La revolución sexual y los sueños de un mundo nuevo

Los años 60: Revocar veredictos justos va en contra de la voluntad del pueblo

Li Onesto

Obrero Revolucionario #992, 31 de enero, 1999

Es muy irónico que los conservadores hayan pintado a Bill Clinton como símbolo de los años 60 y aprovechado la inquisición para culpar al movimiento de los 60 por una "decadencia moral" y cosas como "infidelidad conyugal". El ideólogo derechista William Bennett--cuya misión es "enderezar al país"--se persigna y dice que los críticos de la inquisición aplauden "una nueva actitud acerca de las relaciones sexuales, una actitud profundamente influida por la revolución sexual". Desde luego, ideólogos como Bennett no mencionan que ser mujeriego no es algo que empezó en los 60; al contrario, es un "privilegio" centenario de la sociedad patriarcal. En vista de tantas aventuras de congresistas republicanos que han salido a la luz últimamente, el Congreso se debería llamar "patriarcas con Viagra". La derecha ha redoblado sus ataques ahora, pero ya lleva un buen rato atacando "los 60" y la "revolución sexual".

Newt Gingrich ha dicho que el país se desvió de "los valores tradicionales americanos" por culpa de la "contracultura" de los 60. La publicación derechista The American Enterprise ve los 60 como "un período confuso" y "un colapso nervioso nacional". En 1995, el senador de Missouri John Ashcroft dijo en una charla al congreso de la Coalición Cristiana: "La infección de los mantras de los 60 perjudicó el sistema inmunológico del país. En vez de buscar lo mejor, empezó a conformarse con lo más inferior". Los primeros dos capítulos del libro reaccionario de Robert Bork Slouching Toward Gomorrah (Desliz hacia Gomorra) se dedican al "nihilismo revolucionario" de los 60 que, según el autor, "soñaba con la revolución y la destrucción de las instituciones".

*****

Me acuerdo muy bien que en esos años yo también "soñaba con la revolución y la destrucción de las instituciones". La "revolución sexual" fue muy liberadora. Yo crecí en Berkeley cuando el "American way of life" se puso en tela de juicio: lo analizamos, lo cuestionamos, lo criticamos y, en muchos casos, lo rechazamos. Buscábamos nuevos criterios para guiar las relaciones entre hombres y mujeres, así como el papel de la mujer en la sociedad... y una nueva moral basada en la igualdad, la liberación de la mujer y en no tratar a los seres humanos como objetos. Como señaló un historiador, el movimiento de liberación de la mujer de los 60 "transformó las ideas de la mayoría acerca del potencial y la capacidad de la mujer y su derecho a realizarse".

Nuestra generación creció con los rezagos de los 50, cuando los negros no podían tomar agua de las mismas fuentes que los blancos, y se daba por sentado que a la mujer le correspondía el quehacer y cuidado de los niños, y que no debía quejarse. Pero con los 60 entramos a una década de grandes cambios y movimientos sociales.

De niña miraba programas de televisión como Leave it to Beaver y Father Knows Best (Papá lo sabe todo), donde las madres estaban en casa haciendo pasteles y galletas (con tacones y collares de perlas). En realidad, mi madre, como muchas señoras, tenía que trabajar por necesidad económica, al igual que la mamá de mi mejor amiga, divorciada con dos hijos. Me acuerdo que en una ocasión dijeron que mi amiga era de "una familia destruida", como si el divorcio dañara a los hijos de por vida. Su padre vivía con la novia en Los Angeles; no podían casarse porque ella era asistente de vuelo y tenía que ser "soltera" (o perder el trabajo); tampoco podía subir de peso o pasar de los 32 años.

En 1967 cuando entré a la secundaria, las faldas de las niñas tenían que bajar hasta la rodilla y los chicos no podían andar de pelo largo. En educación física nos enseñaron "básket para niñas", con reglas especiales; por ejemplo, había que dar tres pasos y luego encestar. (A lo mejor, pensaban que no teníamos la fuerza para hacer un "lay-up" o que íbamos a parecer marimachos.) Las clases de "educación sexual" eran ridículas. No se podían conseguir anticonceptivos y el aborto era ilegal. Como adolescentes, Ħteníamos razones de sobra para rebelarnos!

