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Revolución #93, 24 de junio de 2007

Antecedentes de una confrontación:

Estados Unidos e Irán: Una historia de dominación imperialista, intriga y guerra

Tercera parte: Irán 1953-1979: La pesadilla de la dominación estadounidense

Durante más de 100 años, Estados Unidos y las demás potencias imperialistas han dominado Irán con intrigas clandestinas, intimidación económica e intervenciones e invasiones militares. Ha llegado a ser una pieza clave del imperialismo global. Es esencial examinar esta historia para entender los verdaderos motivos de las actuales amenazas yanquis de guerra y ataques nucleares contra Irán. La primera parte de esta serie exploró la rivalidad de las potencias europeas para explotar los recursos petroleros y al pueblo de Irán antes y después de la I Guerra Mundial. La segunda parte detalló cómo Estados Unidos tumbó al gobierno laico nacionalista de Mohammed Mossadegh en 1953 e instaló en el poder a un administrador leal: el brutal sha Mohammed Reza Pahlavi. La tercera y cuarta parte examinarán las consecuencias de 25 años de dominación estadounidense para el país y el pueblo. También veremos cómo sembró las semillas de la revolución de 1979 y la fundación de la República Islámica.

La versión oficial, que el gobierno y los medios no se cansan de repetir, es que todo lo que hace Estados Unidos por todo el mundo (acuerdos económicos, presiones políticas y hasta guerras) tiene la meta de erradicar la pobreza, la tiranía y la opresión, y de llevar a los demás países los beneficios de la democracia, la modernización y el "mercado libre". Pero lo que Estados Unidos lleva al resto del mundo es el imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen. Lo que hizo el gobierno del sha Mohammed Reza Pahlavi (instalado por Estados Unidos) lo demuestra.

Estados Unidos y el sha toman las riendas

Tras el golpe de estado de la CIA en 1953, el sha y Estados Unidos aplastaron las amplias fuerzas de la oposición, solidificaron el control y colocaron al país bajo la firme dominación estadounidense en asuntos políticos, económicos y militares.

El sha estableció un gobierno militar e impuso ley marcial indefinida. Estados Unidos envió un chorro de asesores y fondos a Irán ($504 millones entre 1952 y 1961) para reorganizar, capacitar y ampliar la policía, las fuerzas armadas y (en 1957) la temida policía secreta.1

Proscribieron a los grupos de oposición que apoyaban al primer ministro Mossadegh (tumbado en el golpe de estado), como el Frente Nacional (una coalición amplia) y el Partido Tudeh (pro soviético). Prohibieron todas las formas de organización y actividad política, hasta las reuniones literarias. Los arrestos en masa, las detenciones sin justificación, la tortura institucionalizada, las matanzas en las cárceles y las ejecuciones estaban a la orden del día. Prohibieron los periódicos, las revistas, los libros y hasta los volantes que criticaban al gobierno o a Estados Unidos. Impusieron una censura tan estricta que la cantidad de publicaciones disminuyó de 600 durante el gobierno de Mossadegh (1951-53) a 100.2

Le quitaron la independencia limitada al parlamento y el gobierno escogía a los candidatos. En 1957 establecieron un sistema de "dos partidos", ambos controlados por el sha. Reorganizaron el sistema de educación para institucionalizar la lealtad al sha y difundir propaganda.

La economía petrolera: "Propiedad sin control"

Además, para apuntalar al sha, Estados Unidos restauró la economía iraní como productor de petróleo barato y mercado de bienes e inversiones occidentales, y la integró más al mercado mundial. Entre 1952 y 1961, destinó $631 millones de ayuda económica a Irán: la mayor cantidad a un país que no era de la OTAN.3 Al llegar los años 60 había más de 900 expertos económicos y técnicos en el país; prepararon los planes económicos y crearon el banco principal (el Banco de Desarrollo de Industria y Minería). Las inversiones corporativas estadounidenses aumentaron a $200 millones y Estados Unidos pasó a ser el mayor socio comercial de Irán.

El petróleo todavía era la mayor parte de las exportaciones y de los ingresos estatales. Después del golpe hubiera sido difícil restablecer el viejo sistema de propiedad extranjera directa del petróleo. Por eso se estableció un nuevo acuerdo que le dio derechos de propiedad a una compañía paraestatal, la Compañía Nacional Petrolera Iraní (creada por el gobierno de Mossadegh), y aumentó a 50% su proporción de las ganancias. El acuerdo acabó con la dominación inglesa del petróleo iraní. Las compañías estadounidenses y otros multinacionales crearon un nuevo consorcio con derecho exclusivo al petróleo.

