La esclavitud, la supremacía blanca y la democracia en Estados Unidos
El historiador Edmund S. Morgan, en su libro Esclavitud y libertad en los Estados Unidos: De la colonia a la independencia, citado por David Brion Davis en su libro Inhuman Bondage [Esclavitud inhumana], dice que para Jefferson y otros esclavistas de Virginia como George Washington (“el padre de nuestro país”) y James Madison (quien fue el autor principal de la Constitución estadounidense y que también llegó a ser presidente de Estados Unidos), había cierto tipo de unidad —una unidad de contrarios, como diríamos los comunistas— entre cómo veían a los blancos, y por otra parte a los africanos negros, a los mulatos y a los indígenas. Aquí, voy a citar a Morgan y hacer algunos comentarios sobre lo que dice, para destacar los puntos esenciales.
Morgan señala: “Así, en Virginia, el racismo concentró el temor y el desprecio que los hombres de Inglaterra, fueran Whig o Tory, monárquicos o republicanos, sentían por las inarticuladas clases bajas” de su propia “raza”. Lo que Morgan muestra es que en Europa, ya sea de parte de los “liberales” o de los “conservadores” (los Whig y los Tory), había un desprecio abierto, especialmente entre las clases dominantes altas y sus representantes políticos, por la “chusma ignorante” de las clases bajas, mientras que en Estados Unidos esto no se manifestó exactamente de la misma manera debido a que mucho de este desprecio se desviaba, por así decirlo, y se dirigía hacia las masas negras —que en su inmensa mayoría estaban esclavizadas, especialmente en el Sur— y hacia los mulatos y los indígenas.
Morgan prosigue — y esto es muy importante en términos del desarrollo general de la democracia burguesa en Estados Unidos: “El racismo hizo posible entre los blancos de Virginia el desarrollo de una devoción por la igualdad” —una igualdad para los blancos, hay que recalcar— “que los republicanos ingleses habían declarado que era el alma de la libertad”. Y Morgan señala que una de las cosas que lo hizo posible fue que en Virginia “había muy pocos pobres como para que eso importara”. En otras palabras, debido al racismo y a que veían a los africanos, a los mulatos y a los indígenas como seres inferiores que realmente no merecían la libertad, los blancos de Virginia, sin ver ninguna aguda contradicción, podían pronunciar, como lo hizo Jefferson en la Declaración de la Independencia, nobles principios sobre la igualdad y los derechos inalienables de todas las personas. Se referían a la gente blanca —y más específicamente de los hombres blancos—, a la vez que excluían explícitamente a los otros grupos de personas — muy especialmente a la gente de origen africano que habían esclavizado. Una cosa iba con la otra: la inclusión de algunos y la exclusión de otros, la idea de la igualdad entre los blancos (aunque ésta tampoco fuera realidad) y la subyugación y la esclavización de las personas negras, mulatas e indígenas. Aquí están la paradoja y la ironía, aquí está una profunda contradicción, incorporada en Estados Unidos de América desde sus mismos inicios: Estos virginianos, cuyas ideas han ejercido una influencia muy grande en el concepto de la libertad en Estados Unidos —y la encarnación de esto en los documentos de fundación de Estados Unidos— representaban los intereses de la clase esclavista entre los blancos, pero al mismo tiempo podían declarar que estaban hablando en términos universales acerca de la libertad para todas las personas. Podían proclamar una república, en oposición a una monarquía, podían exaltar los principios de un gobierno compuesto de representantes elegidos por el pueblo, y las libertades asociadas con el republicanismo —y podían creer en esto—, aun cuando al mismo tiempo practicaban y defendían la esclavitud, así como otras formas de explotación y opresión.
Como plantea Morgan: “al agrupar a los indígenas, mulatos y negros en una sola clase paria” —es decir, al ponerlas en una categoría de seres que no iban a considerar realmente como humanos y no iban a otorgarles los derechos y libertades que los seres humanos deben tener— “los virginianos habían allanado el camino para agrupar de forma similar en una sola clase de amos a los dueños de las plantaciones grandes y pequeñas”. Nuevamente aquí vemos la unidad dialéctica (contradictoria) entre la exclusión de una parte de la sociedad, y la idea de la unidad de las otras —identificadas como las blancas— incluso con las divisiones de clase entre éstas.
