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Revolución #70, 26 de noviembre de 2006

Las elecciones: La fantasía… y la realidad
Adiós, camino de ladrillos amarillos

Después de las elecciones, muchos se sintieron como en la película El mago de Oz, cuando todos cantan “Ding, dong, la bruja mala se murió”. Decían que se les quitó un peso de encima. Una amiga fue a una fiesta de Move On a llevar el volante de El Mundo no Puede Esperar sobre las elecciones y habló con la dueña de casa: una joven que por primera vez se metió en política y que dijo que ganar la puso tan feliz como enamorarse… hasta que mi amiga le dijo que los candidatos demócratas no se opusieron a la Ley de Comisiones Militares y que todo lo que sucedió en Abu Ghraib ahora es legal y legítimo.

Fue una semana así. Cuando muchos esperaban ver las patas de la bruja dobladas debajo de la casa, la fantasía se interrumpió. Millones querían, y esperaban, que estas elecciones pararan la locura que nos ha encaminado a un futuro espantoso. Pero los demócratas solo hablan de buscar puntos en común y de llevarse bien. Hablan de “forjar unidad, no crear divisiones” con los que acusaron de traición a los pocos demócratas que han hecho mínimas críticas de la guerra o la tortura. Los altos demócratas dicen que la idea de un juicio de destitución es de mal gusto y que han ido a Washington a demostrar que pueden gobernar con un espíritu de bipartidismo para unir el país y a trabajar con el presidente.

Esto es todo lo contrario de lo que pasó cuando los republicanos ganaron la mayoría del Congreso en 1994 y se lanzaron a la ofensiva con la “revolución de Gingrich”. A los cuatro años le hicieron un juicio de destitución a Clinton por un escándalo sexual y dos años después se robaron las elecciones para un presidente que cree que tiene una “misión de dios”. Ese fue el preludio de lo que pocos tomaron con seriedad y de lo que la mayoría pensaba que sería imposible en Estados Unidos: los dominionistas, los teócratas y los televangelistas recibieron cientos de puestos del gobierno, poder de vetar los candidatos a la Suprema Corte y conversaciones semanales con la Casa Blanca. Si alguien pensó que las elecciones iban a refrenar al aspirante a Mesías, el 17 de noviembre George Bush puso a cargo del programa federal de planificación familiar, abstinencia y embarazo de adolescentes al director de una organización que ataca las relaciones sexuales prematrimoniales, el control de la natalidad y el aborto.

Obituarios políticos prematuros

Los que proclaman que la era de la derecha cristiana ha pasado, se están engañando peligrosamente a sí y a otros. Como dijo en un artículo de opinión del New York Times David Kuo, quien fue subdirector de las iniciativas de fe de Bush y ahora lo critica: “Desde 1992 cada derrota electoral republicana ha suscitado un obituario para la derecha religiosa. Cada uno de esos obituarios ha sido prematuro y después de esas derrotas la derecha religiosa se ha fortalecido más… Jesús resucitó una sola vez. La derecha religiosa ha resucitado dos veces en los últimos 15 años”. El hecho es que el movimiento fascista cristiano surgió a raíz de profundas dinámicas económicas y sociales. Se basa en corrientes espontáneas de la vida cultural del país, pero lo han moldeado agentes de la clase dominante como una forma estratégica de lidiar con sus necesidades políticas del momento. Como afirma Kuo, no va a salir volando con un vientecillo después de las elecciones.

Pregunta: ¿quién sigue definiendo la iniciativa moral cuando la estrategia de los líderes demócratas fue postular candidatos con la visión republicana intolerante e ignorante de moral? ¿O cuando aplauden a Chuck Schumer y Rahm Emanuel como “los arquitectos de la victoria demócrata” por seleccionar candidatos opuestos al aborto y por evitar el tema del matrimonio gay? Podrán aclamar cuanto quieran a Nancy Pelosi como presidenta de la Cámara de Representantes por ser mujer, pero dejarlo a ese nivel es muy superficial.

