Gran transición y cambio: El impacto en la mujer

Bob Avakian

Obrero Revolucionario #909, 1º de junio, 1997

Continuamos con una nueva serie de comentarios de Bob Avakian sobre algunos aspectos de la economía imperialista y su efecto en el estado de ánimo de las masas. Este es el sexto artículo.

Quiero hablar sobre otra contradicción social importante y sobre su manifestación hoy: la posición y el papel de la mujer en la sociedad. Hemos empezado a analizar importantes cambios en la posición de la mujer, en Estados Unidos en particular, así como a nivel mundial; y creo que es muy importante que profundicemos en esto desde el punto de vista de los cambios significativos en la economía y su manifestación en la superestructura, política, cultural e ideológicamente.

Como he dicho en otras ocasiones, hoy las contradicciones relacionadas con el papel y la posición de la mujer son sumamente explosivas. En Estados Unidos, la clase dominante claramente está tratando de mitigarlas y contenerlas, o más bien, impedir que se encaminen hacia una explosión radical y revolucionaria. Como dijimos, esa era una tarea de la presidencia de Clinton y por eso lo eligieron y volvieron a elegir después de 12 años de Reagan y Bush, entre otras cosas. Fue una decisión consciente de la clase dominante para calmar las aguas, en particular sobre la cuestión del aborto, y en general sobre la contradicción del papel y la posición de la mujer en la sociedad: para impedir la radicalización de amplios sectores femeninos de la clase media, en particular.

Por un lado, las transformaciones en la economía, tanto en Estados Unidos como en otros países imperialistas y el tercer mundo, han incorporado por necesidad a muchas mujeres a la fuerza de trabajo. Una de las características distintivas del mundo de hoy, que tenemos que investigar más, es la "feminización del trabajo asalariado". En comparación con décadas anteriores, en el tercer mundo hoy hay muchas más trabajadoras asalariadas.

En Estados Unidos se está dando un fenómeno sumamente significativo: la "familia tradicional"—o sea, en que el hombre es el "sostén de la familia" y la esposa es apenas una buena "ayudante" del esposo y los hijos—se extinguió: ya no es la relación familiar dominante. Eso se está expresando de muchas formas en la sociedad, la cultura, la política y la ideología, en diferentes capas sociales. Es algo que ha suscitado mucha confusión. Muchos están buscando diferentes relaciones y arreglos sexuales y familiares.

Por otro lado, y esto es lo que hace que sea tan explosiva esta contradicción, la burguesía necesita imponer agresivamente los "valores tradicionales" y, en gran medida, las relaciones tradicionales. Digo "en gran medida" porque no debemos pensar que la clase dominante tiene "unidad monolítica" sobre esto, ni tampoco que la posición de mayor peso dentro de la clase dominante sea meter a la mujer a la fuerza al hogar como en los años 50 o antes. Hoy eso ya no es posible. Y me aventuraría a decir que incluso los fascistas cristianos, que promueven todos los valores tradicionales asociados con ese papel de la mujer y que ponen como modelos a las que desempeñan ese "papel tradicional", ni siquiera ellos piensan que sea posible obligar a la mujer a desempeñar ese papel tradicional de ser solo ama de casa y "ayudante" de su esposo.

La "familia tradicional"
y la realidad

Esto encierra una ironía indesligable. En cierto sentido, es similar a la de las "madres de la patria" que menciona Claudia Koonz en su libro Mothers in the Fatherland (Madres en la patria). El libro analiza la experiencia de las mujeres nazis en Alemania durante los años 30 y 40: mujeres (como Phyllis Schlafly hoy en Estados Unidos) que propagaban el papel tradicional de la mujer, pero ellas mismas no lo practicaban, pues andaban haciendo proselitismo a favor de los nazis y no podían dedicarse completamente a los quehaceres del hogar y a la crianza. ¡Pero cuando los nazis se consolidaron como partido dominante en el poder, las mandaron a practicar lo que predicaban, les impusieron ese papel "tradicional"! Así que esa experiencia tiene esa ironía.

Pero hoy eso ya no es posible; no lo van a lograr, en particular en Estados Unidos. De hecho, socavaría más la "familia tradicional" (la "familia nuclear" de esposo, esposa e hijos), ya que en la mayoría de los casos esa clase de familia depende de dos ingresos (no solo del ingreso del hombre.)

Los cristianos fascistas son fascistas, pero Estados Unidos hoy no es igual que la Alemania nazi de los años 30 y 40. Un ejemplo saliente es el hecho de que los nazis solo tuvieron un turno en las fábricas de producción bélica casi todo el tiempo que duró la guerra; solo casi al fin las fábricas permanecieron abiertas las 24 horas. Eso les permitió mantener y reforzar la "familia tradicional" y, específicamente, el "papel tradicional" de la esposa/madre, en plena II Guerra Mundial. Hoy, debido a las relaciones económicas y sociales, eso ya no es posible; hoy no puede predominar ser solo esposa y madre que se "queda en casa"; no puede ser la forma dominante de la familia "tradicional" ("nuclear").

