Las elecciones en Alabama: Lo que implican, y lo que NO implican, y lo que hay que hacer

20 de deciembre de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

El martes 12 de diciembre, en todo Estados Unidos, la gente seguía de cerca cuando el demócrata Doug Jones derrotó por escaso margen al fanático abiertamente fascista cristiano Roy Moore en las elecciones para senador federal por el estado de Alabama.

Moore hizo campaña con una plataforma e historial abiertamente anti-gay. Repetidamente había llamado a criminalizar las relaciones entre personas del mismo género e incluso lo habían destituido de la Corte Suprema de Alabama (!) por negarse a reconocer la decisión de la Corte Suprema federal que legalizó el matrimonio entre personas del mismo género. Hizo campaña como fanático anti-aborto extremo.

Para colmo, ¡Moore había alabado abiertamente la esclavitud! Cuando se le preguntó en un mitin en septiembre “cuál era la última vez que Estados Unidos había tenido grandeza”, se remontó más de 150 años atrás para responder, cuando “las familias estaban unidas —aunque teníamos la esclavitud— se cuidaban los unos de los otros…. Nuestras familias estaban fuertes, nuestro país tenía rumbo”. Además, Moore dijo que no debía haber más enmiendas a la Constitución federal después de las primeras diez. En otras palabras, no se debía haber puesto fin a la esclavitud, concedido el derecho de votar a las mujeres y los negros ni el derecho de una persona de ser un ciudadano, ni tomado medidas para impedir que los estados les privaran a las personas de los derechos garantizados por la Constitución federal. Y nótese bien: ni Moore ni ninguno de sus partidarios (ni mucho menos Donald Trump) jamás trataron de retirar ninguna de estas declaraciones escandalosamente racistas.

A pesar de todo eso, ¡Moore casi ganó! Además: Moore no solo es un demente patriarcal, amante de la esclavitud y odiador de la gente gay, sino que también está acusado de haber abusado de varias adolescentes cuando él era treintañero. Si bien no se han comprobado las acusaciones, Moore admitió que de adulto, había buscado citas con unas adolescentes (aunque, según él, ¡con el permiso de las madres!). Si esta última acusación no hubiera reducido los votos republicanos, hay que decir que es probable que Moore hubiera ganado.

Al mismo tiempo, otros factores afectaron el resultado. En primer lugar, un número récord de personas negras de Alabama salieron a votar en contra de este cerdo. En estas elecciones que se celebraron fuera del mes y del año acostumbrados, más personas negras votaron que habían votado por Obama, a pesar de que las escandalosas medidas tomadas por el partido Republicano desde la elección de Obama han reducido fuertemente las posibilidades de votar de los negros en Alabama. Esto bien podría señalar una sensación muy realzada del peligro que Moore —y aparte de Moore, Trump, quien respaldó a Moore— representa para el pueblo negro, así como una repugnancia por todo su programa. Aunque votar no será lo que detenga a Trump —y volveremos a este tema—, si las personas negras simplemente no hubieran salido a votar, eso no solo hubiera significado que Moore hubiera ascendido al Senado y a gran prominencia, sino que pudiera haber conllevado una profunda sensación de derrotismo. Así que esto encierra un aspecto positivo.

Además, Moore se encontraba con la oposición de un sector del partido Republicano concentrado ahora en unos senadores federales republicanos que, como Trump, favorecen al fascismo, pero tienen algunas diferencias con un sector aún más abiertamente fascista y racista encabezado por Steve Bannon.

Pero, de nuevo, ya no es hora de dar saltos de alegría por la derrota de Moore; debemos tomar nota y analizar sobriamente el hecho de que fueron unas elecciones muy reñidas. Si Moore hubiera recibido solamente 10 votos, eso hubiera significado algo extremadamente feo. El hecho de que este candidato que abiertamente anhelaba los días de la esclavitud y hacía alarde de su odio por las personas LGBTQ ganó más de 650.000 votos, entre ellos el 68 por ciento de las personas blancas que votaron... pues, eso es una vergüenza más allá de lo feo, y es algo que hay que enfrentar sobriamente.

¿Por qué Moore casi ganó?

