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Resistencia, revolución y lo que se debe —y no se debe— apoyar

Nota de la Redacción: La siguiente es la conclusión de “Elecciones, democracia y dictadura, resistencia y revolución”, una charla que dio Bob Avakian, el presidente del Partido Comunista Revolucionario, antes de las elecciones del 2004. A esta edición se le agregaron explicaciones entre corchetes. El archivo de audio de toda la charla está en bobavakian.net y en revcom.us (en inglés).

“A los militares hay que decirles la verdad, igual que a los demás”

Hablemos de la relación entre la lucha de hoy y la meta revolucionaria. Un grupo derechista conectado con el Partido Republicano me atacó por, entre otras cosas, ser el autor de lo siguiente, que es uno de los “Tres puntos principales” que salen en todos los números de nuestro periódico, el Obrero Revolucionario [ahora Revolución]: “Este sistema, en su totalidad, se basa en la explotación —aquí y en todo el mundo. Carece de todo valor y hasta derrocarlo no se logrará ningún cambio fundamental positivo”.

Bueno, me enorgullece reafirmar esa declaración y todo lo que encarna. Lo hago porque es la verdad y porque es crucial declararlo con firmeza. Aunque reconozco que un ataque de esa clase, por un comentario como este, es muy serio, especialmente en las circunstancias actuales, que hay que tomarlo en serio, y hay que contestarlo y devolvérselo a los atacantes; aunque tengo eso muy claro, también quiero decir que, en un sentido estratégico, me alegra que esas fuerzas me ataquen por eso.

Parafraseando una conocida declaración de Mao Tsetung, ese ataque muestra que la declaración de los “Tres puntos principales” de nuestro periódico da en el clavo e ilumina una profunda realidad y verdad fundamental que esos reaccionarios no quieren que salga a la luz. Esa declaración es la verdad: no se puede lograr ningún cambio fundamental positivo hasta derrocar este sistema; pero eso no implica que la resistencia al sistema y la lucha contra infamias e injusticias específicas ahora no sirva de nada y que no se pueda lograr nada. Todo lo contrario; es crucial forjar la mayor resistencia posible, especialmente contra los principales ataques de este sistema y de sus gobernantes a las masas de aquí y de todo el mundo. Entender la verdad de esta declaración debe llevarnos, más bien, a entender que toda la resistencia a este sistema se debe forjar con la meta revolucionaria en mente y de tal modo que avance lo máximo que sea posible y a la mayor velocidad posible hacia esa meta.

En este contexto, quiero hablar sobre una controversia que ha surgido en el amplio movimiento de oposición a las guerras imperialistas de este sistema y en particular la guerra de Irak. La controversia se centra en la consigna “Apoyar las tropas”: si es correcto o no plantearla como parte de la oposición a las guerras en que luchan esas tropas.

Quiero hablar brevemente de la importancia de esto y de la lucha política e ideológica que ha suscitado, y debe suscitar, con respecto a los objetivos inmediatos (oponerse a la ocupación de Irak y a las guerras imperiales de este sistema en general) y con respecto a la perspectiva estratégica de hacer la revolución.

Se ha dicho: debemos apoyar las tropas, pero no la guerra. Bueno, para mostrar por qué me parece que eso no tiene sentido, bastaría con decir: si uno apoya a alguien, tiene que apoyar lo que está haciendo. Si uno no apoya lo que hace, no debe apoyar a la persona. Permítanme ilustrar esto de modo más gráfico: supongan que se tropiezan con un grupo de hombres que están violando a una mujer; ella lucha con todas sus fuerzas, pero son varios tipos. ¿Propondrían la consigna: “apoyar a los violadores, no la violación”? Claro que no. Si lo que alguien está haciendo está mal, es mortífero y va contra los intereses del pueblo, no debemos apoyar eso ni apoyar a la persona que lo hace. Hay que apoyar a los que se levantan contra eso. De fondo, la consigna “apoyar las tropas, no la guerra” no es muy distinta a “apoyar a los violadores, no la violación”.

Eso es, literal y metafóricamente, lo que las tropas de Estados Unidos están haciendo en Irak y en otras partes: violar y saquear al servicio de un sistema que vive y prospera del saqueo y la explotación. Eso no se debe apoyar, y a las tropas no hay que apoyarlas cuando hacen eso. Tenemos que entender que son las fuerzas armadas de un sistema de explotación y saqueo mundial. No pelean por “su país”, o solo en el sentido de que “su país” quiere decir este sistema y su clase dominante de capitalistas-imperialistas. Por eso es por lo que luchan, sépanlo o no.

Tampoco pelean por los derechos y las libertades del pueblo de aquí o de cualquier otra parte. En serio, pensémoslo. Yo he tenido muchas discusiones con soldados desde la guerra de Vietnam y por experiencia propia puedo decirles que no es cierto. Pregúntense cuántos militares dicen cuando salen a una guerra, especialmente cuando van a una batalla: “Hago esto por esos hippies pendejos y por los manifestantes para que tengan el derecho de protestar contra lo que estoy haciendo”. No manchen.