Morgan plantea una conclusión muy profunda: “El racismo se convirtió en un ingrediente esencial, aunque no reconocido, de la ideología republicana que les permitió a los virginianos” —como Washington y Madison, así como Jefferson— “dirigir a la nación”3.
Esto habla de una muy importante particularidad, o peculiaridad, de la sociedad burguesa y los principios de la democracia burguesa tal como se desarrollaron desde los mismos comienzos de Estados Unidos y tal como se han desarrollado históricamente ahí. Como señala David Brion Davis, Morgan argumenta que la esclavitud racial le permitió a la clase de esclavistas propietarios de plantaciones de Virginia cooptar a los blancos más pobres y así perpetuar una sociedad sumamente explotadora y desigual bajo el estandarte de la libertad republicana. Como señala Davis: “La esclavitud y el racismo de Virginia se convirtieron, paradójicamente, en la base social e ideológica para el compromiso de Estados Unidos con la libertad y la igualdad” (Inhuman Bondage, p. 135).
Es muy importante entender esto, no sólo en relación con la fundación de Estados Unidos, sino también en relación con sus implicaciones y sus consecuencias a lo largo de la historia de Estados Unidos, hasta el día de hoy. La ideología republicana y las nociones de la libertad que han caracterizado la forma en que se ha concebido y dirigido Estados Unidos, de hecho han incluido, como elementos fundamentales, el racismo y la opresión del pueblo negro y de otra “gente de color”: la exclusión de estos grupos —de forma abierta y explícita, o al menos en la realidad y en la práctica— de la noción y aplicación imperantes de la libertad, y su subyugación desde los meros comienzos y en el funcionamiento esencial de Estados Unidos. Y ha habido una clara tendencia a que esto contribuya de diversas maneras a mellar los conflictos de clase en general en la sociedad estadounidense y a la conciencia de clase del proletariado — particularmente entre los blancos, pero también de manera diferente en el pueblo negro y otras nacionalidades oprimidas.
Todo esto está relacionado con la primera ironía que mencioné: Jefferson hablaba de una sociedad agraria basada en los pequeños agricultores como la sociedad modelo pero en realidad, y contrario a eso, de forma consecuente defendió y luchó por los intereses de la clase esclavista; y la sociedad agraria que en realidad él encarnaba, y de la que era un vocero, era un sistema de plantaciones esclavistas.
La democracia burguesa, el elitismo burgués
La segunda ironía es que, aunque Jefferson exaltaba a los pequeños agricultores y la noción de una sociedad basada en los pequeños agricultores, creía firmemente que era necesario dirigir a tales pequeños agricultores y que a éstos los encabezaran miembros de una capa social más privilegiada, en términos económicos e intelectuales — de la cual el Jefferson mismo era un representante. Y aquí hay una ironía dentro de esta ironía, por así decirlo: en lo que se refiere a los “demócratas jeffersonianos” —esto se aplica a los demócratas burgueses más en general, pero en particular a aquellos que defienden y exaltan a Jefferson y sus ideas e ideales como el modelo de una grandiosa sociedad, aun cuando aún no se haya logrado en toda su extensión—, ¡muchos de ellos figuran entre aquellos que están muy prestos a atacar a los comunistas, y en particular a Lenin y su obra ¿Qué hacer?, por supuesto elitismo! Con qué frecuencia les hemos escuchado decir cosas como: “¡Los comunistas como Lenin piensan que las masas son demasiado estúpidas para saber lo que es bueno para sí mismas! Ellos piensan que estas masas tienen que tener una élite de intelectuales para darles órdenes y decirles lo que es bueno para sí mismas, ya que son muy estúpidas para saber qué es lo que realmente quieren y necesitan — eso es lo que es el punto de vista de los comunistas, eso es lo que argumenta Lenin en el ¿Qué hacer?”