Hay que enfrentar el hecho de que existe un sector grande de personas blancas —de hecho, una mayoría— que ha sido movilizado en torno a un programa fascista que se identifica más o menos abiertamente con la “grandeza de Estados Unidos” que se basa en la virulenta y abierta subordinación del pueblo negro, la abierta dominación y degradación de las mujeres y las personas gay (y en el caso de las personas LGBTQ, la franca privación de sus derechos básicos), la “limpieza étnica” de los inmigrantes y los musulmanes (así como una dominación teocrática de un gobierno y la sociedad civil por el fascismo cristiano fundamentalista), y una política exterior estadounidense aún más altamente agresiva. Esto no solo es cierto en Alabama, sino en Estados Unidos en su conjunto: la asquerosa verdad es que Trump ganó la mayoría de los votos de cada sector de la población blanca en 2016, e incluso un rabioso racista y sexista como Moore, tan extremo que incluso algunos republicanos llamaron abiertamente a su derrota, pudo haber ganado una mayoría decisiva del voto de los blancos en Alabama.

Este movimiento fascista duro está arraigado en toda la historia de Estados Unidos en la esclavitud y luego en la supremacía blanca, en los lazos profundos entre el fundamentalismo cristiano y la supremacía blanca (como Bob Avakian ha declarado, “El ‘cinturón de la Biblia’ en Estados Unidos es también el cinturón de los linchamientos”), en la reacción contra las tradiciones cambiantes con relación a las mujeres y las personas gay, en el chovinismo pro estadounidense que ha seguido siendo la premisa dominante de la inmensa mayoría de la población y en las formas en que el partido Republicano durante más de 40 años ha venido forjando incesantemente una base e infraestructura fascista arraigada en esto. Para tener una idea de la profundidad de estas raíces, las y los lectores deben ver el discurso filmado de Bob Avakian de este otoño: “¡El régimen de Trump y Pence tiene que marcharse!” (en inglés). Si ya lo han visto, pues véanlo de nuevo — porque no se puede permitir que se pierda de vista esta verdad. Este fascismo está muy pero muy profundamente arraigado, este movimiento ha sido forjado y está convencido de su carácter justo supuestamente “ordenado por Dios”, creen que esto es su “última oportunidad”, y no van a tomar su derrota a la ligera.

¿Y quién es Doug Jones?

Además, Moore NO perdió debido a un enfrentamiento directo de Jones y a sus denuncias al movimiento fascista representado por Moore. Jones ni siquiera se postuló con una plataforma liberal. Tampoco proclamó abiertamente que quería atraer e incorporar en una coalición a los negros y los blancos progresistas para derrotar esta campaña vilmente racista, sexista y chovinista pro estadounidense.

Al contrario, Jones hizo campaña como un “demócrata de mano dura con la delincuencia”. Traducción: Jones se identifica con el estilo de Bill Clinton, cuyas políticas exacerbaron la masiva criminalización y encarcelación de los negros y otras “minorías” e incluso armó un espectáculo de presidir la ejecución de un hombre negro mentalmente incompetente, Ricky Rector, durante su primera campaña presidencial. Jones mantuvo “fuera del radar” el apoyo que recibía de negros prominentes hasta el mero final de la campaña. Jones apoya totalmente al ejército asesino estadounidense: declaró en una entrevista con AL.com: “Hay que erogar dinero con inteligencia. El presupuesto federal es muy grande y tiene muchos componentes. Pero creo que en el mundo de hoy, las erogaciones para la defensa son muy importantes, y es increíblemente importante asegurar que dispongamos de unas fuerzas armadas modernas y capaces para proteger a este país. Eso es lo más fundamental”.

Este es un enfoque con que Clinton y luego Obama constantemente intentaron aplacar a estos fascistas, y constantemente les concedieron la iniciativa en nombre de “ser bipartidista”. En el caso de Obama, esto significó decir, después de que Trump ganó las elecciones en una campaña abiertamente supremacista blanca, sexista e hiperchovinista pro estadounidense, que en última instancia él y Trump estaban “en el mismo equipo” y que debemos esperar que Trump tenga éxito.

Jones recibió loas por centrar la campaña en “asuntos locales” y en Moore, y por no dejar que “se convirtiera en un referéndum sobre Trump” — es decir, abstenerse de atacar a Trump, aparentemente por temor a alienar o provocar a los partidarios de Trump que Jones quizá convenciera o al menos consiguiera que se quedaran en casa. Jones no solo se negó a sonar la alarma sobre el grave peligro que el régimen de Trump y Pence representa para la humanidad, mucho menos denunció su carácter fascista, sino que ¡ahora está llamando a atraer e incorporar los racistas, misóginos y chovinistas que votaron por Trump y Roy Moore!

