El documental de Ken Burns La guerra de Vietnam:
Exonera crímenes de guerra, entrena a la gente a pensar como estadounidenses
3 de noviembre de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us
La guerra de Vietnam, un nuevo documental de Ken Burns y Lynn Novick, salió hace poco en la televisión pública (PBS). Burns tiene fama por sus documentales inteligentes y bellísimos que tratan varios períodos y aspectos de la historia y la cultura estadounidense: La guerra de Secesión, Jazz y The Dust Bowl (la sequía de los años 1930 en las zonas agrícolas de Estados Unidos) son entre muchas otras películas. En general, Burns ha tenido una visión progresista en cuanto a estas experiencias. Un nuevo documental de Ken Burns es a menudo un acontecimiento social y cultural muy esperado, y La guerra de Vietnam es el programa más promocionado en la historia de la PBS.
Narrativas + hechos no equivalen a la verdad
El lema publicitario de la PBS para La guerra de Vietnam fue “No hay solamente una verdad”. Burns y Novick explican el método y propósito que guiaron su visión de la película en un ensayo en el New York Times: “No hay una verdad sencilla o única para extraer de la guerra de Vietnam. Muchas preguntas siguen sin contestar. Pero si, con la mente abierta y el corazón abierto, podemos considerar este acontecimiento complejo desde muchas perspectivas diferentes y reconocer más de una verdad, quizás podamos dejar de discutir sobre cómo debería recordarse la guerra y centrarnos en cambio en lo que la guerra puede enseñarnos en cuanto al valor, el patriotismo, la resiliencia, el perdón y, por último, la reconciliación”.
Su metodología es el de contar historias múltiples, desde múltiples perspectivas, y presentarlas todas como “la verdad”. Entrevistaron a cientos de personas para esta película, y unas 80 salen en ella. Incluyen a personas que lucharon por la liberación de Vietnam del imperialismo y ciudadanos estadounidenses que se opusieron a la guerra, así como estadounidenses que apoyaron la guerra y vietnamitas aliados con Estados Unidos. Pero incluso en sus propios términos, esta película es profundamente deshonesta. No hay representaciones extensas de la resistencia masiva a la guerra y a las fuerzas armadas al interior de las fuerzas armadas estadounidenses; no hay representaciones íntimas de personas que se transformaron de ondeabanderas patrióticos en críticos al imperialismo; ninguna conversación con aquellos, entre ellos muchos miles de personas en Estados Unidos, que celebraron la retirada final de Saigón por parte de Estados Unidos.
Pero más al grano, una “narrativa” (u 80 narrativas) salpicada de unos hechos no equivale a la verdad. Como escribió Bob Avakian, “Lo que piensa la gente es una parte de la realidad objetiva, pero lo que piensa la gente no determina la realidad objetiva”. (Lo BAsico 4:11)
¿Por qué Estados Unidos invadió a un pequeño país, principalmente campesino, al otro lado del mundo y libraron una guerra despiadada ahí durante años? ¿Por qué tantas personas en Vietnam hicieron tantos sacrificios, combatieron tanto y tan duro, primero contra los franceses y luego contra los estadounidenses? ¿Cuáles dinámicas sociales e históricas más amplias constituyen la base de las narrativas en La guerra de Vietnam? Ardea Skybreak explique que aquellos que usan métodos similares a Burns y Novick en esencia argumentan “que la verdad ‘objetiva’ de plano no existe porque cada persona aplica sus propias interpretaciones subjetivas a las cosas y no es posible conocer nunca nada salvo por medio de ese lente subjetivo distorsionado”.
La verdad realmente importa
La realidad, la verdad, es que Estados Unidos y, sí, todos los soldados que combatieron en esta guerra, libraron una guerra imperialista injusta contra un pueblo oprimido el que se opuso con lucha a grandes obstáculos. Los vietnamitas libraron heroicamente una guerra justa de liberación contra una potencia más fuerte hasta que lo expulsaron de su país. Su valor, ingenio y determinación inspiraron a personas de todo el mundo, incluso en Estados Unidos, a apoyarlos y luchar contra otras injusticias. Los soldados estadounidenses que participaron o colaboraron en las atrocidades contra el pueblo de Vietnam (lo que incluía la complicidad silenciosa) fueron criminales de guerra. A los líderes políticos y militares de Estados Unidos que comandaron y dirigieron esta guerra los debían haber llevado ante un Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra. El único personal militar estadounidense —actual y del pasado— al cual se debe honrar son los resistores que “rompen filas” y luchan para poner fin a las guerras criminales que su gobierno los envía a combatir.
