“Hoy le toca al gobierno estar en el banquillo de los acusados; lo único que queremos es justicia”
Las mujeres de Atenco contra el gobierno mexicano ante la Corte Interamericana por tortura sexual

22 de noviembre de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Carta de una lectora:

Once años después de la supresión sangrienta y vengativa de una resistencia justa en el pueblo de Atenco, cerca de la Ciudad de México, once de las docenas de mujeres que fueron torturadas sexualmente y golpeadas por la policía llevaron su caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. El 16 y el 17 de noviembre, ante la corte basada en Costa Rica, cinco mujeres contaron sus historias horripilantes, las cuales han tenido que relatar y revivir su horror una y otra y otra vez con cada “investigación” oficial apócrifa – que sólo servían para humillarlas y castigarlas aún más por atreverse a denunciar.

las mujeres de Atenco en la corte

En la corte. Foto: Centro Prodh

Después de once años, ni un solo policía ni doctor penitenciario ha sido castigado, y ni siquiera se ha acusado a ninguno de los políticos y comandantes a cargo del asalto. Las mujeres piden a la corte internacional que exija al gobierno mexicano investigar la cadena de mando que dio origen a la embestida salvaje y el encubrimiento de la tortura sexual. El gobernador del estado de México en ese entonces, que ordenó el ataque, fue Enrique Peña Nieto (EPN), ahora presidente de México.

“Nos han hecho sentir repetidamente, repetidamente, pequeñas, inválidas, rotas, sin valor”, dijo una de las víctimas sobre las “investigaciones” humillantes y calumniosas por las autoridades. Por encima de eso, muchas sufrieron el rechazo de parte de esposos y familias, debido a la cultura de vergüenza por la violación, el trauma psicológico persistente, y el tiempo que han tenido que dedicarle a la lucha para perseguir este caso.

El 17 de noviembre, estas once mujeres valientes se presentaron juntas en la corte vestidas de playeras con las palabras, “Rompiendo el Silencio”. Como ellas han declarado muchas veces, la tortura sexual es sistémica como un medio deliberado para alejar forzosamente a la mujer de la vida política; ellas están pagando el alto precio por romper el silencio, no tanto por ellas mismas sino por los incontables miles de mujeres en México — y específicamente han denunciado la violación de mujeres indígenas que sale impune.

El ejemplo de Atenco: por qué la policía los atacó

El pequeño pueblo rural de San Salvador Atenco (“Atenco”) en el estado de México, unos 36 km de la Ciudad de México, salió en las noticias por todo el mundo en 2002 cuando campesinos militantes y sus simpatizantes lograron frustrar la expropiación de sus tierras por el gobierno federal a raíz de planes de construir un aeropuerto. Para la clase dominante mexicana, Atenco fue una derrota rotunda en una batalla general para imponer un modelo neoliberal de desarrollo al que los imperialistas estadounidenses andaban promoviendo.

Para dar sólo una pruebita de lo significante y trascendental de la lucha en Atenco y por qué las autoridades lo aborrecían tanto, he aquí una nota de un informe de cuatro entregas hecho por un equipo de escritores de Revolución que se quedó a acampar con cientos de manifestantes en 2002 (Obrero Revolucionario #1178, 8 de diciembre 2002):

Muchas señoras nos dijeron que antes de meterse a la lucha eran "mujeres agachadas". Todos los días la misma rutina: hacer compras, cocinar, lavar platos, lavar ropa, asear el hogar, volver a cocinar, a lavar platos, etc., etc., etc. Rara vez se enteraban de cosas fuera de la casa, pero no porque no les interesara sino porque "no es nuestro lugar". Pero todo cambió cuando se enteraron de que el gobierno les iba a quitar la tierra. Eso prendió una llama en el corazón de toda mujer de Atenco. Aprendieron a dedicarse enteramente a la lucha. Esto es lo que llaman "el día que nací".