Además, a pesar de que los adoctrinan a pensar y decir que luchan por sus compañeros, por los que han caído heridos o muertos en batalla, cuando la realidad se impone sobre las mentiras que les inculcan, eso no es cierto. Los objetivos y las personas por los que se luchan son algo objetivo, no son algo subjetivo ni lo que uno cree.

Esto se ve, por ejemplo, con la analogía de la lucha por la bandera de la Confederación [la parte del Sur que se separó de la Unión en la guerra de Secesión—Nota del traductor]. Muchos blancos del Sur dicen: “es que esa bandera no representa la esclavitud y la opresión; lo que representa es la cultura y las tradiciones sureñas”. Bueno, ¿y qué son esas tradiciones? Esas tradiciones son inseparables de la esclavitud, la opresión y el Ku Klux Klan; esos son sus pilares. Esa es la cultura y la tradición sureña. No puede haber Sur ni tradición sureña sin eso.

Lo mismo se aplica aquí. Están luchando por un sistema de imperialismo, reconózcanlo o no. Y por supuesto, el sistema hace todo lo posible para que no lo reconozcan. Tenemos que preguntar: ¿cómo llegan las tropas a donde están, a luchar donde están luchando? ¿Quién organiza y determina la misión por la que combaten? ¿Ellos y sus amigos agarraron un avión por su cuenta y se fueron a Afganistán o Irak o donde estén? ¿Ellos tomaron la decisión de declarar una guerra, de pelear con tal estrategia y de usar tales armas? No manchen.

¿Se imaginan que un par de tipos dicen: “Oye, mano, busquemos un mapa. Groenlandia. Sale. Vamos a pelear allá”? No, así no es como llegan las tropas a un teatro de guerra. “Vamos a hacer una colecta con los amigos y compramos boletos de avión para ir a alguna parte a una guerra. Vamos a la tienda de equipo militar viejo a comprar armas para pelear”. No, así no es. Los entrenan, adoctrinan, organizan y les dan órdenes para combatir de ciertas formas y por objetivos de los cuales pueden estar conscientes o no.

Tomemos el ejemplo de las torturas en las cárceles de Irak. Todos sabemos, aquí seguramente todos sabemos, que eso no es un caso excepcional. Ahora está saliendo a la luz que es algo general, y no solo en Irak. Hasta Al Gore dijo que esto se debe a que Bush y el resto declararon que en este contexto los Convenios de Ginebra sobre los presos de guerra y sobre derechos humanos no tienen validez ni aplicación; que son “anacrónicos”, como dijo uno de los abogados de Bush [Alberto Gonzales, ahora secretario de Justicia].

Pero eso es lo que han hecho las fuerzas armadas de Estados Unidos en todo el mundo. Son un ejército de conquista con la misión de imponer opresión a los pueblos de todo el mundo. ¿Recuerdan el himno de los marines? No lo voy a cantar, pero dice: “De los salones de Moctezuma a las orillas de Trípoli”. ¿Dónde carajos están los salones de Moctezuma y las orillas de Trípoli? Bueno, no están dentro de Estados Unidos.

Imagínense si Qaddafi se inventara un himno que dijera: “de las orillas de Florida a las tierras bajas de Ontario”. ¿Se imaginan el escándalazo?

El himno de los marines y sus jactancias indican que son un ejército invasor de conquista y saqueo que impone un sistema mundial de explotación. Y a fin de hacer eso, cuando están objetivamente en la posición de oprimir a la gente de los países que oprimen y ocupan, y cuando tienen inculcada la cultura de Estados Unidos, especialmente con respecto a la mujer, van a hacer las cosas que han hecho en Irak en Abu Ghraib y en otras partes; las cosas que han hecho en Afganistán y en Guantánamo. Y lo van a hacer especialmente cuando les ordenan hacerlo y tienen todo el respaldo de las fuerzas armadas.

Hace poco el periódico Toledo Blade sacó una serie sobre atrocidades cometidas por las fuerzas armadas de Estados Unidos en Vietnam: que les cortaban las orejas a las mujeres, las ancianas, los ancianos y los niños y se las colgaban como trofeos de guerra, que mutilaban y cometían otras atrocidades. Eso sigue saliendo a flote, 30 años después. Y en todo el mundo, donde quiera que se instalen las fuerzas armadas de Estados Unidos, los alrededores se vuelven burdeles para los soldados. Eso es un reflejo de la naturaleza de ese ejército y de la naturaleza del sistema por el cual lucha y que va a imponer.

