Del Servicio Noticioso Un Mundo que Ganar

La agonía del Congo

Millones mueren en medio del saqueo neocolonial

Revolución #012, 21 de agosto de 2005, posted at revcom.us

4 de julio de 2005. Servicio Noticioso Un Mundo que Ganar. En medio de la hipocresía acerca de la ayuda para África y de aliviar la deuda en boca de Tony Blair y otros voceros de los países opresores, a diario empeora la situación de la mayor parte del continente. Con su propaganda, de nuevo las potencias imperialistas tratan de negar su culpabilidad en la violación, saqueo y crímenes de guerra, si no crímenes de lesa humanidad, en el mundo y en particular en África. En ningún país africano hay masacres y saqueos más horrendos que en la República Democrática del Congo.

De 1998 a la navidad de 2004, 3.8 millones de personas murieron en la región oriental del Congo, una región rica en minerales, según el Comité Internacional de Socorro. El número de muertos casi equivale al de los muertos por un tsunami asiático cada seis meses, y es el mayor número de muertos de guerra desde la II Guerra Mundial. Unas 31 mil personas mueren cada mes sin ninguna solución a la vista. Dado el número de gobiernos en cuestión y la gran cantidad de personas que han muerto, sin duda se consideraría una guerra mundial si la muerte y destrucción fueran en Europa o América del Norte y no en África.

Desde 1996, el Congo se convirtió en una zona de guerra muy compleja, con "guerras dentro de guerras" según el informe de 2002 de Human Rights Watch. Se ha dado una combinación de guerra civil y guerras entre estados que abarca mínimo nueve países africanos: de un lado, los ejércitos de Ruanda y Uganda invadieron al Congo y fomentaron levantamientos locales (de grupos étnicos), y de otro lado, Angola, Namibia, Zimbabwe, Sudán y Chad, y luego Burundi y Libia, enviaron sus fuerzas armadas en apoyo al gobierno de Laurent Kabila. También ha habido insurgencias transfronterizas, sobre todo de Uganda y Ruanda, y la intervención de mercenarios europeos.

El papel de las mineras trasnacionales

Pregonan que los conflictos entre etnias o comunidades "tribales" rivales son las principales causas de la matanza de civiles durante los choques armados entre grupos insurgentes rivales, y del hambre y las enfermedades resultantes. Los medios informativos occidentales han dicho poco sobre la culpabilidad de las mineras trasnacionales, principalmente de América del Norte y Europa, ni del papel de la economía de mercado globalizado, que han impulsado la matanza en masa de proporciones de Holocausto.

Los medios occidentales también tapan o mencionan solamente de paso la empresa America Mineral Fields con sede en Arkansas, la Corporación Barrick Gold con sede en Canadá (en su junta directiva figura George H. Bush, ex presidente yanqui y padre del actual), el Grupo OM con sede en Estados Unidos, el Grupo George Forrest de Bélgica, la empresa sudafricana AngloGold Ashanti (parte de un conglomerado minero internacional) y la compañía Anglo American. Estas mineras y otras empresas que trafican con los recursos naturales del Congo, tal como Tecnologías Metalor, exprimen enormes ganancias de la miseria del pueblo.

"Si no tuviéramos tantas riquezas. . ."

Es muy común que los congoleños digan: "Si no tuviéramos tantas riquezas, la vida hubiera sido mucho mejor". Lo mismo se puede decir acerca de la mayoría de los países africanos productores de petróleo y ricos en minerales. Cuando los exploradores europeos tocaron estas tierras de enormes riquezas en el corazón de África hacia 1440, la maldición de la esclavitud y la trata de esclavos asumieron dimensiones completamente nuevas, aunque habían existido desde mucho tiempo antes. Marx habló de "la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros" para la ruta triangular de comercio trasatlántico (los europeos secuestraban a esclavos en África, los vendían en las Américas y volvían a Europa con barcos repletos de bienes y tesoros robados). Esta dinámica continuó durante siglos, de la mano con la violación y saqueo de las colonias y el genocidio de los pueblos autóctonos de las Américas. Marx señaló: "Son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista" e iniciaron el proceso en que un puñado de países se han enriquecido a costa de los pueblos del mundo.