Aquí no tengo tiempo de adentrarme en todas las maneras en que eso es una burda distorsión de lo que Lenin estaba argumentando realmente en ¿Qué hacer? Pero el hecho es que la esencia de lo que él argumenta en esa obra es todo lo contrario a estas acusaciones: Él insiste tanto en la capacidad como en la necesidad de que las masas entiendan las dinámicas básicas de la realidad objetiva, y de la sociedad humana en particular, para poder luchar conscientemente por transformar la sociedad, por hacer la revolución con el objetivo final de crear un mundo comunista. Lenin recalca que ésta es la única forma en que en realidad se puede hacer esa transformación tan radical de la sociedad. Y, sí, insistió que las masas necesitan una vanguardia que las dirija en esta lucha — una vanguardia cuyo propósito precisamente es capacitar a las masas mismas para que hagan la revolución, y no sustituirlas (o tratar de sustituirlas) al hacerla.
Así que ésta es la “ironía dentro de la ironía”: Muchos de estos demócratas jeffersonianos (burgueses) nunca se cansan de acusar de “elitismo” a los comunistas, y a Lenin en particular, y no obstante su héroe y modelo, el mismo Thomas Jefferson, era un firme creyente en la idea de que la gente del común necesitaba que una elite económica e intelectual la guiara hacia una sociedad virtuosa. Ésta es la lógica que Jefferson habría seguido, si realmente hubiera tratado de crear una sociedad así — lo cual no hizo.
Las mercancías, la polarización, la desigualdad y la explotación
Y la tercera ironía: Si la sociedad de pequeños agricultores de Jefferson de hecho se hubiera creado —y existen muchas razones por las que no fue posible hacerlo, pero si se hubiera podido hacer—, en poco tiempo habría engendrado y habría sido suplantada por la polarización y la aparición de élites que gobernaran a la “gente del común”. Si se tiene una visión de una sociedad compuesta por una gran cantidad de agricultores, cada uno que posee una pequeña parcela de tierra y que la cultiva de forma independiente, bueno, primero que todo existen muchas “condiciones naturales”, por decirlo así, que tendrán diferencias entre estos agricultores —diferentes condiciones del suelo, de la topografía y de otros factores ambientales y geológicos— que favorecerían a unos y no a otros.
Por ejemplo, miremos a la misma Virginia. Señalé esto en la charla “Revolución”4. ¿Por qué hay una Virginia del Occidente? La razón básica es que el territorio de este estado —que antes de la guerra de Secesión era la parte occidental de Virginia— tiene un terreno muy diferente que la mayoría del resto de Virginia: esta zona occidental es muy montañosa y rocosa, tiene mucho carbón, pero no es tan propicia para la agricultura en pequeño ni para la agricultura en general (hay algunos cultivos en pequeño, pero no es tan favorable para la agricultura como otras partes de Virginia, ni otras partes del Sur, que tienen un suelo mucho más rico). Esa es la razón subyacente por la que, en la época de la guerra de Secesión, esta parte occidental del estado se separó de Virginia y de la Confederación: ahí, las condiciones económicas y los intereses de la gente eran muy diferentes.
También está la cuestión muy importante de cómo están situadas las diferentes parcelas de tierra con respecto al agua y otros factores que les dan ventajas (o desventajas) a aquellos que poseen la tierra. Estas diferencias, y sus efectos y consecuencias en términos del rendimiento agrícola y factores relacionados, se harían valer por sí mismos, aunque se comenzara con una situación en que todos tuvieran una granja de más o menos el mismo tamaño, y muchos pequeños agricultores independientes realizaran cultivos en pequeña escala, familiares — con todo el patriarcado y la supremacía masculina que acompaña eso. Hubiera habido desigualdades dentro de estas familias y granjas familiares, y hubieran habido el desarrollo de una polarización y unas desigualdades entre los diferentes agricultores, aunque si simplemente se tomara a una región de Estados Unidos como el Sur, por no decir nada del hecho de que se habían formado tierras de cultivo más hacia al occidente, había granjas de otro tipo en el nororiente de Estados Unidos en sus comienzos, y además había agricultura en otros países y había comercio mundial, lo cual habría penetrado en todo esto y habría afectado e influenciado la polarización que ya se desarrollaba dentro de la sociedad de base agraria en Estados Unidos. E imaginemos que de alguna manera el gobierno dijera: “Muy bien, aplicaremos el ‘modelo jeffersoniano’: todos tienen que ser pequeños agricultores —o, si no todos tienen que ser pequeños agricultores, al menos la base de toda la economía y de toda la sociedad tiene que ser los pequeños agricultores— y si alguien comienza a crecer mucho más que los demás, en términos de tenencias de tierras, le quitaremos una parte de sus tierras y se las daremos a otros, para que de nuevo habrá distribución más igual de las tierras en pequeñas granjas en todo el país”. Pues bien, con el tiempo esto habría suscitado guerras y conflictos armados, porque aquellos a los que se les hubiera puesto trabas de esa manera (a los que les quitaran tierras para “equilibrar” las cosas) se habrían resistido, y si se hubiera seguido haciendo esto, ellos se hubieran rebelado y tomado las armas.