Cuatro años más tarde, en mayo de 2006, la policía atacó y desalojó a un grupo de vendedores de flores en el pueblo cercano, Texcoco. In vez de dejarse, unos 300 pobladores tomaron la plaza, bloquearon la carretera, sacaron corriendo literalmente a la policía, e hicieron un “arresto ciudadano” de algunos de los policías golpeadores. Igual como en 2002, mucha gente acudió al lugar para defenderlos y/o documentar los acontecimientos. Noticieros televisados repetidamente transmitieron vistas aéreas de la ignominiosa huida masiva de policías ante los manifestantes, y de la golpiza a la policía como castigo por su asalto brutal. Para el gobierno mexicano y sus patrones imperialistas en Estados Unidos, planteó la pregunta ominosa de si México se estaba volviendo “ingobernable”, y eso no lo podían tolerar.

Como respuesta, el gobernador del estado de México —EPN, ahora el presidente de la república— mandó a 3.500 policías para atacar a Texcoco y Atenco al estilo de un ejército invasor. Llenaron la plaza principal de gas lacrimógeno, mataron a balazos a dos personas (una de ellas un muchachito de 14 años), entre muchos golpearon con lujo de violencia a docenas de personas y los aventaron a camionetas y autobuses policiacos en pilas sangrientas. Apartaron a 47 mujeres y las aventaron a otros autobuses para llevarlas a un reclusorio para mujeres a unas dos horas de distancia.

Ese viaje duró más de cuatro horas: una eternidad de violación, tortura y terror sexual que acechará para siempre la vida de cada mujer que viajó en esos autobuses. Las violaron, las golpearon, las penetraron con dedos y objetos metales, las mordieron, las obligaron a darles sexo oral, las robaron, las humillaron, y les amenazaron que iban a matar y desaparecerlas, todo eso mientras les subieron las blusas para taparles los ojos, y, en muchos casos, las tenían apiladas boca abajo en pilas de cuerpos ensangrentados. Ellas oían a otras mujeres que lloraban de dolor, que rogaban que ya las dejaran, o que decían que no podían respirar debajo de la pila.

Por espeluznante que es cada testimonio individual, lo que se destaca es la naturaleza calculada de los asaltos y la singularización de mujeres que se atrevieron a ponerse de pie.

       

Varios policías, entrevistados de forma anónimo y encapuchados, relataron que sus comandantes les habían ordenado a atacar “a todo lo que se moviera” en Atenco (como lo expone el documental “Atenco Romper el Cerco”). También en el documental, una observadora relató que cuando los oficiales estaban aventando a las mujeres al autobús, les gritaban, “Hijas de su puta madre, ahorita sí van a ver lo que es estar en una revuelta”. Al mismo tiempo que estaban golpeando y violándolas, les decían que ellas tenían la culpa, que, si se hubieran quedado en la casa haciendo tortillas, nada de esto hubiera pasado.

Cuando las mujeres llegaron al reclusorio, pasaron días antes de que recibieran atención médica, y de ahí los doctores de la prisión hicieron caso omiso de la clara evidencia del abuso sexual y golpizas. Una mujer con las manos rotas al grado de que sufrió daños permanentes y tuvo que abandonar su carrera de artes plásticos, atestiguó que un doctor le dijo que seguramente ellas mismas se habían infligido las lesiones. Al contrario, las autoridades procesaron a las mujeres por crímenes como el de “bloquear el acceso público”, y varias quedaron presas a base de serias acusaciones falsas, una de ellas dos años.

“Los manuales de los grupos radicales dicen que hay de declararse violadas”: presidente de México

En 2006, la respuesta de Peña Nieto a las quejas de la tortura sexual fue: “También es conocido que los manuales de los grupos radicales dicen que hay que declararse violadas, en el caso de las mujeres, y en el de los hombres haber sido objeto de abuso y maltrato. No debemos caer en la fabricación de culpables ante estas denuncias" (entrevista con un periódico local, reportada en La Jornada, 16 de junio de 2006).

