La segregación a la fuerza: La historia de un barrio

Bob Avakian

Obrero Revolucionario #896, 23 de febrero, 1997

En los años 50 y 60, millones de negros se trasladaron de las plantaciones del Sur a los centros urbanos, especialmente del Norte, pero también del Sur. Como señalamos en La pura verdad, verdad liberadora: Cómo este sistema ha oprimido al pueblo negro, cómo se puede acabar finalmente con toda la opresión, el mismo sistema que esclavizó a los negros y que después los sometió a la aparcería y otras formas de explotación semifeudal, ese mismo sistema y su clase dominante, que se benefició de eso debido a las particularidades del modo de producción burgués, ese mismo sistema, después de la II Guerra Mundial, los expulsó de la tierra, sin consideración alguna por todo el trabajo que le habían dedicado ni todo lo que producían.

Hoy, hay ignorantes que dicen cosas como: "Mi familia vino de Polonia (o de donde sea) y tuvimos que vivir en un barrio pobre, pero todos trabajamos duro, los domingos íbamos a la iglesia, mis padres trabajaron y nos dieron un buen hogar; hicieron mucho esfuerzo y salieron adelante; después fuimos a vivir en un barrio mejor. ¿Por qué no hacen lo mismo los negros?". O dicen: "¿Qué les pasa a esos inmigrantes latinos que ni siquiera hablan el idioma que debe ser? Cuando llegamos a Estados Unidos nos pusimos a hablar inglés. Claro que en casa hablábamos polaco, pero aprendimos el inglés. ¿Qué le pasa a esa gente?".

Quiero mencionar nuevamente la serie de TV The Promised Land (La tierra prometida), que presenta poderosamente la experiencia de la migración masiva de negros hacia el Norte después de la II Guerra Mundial, así como el libro The Land of Opportunity (La tierra de la oportunidad) sobre los hermanos Chamber, no los músicos de Misisipí sino los del condado Lee de Arkansas, que fueron a vivir en Detroit durante los años 70 y 80, y llegaron a ser muy poderosos narcotraficantes hasta que les cayó encima el gobierno. Es un libro muy interesante, está bien escrito (tiene una concepción socialdemocrática, pero contiene buenas denuncias y análisis), y el autor entreteje la narración con descripciones de la opresión y explotación en las plantaciones del condado Lee, y de lo que vivieron los negros cuando se fueron a las ciudades en los años 60, 70 y 80.

El libro describe el fenómeno, también retratado en la serie The Promised Land, de que cuando llegaban a las ciudades los negros tenían que ir a ciertos barrios, de los cuales se iban los blancos; iban llegando más negros y la densidad de población aumentaba. No porque los negros tuvieran más hijos que otros, sino porque las normas de las agencias de bienes raíces y de la clase dominante en general los encerraban en esas zonas. No les permitían mudarse, los hacían vivir en esas zonas por fuerza, y la densidad de la población subió enormemente.

Lo mismo ocurrió en Chicago. Cuando familias negras intentaron vivir en los suburbios de Berwyn y Cicero, que eran una especie de enclaves de blancos reaccionarios, los atacaron chusmas con el respaldo de la policía, de servicio y fuera de servicio.

Una vez más, sacaron a los negros de esas zonas a la fuerza. Si compraban casa, se la quemaban. Con trampas y terror los corrían de esas zonas porque el sistema no podía permitir que vivieran ahí; eso reventaría su base y superestructura social, desmantelaría el tejido social.

Ver la realidad patas arriba

En los años 70, cuando vivía en Chicago, vi eso con mis propios ojos. Blancos que se habían mudado a los suburbios y luego a suburbios más lejanos decían al regresar a su antiguo barrio (donde yo vivía) que los negros, latinos y otros inmigrantes los habían arruinado. Decían (con esa actitud que hace recordar las palabras de Mark Twain de que para viver en Estados Unidos se necesita una combinación perfecta de ignorancia y arrogancia): "Cuando vivíamos aquí era un barrio bueno, pero ahora es un basurero. Esta gente lo ha echado a perder".

Teníamos que explicarles que veían patas arriba la relación entre la causa y el efecto. El barrio se volvió un basurero y entonces trajeron o permitieron que entraran negros y otros grupos antes excluidos. Lo transformaron sistemáticamente en un basurero, no los nuevos vecinos sino los bancos, las agencias de seguro, de bienes raíces, los especuladores de propiedades y el gobierno. Los nuevos vecinos no eran la causa y, además, no podían, no les permitían, hacer nada para mejorarlo.