En una conferencia de prensa después de las elecciones, al hablar de una llamada de felicitaciones de Trump, Jones dijo que hablaron de buscar el “puntos en común”. ¿Sobre qué, por favor? ¿Sobre la conservación de monumentos a la supremacía blanca? ¿Sobre la deportación de inmigrantes? ¿Sobre el potencial de una guerra contra Corea del Norte y en el Medio Oriente? ¿Sobre los ataques a los medios de comunicación, el estado de derecho y la ciencia? ¿Sobre “infraestructura y empleos”, el tema recurrente preferido de los demócratas, que es simplemente otro término para la normalización de un régimen fascista que tiene impulso y dinámica en busca de consolidar el dominio fascista? El quid del asunto no es que Jones apoya algunas o todas estas políticas de Trump, sino que el propio acto de “buscar puntos en común” en sí legitima a este Hitler estadounidense y desarma ideológicamente a la gente para lo que tendrá que ser una lucha seria para arrancar de raíz este fascismo.

Charles Blow y el engaño ajeno y el engaño propio: ¿Trump es una anomalía de Estados Unidos?

Pero, una persona como Charles Blow, que anteriormente le llamó fascista a Trump y sonó la alarma sobre él, ahora dice que estas elecciones son un “presagio”, para citar el título de su columna del miércoles 13 de diciembre en el New York Times [en inglés]. Según Blow, la muy reñida derrota de Moore “demostró que Trump fue un candidato marginal que se conectó con una fealdad estadounidense y le sacó provecho para obtener una victoria fortuita con la ayuda de un adversario extranjero”. Luego, Blow agrega:

Trump es anomalía y abominación a la vez, y Estados Unidos quiere extirparlo como un cáncer.

Claro que estamos de acuerdo con Blow en que Trump es una abominación. ¿Pero una “anomalía”? Una anomalía quiere decir algo que es una fuerte desviación de la norma. Una vez más queremos instar a las y los lectores a escuchar el discurso de BA que enfrenta directamente la verdadera historia de Estados Unidos, tanto aquí como en todo el mundo, y analiza la profundidad y el cultivo de este movimiento fascista encabezado por Trump y Pence. Pero por ahora diremos lo siguiente: No se puede considerar con sinceridad a un Estados Unidos que robaron las tierras y cometió genocidio a sus habitantes originarios, en que todos los cimientos de su poder económico, político y militar descansaron en el gigantesco crimen histórico de la esclavitud, en que desde ese entonces han usado el poder por ella ganado para aterrorizar, dominar y explotar despiadadamente a gente por todo el mundo, un país que encabezó el irresponsable saqueo del medio ambiente que ya nos ha llevado al borde del desastre... ni siquiera se puede considerar la trayectoria de Nixon, por Reagan a George W. Bush y llamar acertadamente a Trump una “anomalía”.

De hecho, Trump ha unido varias fuerzas fascistas que se han venido creciendo con una velocidad creciente a partir de la década de 1960. Las contradicciones subyacentes impulsoras que Estados Unidos enfrenta en casa y a nivel internacional han hecho que grandes sectores de la clase dominante vean al régimen de Trump y Pence como algo necesario y un último recurso ahora, y consideran que deben actuar rápidamente para consolidarlo. Las continuas amenazas de Trump contra los demócratas de peso no resultan principalmente de su narcisismo, sino de la opinión de su facción de que al mínimo hay que intimidar a estos demócratas. Los demócratas, por su parte, no se opondrán resueltamente a Trump porque para destronar y enfrentar al régimen fascista y además a la base fascista activada de ese régimen, se necesitará que movilice a su base e inicie un proceso que podría salirse de su control y deslegitimarlos (y su complicidad en muchos aspectos de la agenda fascista, particularmente con respecto a los más oprimidos y en el escenario mundial)... e incluso podría conducir a la deslegitimación del sistema entero. Por eso los demócratas juegan a la cuerda floja de tratar de restringir a Trump con cosas como la investigación de Mueller que no llegan a la esencia del asunto, el fascismo, y que intencionalmente van a otro lado, y que hacen que los términos sean el patriotismo contra la falta del mismo.

La descripción de Trump como una anomalía aislada no solo no es acertada, sino que desarma y causa daños reales.