Aunque Europa abolió la trata de esclavos a mediados del siglo 19, en el Congo la abolición no puso fin a la esclavitud. De fines de ese siglo a comienzos del 20, el rey Leopoldo II de Bélgica administró el "Estado Libre del Congo" como propiedad privada y amasó enormes fortunas convirtiendo a la mayoría de los hombres adultos en esclavos para extraer caucho y marfil de la selva, y mantuvo de rehenes a sus esposas e hijos. A menudo les cercenaban las manos, narices y orejas cuando los hombres no llevaban a tiempo los productos de la selva o no volvían.

Por 23 años, el ejército del rey Leopoldo obligó a cientos de miles de esclavos a matarse trabajando. Aplastó a sangre y fuego unas 20 rebeliones de esclavos. En 1903, una expedición belga descubrió oro. Las minas fueron una tumba para millones. En ese entonces, como hoy, el hambre y las enfermedades segaban la vida de la mayoría de los que lograban huir y esconderse en la selva. Se calcula que unos 10 millones de personas, de una población de 20 millones, murieron bajo el bárbaro rey Leopoldo. Cuando el gobierno belga adquirió formalmente al Congo en 1908, continuaron las muertes, pero disminuyeron paso a paso. Seguía en vigor el trabajo forzado.

A lo largo del siglo 20, la explotación de cobre, oro y otros minerales fue cobrando importancia para la clase dominante belga. Los diamantes y el uranio (para generar energía nuclear) rindieron la mayoría de las ganancias que fluyeron hacia Bélgica y las metrópolis del occidente. No es accidental que Antwerp, Bélgica, siga siendo el principal centro mundial de corte y compraventa de diamantes. En los últimos años, algunos belgas se han enriquecido del coltán. Han percibido enormes ganancias las empresas Sony PlayStations, Motorola, Ericsson y Nokia, y las compañías que refinan y procesan el lodo negro del coltán en el polvo metálico del tantalio con que fabrican piezas cruciales de los computadores laptop y teléfonos celulares en Estados Unidos, Japón y Europa. Por ello, la gran mayoría de los habitantes del Congo ha padecido la destrucción de la selva tropical y mayor miseria.

En 1960, el Congo recibió la independencia formal de Bélgica. El primer ministro que eligió el pueblo, el popular líder nacionalista Patricio Lumumba, fue uno de los críticos más fuertes y claros del colonialismo de África y del tercer mundo, y uno de los defensores de la soberanía de los países oprimidos contra las potencias coloniales, de viejo y nuevo cuño. Cuando el Congo se independizó, el antiguo ejército títere colonial de Bélgica se amotinó. El presidente del país, que luego se reveló estaba al sueldo de la CIA, destituyó a Lumumba.

Bajo el pretexto de proteger la vida de sus ciudadanos, Bélgica (con la ayuda de Inglaterra y Francia) mandó a sus fuerzas armadas. El plan era apoderarse de la provincia de Katanga, rica en cobre, en el sureste del país (hoy llamada la provincia de Shaba) e imponer a Mo‹se Tshombé como primer ministro títere de un país separado. Estalló una guerra civil. El Consejo de Seguridad de la ONU mandó tropas a pisotear la soberanía nacional del país bajo el pretexto de protegerlo. Estados Unidos trabajaba con la ONU como herramienta en su cruzada por la dominación mundial (en ese entonces como hoy), pero también se metió muy directamente en el complot contra el nuevo país y sus habitantes. Pidió la intervención de la ONU a fin de bloquear el avance de las potencias imperialistas europeas. La Unión Soviética, donde se restauró el capitalismo bajo Jruschov y que se desarrollaba como contendiente imperialista con Estados Unidos por la dominación mundial, apoyó la intervención de la ONU bajo el pretexto de apoyar a Lumumba. Las tropas de la ONU, que supuestamente iban a proteger a Lumumba, lo encerraron. Luego, la CIA lo mandó torturar y asesinar.

Joseph Mobutu, un coronel del ejército colonial belga y consentido de la CIA, se apoderó del país entero con la ayuda de armas y dinero yanquis.