Y además, de nuevo, existe todo el mercado mundial y su influencia en todo esto. En los años de la fundación de Estados Unidos, si se examina la venta del algodón, tabaco y otros productos, como el azúcar, del Sur, ¿a dónde iban estos? En gran medida, iban al mercado mundial, a Europa y a otros lugares. Para mantener una situación más o menos de igualdad en la tenencia de tierras, se hubiera tenido que impedir que todos produjeran para el mercado mundial, porque si produjeran para el mercado mundial, se habría fomentado y reforzado la desigualdad: a algunos agricultores les hubiera ido mejor que a otros, hubieran encontrado un mercado más favorable en algún momento para lo que estaban cultivando. Y eso habría afectado e intensificado la polarización que ya se estaba dando. Hubiera sido necesario intervenir con el gobierno y el ejército para sacar al país del mercado mundial.
En resumen, esto para nada hubiera sido práctico y realizable. Aunque se partiera de esa base —de muchos agricultores con tenencias de tierras más o menos iguales—, no se podría mantener esto, fundamentalmente porque todo esto se daría —y en la verdadera historia de Estados Unidos todo se ha dado— dentro del contexto general de la producción e intercambio de mercancías. Sobre esto, hay dos cosas para destacar: uno, como lo ilustra lo que ya he esbozado, la producción y el intercambio de mercancías conducen de forma inevitable a desigualdades y a una polarización. El funcionamiento general del sistema de mercancías significa que habrá desigualdad; significa que a algunos les irá mucho mejor en la competencia que a otros; significa que se desarrollará una polarización. Y lo que acompaña a esto —lo segundo a recalcar aquí— es que la fuerza de trabajo misma (la capacidad de trabajar en general) se convertirá en una mercancía. Se puede ver que esto ocurre incluso hoy: muchos agricultores ya no están en capacidad de sobrevivir como tales (o dedicarse a los cultivos y nada más); se ven impelidos a contratarse a otros a los que les ha ido mejor (a otros agricultores, o a gente que tiene otros negocios). En una sociedad agraria —y en particular en una que funciona dentro de un marco general de producción e intercambio capitalista de mercancías— se reducirá a cada vez más gente a una posición de trabajadores asalariados, que tienen que vender su capacidad de trabajo, su trabajo, para poder vivir. También se tendrá esa polarización —entre los capitalistas y los trabajadores asalariados— junto con la gran desigualdad que se seguirá desarrollando incluso entre la clase de terratenientes, hablando en un sentido amplio. Y cuando el mercado mundial entre a la ecuación, todo esto se acentuará muchísimo más.
Así, junto con la manifiesta contradicción entre lo que proclamaba Jefferson sobre que “todos los hombres son creados iguales” y son dotados de ciertos “derechos inalienables”, por un lado, y por el otro lado, no solamente el hecho de que él fuera un esclavista sino sus repetidas acciones, inclusive como presidente, en pro de la clase esclavista, estas otras ironías (o contradicciones — las ironías son contradicciones) que he identificado y de las que he hablado aquí, son a su vez una expresión de la naturaleza fundamental de la sociedad en que vivió y funcionó Jefferson y de la que él se yergue como un legítimo adalid: un sistema arraigado en las relaciones de explotación y opresión5.