¡¿Qué chingaos?! ¿Por qué nadie le ha pedido ni una vez que produjera dicho “manual”? Pues, no te van a perdonar tus viles mentiras no más porque eres un imbécil, EPN.

Sin embargo, en el manual metafórico de los opresores, la violación como un medio de terror sí es una de las páginas más antiguas, y refleja la gran importancia, para todo sistema opresivo, de mantener a la mujer en su lugar y aprovechar la ideología patriarcal en la población general para imponer el orden social.

Al pasar largos años sin que el gobierno mexicano consignara más que varios policías de bajo rango, y sin que éste condenara a ninguno de ellos, el Centro Prodh, que ha dirigido el caso, y el CEJIL (Centro por la justicia y derecho internacional), decidieron que su único recurso era el de llevar el caso a una corte internacional. El otoño pasado, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (que es, junta con la Corte, una entidad de la Organización de los Estados Americanos) determinó que había suficiente evidencia para que la Corte tomara el caso contra México. Se espera que la Corte publique su decisión en principios del año que viene.

En los años recientes, el gobierno mexicano, ante el potencial de ser denunciado en una corte internacional sobre el caso Atenco, además de la lucha continuada sobre la desaparición forzosa de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, ha consignado a más policías y doctores penitenciarios, con el fin de poder quejarse en las audiencias de la Corte el 16 y 17 de noviembre de nadie reconoce que las autoridades habían consignado a 52 servidores públicos en el caso, y de que la Comisión Interamericana “cometió un grave error” al mandar el caso a la Corte, lo que afecta la equidad procesal de las partes y la seguridad jurídica del Estado mexicano dentro del caso. También se quejó de que la Corte no tomó en cuenta que el gobierno les había ofrecido reparaciones a las once mujeres, en forma de becas, tratamiento psicológico, etc., las que (bua bua) se negaron a aceptar, ni tampoco tomó en cuenta los avances en materia de “equidad de género” que el Estado ha implementado. Sin embargo, bajo presión, el Estado admitió su responsabilidad por las violaciones a derechos humanos cometidas, entre ellas tortura sexual.

Pero… ¿por qué las únicas personas en este caso que han cumplido condenas en la cárcel SON LAS VÍCTIMAS? ¿Por qué Enrique Peña Nieto no está en el banquillo de los acusados? ¿Dónde están los otros tres oficiales estatales y federales de alto rango que estaban al mando en el lugar de los hechos? ¿Dónde está el jefe de policía? Y, ¿quién dio el orden de atacar a “todo lo que se moviera”? Lo mayor de la cadena de mando que las autoridades han tocado es un comandante policial a cargo de un solo autobús – y ni siquiera lo han arrestado, por “falta de pruebas”. Además, las mujeres están exigiendo justicia para todas las víctimas de la violencia policial en Atenco y Texcoco, que incluyen a casi 170 hombres que fueron golpeados salvajemente, y dos que fueron asesinados.

En cuanto a los supuestos “avances en materia de equidad de género”, Amnistía Internacional presentó un documento técnico como “amigo de la corte” en que advirtió, “la violencia sexual que se usó entonces sigue siendo habitual durante los arrestos de mujeres”, y que “observamos que la tortura sexual sigue siendo una práctica común en nuestro país que queda en la impunidad”.

En este momento histórico en que, a escala mundial, mujeres están echando una luz al abuso sexual por parte de hombres poderosos, las valientes Mujeres de Atenco que se han mantenido firmes con su verdad contra toda posibilidad y en frente de grandes dificultades durante once años, merecen que su historia se conozca a escala mundial, “no sólo para que se haga justicia sino también para que estos hechos no vuelvan a ser repetidos”, como dijo una de las 11 acusadoras. Otra indicó, “hoy le toca al gobierno estar en el banquillo de los acusados; lo único que queremos es justicia".

 

 

 

Se necesitan: Voluntarios para revcom.us y Revolución

Envíenos sus comentarios.

Si le gusta este artículo, suscríbase, done y contribuya regularmente al periódico Revolución.