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Revolución #76, 14 de enero de 2007

Informe de Oaxaca

Segunda parte: Días de miedo, alegría y resolución

Acabamos de regresar de Oaxaca, adonde fuimos como parte de una delegación pro derechos humanos para investigar y documentar la represión en ese estado del sur de México. Tuvimos la oportunidad de conocer y hablar con mucha gente. Escribimos los siguientes informes en Oaxaca. La primera parte, “Los presos de Tepic”, salió en el número de la semana pasada. ¡Y tenemos más que escribir!
Primero, el contexto: en la madrugada del 14 de junio del 2006, más de 2,000 policías atacaron con saña un campamento donde estaban durmiendo los maestros en huelga, sus familiares, niños y partidarios. Los maestros establecieron el campamento en el zócalo de la Ciudad de Oaxaca en mayo, como parte de su lucha por mejorar la educación, conseguir ayuda para los alumnos pobres del campo y un aumento salarial. Acostumbraban a salir en huelga en mayo, pero nunca antes se los había reprimido con tanta fuerza. Cientos resultaron heridos. Por un tiempo lograron dispersarlos, pero después los maestros regresaron al zócalo.
El ataque del 14 de junio prendió una lucha que ya ha durado más de seis meses y ha tenido un impacto en toda la sociedad oaxaqueña. Gente de todos los sectores se ha unido para demandar que se vaya el odiado gobernador, Ulises Ruiz Ortiz (URO). Cientos de miles de personas participaron en las megamarchas. Las masas se apoderaron de emisoras y canales de televisión. En agosto, un grupo de mujeres se apoderó del canal 9 y transmitió durante tres semanas antes de que las autoridades las atacaron. Los matones y policías del gobierno recorrían los barrios disparando y matando. Después de que mataron a una persona, los huelguistas levantaron 1,500 barricadas por toda la ciudad.
En octubre, entró a ocupar el zócalo la Policía Federal Preventiva (PFP), que enseguida mató a varias personas. Luego el 25 de noviembre, la PFP atacó una marcha con mayor ferocidad, detuvo a 150 personas y las torturó en la cárcel (incluso a gente que solo estaba paseándose por el zócalo ese día). La represión llamó la atención internacional.

22 de diciembre: Llevamos varios días escuchando hablar de la represión. El mismo relato se repite: nos secuestraron, nos golpearon, con las manos atadas nos tiraron bocaabajo en una camioneta; si alzábamos la mirada, nos pateaban en la cabeza. Nos llevaron en helicóptero y nos dijeron “vamos a ver si pueden volar”… pensamos que íbamos a morir. Hay desaparecidos y otros se han escondido. La policía sigue buscando a ciertas personas y amenazando a todos… tenemos miedo.

Hoy hay de qué alegrarse… miles de personas marchan por las calles de la Ciudad de Oaxaca (y en solidaridad en otros pueblos del estado, otras partes de México, Estados Unidos, Canadá, Europa y América Latina), y sus consignas y canciones se oyen por muchos kilómetros. A lo largo de la marcha docenas de chavos decoran con consignas pintadas y afiches las paredes que las autoridades se esfuerzan por “normalizar”. La mayoría de los manifestantes son adultos de todas las edades, pero los acompaña un contingente de chavos que con júbilo sueltan insultos contra el gobernador, Ulises Ruiz Ortiz.

Hoy no se habla del miedo, sino más bien de la ira que tienen por la represión. Condenan al gobierno y defienden con orgullo la lucha. Los últimos seis meses han cambiado a la gente; se ha puesto de pie o, como dicen unos, ha dicho “basta ya”. No es tan fácil sofocar los cambios que han experimentado miles de personas.

Al hijo de Concepción lo arrestaron el 25 de noviembre, cuando la Policía Federal Preventiva (PFP) atacó el campamento del zócalo de la Ciudad de Oaxaca. Se metió a la lucha para defender a su hijo, pero en cuanto empezó a hablar con las otras señoras, con familiares, estudiantes y su hijo preso, se dio cuenta de que no se trata solo de su hijo sino de lo mucho que está en juego.

Ahora milita por la libertad de todos los presos políticos. Ella estuvo en el campamento que montaron a la entrada de la prisión de Nayarit, a unos 1,200 kilómetros al norte de la Ciudad de Oaxaca, donde están muchos de los detenidos. Dice que al llegar a Nayarit con otros familiares, muchos tenían miedo porque la prensa llevaba días diciendo que los oaxaqueños son violentos y agresivos. Concepción y otros familiares recorrieron el vecindario alrededor de la prisión. Fueron de puerta a puerta hablando de su lucha y haciendo saber que muchos de sus seres queridos estaban presos injustamente, ya sea por decir basta ya o por nada.