Mobutu adoptó un nombre africano, Mobutu Sese Seko, y cambió el nombre del país a Zaire, pero lo único que cambió fue que, en lugar de ser una colonia directa de Bélgica, se convirtió en neocolonia yanqui, o sea, un estado formalmente independiente en que el gobierno no podía tomar decisiones que perjudicaran los intereses de Estados Unidos. Las empresas estadounidenses reanudaron el saqueo de las riquezas del país (principalmente el cobre, su principal fuente de ingreso de los años 1960 a mediados de los 1970), mientras que Mobutu acumulaba una fortuna de cuatro mil millones de dólares yanquis. El país se convirtió en un puntal de los intereses yanquis en la región y en trampolín para la intervención militar yanqui contra Angola, país respaldado por la Unión Soviética. Mobutu se declaró pilar del "mundo libre". Durante casi cuatro décadas, el aparato de seguridad del país hacía uso de la tortura y asesinato para reprimir los movimientos rebeldes de las masas, pero a Mobutu lo tumbó en 1997 Laurent Kabila, ex lumumbista y comandante guerrillero de mediados de los años 1960.

El ejército rebelde de Kabila, la Alianza de Fuerzas Democráticas para la Liberación del Congo-Zaire (AFDL), contó con el apoyo del presidente ruandés, Paul Kagame, que reforzó a la AFDL con soldados tutsis ruandeses. Grandes cantidades de jóvenes tutsis ruandeses ingresaron al ejército de Kabila. Con la caída de la Unión Soviética, Estados Unidos ya no tenía preferencias entre Mobutu y Kabila. Mobutu huyó pero su legado continúa.

Una vez en el poder, la AFDL de Kabila hizo tratos con las mineras AngloGold Ashanti y Barrick Gold. Otras trasnacionales cayeron como buitres sobre el país en una contienda por los "derechos" de explorar y extraer oro, cobalto y otros metales preciosos, y cobre, diamantes y coltán. Con el asesinato de Kabila, su hijo Joseph tomó el poder y continuó en el mismo camino.

La mitad del coltán del mundo proviene del oriente del Congo. Muchas veces el precio del coltán alcanzó al del oro. Según Adam Hochschild, autor de El fantasma del rey Leopoldo: Una historia de avaricia, terror y heroísmo en el África colonial,los combates entre los ejércitos rebeldes y el gubernamental cambian de lugar de acuerdo a los altibajos de los precios de los minerales.

En 2000, el precio del coltán subió diez veces en el mercado mundial. En 2001, un informe de la ONU al Consejo de Seguridad decía: "debido a la naturaleza lucrativa" la guerra "ha generado una situación de `ganar, ganar' para todas las partes beligerantes. Los adversarios y enemigos son, a veces, socios comerciales, compran armas a los mismos proveedores y utilizan los mismos intermediarios. Los negocios han eclipsado las necesidades de seguridad". No obstante, reconoció que el coltán perpetúa la guerra civil y señaló que la guerra "busca principalmente el acceso, control y comercio de minerales", en que el coltán es el más codiciado. El precio mundial del coltán cayó en la primavera de 2001 debido a la sobreproducción y baja de la demanda de bienes electrónicos, pero las riquezas nacionales de los recursos naturales y de la mano de obra del Congo siguen yendo a tierras lejanas mientras la población sufre muerte, terror, privaciones y enfermedades en campamentos de refugiados en la selva.

La mayoría del coltán se extrae ilegalmente en el oriente del país, donde también se extrae el oro, muchas veces en las reservas selváticas o parques nacionales. Es una labor extremadamente dura y de muy baja tecnología, en su mayor parte en manos de muy pequeños operadores. La mayoría del mineral sale del país en los aviones de Sabina, la empresa de aviación belga. Al menos el 70%, si no más, de todo el oro que se extrae hoy en el Congo pasa de contrabando por Uganda y Ruanda, ambos países con una gran presencia militar en el oriente del Congo hasta hace poco. Aunque Uganda no tiene oro, la empresa suiza Tecnologías Metalor (con sede en Uganda) ha comprado grandes existencias de este metal precioso, sin duda traídas por los contrabandistas. Uganda y Ruanda han patrocinado milicias armadas que, al igual que las milicias progubernamentales, han cometido atrocidades, tales como el desalojo de aldeas, masacres, violaciones tumultuarias y tortura.