Más engaño ajeno y engaño propio: Una estrategia... de acomodarse que conduce al desastre

Lo que hace que Blow distorsione la posición de Trump en relación con Estados Unidos y su historia es su ferviente deseo relacionado con el punto principal de su artículo: la noción de que, en sus palabras,

La Resistencia está avanzando, envalentonada, con una estrategia y una demostración de que la estrategia puede funcionar.

Las suposiciones que sustentan esta declaración son peligrosamente erróneas. Lo que motiva esta estrategia es evitar denunciar la naturaleza fascista de la amenaza que enfrentamos ahora, y trabajar por medio de las elecciones y el Partido Demócrata. Esta estrategia llama a la gente a dedicar sus esfuerzos a la elección de los demócratas en 2018. Pero aunque desafíen la manera en que el sistema ya está organizado para anular los votos de los más oprimidos y los habitantes de las zonas urbanas, y aunque de alguna manera el régimen no logre proceder con sus esfuerzos de dramáticamente reducir más el derecho de votar de los negros y otras minorías... aunque con todo eso los demócratas de alguna manera elijan a una mayoría, esto en sí NO implicaría la destitución de Trump. La dirigencia demócrata ha seguido insistiendo NO someter a Trump a un juicio político de destitución y que de plano se declare improcedente tal idea. Y nótese bien que Blow no dice nada al contrario.

Además, ¿se cree que estos fascistas no harán nada frente a una derrota electoral? ¿Qué hubiera pasado si Trump hubiera sido derrotado en las elecciones de noviembre de 2016? ¿Si Hillary Clinton hubiera perdido el voto popular pero hubiera ganado la presidencia por la puerta trasera electoral (como lo hizo Trump)? ¿Se cree que Trump hubiera llamado a la gente a unirse y a aceptar el resultado, como lo hicieron Hillary Clinton y luego Obama? Obviamente, nadie lo sabe con certeza, pero recordemos que Trump estaba preparando a sus seguidores para rechazar cualquier pérdida producto de “elecciones amañadas”.

Lo que no viene al caso es que una derrota electoral en 2018 sea improbable, sino que este núcleo duro está convencido de que tienen la razón y que esto es su última oportunidad de “recuperar a su país” —es decir, imponer a martillazos una forma fascista del capitalismo-imperialismo estadounidense— y no los va a disuadir una derrota electoral.

No se podrá derrotar al fascismo sin enfrentarlo. No se podrá derrotar negándose a nombrarlo como tal; y Blow, que a menudo ha tachado de fascista al régimen, ha elegido, por la razón que sea, no usar ese término en esta columna. No se podrá derrotar negándose a denunciar lo que Bob Avakian ha llamado

la tríada del fascismo, es decir, la afirmación agresiva irredenta de la supremacía blanca, la supremacía masculina y la supremacía pro Estados Unidos (o el racismo, la misoginia y el patrioterismo xenófobo belicoso, si se quiere usar otra terminología), reforzada con una oposición desafiantemente —y no irredenta pero desafiantemente— ignorante y beligerante hacia la ciencia y al pensamiento racional, en combinación con la aserción igualmente ignorante y beligerante de la “superioridad de la civilización occidental”, como se evidenciaba en el reciente discurso de Trump en Polonia. (de El problema, la solución y los retos ante nosotros).

Una lógica que conduce a apoyar al horror: Tratar de derrotar al fascismo adoptando sus consignas

Y no cabe la menor duda que no se podrá derrotar al fascismo tratando de arroparse con la misma consigna del propio movimiento fascista. Pero Blow agrega:

La Resistencia ha llegado para recuperar a su país y hacer que Estados Unidos vuelva a tener grandeza, lo que quiere decir plantear una amenaza electoral plausible a todo lo relacionado con Trump y a todos los que apoyaron su profanación de este país. (nuestro énfasis)

¿Qué carajos? ¿Esos son los términos según los que se va a luchar contra el régimen de Trump y Pence? La “grandeza estadounidense” ha sido únicamente, y podrá ser únicamente, una consigna arraigada en el Destino Manifiesto que justificaba el exterminio de los pueblos indígenas que originalmente vivían aquí y la esclavización (y luego la continua tortura y superexplotación después del fin de la esclavitud abierta) de los millones de africanos secuestrados y arrastrados en cadenas a este continente.