Al principio de la película, el narrador dice que la guerra estadounidense en Vietnam fue “iniciada de buena fe por personas decentes debido a malentendidos fatídicos, un exceso de confianza de Estados Unidos y errores de juicio de la guerra fría”. Esto no son meras tonterías típicas. Es una vergüenza que Burns y Novick le hagan eco a un engaño tan vil. Es un punto de vista profundamente erróneo e inmoral que impregna toda la película de 18 horas de duración. Además, Burns sabe, y de hecho documenta, que los líderes de Estados Unidos mintieron durante décadas sobre esencialmente todo lo relacionado con su guerra en Vietnam. Los Pentagon Papers [Documentos del Pentágono], unos documentos secretos filtrados en 1971 por Daniel Ellsberg, demuestran, como declaró el New York Times en ese entonces, que el gobierno “mintió sistemáticamente, no solo al público sino también al Congreso”. El gobierno respondió no con disculpas ni con esfuerzos de alguna manera expiarse por el hecho de que millones de personas habían muerto debido a sus mentiras, sino con el arresto de Ellsberg y cargos de espionaje en su contra.
Estados Unidos era la principal superpotencia imperialista del mundo cuando inició su guerra en Vietnam. Durante las décadas del 1950, 1960 y 1970, las luchas de liberación nacional ardían en Asia, África y América Latina. Muchas de estas contaban con la dirección de comunistas, o tenían una fuerte participación de comunistas. Los líderes políticos de Estados Unidos estaban decididos a aplastar estas luchas justas, en particular la lucha del pueblo vietnamita, con el fin de mantener y extender la dominación global de Estadios Unidos. Otro objetivo de Estados Unidos fue de rodear a la China revolucionaria y fortalecer a Estados Unidos en su contienda con la Unión Soviética, en ese entonces imperialista.
La guerra que Estados Unidos libró contra el pueblo de Vietnam fue un enorme crimen contra la humanidad, lo que nunca se puede olvidar. Más de tres millones de vietnamitas murieron en los años en que Estados Unidos llovía muerte sobre el sudeste asiático. Cientos de miles de personas más murieron —fueron asesinadas— a manos de Estados Unidos en los países vecinos de Camboya y Laos. (Vea el recuadro).
Burns y Novick sí presentan elementos de esto. Para aquellos que nunca se enteraron de las atrocidades masivas que Estados Unidos perpetraba de rutina en Vietnam, y las mentiras que utilizaban para justificarlas, algunas partes de este documental serán reveladoras. Pero la película tapa la verdad sobre la naturaleza de esta guerra genocida, sepultándola en una avalancha de “narrativas” en conflicto, y a pesar de toda la evidencia, sostiene que los esfuerzos estadounidenses fueron emprendidos “de buena fe por personas decentes”.
Cuando sí presentan los crímenes de guerra de Estados Unidos —los cadáveres despedazados esparcidos por el suelo, cuando los soldados usaban encendedores de cigarrillos para prenderle fuego a los hogares de la gente—, Burns y Novick lo “equilibran” con, por ejemplo, un ex oficial o funcionario estadounidense que dice que matar a civiles y destruir sus hogares no era la política de Estados Unidos. Se muestran escenas de bombardeos sistemáticos por Estados Unidos y la destrucción masiva de Hanói y otros centros poblacionales en Vietnam del Norte. Pero a lo largo de la película Burns y Novick presentan versiones favorables de los pilotos cuyos cazas fueron derribados y que resultaron prisioneros en Vietnam del Norte.
Una de las expresiones más odiosas de esta metodología, y de sus consecuencias, es su presentación de la masacre de My Lai, una matanza en masa que indignó a todo el mundo consciente. Los soldados estadounidenses asesinaron sistemáticamente a más de 500 civiles vietnamitas durante tres días. Burns y Novick describen esta depravación incalificable como “matar”. Después de meses de debate entre los cineastas, decidieron no usar la palabra “asesinato”. Burns y Novick dicen que matar civiles es lo que “sucede en todas las guerras”. Pero esto no es cierto: ha habido fuerzas revolucionarias de liberación como el Ejército Popular de China cuando estaba bajo la dirección de Mao Zedong con políticas y reglas de enfrentamiento que prohibían estrictamente toda forma de atacar o maltratar a los civiles. Pero las fuerzas armadas de Estados Unidos, en Vietnam y en otros lugares, de rutina matan en masa a los civiles; es un elemento central de su forma de combatir. Burns explicó su razonamiento cobarde y despreciable a la revista el New Yorker: “My Lai sigue teniendo ‘un efecto tóxico y radiactivo’ sobre la opinión en Estados Unidos. ‘Matar’ fue la mejor palabra, dijo Burns, ‘aunque My Lai sí constituye el asesinato’”.