Para resumir este punto: al examinar lo que Jefferson escribió (en sus “Notas sobre Virginia” y otras cosas) sobre el modelo de que una sociedad buena y virtuosa es la que se basa en una multitud de pequeños agricultores, y el conflicto entre esto y el tipo de sociedad que él realmente defendió y por el que luchó, podemos sacar algunas lecciones profundas sobre la naturaleza del gobierno republicano moderno como una democracia burguesa —y sobre la naturaleza de la misma democracia burguesa en general, como una forma de gobierno y dominación de clase, una dictadura de la clase burguesa— así como, en forma más particular, las expresiones específicas que ésta ha asumido en la historia de Estados Unidos, con la peculiar institución de la esclavitud durante cien años antes de la fundación de este país, y por cerca de cien años más después de su fundación.
La “gran narrativa” sobre Estados Unidos, y la brutal realidad subyacente
Hay una narrativa semi-oficial sobre la historia y la “grandeza” de Estados Unidos, que dice que dicha grandeza radica en la libertad y el ingenio de su pueblo, y sobre todo en un sistema que da aliento y recompensa a estas cualidades. Ahora, en oposición a esa narrativa semi-oficial acerca de la grandeza de Estados Unidos, la realidad es que —para volver a un aspecto fundamental de todo esto— la esclavitud ha sido una parte indispensable de la fundación de “la libertad y la prosperidad” de Estados Unidos. La combinación de la libertad y la prosperidad es, como sabemos, aún hoy y en cierto modo hoy más que nunca, proclamada como la cualidad única y el destino y misión especiales de Estados Unidos y su papel en el mundo. Y esto está en aguda contradicción con el hecho de que sin la esclavitud, nada de esto —ni siquiera las libertades democrático-burguesas, por no hablar de la prosperidad— hubiera sido posible, no sólo en el Sur de Estados Unidos sino tampoco en el Norte, ni en el país en su conjunto ni en su desarrollo y surgimiento como potencia global económica y militar.
Es obvio que la forma en que se desarrolló la agricultura en el Sur estaba directamente relacionada con el sistema esclavista y de hecho se fundó en él. Pero, más allá de eso, la forma como Estados Unidos se relacionó con el mercado mundial, y construyó su prosperidad y su base económica así, dependió en un grado muy importante en la producción realizada por los esclavos. Por ejemplo, el intercambio entre el desarrollo de la manufactura en el Norte y el desarrollo de la agricultura en el Sur —aun cuando, antes de la guerra de Secesión, ese intercambio se daba en gran medida por medio del mercado mundial y en particular por medio de Inglaterra, donde se vendía el algodón, por ejemplo, a las fábricas de textiles de Inglaterra y se vendían otros productos de Inglaterra a los fabricantes del Norte de Estados Unidos— eso ni siquiera hubiera podido ocurrir de la forma como se dio, con la magnitud de escala en que se dio y con la prosperidad que generó, sin la esclavitud. Por supuesto, este proceso —donde, por ejemplo, se vendía el algodón del Sur de Estados Unidos en gran parte a Inglaterra en vez de a Nueva Inglaterra— contribuyó con el paso del tiempo a agudizar la contradicción entre el sistema esclavista en el Sur y el sistema capitalista que se estaba desarrollando en el Norte de Estados Unidos. Pero el punto a recalcar aquí es que, en un sentido general y fundamental, los productos cultivados por los esclavos del Sur de Estados Unidos constituyeron un gran factor en el desarrollo de la economía estadounidense, tanto en el Norte como en el Sur. Y, a su vez, el desarrollo de esa economía ha sido la base subyacente fundamental para la poderosa maquinaria militar que es el ejecutor determinante del papel de Estados Unidos como una importante potencia mundial.
En resumen: Sin la esclavitud, Estados Unidos no existiría tal como lo conocemos hoy. Eso es una verdad simple y básica.