Hay que hacer una pregunta, ya que a las tropas las condicionan a hablar de “los malos”: “somos ‘los buenos’ y vamos a pelear con ‘los malos’”. Es la mentalidad de la policía. Sabemos que los malos tratos que se han visto en las cárceles de Irak no son diferentes a los malos tratos en las cárceles de aquí. En un artículo de Mumia Abu-Jamal [famoso preso político, partidario de la organización MOVE, ex militante del Partido Pantera Negra que lleva más de 20 años condenado a muerte], él dice que uno de los guardias de las cárceles de Irak era guardia de su cárcel de Pensilvania. Esos malos tratos son parte integral de este sistema. Este sistema no puede hacer lo que hace, no puede hacer que sus capataces impongan lo que es, sin hacer cosas como esas constantemente.

La pregunta entonces es: ¿quiénes son los buenos y quienes son los malos?

Es necesario confrontar a las tropas con esta verdad fundamental. Es necesario crear una situación en que no cuenten con el apoyo de la población a lo que hacen y lo que representan, y que vean que no cuentan con él. Esto es de suma importancia para forjar resistencia a cualquier guerra. Fue sumamente importante para la resistencia a la guerra de Vietnam. Como resultado de la labor del movimiento contra la guerra y de la resistencia interna de las fuerzas armadas, aparecieron más de 100 periódicos, periódicos radicales dentro de las fuerzas armadas, cafés en los alrededores de las bases militares, y con esa influencia muchos soldados le dieron la espalda a lo que les ordenaban y al adoctrinamiento que recibieron.

Recuerdo que a fines de la década de 1960 el ejército hizo una encuesta sobre los líderes políticos de los miembros de las fuerzas armadas y resulta que los negros les dieron a los líderes del Partido Pantera Negra un puntaje más alto que a cualquier miembro del gobierno (y no se limitaba a los negros). Eso es algo muy importante y muy favorable para la resistencia a una guerra y también a nivel estratégico para la revolución.

No estoy recomendando hacer nada concreto con respecto a esto, pero piensen en una situación que se inclina a una mayor resistencia, ante todo lo que está en juego ahora, que se inclina más allá de eso hacia la revolución: bueno, cuando la clase dominante se sienta amenazada, va a mandar a las fuerzas armadas a reprimir violentamente la resistencia, y especialmente la revolución. Y sería necesario que se diera, en mucha mayor escala, lo que se dio durante la guerra de Vietnam [resistencia contra la guerra]. Eso no resolvería todos los problemas de la revolución, pero podría ser un factor muy importante.

Por eso, a los militares hay que decirles la verdad, igual que a los demás. Así lo hicimos en la lucha contra la guerra de Vietnam. Recuerdo que me pasaba los días en una mesa de libros contra la guerra en Berkeley discutiendo con los soldados que iban a buscarnos. Iban cuando estaban de permiso, cuando estaban a punto de embarcarse a Vietnam. Nos metíamos en discusiones, una tras otra, y les decíamos la verdad escueta sobre lo que iban a hacer y por qué estaba mal. Eso tuvo un efecto muy positivo, a veces inmediato y a veces con el tiempo, digo, no solo lo que hacíamos en Berkeley sino lo que se hacía en todas partes. Este es un asunto de importancia estratégica, pensando en la resistencia y pensando en la revolución.

Bueno, he hablado largo rato y voy a terminar. Para hacerlo, permítanme repetir el primer punto y leer los otros dos de los “Tres puntos principales” de nuestro periódico:

“1) Este sistema, en su totalidad, se basa en la explotación --aquí y en todo el mundo. Carece de todo valor y hasta derrocarlo no se logrará ningún cambio fundamental positivo.

“2) Muchos grupos protestarán y se rebelarán contra lo que hace este sistema, y es esencial apoyar y fortalecer esas protestas y rebeliones. Sin embargo, solo los que no tienen nada que perder más que sus cadenas pueden ser el espinazo de la lucha para derrocar a este sistema y crear uno nuevo que acabe con la explotación y ayude a preparar el terreno para un mundo totalmente nuevo.

“3) Tal lucha revolucionaria es posible. Hay un partido político capaz de dirigirla, un partido político que habla y obra por quienes no tienen nada que perder más que sus cadenas: el Partido Comunista Revolucionario, EU.

“Este partido tiene la visión, el programa, el liderato y los principios de organización para unir a todos los que hay que unificar para hacer lo que hay que hacer. A todos los que quieren tal revolución, a quienes tienen un deseo ardiente de ver cambios drásticos, a quienes se atreven a soñar y actuar para crear un mundo totalmente nuevo y mejor, se les presenta un desafío: apoya este partido, únete a este partido, difunde su mensaje y su fuerza organizada, y prepara el terreno para un levantamiento revolucionario que tenga una base sólida y una verdadera posibilidad de ganar”.

No tenemos que vivir así, en un mundo como este. Otro mundo ES posible. A pesar de las difíciles y dolorosas contracciones, un mundo nuevo ha de nacer. Hagamos todo lo posible por acelerar ese momento.

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Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es
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