El grupo armado rebelde Frente para la Liberación del Congo (FLC), por ejemplo, cuenta con el apoyo del ejército ugandés, pero complementa sus actividades extorsionando a los mineros del oro y coltán. El Frente Nacionalista e Integracionista del Congo (FNI) y la Unión de Patriotas Congoleños (UPC) son grupos rebeldes rivales principalmente de las comunidades étnicas lendu y hema, respectivamente. También existen milicias progubernamentales, como la de la comunidad mai mai. Los grupos rivales chocan con frecuencia y comunidades enteras están peleadas, con el correspondiente terror y muerte. Luchan por el control de las minas en las zonas de las concesiones y las rutas de comercio o contrabando, y por el control sobre los mineros, los campamentos de trabajo y el "derecho" de extorsionar dinero a los trabajadores y prostitutas que viven en los campamentos o en las afueras de los mismos.

"La maldición del oro"

"El oro es nuestra maldición. Lo único que tenemos es sufrimiento. No nos beneficia en absoluto".

Un minero citado por Human Rights Watch

Los conglomerados mineros internacionales han traficado con la inestabilidad y posición sumamente débil del gobierno a fin de sacar enormes ganancias de las operaciones mineras. También lo han hecho la banca, las empresas de refinamiento, casas financieras, corredores, especuladores, contrabandistas y unos cuantos señores de la guerra y delincuentes locales. El 2 de junio de 2005, Human Rights Watch (HRW) publicó el informe La maldición del oro,que señala que los ejércitos rebeldes compran armas modernas con el dinero recibido de las multinacionales mineras del oro. Por ejemplo, HRW ha denunciado que la empresa AngloGold Ashanti financia al FNI, culpable de baños de sangre, violaciones y tortura.

En el distrito de Ituri, en el lejano noreste del país, se libran muchos combates por el control del acceso a las minas de oro, que comienzan a ponerse en marcha tras un lapso de nueve años, o sea, desde que se aceleró la campaña para echar a Mobutu en 1996. Cunden la anarquía y el desorden. El gobierno central "de transición" no está en condiciones de ejercer ningún control. Las grandes corporaciones, con fuertes lazos a los gobiernos imperialistas, tienen influencias con las autoridades locales. Obligan a las paraestatales a cargo de las concesiones a aceptar tratos muy lucrativos, y han reanudado la exploración y extracción. AngloGold Ashanti, la segunda minera de oro del mundo, obtuvo la concesión de 10 mil km2 de potenciales vetas de oro del gobierno de transición. La Corporación Barrick Gold de Bush obtuvo derechos a 80 mil km2 con vetas de oro.

En noviembre de 1996 y abril de 1997, la revista Africa Confidential informó que Herman Cohen, el antiguo subsecretario de Estado de Asuntos Africanos, y Jim Woods, el antiguo subsecretario de Defensa, ambos del gobierno de George H. Bush, formaron una empresa de consultoría con el gobierno angoleño que argumentó fuertemente que ya se habían acabado los tiempos de Mobutu y que el Departamento de Estado debería apoyar a Kabila. Barrick Gold dio pagos tributarios y regalías a las fuerzas de Kabila a cambio de concesiones.

Hoy, en el territorio de su concesión, AngloGold Ashanti es "terrateniente y arrendatario", según un representante de la Dirección de Minas de Oro de Kilo-Moto (Okimo), la paraestatal con poderes de dar concesiones a nombre del gobierno central. Según los términos del acuerdo, el gobierno central recibe no más del 13% de la producción. Okimo no tuvo voz en el trato.

AngloGold dice que no está financiando ninguna milicia armada. Pero en vista de sus derechos exclusivos de explorar y minar oro en Ituri, o sea, de su control absoluto sobre el territorio en torno a la mina Kilo, ¿cómo se puede decir que esta enorme empresa minera no financia y arma las milicias que vigilan las operaciones y embarques de oro y la seguridad del personal?