Lo que sucedía (y esto sucedía en muchos barrios de Chicago) era que los negros sacaban un préstamo para comprarse casa, pero eran casas que necesitaban mucha reparación. Para muchos, la casa que podían comprar, lo que el salario les permitía, era una casa que necesitaba mucha reparación, para eso era que podían conseguir el enganche. Para la reparación había que sacar otro préstamo, pero no se los daban. Eso no les convenía a los bancos, no les parecía lucrativo. Es mucho más lucrativo para el banco dejar que uno compre la casa, que la pierda porque no puede pagar la hipoteca, comprarla y volver a venderla a un precio más jugoso, y hacerlo tres o cuatro veces.

Pero al explicar eso a los anteriores vecinos, muchos de quienes eran inmigrantes europeos, me di cuenta de que había que sacarles mucha basura de la cabeza y hacerles comprender lo que en realidad había sucedido; hacerles ver que las causas eran la dinámica del sistema, las fuerzas económicas, y las medidas del gobierno y otras instituciones. A veces, al dar la explicación, nos acusaban de paranoicos, de urdir teorías de conspiración.

Cuando me hablan de conspiraciones, lo que yo digo es lo siguiente: ¡estamos hablando de la clase dominante que intencionalmente vendió a los indígenas cobijas contaminadas de viruela; la misma que aniquiló a los búfalos para hacer imposible la vida de los indígenas y robarles su tierra! ¡Es la misma clase dominante que infectó a hombres negros con sífilis y rehusó curarlos para "estudiar" sus efectos! Etc., etc. Así que no me vengan a decir, cuando estoy hablando de lo que la clase dominante está haciendo hoy, que son "teorías paranoicas de conspiración". La verdad es que si bien hay teorías descabelladas de conspiración (como las que profesan las milicias derechistas y otros de esa índole), las peores conspiraciones atribuidas a la clase dominante probablemente ni se acercan a las maldades que ha conspirado y que sigue conspirando.

La ruina de barrios en conexión con la llegada de negros y otras nacionalidades oprimidas ha seguido un patrón muy consciente y sistemático de parte de la clase dominante, así como de la dinámica "ciega" de la economía capitalista.

Atrapados

Otra dimensión de todo esto, aparte de la compra de casas, es su alquiler. Por ejemplo, conocí y viví en barrios en Chicago en que hoy hay apartamentos en lo que fueron casas para una sola familia, o hay edificios de apartamentos en lo que era una casa de dos pisos para dos apartamentos, uno en cada piso.

Pero para los dueños y las instituciones de préstamos era mucho más lucrativo reconstruirlos para que fueran de seis apartamentos, lo cual implicaba rehacer la instalación eléctrica y las cañerías. Esos edificios no estaban hechos para tantas unidades, cada cual con su propia instalación eléctrica y cañerías; no aguantaban eso. Y cuando se descomponían la electricidad y las cañerías, los dueños no invertían más dinero para repararlas, por lo cual los edificios fueron deteriorándose.

La segregación que por tanto tiempo excluyó a los negros de esos vecindarios, ahora los atrapa, no los deja salir cuando se han descompuesto. Repito, por eso es que la densidad aumenta: por la segregación obligatoria, impuesta por las agencias de bienes raíces, bancos y otras instituciones, y por el terror judicial y extrajudicial.

Cuando el movimiento de derechos civiles desafió todo eso, una vez más el sistema tenía ante sí un momento decisivo: ¿se eliminará por fin toda la discriminación y la opresión? ¿Habrá por fin plena igualdad para las masas negras? Y su respuesta fue un tajante ¡NO! No la habrá y no la podrá haber. El sistema defenderá con fuerza y brutalidad la segregación y la discriminación. Las masas negras seguirán atrapadas y reprimidas en los ghettos. Y aunque la clase dominante permite ciertas concesiones para el desarrollo de la "clase media negra", con el fin de reducir la tensión, esos "negros de la clase media" no pueden escapar la discriminación y una especie de "resegregación" en donde viven y en donde trabajan, ni los insultos racistas, grandes y pequeños, que encaran a diario.

La segregación y discriminación, así como las mil formas de opresión y represión que los negros encaran a diario, no son algo que han "escogido": es lo que el sistema y sus capataces les han impuesto a la fuerza.


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