Después del Holocausto, lo peor que le ha pasado al pueblo judío es el estado de Israel.
Bob Avakian, Lo BAsico 5:12
Ante el mundo, se presenta el estado de Israel como una avanzada de democracia y tolerancia en un mar de islam intolerante y hostil empecinado en destruirlo. Para ser considerada una creíble voz aceptada en la política, la academia o los medios de comunicación de Estados Unidos, es necesario ungir a Israel como un defensor en las líneas del frente contra la jihad y una crucial fortaleza en la defensa de “nuestro estilo de vida”.
Cuando Israel realiza acciones que simplemente no es posible defender según el derecho internacional, Estados Unidos las defiende, éstas reciben poca atención en los medios y la crítica que se permite en Estados Unidos se limita a cuestionar levemente la “respuesta desproporcionada” de Israel a lo que siempre tachan de “terrorismo”.
Veamos un ejemplo reciente: En mayo del presente, el ejército israelí violó el derecho internacional abordando el Mavi Marmara en aguas internacionales. Este barco era parte de una flotilla que llevaba material humanitario a los palestinos y desafiaba el bloqueo inhumano e ilegal de Israel contra la parte palestina de la Gaza. Cuando tomaron por asalto el barco, las fuerzas militares israelíes mataron a nueve personas.
Una indagación de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU estableció: “Las circunstancias del asesinato de al menos seis de los pasajeros se dieron de una manera que corresponde a una ejecución sumaria, arbitraria y extrajudicial”. Concluyó que dos pasajeros, incluido un ciudadano estadounidense de 19 años de edad, “fueron baleados a corta distancia mientras yacían lesionados en la cubierta”. Otros cuatro “fueron baleados en el puente pero no participaron en actividades que representaban una amenaza a ningún soldado israelí. En estos casos y otros posibles asesinatos en el Mavi Marmara, las fuerzas israelíes llevaron a cabo ejecuciones sumarias, arbitrarias y extrajudiciales prohibidas por la ley internacional en derechos humanos, específicamente el artículo 6 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos”.
El Consejo de Derechos Humanos de la ONU, de 47 integrantes, votó a favor de ratificar el informe con un solo voto en contra, echado por Estados Unidos. El informe contó con una cobertura sumamente limitada en la prensa en Estados Unidos (ver “UN Report finds Israel ‘summarily executed’ U.S. citizen on flotilla”, de Glenn Greenwald, Salon, 1º de octubre de 2010).
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¿Qué es la naturaleza esencial de Israel? ¿Cómo entender lo que para algunos se parece a un país de paradojas fundado para reparar un gran crimen mientras comete crímenes mayores? ¿Y qué define la relación estratégica entre Estados Unidos e Israel?
La respuesta a estas preguntas no es una cuestión de “discursos contendientes”… se trata de lo que es cierto… y lo que es justo. Para empezar, examinaremos la historia de Israel a fin de conocer la dinámica concreta que condujo a la actual situación y analizaremos el papel que desempeña Israel en el mundo actual.
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Israel: Percepción y realidad
El sionismo: Un proyecto colonial en busca de patrocinadores poderosos
Durante muchos siglos la mayoría de los judíos del mundo vivían como un pueblo oprimido en el este y centro de Europa, esparcidos sobre una extensa región que abarcaba aproximadamente desde los actuales países de Rusia hasta Polonia, Lituania y el oriente de Alemania. En 1900, cerca de los tres cuartos de los once millones de judíos del mundo vivían en esta región y la mayoría de los demás vivían en Estados Unidos y Gran Bretaña, unos países a los cuales emigraron grandes olas de judíos en las anteriores dos décadas. Cantidades mucho menores de judíos vivían a lo largo del oeste y el sur de Europa, el norte de África y el centro de Asia.1
En Europa, los judíos eran víctimas constantes de persecución y hostigamiento, y una severa discriminación en casi toda esfera. A menudo fueron privados del derecho de poseer tierras, segregados en la sociedad y con frecuencia eran objeto de pogromos sanguinarios. Esos pogromos eran brotes de violencia de chusmas, por lo común patrocinados y organizados por las autoridades y de todos modos eran producto de los prejuicios y la hostilidad azuzados por la realeza gobernante y los terratenientes feudales. Esas clases explotadoras opresoras se beneficiaban de la canalización de la furia de los oprimidos en contra de los judíos.