El saqueo de los bienes nacionales

"Miramos mientras que extraen los recursos de nuestro país sin beneficiar al pueblo".

Un funcionario del gobierno congoleño

Mientras tanto, saquean la tesorería nacional. Okimo no se formó como autoridad reguladora única sobre las pequeñas concesiones mineras. También se vino abajo un sistema de establecer una sociedad comercial oficial, mediante la cual los pequeños operadores tendrían que vender el oro. Con el colapso de casi todas las autoridades locales, la mayoría de los cateadores pasan por alto el gobierno central y negocian directamente con las milicias privadas para que les proporcionen seguridad para iniciar sus operaciones, lo que muchas veces implica desalojar a los aldeanos de las tierras con oro. Con muchísima frecuencia, eso quiere decir masacrarlos.

En 2002, una comisión de la ONU informó que el gobierno de la República Democrática del Congo había sido despojado de bienes por un valor de más de cinco mil millones de dólares desde que nueve países, entre ellos Ruanda, Uganda, Angola y Zimbabwe, entraron al conflicto en 1998. Según el informe, las fuerzas armadas de estos gobiernos colaboraron con las fuerzas rebeldes y con el gobierno congoleño en el saqueo organizado de miles de millones de dólares de minerales, diamantes, gemas y otros recursos.

El informe dice que en los últimos años "la intensidad del conflicto se ha disminuido" tras una serie de acuerdos de paz entre las partes en guerra y los gobiernos de Uganda y Ruanda, después de la retirada de las fuerzas armadas de Zimbabwe, Namibia y Angola del país, pero las "redes" de poder local no han cedido el control de las operaciones mineras y flujos comerciales.

Este problema no es sino la punta del iceberg. En 2002, salió a la luz que un consorcio de cuatro mineras de diamantes de Bélgica y el Grupo George Forrest, en sociedad con el grupo OM de Estados Unidos, excluyó al gobierno congoleño de las ganancias del procesamiento de tres mil toneladas de germanio de una pila de dos mil millones de dólares de escoria de cobalto y cobre. Es más, 85 multinacionales, con sede en Estados Unidos, Europa y Sudáfrica, han excluido al gobierno congoleño de las ganancias de las minas mediante "fraude tributario", "un sistema de malversación de fondos, extorsión, manipulación de acciones y coimas" y "la desviación de dineros públicos de parte de grupos que se parecen muchísimo a organizaciones criminales".

Mientras que continúan el saqueo y las masacres, algunas voces piden la intervención de la ONU, como si esta no estuviera ahí ya como mecanismo de intervención militar de las potencias imperialistas y como si la ONU no estuviera supervisando ya el saqueo y las masacres.

"El sector privado es el motor del crecimiento de África", dijo Tony Blair en vísperas de la cumbre del G8 en Gleneagle. George Bush dijo que la solución para el futuro de África es "fomentar una vigorosa participación del sector privado". Muchísimas organizaciones no gubernamentales humanitarias y de socorro han aceptado este argumento y dicen que los países pobres como el Congo necesitan "inversiones" para generar empleos y estimular el desarrollo. Es cierto que extraer minerales, bombear petróleo y explotar otras materias primas es un negocio "legítimo", pero como se ve en el Congo, el negocio legítimo es el problema, no la solución. En un sistema imperialista en que un puñado de países capitalistas monopólicos y sus empresas domina al mundo entero, su negocio es robarle a la población su territorio, trabajo y vida.

El pueblo congoleño no consume y no puede consumir oro, diamantes, cobre ni coltán. Estas cosas van a dar a los bancos, bodegas y fábricas de los países imperialistas y a enriquecer a los ya muy ricos. El Congo tampoco fabrica armas modernas, pero el país es un mar de armas y municiones. Cada año, salen del país miles de millones de dólares y quedan atrás cientos de miles de cadáveres. Tal, hoy, es el precio de la dominación imperialista. Mientras que las potencias imperialistas dominen a los países y pueblos pobres, las multinacionales seguirán sacando muchísimas ganancias de sus negocios.