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Revolución #67, 29 de octubre de 2006

Cartas de Chicago y Oakland sobre el 5 de octubre

El Mundo no Puede Esperar y la valentía de protestar el 5 de octubre

Recibimos los siguientes informes de las protestas del 5 de octubre:

* * * * *

World Can't Wait Chicago

foto: Li Onesto
Fotos del 5 de octubre

Tambores en Chicago

El 5 de octubre, el día de las protestas nacionales para sacar al gobierno de Bush, no fue una mañana típica aquí en el multifamiliar Cabrini Green. Varios tamboristas se reunieron en el estacionamiento y en minutos electrizaron la atmósfera con un ritmo que hacía mover los pies. Varias personas tomaron el altoparlante para llamar a los que estaban dentro del edificio. Una de las últimas personas que bajó y se subió al camión para ir al centro dijo que debatió mucho para sus adentros si ir o no. Cuando bajó, agarró el altoparlante y llamó a los demás. Les dijo que no ir era lo mismo que decir que está bien que George Bush legalice la tortura, que la injusta guerra de Irak está bien. Preguntó: “¿Qué clase de futuro tendrán nuestros hijos si no echamos al gobierno de Bush?”. El camión llegó a las 10:30 y el plan era irnos a las 11:00, pero seguimos tratando de convencer a más gente hasta las 12. El chofer tenía que estar en otra parte a la 1:00, así que no podía esperar más. Fuimos de edificio en edificio llamando a todo mundo. Un par de personas más subieron al camión, pero se nos fueron un par de tamboristas. Varios dijeron que venían porque los convencimos. Una joven fue a ver si conseguía quién le cuidara los niños para ir al centro, pero no encontró a nadie. Esa noche dijo que le dolió mucho no poder ir.

En el camión íbamos prendidos. Teníamos muchas ganas de ver lo que iba a pasar. Unos preguntaron si nos iban a meter al bote y cómo nos iban a sacar. Cuando llegamos al centro, nos impresionó ver toda la gente que ya estaba. Eso estimuló la energía que teníamos desde por la mañana.

Inmediatamente nos dimos cuenta de lo importante que era para los demás ver a este grupo de un multifamiliar. Nos tomaron muchas fotos a nosotros y nuestra manta. Mucha gente se acercó a saludarnos. Creo que todos nosotros nos dimos cuenta del fuerte efecto que tiene para gente de otros sectores sociales ver que los de abajo se levanten y se hagan oír. Esa dinámica siguió todo el día. Todos comentamos que nos agradó mucho hablar con la gran diversidad de gente que fue a la protesta. Uno dijo que se identificó mucho con los “roqueros, o como se llamen; los muchachos de pelo azul y demás”.

En la marcha del parque a la plaza, uno de los monitores vio el entusiasmo de una joven de nuestro grupo y le pasó el megáfono para que coreara las consignas.

Por la tarde, en un descanso, fuimos a comer algo. Caminamos a un McDonald’s con los tambores, volanteando y coreando consignas: una minimarcha por la acera. Una joven latina agarró un volante en el McDonald’s y se puso a hablar con una compañera nuestra. Después la vimos en el mitin con un letrero de El Mundo no Puede Esperar y el periódico Revolución.

En el mitin, llamaron a los tamboristas a que subieran a la plataforma. Subieron con la pancarta y el redoble de los tambores repartió la alegría de la resistencia. Cuando regresamos a casa, hablamos de nuestras experiencias ese día. Unos se devolvieron antes que los demás. Los que se quedaron, contaron que subieron a tocar a la plataforma y les dijeron a los otros que se han debido quedar. El grupo que se fue primero también contó que se fueron tocando tambores hasta el tren, volanteando y hablando con los transeúntes. “Seguimos la protesta por todo el camino”, dijeron.

Un chavo vino y agarró el periódico Revolución. Estaba abierto en la página de “Conoce a Bob Avakian” y vio el aviso de la autobiografía. Dijo que la estaba leyendo porque “quiero saber más de este man”. Le dijimos que los CDs de las nuevas charlas que le dimos son de él también y que teníamos que organizar discusiones de ellas. Le gustó la idea y nos dijo que sabía que iba a haber una reunión el sábado.

Esa noche, cuando me acosté, los tambores todavía me hacían ratatá en la cabeza.