La primera protesta ocurrió cuando suspendieron a dos compañeras por vestirse de pantalones. Poco después suspendieron a un amigo por tener un "símbolo de paz" en la camisa. Y eso pasó en Berkeley después del Movimiento de Libertad de Expresión, que estremeció la universidad. Entonces, muchas compañeras empezaron a desafiar a las autoridades; iban a clase vestidas de pantalones. Asimismo, más estudiantes se ponían "símbolos de paz" y botones contra la guerra de Vietnam. De repente, la dirección de la escuela decidió que sería más conveniente cambiar las reglas.

De niña estaba consciente de las restricciones a la mujer, de que la sociedad la consideraba inferior al hombre. Pero, más que eso me acuerdo que todo cambió casi de la noche a la mañana y la fuerza con que las mujeres se rebelaron contra la opresión. La "familia tradicional", donde se suponía que la mujer se quedaba en casa para cuidar a los niños, chocaba con la realidad pues muchas mujeres trabajaban y estudiaban en la universidad. La mujer alzó la cabeza y buscó un futuro diferente; se rebeló contra su papel tradicional, la discriminación y el machismo.

En la prepa, a finales de los 60 y principios de los 70, millones de personas protestaban contra la guerra de Vietnam, el movimiento de liberación negra estaba en su apogeo y la liberación de la mujer era muy candente. En las calles protestaban mujeres contra la guerra y participaban en las luchas de liberación nacional de los negros, los chicanos y otras nacionalidades oprimidas. El movimiento de la mujer crecía a todo vapor. En 1968, una coalición de grupos femeniles por la paz convocó una protesta en Washington, D.C., con la participación de 5000 mujeres. Las más radicales--quienes no estaban de acuerdo con la imagen de la mujer como "esposas y madres de combatientes" proyectada por las organizadores--hicieron una marcha fúnebre; cargaron un monigote de "la femininidad tradicional" al cementerio Arlington para enterrarlo.

Nacieron muchos grupos de mujeres en todo el país: grupos grandes, colectivos chiquitos, periódicos de mujeres. Sacaron declaraciones y documentos acerca de la opresión de la mujer y las metas de liberación del movimiento. Hubo debates encarnizados sobre muchos temas. Las mujeres más radicales y combativas consideraban que había que luchar contra el sistema y criticaban a las que proponían trabajar "dentro del sistema". Se platicaba del racismo y de cómo animar la participación de mujeres negras, pues el movimiento de la mujer era mayoritariamente blanco. Otro tema muy debatido era si la causa de la opresión de la mujer es "el hombre" o el sistema patriarcal de capitalismo.

En 1968, un periódico radical anunció la fundación de "Un Frente de Liberación femenina.... Para cuestionar: toda estructura social fálica.... Exigir el aborto y anticonceptivos gratis... el cuidado comunal de niños por hombres y mujeres de toda edad...". Otros artículos exhortaban a practicar karate para autodefensa, no casarse, no tener hijos y no maquillarse. En Nueva York, un grupo de mujeres protestó contra la familia nuclear patriarcal en la oficina de licencias matrimoniales; abogó por eliminar el matrimonio y por el cuidado colectivo de niños. Al igual que los nacionalistas negros revolucionarios--que se cambiaron el nombre porque no querían llamarse por el nombre de esclavo--algunas mujeres se cambiaron el apellido, rechazando la tradición patriarcal de usar el apellido del padre antes de casarse y después el del marido.

El derecho al aborto era cuestión de vida o muerte; de 500 a 1000 mujeres morían cada año por legrados clandestinos. En 1969, los hospitales de Nueva York admitieron a 6524 mujeres que sufrían de septicemia o complicaciones de abortos incompletos. El Colectivo Jane de Chicago se propuso ofrecer servicios de aborto (ilegal) sin arriesgar la salud. La falta de control reproductivo perjudicaba la vida de muchísimas mujeres, y no simplemente la salud: el derecho a escoger si tener hijos o no es el meollo de la liberación de la mujer. Sin él, la mujer es una esclava. En 1969 y 1970, grandes manifestaciones atacaron las leyes contra el aborto; se exigía aborto a solicitud y sin pedir disculpas.

