Esta semana, la maniática política exterior de Trump cobra más impulso y no menos
Actualizado 12 de noviembre de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us
Dos acontecimientos de esta semana recalcan los peligros de que Trump tenga su dedo en el disparador nuclear.
Primero, si bien Trump no repitió su retórica genocida de “fuego y furia” y “destruiremos a Corea del Norte” o sus insultos tontos, pero sumamente peligrosos a Kim Jong-un, a) el discurso que dio ante el parlamento de Corea del Sur amenazó con ir a guerra, si bien con un tono más medido, y b) informalmente siguió portándose como el golpeador que es, jactándose del poderío militar estadounidense y de que “no le va a ir bien” a cualquiera que lo rete.1 Lo hizo con tonos más medidos y lo leyó con un teleprompter — pero eso no es como para tranquilizar a nadie. Además, Trump se encontró ante la realidad limitante de que el sector actualmente imperante de la clase dominante sudcoreana no está de acuerdo con su orientación y está sumamente preocupado de que él los lleve a una guerra que podría resultar en la muerte de millones de personas en ese país. Así que, como señaló el New York Times al explicar el tono más medido de Trump:
Dejar salir en público las diferencias de enfoque [con Corea del Sur] le hubiera hecho el juego a Corea del Norte. Por casi siete décadas ha tratado de romper la alianza. Así que los dos líderes decidieron aferrarse a metas comunes, de largo plazo.
A pesar del cambio en tono del Sr. Trump, sus asesores han venido estableciendo que las ambiciones de Corea del Norte son de reunificar a la península coreana a la fuerza, y que la disuasión tradicional no puede parar al Norte una vez que tenga armas nucleares capaces de alcanzar a Estados Unidos.
Esa premisa de Trump es, básicamente, falsa, y ellos lo saben. Los gobernantes de Corea del Norte entienden correctamente que sin armas nucleares, Estados Unidos tendrá menos restricciones a aniquilar al régimen, al igual Estados Unidos hizo en Libia una vez que renunció a sus armas nucleares después de recibir garantías de Estados Unidos. La premisa trumpista constituye los puntales de una política altamente agresiva de la que el senador republicano Corker ha dicho que podrá a Estados Unidos en el camino hacia el lanzamiento de una tercera guerra mundial. La política actual de Trump, la que sí cuenta y contará con el respaldo de Kelly, McMasters y Mattis que no son “adultos” sino criminales de guerra, es una política exterior estadounidense muy agresiva que requiere “victorias” para que el impulso siga en marcha. Trump ahora puede decir: “Miren, fui a Asia y hablé con esa gente y traté de ser razonable y pacífico, y no obstante Corea del Norte no renunció a sus armas nucleares”. Luego podrá utilizar cualquier cosa —hace poco, se filtró el rumor de que asestará un primer golpe a Corea del Norte en caso de que ésta ensaye otro cohete balístico intercontinental— para hacerse pasar por víctima y proceder a la guerra y casi todos los demócratas “se unirán en torno a la bandera nacional”, y los índices de aprobación de Trump irán en ascenso. Enjabonar, enjuagar, repetir.
El otro gran acontecimiento de esta semana que ha intensificado el nivel de peligro es el golpe de estado interno en Arabia Saudita y sus resultantes amenazas a Irán. El príncipe real Mohámed bin Salmán mandó arrestar a 500 personas de la clase dominante saudita por vagos cargos de corrupción (ello de parte de una persona que con fondos del gobierno compró un yate que costó medio mil millónes de dólares), y centralizó el poder en sus propias manos. Y en una acción muy inusual, Trump se apresuró a felicitarlo por tuit. Al mismo tiempo, el ahora hombre fuerte sin rivales acusó a Irán de lanzar un cohete hacia Arabia Saudita desde Yemen, calificándolo de “acto de guerra” (los iraníes lo niegan y los sauditas no les han dado ninguna evidencia a los observadores internacionales del supuesto hecho). Justo antes de los arrestos, el primer ministro del Líbano, Saad Arari, apareció por televisión en Arabia Saudita para presentar su renuncia, diciendo que el enemigo de los sauditas, Hezbolá (un poderoso partido político del Líbano con su propio ejército y aliado de Irán, que actualmente combate en Siria e Irak) lo había obligado a exiliarse. Hezbolá no solo lo niega, pero muchos especulan que Arari fue obligado a exiliarse por los sauditas. Al escribir sobre este explosivo caldo de cultivo, el columnista del New York Times, Thomas Friedman, expresó su preocupación sobre los que han empezado a “instarles [a los sauditas] a que sean más agresivos contra Irán… como [las Emiratos Árabes Unidos], Trump, Jared Kushner y Bibi Netanyahu [cabecilla de Israel] — presionarán a que [los sauditas] vaya a la guerra en su territorio y en el extranjero al mismo tiempo, y que al mismo tiempo podríamos ver que toda la región se salga de control. Tengan miedo”. [énfasis en el original].
1. Para que conste, si bien Estados Unidos ha logrado descargar enormes cantidades de destrucción y muerte sobre la gente por todo el Medio Oriente, desde hace cierto tiempo su muy ostentado ejército no ha podido obtener una victoria duradera y sólida; esto es en realidad una parte de lo que condujo a la ascensión de Trump, por qué ahora él se siente impulsado a demostrar el poderío estadounidense con alguna “victoria” convincente en algún lugar, y lo que también hace que el peligro de una guerra, que es una parte integral de cualquier sistema imperialista como Estados Unidos, se intensifique mucho más con un régimen fascista en el poder. [regresa]
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