Como un pueblo oprimido, los judíos de esa parte de Europa buscaban muchas soluciones. Para la mayoría de ellos, eso quería decir intentar integrarse en la sociedad mayor (a menudo con la emigración a Europa Occidental o Estados Unidos). Para muchos de ellos suponía su participación en proyectos de emancipación humana universal, es decir, aspirar a un fin a la opresión del pueblo judío como parte de buscar la libertad para todos. Muchos fueron atraídos a la causa de la revolución socialista. Para una minoría quería decir el movimiento sionista enfocado en la formación de un estado-nación judío separado para todos los judíos.
Los fundadores del sionismo, muy particularmente Theodore Herzl, desarrollaron la ideología sionista a fines del siglo 19. Esos fueron tiempos en que las potencias europeas, con Estados Unidos y Japón, entraban a la época del imperialismo. En esos países, los monopolios llegaban a dominar cada vez más el capitalismo y estos monopolios se fusionaron con el capital bancario para formar gigantescos bloques financieros. En cada vez mayor grado, esas potencias exportaban capital a los países oprimidos de Asia, África y América Latina en la forma de inversiones requete-lucrativas en esos países. Aunado a eso, empezaban una febril rivalidad por dominar esas regiones del mundo. Esas potencias capitalistas imperialistas descargaron terribles agresiones militares sobre estas regiones; por ejemplo, Estados Unidos libró una guerra contra las Filipinas a comienzos del siglo 20 y masacró a cientos de miles de personas. Y esas potencias se rivalizaban cada vez más unas contra otras.
Herzl “promocionaba” abiertamente un estado judío ante esas nacientes potencias coloniales, sobre todo Inglaterra, como avanzada colonial. “A Inglaterra, que tiene posesiones en Asia, le debería interesar mucho el sionismo, en pos de una ruta más corta hacia la India pasando por Palestina. Los grandes políticos de Inglaterra eran los primeros en reconocer la necesidad del expansionismo colonial. Por eso, el pabellón de Gran Bretaña flamea sobre todos los mares. Y por ende yo creo que aquí en Inglaterra la idea del sionismo, que es una idea colonial, debería conocerse fácil y rápidamente en su forma más moderna y verdadera”.2
El movimiento sionista inicial siguió ajustando sus metas a las ambiciones y necesidades percibidas de varias potencias imperialistas. Por ejemplo, en un momento cuando los británicos sopesaban las ventajas de un estado colono sionista en sus colonias en el este de África, una importante conferencia mundial de sionismo contempló en serio un plan para formar una “patria” judía en lo que hoy es Uganda (ese proyecto fue abandonado antes de que prosperara). Además, con la instigación de los británicos, los líderes sionistas contemplaban el establecimiento de una “patria” judía en la América del Sur controlada por los británicos. Y se sostuvieron charlas entre los líderes sionistas y los gobernantes de Alemania sobre una posible “patria” judía en la isla de Madagascar dominada por Alemania.
Inglaterra da su aval para un “Ulster judío leal3”en Palestina
La misma dinámica que condujo a Inglaterra y otras potencias imperialistas a repartir y saquear a Asia y África las puso en agudo conflicto unas contra otras. En 1914, esa contienda estalló en la Primera Guerra Mundial. De un bando estaban Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Rusia. Del otro estaban Alemania y los Imperios Otomano (turco) y Austro-Húngaro. Ninguno de los bandos combatía por ninguna causa mayor salvo una mayor tajada del botín. Murieron 16 millones de personas mientras los ejércitos de los imperialistas en contienda masacraban unos a otros y a civiles en pos de ver cuál de los imperialismos se expandiría y cuál sería aplastado. En esa guerra, imperios cayeron hechos cenizas, de más importancia el vasto imperio ruso donde una revolución socialista surgió triunfante. En otras partes del mundo, el viejo orden se derrumbó pero los imperialistas ganadores llegaron corriendo con nuevas formas de dominación.
Uno de los puntos focales de la contienda de la pos Primera Guerra Mundial entre los imperialistas ganadores, en particular de parte de Inglaterra y Francia, fue el Medio Oriente rico en petróleo con una ubicación estratégica. Esa parte del mundo fue arrebatada al derrotado Imperio Otomano turco. Francia se apoderó de Siria y el Líbano. Inglaterra estableció su control sobre una buena parte del resto de la región, inclusive Irak, Jordania y Palestina.
Como se señaló, los líderes del movimiento sionista, empezando con Herzl, habían presentado un estado judío en Palestina como una cabeza de puente estratégica para el imperialismo en la región. Después de la Primera Guerra Mundial, la clase dominante británica actuó con mayor decisión para aprovechar la posibilidad de una entidad sionista. La famosa Declaración Balfour de 1917 declaró: “El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”.