Se formaron miles de grupos de "concientización" en todo el país; en algunos, las mujeres simplemente compartían sus experiencias, pero otros se proponían elevar la conciencia revolucionaria acerca de la opresión de la mujer y la importancia de su participación política. Se organizaron reuniones públicas, como la del grupo radical Redstockings en 1969 con asistencia de 300 personas, donde 12 mujeres relataron las dificultades que pasaron para hacerse un aborto ilegal. Asimismo, un colectivo de Boston sacó el bestseller Our Bodies, Ourselves (Nosotras y nuestros cuerpos) que abordó temas como la sexualidad, el aborto, enfermedades venéreas, el embarazo y "Mujeres, medicina y capitalismo".

Hubo protestas y plantones contra el machismo de la prensa, por ejemplo, contra revistas importantes como Newsweek y Ladies Home Journal. Un grupo de mujeres interrumpió una reunión de accionistas de CBS; otro se tomó las oficinas del San Francisco Chronicle. Se condenó el trato de mujeres como mercancía y objetos sexuales. Estudiantes de la universidad Grinnell College de Iowa hicieron una protesta muy graciosa: se desnudaron en una charla de un representante de Playboy acerca de "La filosofía de Playboy" y exigieron que él se quitara la ropa también; el tipo huyó. En 1968, unas mujeres interrumpieron el espectáculo de Miss America y Ħentraron al auditorio cargando un borrego! En 1969, una manifestación por la liberación de la mujer, "ĦLibertad para nuestras hermanas! ĦLibertad para nosotras!", en New Haven, Connecticut, exigió libertad para presas del Partido Pantera Negra que estaban embarazadas y no recibían atención médica adecuada. En enero de 1971, 300 mujeres acudieron a la primera reunión pública contra la violación en una iglesia de Manhattan.

Recordar esa época liberadora hace resaltar lo reaccionarios que son los ataques contra los 60. Cuando William Bennett y otros de su laya maldicen la "revolución sexual de los 60", hay que preguntar: żA poco debemos regresar a una situación en que se golpeaba y se violaba a tantísimas mujeres y no se alzaba la voz? żA una época cuando la mujer no tenía el derecho de controlar su propia reproducción? żUn tiempo cuando debía aceptar el papel opresivo de "ama de casa", cuando se criticaban los matrimonios entre blancos y negros, cuando era muy difícil divorciarse, cuando el adulterio era delito?

Como Mao Tsetung dijo: "Revocar veredictos justos va en contra de la voluntad del pueblo".

Fue sumamente interesante ser una joven que quería entender su propia "identidad sexual" en los 60. Tenía un hermano y una hermana mayores; vi el dolor que les causaron los rituales de noviazgo tradicional. Con las compañeras me metí de lleno a las protestas contra la guerra de Vietnam y la lucha contra la opresión nacional; eso nos abrió un nuevo mundo, donde sentíamos nuestra fuerza como mujeres capaces de contribuir a la lucha al igual que los hombres. No nos daba pena cuestionar a los compañeros; les hablábamos directamente, sin pelos en la lengua. Criticábamos las actitudes machistas. Y en las protestas, no nos dejábamos "proteger" marchando en la retaguardia; al contrario, luchábamos hombro a hombro con los compañeros contra la policía.

Fue una época caótica, de gran creatividad, pasión, experimentación sexual y debates filosóficos interminables. Platicábamos hasta la madrugada acerca de la nueva sociedad que queríamos ver, con plena igualdad entre hombres y mujeres, donde las relaciones sexuales no estarían condicionadas por necesidad económica ni por conceptos machistas de belleza y amor; al contrario, serían parte de una relación de respeto mutuo entre iguales. Estudiamos historia, economía y filosofía para entender las causas de la opresión de la mujer. Nos enfrascamos en grandes debates sobre el tema de la igualdad de la mujer: żse podía lograr en el sistema capitalista o sería necesario tumbarlo y luchar por un mundo sin clases, un mundo comunista?