* * * * *

Paros estudiantiles en prepas de Oakland

Soy organizador juvenil de El Mundo no Puede Esperar y trabajo con todos los excelentes estudiantes de prepa del Área de la Bahía. Me alegra mucho hablar con los jóvenes que saben lo que está haciendo el gobierno de Bush por todo el mundo y que se preocupan por la lucha de la gente a su alrededor y de los que ni siquiera conocen. Creen firmemente que no tienen que aceptar el mundo tal como es y que tienen el poder de cambiarlo. Otra realidad que se ve al organizar los paros estudiantiles del 5 de octubre es la opresión sofocante que encuentran todos los días en muchos niveles. Les echan la culpa de la falta de fondos… los maestros les dicen que no entienden la situación política del país y que ni piensen en cambiarla… para que no salgan, los encierran en las escuelas, que especialmente en los barrios negros y latinos parecen cárceles.

Hace poco hablé con dos jóvenes de la Academia Emiliano Zapata de Oakland. A pesar de las amenazas de suspenderlas, movilizaron a 50 estudiantes (de un total de 90) a participar en el paro. Fueron a cada clase a hablar con los demás estudiantes. Reunieron dinero para pagar el camión a San Francisco. Cuando le dijeron al chofer que iban a la protesta de San Francisco, les permitió pagar la mitad. Las suspendieron un día y las dejaron castigadas después de las clases. El día de la suspensión fueron a la escuela para protestar, pero no las dejaron entrar. La escuela recibió tantas llamadas de protesta que la secretaria se quejó a las estudiantes, pero estas le dijeron que no tenían la culpa, que ellas aceptaron las consecuencias de sus acciones y que ahora la escuela tenía que aceptarlas también.

Lo siguiente es parte de una entrevista a dos estudiantes de prepa que participaron en la protesta del 5 de octubre:

Estudiante 1: Oí por primera vez del 5 de octubre de una maestro de historia, que me invitó a un programa en el teatro Grand Lake [la Velada de conciencia del 2 de octubre]. Fui y me enteré. Unos chavos me dieron un montón de calcomanías y volantes, y los llevé a la escuela y empecé a repartirlos.

Estudiante 2: Agarré un montón de calcomanías. Se los pegaba a todos y les decía “vayan”. Un tipo me preguntó si me iba a salir de clase y le dije “sí”. La directora dijo que nos iba a suspender y no yo quería que me suspendiera. Pero otra estudiante me dijo que ella se iba a salir de todos modos y decidí no dejar que la suspendieran sola. Ella no iba a rendirse ante las amenazas y decidí que yo tampoco. Empezó con las dos pero resultó que 50 estudiantes se salieron de clases y que 43 fueron a la protesta.

Estudiante 1: El martes empezamos a repartir los volantes. Dos maestras nos apoyaron y propusieron una reunión después de clases. Una me dijo que la anunciara por el altoparlante, pero eso fue un gran error. Cuando fui a la oficina la directora estaba sentada al lado del altoparlante. Como no estaba familiarizada con la protesta le mostré un volante, y ella me dijo que no podía anunciarla y que iba a suspender a los estudiantes que participaran. Hablé con las maestras y me dijeron que no me preocupara por lo que me dijo, que hay que hacer lo que uno cree que es justo. Les agradecí. Una maestra empezó a llorar y dijo que iba a renunciar, pero le dijimos que no porque es una de las mejores maestras de la escuela… Tuve que ir a la protesta por todo lo que oí esa noche [de la Velada de conciencia de Oakland] y todo lo que leí en el volante del 5 de octubre: apoyar a las víctimas de Katrina, sacar corriendo a Bush, parar la guerra de Irak, parar la ley de inmigración y el muro que quieren construir en la frontera…

Estudiante 2: Camino a la protesta, todo mundo me enviaba mensajes de texto de que nos habían suspendido y castigado con 40 horas [de detención], así que al llegar a la protesta sabes en lo que pensábamos.

Estudiante 1: Nos enojamos…

Estudiante 2: Subí al escenario como representante de nuestra escuela y expliqué que somos estudiantes de Emiliano Zapata y que nos suspendieron. Dije “revolución” y todos se volvieron locos. Muchos maestros me llamaron y me dijeron que están orgullosos de lo que hicimos. Dijeron: “Ustedes son fabulosas”. Muchos maestros y asesores iban a participar en el paro, pero la directora les dijo: “No, y si participan los voy a despedir”. Le contestaron: “Pues no habrá maestros”.

Hicimos historia, por lo menos en nuestra Academia. El año que viene, después de graduarme, todavía estarán hablando de los 50 estudiantes que se salieron de clases. Hicimos historia ese día.

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