejó mal la economía y creó tantos trastornos y caos que los militares no tenían otra opción más que tomar las riendas e imponer el orden.
Estados Unidos negó inmediatamente toda participación en el golpe. Un año después, el presidente Gerald Ford dijo que Estados Unidos había actuado para ayudar a conservar los periódicos y partidos políticos de oposición.
El verdadero motivo: El golpe de estado de 1973 fue la culminación de esfuerzos yanquis por minar, y luego aplastar, al movimiento nacionalista de reformas en torno a Salvador Allende. Ese movimiento reformista, la Unidad Popular, surgió en oposición al dominio yanqui económico y político de Chile y era parte de la lucha mundial contra el colonialismo y el imperialismo de los años 1960 y 1970.
Otro motivo del golpe de estado era la creciente rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Para mediados de los 1950, los líderes de la Unión Soviética habían abandonado la revolución, el socialismo y el comunismo, y ese país se había convertido en el principal rival de los imperialistas de Estados Unidos. Haciéndose pasar por amiga de los pueblos y naciones oprimidas y explotadas por Estados Unidos y otras potencias coloniales, la Unión Soviética se estaba metiendo en lugares donde Estados Unidos había dominado tradicionalmente, como Cuba y otros países de América Latina. La creciente influencia de partidos chilenos amistosos con la Unión Soviética alimentó la preocupación del imperialismo estadounidense por aún más avances de la Unión Soviética en lo que los yanquis consideraban su “patio trasero”. Un memorando secreto de la CIA de 1970 advertía que la victoria de Allende podría resultar en “pérdidas económicas tangibles” para el capital estadounidense, y lo que es más importante, enormes “costos políticos” para la “cohesión del hemisferio” dominado por los yanquis y un “revés psicológico” y “ventaja para la idea del marxismo”. Todo eso hacía que los gobernantes de Estados Unidos tuvieran que responder con urgencia y destruir en sangre al gobierno de Allende.
En cuanto tomó el poder, el gobierno de Pinochet deshizo la nacionalización de las empresas extranjeras; revocó la distribución de las tierras a los desterrados así como otros medios de bienestar social; privatizó la economía chilena; y restableció la dominación estadounidense directa.
1. En 1998, Pinochet fue acusado por un magistral de España de violar derechos humanos. Luego fue detenido en Londres por un año y medio antes de ser puesto en libertad en marzo del 2000. Cuando regresó a Chile fue acusado de varios cargos, pero nunca lo enjuiciaron, por razones de “salud”. Pinochet murió en el 2006, sin jamás ser condenado de ningún delito. [volver]
Fuentes:
Lubna Z. Qureshi, Nixon, Kissinger and Allende [Nixon, Kissinger y Allende], Lexington Books, 2008
Pilar Aguilera y Ricardo Fredes, Chile, the Other September 11 [Chile, el otro 11 de septiembre], Ocean Press, 2006
E. Bradford Burns, “The True Verdict on Allende: Nixon and Kissinger fiddle and Chile burns” [El verdadero veredicto sobre Allende: Nixon y Kissinger tocan el violín y Chile se incendia]. The Nation, 3 de abril de 2009
Comisión Chilena sobre la Verdad y Reconciliación de 1991, Parte 3, Capítulo 1
William Blum, Killing Hope, U.S. Military and CIA Interventions Since World War II [Matar la esperanza: Intervenciones de los militares estadounidenses y la CIA desde la Segunda Guerra Mundial], Common Courage Press, 1995
“La masacre del 11 de septiembre que nunca mencionan”, Revolución, 17 de septiembre de 2006
“Augusto Pinochet: General fascista al servicio de los padrinos yanquis”, Revolución, 24 de diciembre de 2006