Adquirí mayor conciencia acerca de cómo el imperialismo yanqui oprime a los pueblos del mundo y lo rechacé cabalmente, pues ya era antiimperialista, revolucionaria; sentía una gran solidaridad con las combatientes revolucionarias de Vietnam. Igual que muchos compañeros, vi que nuestra lucha en Estados Unidos era parte de un gran auge de lucha antiimperialista en todo el planeta y que para liberar al mundo de la opresión hacía falta ni más ni menos que la revolución armada. Participaba en la Unión de Estudiantes Asiáticos de la prepa y para recaudar fondos hicimos una camiseta con serigrafía que tenía la imagen de una combatiente vietnamita con su rifle; fue mi uniforme durante el último año de prepa.

La Revolución Cultural en China me impactó profundamente, sobre todo respecto a la cuestión de la liberación de la mujer. En esa sociedad socialista, "ĦLa mujer sostenía la mitad del cielo!" y las masas estaban luchando por eliminar la sociedad de clases, la desigualdad y toda forma de opresión, en particular la opresión de la mujer. Se libraba lucha de clases contra todas las instituciones e ideas feudales que subordinaban a la mujer. Compañeras que viajaron a la China revolucionaria de Mao contaron que por primera vez caminaron por la calle sin temor, y que el cuidado infantil colectivo y las cocinas comunales posibilitaban la plena participación económica y política de la mujer. La China maoísta abrió la puerta a un nuevo mundo de la liberación de la mujer, y me hizo ver grandes posibilidades y la lucha que se requiere para plasmarlas en realidad.

Captamos las interconexiones, que las relaciones familiares se desprenden de las relaciones de propiedad de la sociedad. Teníamos un criterio social: los niños deben ser responsabilidad de todos en vez de propiedad de los padres; tener hijos no es lo primordial para la mujer; lo más importante es contribuir a la revolución, a cambiar las relaciones sociales e ideas tradicionales para la humanidad. El poema de Mao "Oda a la flor del ciruelo" expresaba nuestro sentir: mas no pretende para sí la primavera/ se contenta con anunciar su presencia/ Cuando las flores de la montaña se abran plenamente/ se la encontrará en medio de todas ellas riendo.

Hoy los conservadores declaran que el "amor libre" y las "ideas liberales de sexualidad" de los 60 han suscitado una "decadencia moral", cuando en realidad durante esa época millones de personas bregaron contra la opresión de la mujer y forjaron una moral sexual liberadora. Lucharon contra el machismo en el trabajo y en las escuelas. Amas de casa de la clase media se reunían para platicar de relaciones opresivas de la familia, de cómo la mujer se agotaba en quehaceres monótonos como cocinar, limpiar y cuidar a los niños. Se hablaba más libremente de las relaciones sexuales; fue un momento de experimentación y de rechazar los criterios puritanos y opresivos de no recibir educación sexual, "no tener relaciones sexuales antes de casarse" y no gozar de ellas.

Gracias a la lucha de los 60, en la sociedad en general cambió, en teoría y práctica, el papel de la mujer, comparado con los años 50. Otros frutos de nuestra lucha fueron mayores oportunidades para la mujer en el mundo del trabajo y en la universidad, además de derechos reproductivos. Captamos que la única fuerza capaz de cambiar el mundo son las masas y, como revolucionarios, entendíamos muy bien que las instituciones reaccionarias del estado imperialista--cortes, leyes, Senado, fiscales especiales e inquisidores--jamás podrán resolver nuestros problemas... y ni tienen derecho de opinar al respecto, mucho menos cuando se trata de moral sexual.

Hoy, los políticos burgueses hablan de "responsabilidad personal"; dicen que los individuos deben resolver sus propios problemas, pero en los 60, millones de personas empezaron a captar que el problema es el sistema económico, político y social del capitalismo. Estábamos convencidos de que el pueblo y la sociedad en conjunto debían resolver dichos problemas. Fue muy emocionante, pues éramos chamacos nada más, pero asumimos la responsabilidad de cambiar el mundo. Nos rebelamos contra "el podrido sistema", y llegamos a captar que la familia nuclear y los papeles tradicionales del hombre y la mujer forman parte de las relaciones económicas y sociales que tenemos que rechazar y barrer.

