Volviendo a los intelectuales y su relación con la revolución, otra contradicción que encierra el papel de los intelectuales como, en la formulación de Marx, los representantes políticos y literarios de una clase, es que en cada revolución que ha tenido lugar hasta ahora, los representantes políticos y literarios de una clase son distintos a la clase en sí. Lo anterior ha sido cierto en la revolución burguesa, y no solo en la revolución proletaria. Aquí llegamos a otro punto importante de Marx sobre el tendero y el intelectual democrático: Marx señala que, sobre su manera de ver el mundo, en su situación diaria, pueden estar a un mundo de distancia entre sí: pero los intelectuales democráticos, por más que filosofen en nobles ámbitos y hablen de los derechos del pueblo y demás, en el mundo de las ideas, no van más allá de los límites del derecho burgués, de la misma manera que el tendero no va más allá de esos límites en el ámbito de su actividad práctica del día a día. Este mismo principio básico es aplicable cuando tales intelectuales encabecen una revolución burguesa: son distintos a la clase de capitalistas que ellos objetivamente representan, aunque permanezcan en el mismo ámbito, dentro los mismos límites de las relaciones burguesas y los derechos que corresponden a esas relaciones.

Sin embargo, esta contradicción —entre los intelectuales y la clase que dirigen al hacer una revolución— llega a ser mucho más aguda en la revolución proletaria. En la revolución burguesa las masas combaten y mueren y, si esa revolución triunfa, una clase explotadora llega al poder —una clase explotadora encabezada por sus intelectuales, sus representantes políticos y literarios. La revolución proletaria tiene que ser diferente — pero no es automáticamente diferente. Así que he aquí una contradicción muy aguda: a esta revolución, también, la dirigen unas personas que son distintas a las masas populares a que dirigen, aunque algunas de ellas provengan, originalmente, de las masas populares. Eso fue lo que yo señalaba anteriormente: son distintos. Han desarrollado capacidades intelectuales — ahora, de nuevo, entra ese otro “punto de la pirámide”: se puede utilizar esas capacidades que se han desarrollado para una u otra clase. Es posible terminar por utilizarlas para el sistema capitalista, aunque inicialmente eso no era la intención. Eso es una de las cosas sobre los intelectuales: como señalé en Cavilaciones y forcejeos, ellos pueden desapegarse de una clase, por decirlo así, y pegarse a otra clase, aunque su posición en la sociedad corresponda, más o menos, a la de la pequeña burguesía, la clase media. En otras palabras, pueden hacer suya la causa de una u otra clase y utilizar las mismas capacidades intelectuales, más o menos —no la misma ciencia, pero las mismas capacidades intelectuales básicas— en nombre de una u otra clase.

En la revolución burguesa, no importa que una clase explotadora llegue al poder, no importa que los intelectuales que la encabezan en última instancia, estén al servicio de esa clase explotadora. Ahora, a propósito, digo las cosas de manera provocadora. Al decir “no importa”, me refiero a lo siguiente: ésa es la naturaleza de la revolución burguesa. No quiero decir que de hecho no importa —de hecho importa muchísimo—, pero ésa es la naturaleza de la revolución burguesa. La revolución proletaria, por otro lado, tiene un carácter y objetivo completamente distintos. La revolución proletaria tiene que conducir al fin de la explotación, como su objetivo final, el fin de toda opresión. Sin embargo, durante mucho tiempo se requerirá un grupo, aunque sea un creciente grupo, de intelectuales que la dirijan; y esos intelectuales pueden desapegarse de la causa proletaria y pasarse a la causa de la burguesía —no solo en la forma de un acto de premeditación— de conscientemente decidir traicionar la revolución — sino principalmente porque las contradicciones materiales en el mundo aún sientan las bases para que se tome el camino capitalista, en lugar del camino socialista que conduce al comunismo. Y eso será cierto por mucho tiempo, inclusive en la sociedad socialista. Por eso, a diferencia de la revolución burguesa, importa muchísimo si esta revolución, la revolución proletaria, termina por llevar al poder (o por volver al poder) a un grupo de explotadores, o continúa en el camino del comunismo, con el objetivo de deshacerse de todos los sistemas y relaciones de explotación y opresión.

Éstas son algunas de las contradicciones que hay que confrontar, si hemos de jugar un papel de dirección, a diversos niveles, en una revolución. No importa por dónde uno empiece: cuánto más uno se desarrolle y más responsabilidades tenga, más estas contradicciones serán parte de lo que uno tiene que tratar, en su propio papel pero además, en el mundo más amplio, porque no se trata de meros individuos, sino de un fenómeno social — tiene que ver con las contradicciones que todavía existen y que existirán por mucho tiempo, aun después de derrocar el capitalismo, aun después de establecer la dictadura del proletariado y de encaminarse por el camino socialista. Será una constante lucha para que la dirección se mantenga en el camino socialista y forme más y más personas para que sean líderes en ese camino, y no en otro.