Un inquietante artículo de la revista Nation (27 de noviembre), “Arrows for War”, escrito por Kathryn Joyce, habla del “movimiento de la aljaba”, que deriva su nombre del Salmo 127: “…como flechas en manos del guerrero son los hijos tenidos cuando joven. Dichoso es el hombre que ha llenado de ellas su aljaba; no quedarán confusos cuando tengan pleito con sus enemigos en la puerta”. Las madres de este movimiento ven a sus hijos como soldados de un ejército de dios para el Apocalipsis que purificará el mundo para los cristianos. Procuran tener más de seis hijos, los educan en casa, van a iglesias fundamentalistas y siguen los preceptos bíblicos de que el hombre manda y la mujer obedece. No evitan el embarazo y alaban abiertamente el patriarcado. Joyce comenta que en el movimiento “las motivaciones no son siempre racistas, pero el subtexto de ‘suicidio racial’ suele estar presente”.

Algo muy interesante es que un tal Philip Longman asesora a los demócratas para llevar el partido a un “centro radical”. “¿Quiénes son esos evangélicos?”, pregunta Longman. “¿Son inherentemente pro guerra y pro recortes de impuestos para los ricos?” Su respuesta es no. “Lo irreducible de estos votantes religiosos es que están a favor de la familia”. Ante la pregunta de si la oposición absolutista al control de la natalidad por parte del movimiento de la aljaba interfiere con su estrategia, Longman admite que el derecho al aborto tendrá que pasar a un segundo plano, pero que en política “nadie consigue todo lo que necesita”.

Esa lógica, como dice El Mundo no Puede Esperar, llevará (u obligará) a aceptar los preceptos bíblicos sobre la familia, que dictan restaurar la posición de autoridad del hombre, conferida por dios, en la familia y en la sociedad.

 “La guerra contra el terror”… sigue

A lo largo de la campaña y desde las elecciones, los demócratas han aceptado y alentado la lógica republicana de la “guerra contra el terror” y la premisa subyacente de que Estados Unidos debe dominar estratégicamente el Medio Oriente por medios militares y por medio de su estado clientelista Israel. Por eso, los llamados de algunos demócratas la semana pasada a “retiradas en fases” son apenas maniobras en el proceso de forjar un nuevo consenso de qué hacer en Irak. Ese consenso por ahora se basa en la posición de que para conservar y aumentar la dominación estratégica, Estados Unidos no puede tolerar una debacle estratégica ni la percepción de una derrota en Irak. (Ver el artículo de Larry Everest). Del mismo modo que los obituarios de los fascistas cristianos son prematuros, lo mismo se puede decir de los neoconservadores: siguen en la rama ejecutiva y siguen luchando por su posición.

Cuando Nancy Pelosi dice que ahora que los eligieron tienen que “gobernar desde el centro”, quiere decir que los demócratas no van a oponerse seriamente a la dirección teocrática de las fuerzas del gobierno de Bush. Quiere decir que hay que apoyar la propuesta de muchos teóricos demócratas de ser “liberales en lo económico y conservadores en lo social”. Esta propuesta es una manera disimulada de adoptar o tolerar la esencia de los valores fascistas cristianos porque son una forma necesaria de cohesión y control social para millones de personas que sufren incertidumbre y dolor por los dictados estructurales de una economía globalizada y una economía capitalista más competitiva y más voraz.

“Gobernar desde el centro” también quiere decir que los demócratas no cuestionarán seriamente las premisas subyacentes de la guerra de Irak: la necesidad (desde el punto de vista imperialista) de transformar agresivamente los modos de dominación estadounidense en el Medio Oriente. En vez de eso, competirán por librar “mejor” la guerra. Quiere decir que ni tratarán de revocar la Ley de Comisiones Militares, que defiende la tortura y pisotea el hábeas corpus… que no se opondrán a los ataques a los inmigrantes y que seguramente “trabajarán con Bush” para aprobar su versión de reforma migratoria (ver el artículo de Travis Morales), y así sucesivamente.