Bueno, por supuesto, la esclavitud no fue el único factor que desempeñó un papel importante en el surgimiento de los Estados Unidos como potencia mundial, cuya fuerza económica subyace a su enorme fuerza militar. Un factor histórico importante en todo esto fue el robo de territorio, a escala masiva, a México así como a los pueblos indígenas. Pero, a su vez, gran parte de esa conquista de territorio fue, por un largo período de tiempo hasta la guerra de Secesión, en gran medida para ampliar el sistema esclavista. “Recuerde El Álamo”, nos dicen siempre. Bueno, muchos de los “héroes” de El Álamo fueron cazadores y traficantes de esclavos. Olvidemos toda esa basura sobre los Davy Crockett como grandes héroes, con la que a muchos nos atiborraron cuando niños — estos eran cazadores y capataces de esclavos, aventureros que en gran medida tenían como objetivo expandir el sistema esclavista. Más fundamentalmente, independiente del papel particular de los individuos, lo que motivó la guerra con México por Texas, por parte de Estados Unidos, fue en esencia el afán de expandir el sistema esclavista. Y extender el sistema esclavista fue uno de los objetivos principales de la guerra con México, aunque la guerra también condujo a la expansión hacia el Oeste del sistema capitalista en desarrollo centrado en el Norte de Estados Unidos (esos dos sistemas, esos dos modos de producción, el capitalismo y la esclavitud, estaban en competencia entre sí por ver cuál dominaría en el nuevo territorio conquistado por Estados Unidos; esto fue parte del creciente conflicto entre ellos, que luego vino a estallar en la guerra de Secesión en la década de 1860).
Bien, si algunas cosas hubieran resultado de forma diferente, un Estados Unidos diferente, o algo completamente diferente, hubiera evolucionado en el mismo territorio (o más o menos el mismo territorio) en el que ahora existe Estados Unidos de América, pero el Estados Unidos que sí evolucionó no pudiera haber evolucionado, y no hubiera alcanzado la posición que ya tiene, si no hubiera sido por la existencia y el papel de la esclavitud en todo esto. Así que cuando quiera que escuchemos hablar de la “libertad” en Estados Unidos, tengamos eso en mente. Pensemos de nuevo en el significado de los planteamientos de Edmund Morgan que se analizaron anteriormente. Aun cuando estamos hablando sobre los derechos democrático-burgueses reales —y que quede claro que de esto es de lo que estamos hablando, los derechos dentro del marco general de dominación política, dictadura, por parte de la clase capitalista (burguesa) que de hecho gobierna este país— siempre se tiene que entender esto en relación dialéctica con la esclavitud, desde la misma fundación y en términos del desarrollo histórico del país.
Con respecto a los derechos democrático burgueses, así como en el desarrollo general de este país, la esclavitud es un factor decisivo que continúa proyectando su larga sombra.
Este es un punto fundamental sobre el que hay que enfrentar a aquellos que quieren basarse en las nociones idealistas de la democracia jeffersoniana, y sobre el que se tiene que debatir y luchar con ellos — de una manera muy elevada, pero también de una manera muy contundente. Hay grandes cosas en juego en términos de la forma como la gente entiende esto. Esto no es historia “abstracta”. Especialmente en Estados Unidos, con su etos de gratificación instantánea, se condiciona y anima a la gente a pensar sólo en términos muy limitados y estrechos — para vulgarizar esto solamente un poco: cualquier cosa que haya ocurrido la semana pasada, por no hablar del año pasado, por no decir nada de hace un par de siglos, carece de toda relevancia respecto a lo que voy a consumir en este momento. Contrario a este condicionamiento realizado por la clase dominante y sus medios de comunicación y otros mecanismos para moldear la opinión pública, y lo que promueve la forma misma en que funciona este sistema, realmente entender la historia —y dar la lucha sobre cómo abordar científicamente el conocimiento de la historia— es una parte crucial de la lucha sobre el rumbo de la sociedad y, en un sentido muy real, sobre el rumbo del mundo en su conjunto, sobre toda a la luz del papel que Estados Unidos y su dominación imperialista juegan hoy en el mundo. Realmente entender lo que son las cosas más fundamentales sobre la naturaleza de Estados Unidos y la forma en que se ha evolucionado históricamente: esto incide de manera crucial en la lucha para transformar radicalmente esta sociedad, y en última instancia el mundo en su conjunto. Incide de manera crucial en la lucha para ganar a cada vez más personas para que entiendan la necesidad de llevar a cabo semejante transformación radical — y como parte de eso, para que entiendan la imposibilidad de construir una sociedad justa y virtuosa (lo que sea que eso signifique) sobre la base de los principios jeffersonianos, aunque fuera posible realizar real y completamente tales principios.