En la época de los 60 establecimos nuevas normas de igualdad para hombres y mujeres en el trabajo, en la escuela, en las reuniones políticas y en la cama. Buscamos nuevas formas de vivir y de criar los niños, formas de responsabilidad colectiva para el quehacer y el cuidado infantil. Ningún niño se consideraba "ilegítimo". Se reconoció que el divorcio--antes considerado "un fracaso"--era positivo para muchas mujeres, y no se consideró que el matrimonio tradicional fuera la máxima expresión del amor y compromiso de una pareja.

Para tipos como William Bennett, quienes pretenden imponer "valores familiares"--es decir, el patriarcado tradicional--los años 60 fueron una pesadilla. En cambio, para los que queremos acabar con la desigualdad entre hombres y mujeres, los experimentos y nuevas concepciones de esos años son muy valiosos.

Ahora cuando analizo ese período, me queda claro que en muchos casos se quería reformar un sistema patriarcal que de por sí oprime a la mujer. Algunos de los experimentos, como el "amor libre", solo cambiaron la forma de opresión de la mujer. Se luchó fieramente contra el machismo en el seno del movimiento revolucionario; por ejemplo, las compañeras del Partido Young Lords bregaron por sacar el "machismo" del programa del partido y reemplazarlo con igualdad entre hombres y mujeres. Se debatía la importancia de la liberación de la mujer para la revolución contra toda forma de opresión.

En todo caso, un rasgo primordial de los años 60 fue que millones de personas lucharon contra las instituciones e ideas que oprimían (y oprimen) a la mujer. En el movimiento revolucionario, luchamos por nuevas normas revolucionarias de igualdad, o sea, no tratar a las personas ni las relaciones sexuales como mercancía, y que el "amor" y la sexualidad encierren una lucha tenaz contra la opresión de la mujer. Estábamos forjando una nueva moral sexual revolucionaria.

En sus ensayos sobre la moral revolucionaria, Bob Avakian aborda el tema de una nueva moral comunista; dice que la base de dicha moral está concentrada en lo que los maoístas llaman "las 4 todas": la supresión de todas las diferencias de clase (o "diferencias de clase en general"); la supresión de todas las relaciones de producción en que estas descansan; la supresión de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción; y la subversión de todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales. Señala:

"Entre los principios comunistas está la meta decisiva de superar todas las desigualdades entre el hombre y la mujer, y entre diferentes pueblos y nacionalidades. El punto de vista y la metodología comunistas dejan en claro que la opresión de la mujer está inextricablemente ligada a la división de la sociedad en clases y a toda la explotación y opresión que la han acompañado por milenios, y que la abolición de esa explotación y opresión, y de las diferencias de clases en sí, está inextricablemente ligada a la emancipación de la mujer. Mejor, dicho, la emancipación de la mujer es una parte crucial de `las 4 todas' y hay que evaluar todos los aspectos de las relaciones sexuales y familiares desde el punto de vista de su relación con esa emancipación".

Los años 60 estremecieron al país, pero la clase dominante siguió en el poder, no se tumbó al sistema. Con los grandes cambios en Estados Unidos y en el mundo, muchas cosas progresistas logradas por la lucha de aquella época no han sobrevivido; han caído víctima de la cooptación, la corrupción o la represión. Sin embargo, quedan rasgos de la cultura de los 60 y son una espina clavada en el costado de los defensores del sistema capitalista.

Los fascistas cristianos odian los años 60 porque en aquella época millones de personas cuestionaron la imposición del patriarcado, un pilar clave de la "tradición judeocristiana" y de los "valores tradicionales". William Bennett y compañía opinan que esa época fue un desmadre, que puso el país patas arriba, que casi acaba con "todo lo bueno de América". Pero en realidad, el problema no es que los 60 fueron "demasiado radicales"; al contrario, Ħhacen falta cambios más profundos! Le toca a la nueva generación desencadenar la furia de la mujer como una fuerza poderosa para la revolución.

Este artículo se puede encontrar en español e inglés en La Neta del Obrero Revolucionario en:
www.mcs.net/~rwor
Cartas: Box 3486, Merchandise Mart, Chicago, IL 60654
Teléfono: 773-227-4066 Fax: 773-227-4497
(Por ahora el OR/RW Online no se comunica por correo electrónico.)