Incluso cuando han tenido serias diferencias y enconados conflictos con los neoconservadores y la derecha religiosa, los demócratas continuamente le han cedido el terreno a la derecha y han aceptado los términos que esta impone como “puntos en común” para diferir y competir. Así fue su campaña… y así van a tratar de gobernar.

Movilizarse… y con urgencia

Si votaste por los demócratas, todo lo que esperabas que harían es tan urgente hoy como hace tres semanas. A diario siguen muriendo montones de personas en Irak y Afganistán. La tortura sigue en Guantánamo y quién sabe dónde más. Los inquisidores medievales siguen haciendo cola para ser jueces federales. Los negros y otros que sufrieron a raíz del huracán Katrina siguen en casas rodantes… si tienen suerte. Continúa la demonización de los inmigrantes y de los gays. Los derechos reproductivos de la mujer se siguen encogiendo.

La verdad es que Bush nunca va a encontrar un cerebro, ni Cheney va a encontrar un corazón y que los demócratas seguirán comportándose como leones cobardes… por más dinero y energía que les den. No hay un mago inepto pero a fin de cuentas benigno ni una bruja buena que nos dará unas zapatillas rojas para regresar a un hogar que a fin de cuentas no era ideal. Solo hay seres humanos. Los de arriba (la clase dominante imperialista), unidos por intereses fundamentales y divididos solo por la mejor manera de proteger esos intereses… y los cientos de millones en este país y los miles de millones en el mundo entero a quienes oprimen (los de abajo, a quienes explotan brutalmente, y los “del medio”, a quienes limitan y dominan), cuyos intereses fundamentales se oponen a los de arriba. Ni Nancy Pelosi ni Barack Obama ni Hillary Clinton van a encaminar la sociedad en una dirección diferente. Es hora, más que hora, de cambiar dramática y radicalmente toda la dirección de la historia: no en la “nueva dirección” que prometen los políticos de la clase dominante atados al mástil de guerra sin fin por el imperio y de represión, sino zafándose de ese mástil.

Eso NO quiere decir que no debamos demandar con más fuerza que los demócratas tomen medidas para parar la guerra, acabar la tortura, proteger la ciencia y las instituciones académicas y todo el resto de las infamias intolerables que llevaron a los votantes a las urnas. Asimismo, debemos apoyar a los que quieren presionar a los demócratas para que le hagan a Bush a un juicio de destitución.

Pero esta sociedad sigue en una trayectoria hacia el fascismo, ahora forjando nuevos consensos bipartidistas sobre aspectos importantes. Si se dan divisiones en ese consenso de la clase dominante, no llegarán a ninguna parte sin una resistencia masiva. Como dice El Mundo no Puede Esperar, todavía hay tiempo, pero no mucho. Hay que abandonar las falsas ilusiones y aceptar el hecho de que el gobierno no va a hacer esto en nuestro lugar. No hay un mecanismo corrector del sistema que va a borrar a estos fascistas.

Los que leen estas palabras tienen que llevarse a sí mismos y a otros a superar el autoengaño y las excusas para no ponerse a parar los crímenes que su gobierno está cometiendo contra el mundo. Quedarse dentro del marco político en el que piensan y operan los representantes políticos del sistema es dejarse llevar a ser cómplices de todas las cosas que no se discutieron en estas elecciones. Querer que esto cambie sin trastornos es imposible e incorrecto. ¿Cuándo se ha derrotado un gran mal sin trastorno, sin cambiar la vida, sin lucha?

Las elecciones pasaron. No satisficieron las esperanzas depositadas en ellas, pero demostraron claramente que hay docenas de millones asqueados por este gobierno y todo su programa. Ahora es necesario hablar con ellos y decirles: “Bueno, ahora nos toca a nosotros. ¡Y yo estoy dispuesto o dispuesta a cambiar mi vida para hacerlo!”.

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