3. Estas citas son del libro de Edmund S. Morgan, Esclavitud y libertad en los Estados Unidos: De la colonia a la independencia, citado por David Brion Davis en Inhuman Bondage, the Rise and Fall of Slavery in the New World, p. 135. [regresa]
4. El título completo de esta charla es Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es; y está disponible en forma de cuatro dvds, en inglés y español, de RCP Publications, Chicago. [regresa]
5. En un sentido más grande y más abarcador, el carácter específico de la sociedad estadounidense, y su desarrollo histórico, es una expresión particular de las contradicciones fundamentales en toda sociedad humana: las contradicciones entre las fuerzas de producción y las relaciones de producción y entre la base económica en cualquier momento dado y la superestructura de política (que incluye las instituciones, las estructuras y los procesos políticos) e ideológica. Las fuerzas de producción se refieren a la tierra, las materias primas, la maquinaria y otras tecnologías, junto con la gente y sus conocimientos y habilidades, que se pueden utilizar en la producción, mientras que relaciones de producción se refieren a las relaciones en que entran las personas en el proceso de llevar a cabo la producción en una sociedad determinada. En un sentido fundamental, el carácter de las fuerzas de producción determina el carácter de las relaciones de producción. Como señaló Carlos Marx, para poder llevar a cabo la producción —para poder producir, y reproducir, los requisitos materiales para la vida— las personas entran en unas relaciones de producción muy definidas, y una economía no puede funcionar (y no se puede entender), aparte de estas relaciones entre las personas en la producción; pero en un sentido básico, estas relaciones de producción son independientes de la voluntad de los individuos — se determinan fundamentalmente por el carácter de las fuerzas de producción en un momento dado, y no por las ideas o los planes de las personas. Al mismo tiempo, es un fenómeno general que las fuerzas de producción continúan desarrollándose, y esto tiende a hacer surgir cambios en las relaciones de producción; por ejemplo, la creación y el desarrollo de los computadores y otras “tecnologías de la información” han conducido a cambios significativos en la forma en que lleva a cabo la producción, incluso en el sistema capitalista. Pero cuando las fuerzas de producción se han desarrollado de tal forma que las relaciones de producción existentes en su conjunto se han convertido, en un sentido cualitativo y profundo, en un obstáculo, en una traba, para las fuerzas de producción, en ese momento surge la necesidad objetiva de una revolución en la sociedad, para poder crear nuevas relaciones de producción que puedan desencadenar más las fuerzas de producción de una manera cualitativa. La actual época en la historia es una época en la que semejante revolución es necesaria y se requiere — para derrocar el capitalismo y reemplazar sus relaciones de producción con relaciones socializadas de producción, que correspondan al carácter socializado de la forma en que se lleva a cabo la producción en el mundo de hoy (el hecho de que realizan, y sólo pueden realizar la producción en gran escala hoy grandes grupos de personas, organizadas en redes altamente desarrolladas, que trabajen en conjunto —y hoy esto ocurre cada vez más a una escala internacional— a diferencias de unos individuos aislados que trabajan cada quien por su lado para hacer sus propios productos). Semejante revolución —para transformar la base económica de la sociedad (las relaciones de producción) solo puede y debe darse en la superestructura, es decir, por medio de una lucha política (e ideológica) que, siempre que la sociedad esté dividida entre explotados y explotadores, llega a concentrarse en una lucha total por el poder en la sociedad, tal como se encarne en las instituciones del poder político y se exprese en última instancia en el monopolio de la fuerza armada. Lo que es radicalmente nuevo y único en la revolución comunista es que su objetivo es el de derrocar el sistema capitalista de explotación y resolver la contradicción fundamental que caracteriza el capitalismo —entre el carácter socializado de la producción y la apropiación como capital poseído de manera privada de lo que se produce por estos medios socializados— y esta revolución no sólo pondrá fin a la explotación capitalista, sino a toda explotación, a la división de la sociedad en clases y a todas las relaciones sociales opresivas, y por lo tanto pondrá fin a la necesidad y de la existencia del estado, un aparato represivo utilizado por la clase dominante para ejercer su dominio sobre aquellos a los que explota y oprime. [regresa]