En realidad, como otros han señalado, lo que se llama "familia tradicional", la familia en que la esposa no trabaja fuera del hogar, de ningún modo ha sido siempre dominante, ni en la historia humana ni en la de Estados Unidos. Lo fue unas pocas décadas después de la II Guerra Mundial, fue el "modelo", especialmente para las mujeres de la clase media, debido al carácter de la economía estadounidense y mundial, así como a la posición y el papel del imperialismo estadounidense en la economía y la política mundiales durante esas décadas.

Hoy, en Estados Unidos no van a poder crear ese tipo de "relaciones familiares tradicionales" en todos los aspectos, y en particular en el trabajo de la mujer fuera del hogar. No creo que la clase dominante vaya a querer resolver las cosas de esa manera, o sea, meter a la mujer en la casa. La economía no lo permite, ni tampoco conviene a la clase dominante. Pero a nivel social, ideológico y político, va a tratar de imponer muchas normas asociadas con el "papel tradicional". De modo que aunque la mujer esté trabajando fuera del hogar, se le va a imponer cierto modelo, con la ideología que conlleva. Eso ya lo vemos. Por ejemplo, se ataca a las mujeres que tienen que dejar a sus hijos en la casa para ir a trabajar, se dice que no son "buenas" madres porque dedican mucho tiempo al trabajo, aunque la mayoría tiene que trabajar por necesidad.

El impacto del
fundamentalismo islámico

En ciertos aspectos esto es similar a la situación de los fundamentalistas islámicos con su ideología y programa donde llegan al poder. Por ejemplo, en Irán trataron de injertar los aspectos de la superestructura que corresponden a su ideología sobre la realidad económica. No han tratado de volver a las condiciones económicas y materiales de los tiempos del profeta Mahoma. Eso no es posible, así que ni lo intentan.

(Bueno, recientes sucesos en Afganistán demuestran que lo que acabo de decir, también, es una verdad relativa y no absoluta. Hace un año, cuando fundamentalistas islámicos extremistas capturaron la capital de Afganistán, Kabul, sí empujaron a las mujeres a una posición económica y social que corresponde a las relaciones de producción y sociales típicas de los tiempos de Mahoma. Pero no se ha dicho la última palabra y está por verse si pueden imponer eso, o si lograrán mantenerse en el poder, por lo menos sin hacer compromisos con otras fuerzas y, como consecuencia, si no tendrán que ceder en ciertas formas extremas de encadenar a la mujer.)

La experiencia del imperialismo japonés también es instructiva. Cuando se consolidó el capitalismo japonés a fines del siglo 19, se dio un proceso llamado la restauración Meiji, que básicamente injertó la superestructura feudal (o vestigios significativos del feudalismo en la superestructura) sobre la infraestructura de una sociedad capitalista, sobre una base económica capitalista. Mucho de eso perdura hasta hoy. Un ejemplo obvio es el papel del emperador en la sociedad japonesa. A principios de los años 70 viajé a China, y de ida y regreso hicimos escala en Japón, y recuerdo muy claramente las manifestaciones de la cultura y las costumbres feudales, especialmente con respecto a la mujer. Por ejemplo, hasta hoy la mujer tiene que hablar con una voz muy artificial en público, y tengo entendido que una locutora conocida que decidió hablar con su voz normal ha suscitado un escándalo. Esos son ejemplos de aspectos significativos, de vestigios, de feudalismo en la superestructura político-ideológica que se han injertado sobre una base económica capitalista-imperialista muy avanzada (e incorporado en una superestructura predominantemente burguesa que sirve a esa base económica capitalista-imperialista).

Los países del tercer mundo por lo general no tienen una base económica capitalista, pero tienen una base económica distinta del feudalismo clásico y de las sociedades patriarcales de los tiempos de Mahoma. Así que, como regla general, fuerzas como los fundamentalistas islámicos no están tratando de restablecer la sociedad de los tiempos de Mahoma, una sociedad feudal clásica en todas sus formas, porque no es posible. Así y todo, a nivel social, político e ideológico, y en cierta medida a nivel económico, sí están tratando de encajar a la mujer en ciertos papeles. Si no recuerdo mal, creo que fue durante los juegos Olímpicos de verano en Seúl hace unos años que la delegación de Irán no quiso participar en la marcha inaugural porque había mujeres. Así que si bien no están tratando de cambiar todas las relaciones económicas de fondo para que cuadren con su retrógrada superestructura, sí están tratando de imponer muchas normas reaccionarias en la superestructura.

Naturalmente, esto es una contradicción muy explosiva y favorable para nosotros desde un punto de vista estratégico, tanto en los países del tercer mundo como en los imperialistas. Pero tenemos mucho trabajo que hacer para actualizar y concretar al máximo este aspecto estratégicamente favorable para que contribuya y fortalezca la lucha revolucionaria general.


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