Por cierto, nótese que el objetivo que plantea Blow aquí no es ni siquiera la derrota electoral directa del régimen Trump y Pence, sino al contrario, lo que se ha reformulado como “plantear una amenaza electoral plausible”. Esta llamada estrategia —en el contexto de los horrores literales que se están perpetrando en este momento contra los inmigrantes y los musulmanes en Estados Unidos, el saqueo del medio ambiente, el relleno teocrático de las cortes, y la agresión y opresión con el respaldo de Estados Unidos en todo el mundo en este momento desde Yemen hasta Somalia, África occidental y Palestina... y en el contexto de las amenazas de horrores contra los negros y otras “minorías”, contra las mujeres y las personas LGBTQ, y el peligro extremadamente realzada de una guerra nuclear catastrófica— es una estrategia para la capitulación y la derrota. Y en este contexto actual, eso es intolerable.

Por una razón, el Partido Demócrata no denunciará ni puede denunciar y oponerse seriamente a esto. Aunque muchas personas oprimidas y trabajadoras votan por ellos, los demócratas representan el mismo sistema capitalista-imperialista que Trump, y lo admiten: defienden el capitalismo, promueven la “proyección del poder estadounidense” (o sea, el imperialismo), promueven el “excepcionalismo estadounidense”, o sea, que Estados Unidos, entre todos los países, es excepcionalmente bueno (cuando en realidad ha sido excepcionalmente rapaz y sanguinario), y así sucesivamente. En otras palabras, los demócratas son un partido que representa los intereses de la clase dominante. Tienen diferencias con Trump, entre algunas diferencias muy serias, pero valoran la continuación del orden y el funcionamiento del sistema más que la posible amenaza a ese orden que podría plantear la agitación política, así que tratan de restringir y cortar las alas de la furia de la gente y canalizarla hacia “cauces seguros”. En el mejor de los casos su objetivo es usar la furia de la gente para poner algún tipo de restricción a Trump; en realidad, su objetivo es hacerla inofensiva. No están dispuestos a arriesgar la estabilidad del sistema denunciando los horrores y la ilegitimidad del régimen fascista de Trump y Pence ni llamando a la gente a las calles para protestar y oponerse a este régimen.

Además, se tiene lo siguiente: Si uno construye un movimiento de acuerdo a la lógica de los demócratas, y ese movimiento tiene la estrategia de trabajar para elegir a los demócratas (perdón, trabajar para postular a unos candidatos que plantean una amenaza plausible), ¿qué pasa cuando Trump trate de salirse de una crisis política interna yendo a la guerra? Luego, cuando la dirigencia demócrata se apresure a demostrar su patriotismo apoyando a Trump (como lo hicieron con Bush II y Bush I y Reagan, y como lo hicieron con sus propios líderes Clinton y Obama en los numerosos actos de agresión que ellos lanzaron o apoyaron), ¿dónde estará? Cuando Trump use tal crisis para aumentar severamente la represión y los demócratas lo apoyen (como lo hicieron con Bush II cuando apoyaron casi por unanimidad a la Ley Patriota y la encarcelación y tortura ilegales de los musulmanes dentro y fuera de Estados Unidos), en una forma que ciertamente podría ser aún peor que bajo Bush... ¿dónde estará?

En su bolsillo... o algo aún peor, con justificación como “unos males necesarios” lo que una vez habría denunciado como crímenes.

SÍ existe la posibilidad de derrotar al fascismo y todavía hay tiempo para hacerlo, si...

Como ya hemos dicho, y esto aún es cierto, esto no quiere decir que Trump tenga todo bajo control ni que las divisiones que existen en la cúpula no puedan llegar a formar parte de lo que termine por sacar a este régimen. Pero esto ni va a continuar como una posibilidad sin un fin definido ni sucederá a menos que millones de personas se tomen las calles en un movimiento no violento sostenido. Esto hace que sea más, y no menos, urgente exigir que la pesadilla termine AHORA y que el régimen sea expulsado del poder; que sea más, y no menos, importante que la gente conozca y le entre o se una con Rechazar el Fascismo; que sea más, y no menos, urgente realmente enfrentar la naturaleza fascista de este movimiento y las raíces profundas de ese fascismo en la sociedad estadounidense y en el sistema capitalista-imperialista que impulsa esa sociedad.

No existe ninguna salida fácil, ningún atajo ni ninguna manera de evitar lo que se necesitará: ¡que millones de personas exijan que se marchen Trump y Pence! — votando con los pies en las calles para hacer que esto suceda.

 

 

 

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