La Declaración Balfour dijo que “no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los derechos y el status político de que gocen los judíos en cualquier otro país”. Pero el Sr. Ronald Storrs, el primer gobernador militar británico de Jerusalén, habló con más franqueza sobre las metas de Inglaterra. Escribió que el apoyo británico al “proyecto [de los sionistas] fue el que lo bendijo, que le dio así como le quitó, creando para Inglaterra ‘un pequeño Ulster leal’ en un mar de arabismo potencialmente hostil”.
¡El pueblo palestino estaba ahí primero!
La mitología del movimiento sionista afirma que Palestina era “un país sin pueblo para un pueblo sin país”. Pero el principal obstáculo al establecimiento de este “pequeño Ulster leal” en el Medio Oriente fue el hecho de que ¡Palestina ya estaba habitada por el pueblo palestino!
Cuando el sionismo moderno surgió en 1880 y empezó a suscitar el interés de las potencias imperialistas, 24 mil judíos vivían en Palestina, al lado de 450 mil palestinos quienes eran los dueños de casi todas las tierras y las trabajaban. La pequeña población judía estuvo compuesta de algunos cuyas raíces remontaban muchos siglos atrás. Otros eran judíos ortodoxos de Europa que por razones religiosas habían emigrado a la ciudad de Jerusalén. En total, los judíos representaron el 5% de la población de Palestina. En 1922, después de varias décadas de la emigración de los judíos desde Europa, patrocinada por el sionismo, el porcentaje alcanzaba un 11 por ciento, según las cifras del censo oficial británico.
En los años antes y durante la Primera Guerra Mundial, la nación palestina nació de la población que había vivido durante siglos en esa parte del mundo. Una naciente economía nacional empezó a cuajarse entre los palestinos con diversas clases sociales. La mayoría de los palestinos eran musulmanes pero una importante minoría, un 11 por ciento, eran cristianos. Los palestinos compartían una cultura e idioma comunes (el pueblo palestino habla un dialecto del árabe) y una emergente infraestructura comercial y autoridad impulsada por el desarrollo de la agricultura capitalista orientada a la exportación y una industria naciente (en particular la producción de aceite de olivo para el mercado mundial). Esta nación palestina siguió forjándose en la resistencia nacional al Imperio Otomano y luego en oposición al dominio colonial británico. Al igual que el caso de los demás países emergentes de Asia, África y América Latina en esos años, la dominación del mundo por el sistema imperialista y poderosos monopolios, con el control del comercio global y la fuerza militar distorsionaba y truncaba el desarrollo nacional de Palestina.
En los años 1920 y 1930 entre las dos guerras mundiales, se dio una intensa polarización política en Europa. Crecían movimientos revolucionarios y surgían viles movimientos reaccionarios. Además de Hitler y los nazis en Alemania, otros movimientos fascistas cobraron influencia en Europa Oriental con una punta de lanza de vil antisemitismo. En esas circunstancias, había tanto presiones sobre el pueblo judío para salir de Europa como la “atracción” de Palestina representada por la Declaración Balfour. Por ende aumentaron la emigración sionista y tanto la compra como el robo de tierras palestinas. Se dieron conflictos armados entre los sionistas y los palestinos y surgió una poderosa fuerza paramilitar sionista.
Además, el mundo imperialista estaba agobiado por una enorme crisis económica, la Gran Depresión, y eso aumentó tanto la polarización política en las potencias imperialistas como los conflictos entre éstas. Todo eso sentó las bases para lo que sería el punto de viraje decisivo: la Segunda Guerra Mundial.
1. American Jewish Year Book , Vol. 1 (1899-1900), p. 285, en www.ajcarchives.org/AJC_DATA/Files/1899_1900_7_Statistics.pdf; Swatos, Jr., William H., compilador, Encyclopedia of Religion and Society, en hirr.hartsem.edu/ency/jews.htm. [regresa]
2. Theodor Herzl: The Complete Diaries, citado en Abdullah Schleifer, The Fall of Jerusalem (Nueva York: 1972), p. 23 en Our Roots Are Still Alive, capítulo 2. [regresa]
3. Durante siglos, Inglaterra, ahora el Reino Unido (R.U.), mantuvo su dominio colonial sanguinario y abierto sobre Irlanda. Invirtió en partes de Irlanda del Norte, a veces llamado Ulster, como una región de mayor desarrollo industrial con un sector importante de habitantes que se identificaban con los intereses del colonialismo británico y luchaban por éstos. Después de la independencia de Irlanda en 1922, Irlanda del Norte siguió bajo la ocupación del R.U. [regresa]