Como Bob Avakian ha insistido repetidamente, la verdad realmente importa:
Hay un punto donde la epistemología y la moral se encuentran. Hay un punto donde uno tiene que decir: No es aceptable no querer mirar algo, o no creerlo, porque incomoda. Y: no es aceptable creer algo porque tranquiliza. (Lo BAsico 5:11)
Si examinamos la guerra de Secesión en Estados Unidos, la verdad central de esa guerra es que se trataba de la esclavitud. Podemos saber eso, y saber que aquellos que combatieron en esa guerra, sin importar lo que pensaran que hacían, combatían en contra o a favor de la esclavización de seres humanos. Lo mismo ocurre con Vietnam: la verdad central es que los vietnamitas combatían por la autodeterminación y la liberación nacional, y Estados Unidos estaba decidido a llevar a cabo el asesinato en masa y el ecocidio para mantener su dominación neocolonial, independientemente de lo que algunos pensaran que hacían.
Se necesita: más divisiones
La metodología de Burns y Novick en su película tiene un propósito. Quieren tranquilizar a los estadounidenses de que lo que hizo su país en Vietnam fue una “tragedia”, tanto para ellos como para los vietnamitas. Envuelven su paquete en una mortaja rojiblanquiazul de “conciliación”. Con “reconciliación” quieren decir “honrar al guerrero”, a pesar de que “el guerrero” sea una parte voluntariosa de una máquina que perpetra atrocidades en masa en todo el planeta.
Burns y Novick borran las líneas divisorias básicas entre un pueblo que combate por la independencia y la liberación del imperialismo, y sus opresores. Ven esto como una forma de “superar las divisiones” en Estados Unidos. Concluyen la película con escenas del Monumento a los Veteranos de Vietnam en Washington, D.C., donde están grabados los nombres de los 58.000 estadounidenses que murieron, y no los nombres de los más de tres millones vietnamitas muertos, mientras se toca la canción “Let It Be” de los Beatles.
Al diablo con eso.
Las “divisiones” de las décadas del 1960 y 1970 fueron lo mejor que pasó en Estados Unidos en el siglo 20. La gente se levantó en protesta y rebelión, inclusive en los ghettos y barrios de todo el país. Muchos jóvenes enarbolaron la bandera de una fuerza de liberación “enemiga” con la cual Estados Unidos estaba en guerra y se identificaron con ella. Millones de personas no aceptaban ni vivían con el estatus quo, ni iban a “acostumbrarse para evitar tener problemas”. Millones de personas bailaron al compás de “la revolución está aquí, y sabes que es justa”, las letras de una canción pop de la época.
Lejos de ser algo sobre lo que lamentar y de lo que arrepentirse y algo que tratar de conciliar, eran algo bueno las profundas divisiones que irrumpieron y contendían en Estados Unidos a causa de la guerra de Vietnam y el genocidio contra el pueblo vietnamita. Fue un acontecimiento positivo que las corrientes radicales y revolucionarias surgieran como expresiones de masas en oposición a la guerra. Fue inspirador que todo el mundo viera a un sector de la juventud en Estados Unidos que quemaron sus tarjetas de inscripción militar y quemaron la bandera de Estados Unidos. Los manifestantes eran valientes y tenían la verdad y la moralidad de su lado cuando correaban apasionadamente contra su presidente: “Hey, hey, LBJ, how many kids did you kill today?” [Oiga, oiga, Lyndon Johnson, ¿a cuántos niños mató hoy?].
Las personas que ocuparon las universidades, inundaron las calles de Washington, D.C. a San Francisco, y protestaron contra la represión brutal en ciudades de costa a costa actuaban de acuerdo a los intereses de la humanidad, y no estaban pensando como estadounidenses.
Se necesita muchas más divisiones así hoy. Estados Unidos está librando guerras en países por todo el mundo. Sus fuerzas armadas tienen bases militares por todo el mundo, equipos de asesinos de “operaciones especiales”, aviones no tripulados que llueven muerte sobre aldeas remotas, buques o aviones con armamento nuclear que recorren los mares del mundo debajo del agua, en la superficie y en el aire. Y ahora, un presidente fascista amenaza con aún más violencia injusta a un nivel más masivo, incluso el uso de armas nucleares.
La gente realmente necesita sopesar y reconocer otra cosa que escribió Bob Avakian:
Si bien es justo y necesario unirse con amplios sectores de la población en oposición a las injusticias y a los atropellos cometidos por los que gobiernan en Estados Unidos, y si bien esto ha adquirido una realzada importancia con la ascensión al poder del régimen fascista de Trump y Pence, es una verdad fundamental que sin romper con el chovinismo estadounidense — sin hacerle frente al verdadero horror de lo que Estados Unidos ha sido, y lo que ha hecho, en Estados Unidos y en todo el mundo, desde su fundación hasta el presente — y sin llegar a odiar profundamente todo esto, no es posible, en última instancia, retener su propia humanidad y actuar en pro de los más excelsos intereses de toda la humanidad. (de “El problema, la solución y los retos ante nosotros”, en inglés aquí).
Al igual que en los años 1960, una pregunta básica sigue siendo: ¿De qué lado estás?
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