No tardó mucho para que los vecinos apoyaran la lucha de Oaxaca; muchos les abrieron las puertas, les dieron comida y amistad en esos momentos difíciles.

Concepción dice que ya no es la misma persona que antes. Dice que la lucha le ha abierto los ojos y le ha hecho pensar en asuntos fuera del círculo familiar y el hogar. Ahora quiere concientizar a la gente, no solo para conseguir la libertad de los presos (por la cual lucha enérgicamente) sino también para que vea la pobreza por todos lados, el hambre y otros problemas y se pregunte por qué es así y qué hacer para cambiarlo.

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23 de diciembre: Un grupo de maestros está al lado de una mesa cortando papel crepé para hacer hermosas flores de papel, que cuelgan de ramas y entre árboles. Están en la plazuela de la iglesia a donde la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO, que ha estado dirigiendo la lucha) ha trasladado su celebración de la Noche de Rábanos después de que 300 efectivos de la PFP se apoderaron del zócalo. A la entrada de la plazuela hay policías también, así como a unas cuadras de distancia, con equipo antimotín.

En la plataforma bailan al ritmo de música tradicional. Unos cuantos turistas y otras personas pasan por las esculturas de rábano muy trabajadas con escenas de la lucha. Una es de un agente de la PFP, con un garrote y un escudo; en una rama hay otra, con un cuerpo colgado de un helicóptero. Nuestro favorito es una escena de las barricadas de carros y piedras, con figuras de hombres y mujeres armados de palos y con piedras al lado.

La multitud en la plazuela se para para ver la llegada de una posada de docenas de jóvenes. De la punta de los palos largos hay velas envueltas en papel celofán que dan una luz roja y amarilla. Esta vez no cantan canciones de Navidad ni portan retratos de Jesús, sino una enorme manta con demandas de libertad para los presos políticos.

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Lucía, Margarita, Eva e Inez son maestras que participan en el plantón desde mayo. Dicen que al principio hubo mucha polémica en Oaxaca. Lucía dice que al comienzo muchos los apoyaban, pero que con el tiempo unos se cansaron del plantón. Todo cambió con el ataque del 14 de junio. La gente se indignó cuando la policía disparó gas lacrimógeno contra el campamento y atacó salvajemente a los manifestantes. Margarita dice que la lucha venía hirviendo desde hace mucho y que era cuestión de tiempo antes de que estallara abiertamente.

Hablan de la desigualdad que está al fondo de la lucha, especialmente de la pobreza y hambre que hay por todas partes. Luego hablan de otra clase de desigualdad: la violencia del estado. Señalan que el estado mata y reprime con las armas y la fuerza salvaje, y que el pueblo tiene que encarar eso con la resistencia y defender los barrios con barricadas de carros, piedras, madera, sacos de arena, etc.

El estado ha atacado con mano de hierro a los que se alzaron y a los que siguen luchando. Sacan a los maestros de las aulas frente a los alumnos, que lloran. Una maestra dice que la PFP se metió a una escuela, unos vestidos de civil para hacer pasar por padres de familia y otros en uniforme. Detuvieron a los maestros en medio de la lección. Dice que a un niño que se aferró de una maestra para que no se lo llevaran lo sometieron en el suelo hasta que se fueran. Algo parecido ocurrió en muchos barrios de la Ciudad de Oaxaca. De vez en cuando los maestros recibieron noticia y lograron escaparse, y en otras ocasiones los padres y vecinos rodearon las escuelas para proteger a los maestros. Así y todo, varias veces las autoridades pudieron arrestarlos.

Mucha gente nos dice que la lucha continúa a pesar de la represión, los arrestos en masa, las desapariciones y la intimidación. Ya no hay barricadas por todas partes y han borrado muchas pintas, pero los sucesos de los últimos seis meses han cambiado a la gente de maneras profundas. Muchos hablan de esos cambios y de que quieren concientizar a otros. Las maestras entrelazan comentarios sobre la lucha actual y sobre los problemas grandes de la sociedad, la riqueza y la pobreza, la guerra de Irak. Piensan en Oaxaca pero en mucho más también.

Lucía quiere que la gente del mundo vea que la lucha que se está librando en Oaxaca es un ejemplo, que hay que ponerse de pie y luchar por lo que es justo. Y si eso quiere decir que hay que levantar barricadas de llantas, madera y carros, como las de Oaxaca, entonces eso es lo que debe hacer.

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