Entre bastidores, el consorcio estaba al mando porque Irán dependía de su equipo, pericia técnica y redes globales de mercadeo, y porque el sha dependía de Estados Unidos. Por ejemplo, los ocho miembros del consorcio firmaron un acuerdo secreto (que se conoció en 1974) que detallaba las condiciones de compra del petróleo iraní para cada uno. También detallaba cómo iban a restringir colectivamente la producción para evitar un exceso de oferta y una disminución de ganancias. El historiador Amin Saikal escribió: "Las compañías petroleras internacionales tenían una posición tan poderosa que podían dirigir la industria petrolera iraní según sus intereses. Aumentaban y reducían la producción y los precios, y a fin de cuentas controlaban la oferta y la demanda en los mercados, al nivel y de la manera que les convenía". Saikal lo llama "propiedad sin control" que "le permitía al consorcio tomar las decisiones importantes sobre el crecimiento económico de Irán".4

Como consecuencia, Irán perdió docenas y quizás centenares de millones de dólares, y los capitalistas occidentales sacaron $12.8 mil millones de ganancias del petróleo del Medio Oriente de 1948 a 1960.5

La "revolución blanca": Planes imperialistas y consecuencias no planeadas

Configurar la economía iraní en torno a la extracción de petróleo para el mercado mundial no llevó a la modernización sino al estancamiento económico, la crisis y la miseria para la gran mayoría de los iraníes. A finales de los años 50, más del 70% de la población todavía vivía en el campo, la mayoría como arrendatarios o dueños de pequeñas parcelas pobres. Unas 400 a 450 familias de terratenientes feudales (como la del sha) eran dueñas de más de la mitad de la tierra.6 Cuando fui a Irán en 1979 y 1980, los campesinos curdos me dijeron que los señores les imponían impuestos por todo (días festivos, agua, animales y la cosecha) y que tenían que entregar el 40% de la cosecha. Los grandes terratenientes ejercían un poder político absoluto en los pueblos y los campesinos tenían que pedir permiso para casarse o ir a la ciudad. Un terrateniente notorio los hacía llevarle la novia la víspera del matrimonio.

A comienzos de los años 60, al gobierno estadounidense le preocupaba mucho la estabilidad del sha. Irán sufría una inflación desenfrenada, escasez de comida y combustible, y gran descontento. En otras partes (como China en 1949, y Vietnam, Latinoamérica, Egipto e Irak en los años 50) se libraban revoluciones nacionalistas y antiimperialistas, alentadas por las luchas de los campesinos por la tierra y la liberación del feudalismo.

En 1963, con la dirección de Estados Unidos, el sha inició un programa de gran alcance de reformas económicas, políticas y sociales. Diseñado por estrategas de Washington y profesores de la Universidad Harvard, la "revolución blanca" apuntaba a impedir levantamientos, fortalecer al gobierno del sha y convertir a Irán en una sociedad moderna y más industrial con una clase media en crecimiento y más amplias oportunidades para el capital extranjero. La revista Time la describió como "un gran diseño con la meta de arrancar a Irán de la edad media a una sociedad industrial moderna", gracias a "una extensa reforma agraria y una campaña de alfabetización" e "ingresos anuales del petróleo de más de $500 millones y $2 mil millones de inversiones extranjeras".7

Pero la "revolución blanca" terminó desestabilizando al país y contribuyendo al derrocamiento del sha.

Esa "revolución" nunca se propuso movilizar al campesinado ni arrancar de fondo las relaciones feudales económicas, políticas o sociales.8 A los grandes terratenientes los mandaban vender tierras a aparceros (con fondos estatales). Junto con un programa de vender las industrias paraestatales a inversionistas particulares, la reforma agraria "trasladó el capital de los terratenientes rurales a la industria y otros proyectos urbanos, y sentó las bases para el capitalismo estatal en la ciudad y el campo", escribió la historiadora Nikki Keddie. También debilitó el poder político de los terratenientes feudales y los vinculó más estrechamente a la monarquía.9

Los terratenientes tenían el derecho de conservar una sexta parte de sus tierras (las mejores) y tener propiedades en varios pueblos, así que conservaban mucho poder económico y social. La "revolución" solo afectaba a un 30% de los pueblos y a los nueve años solo el 20% de las familias campesinas (700,000 de un total de 3.5 millones) había recibido tierra, muchas veces en parcelas demasiado pequeñas para subsistir. En las zonas rurales los ingresos eran pésimos: el 80% de la población solo ganaba $200 al año en 1972.

Alrededor del 40% de los campesinos eran trabajadores sin tierra y no se beneficiaban de la "reforma agraria". Casi 600,000 familias se vieron obligadas a abandonar el campo y migrar a las ciudades, donde contribuyeron a un enorme crecimiento de la población urbana en los años 60 y 70.

La "revolución blanca" casi no tocó a Curdistán, que padecía una intensa opresión nacional, donde el 80% de la población vivía en el campo. A mediados de los años 60, más de la mitad de las familias curdas (en promedio cinco o seis personas) vivía en un solo cuarto, y la mayoría no tenía electricidad ni agua corriente.10 Cuando fui a Irán en 1979, después de la revolución, poco había cambiado. Muchos pueblos no tenían agua corriente, electricidad, escuelas ni hospitales. Un campesino me dijo: "Hay muchos desempleados. Nadie puede ganarse la vida con una parcela, porque es muy pequeña y pobre y tenemos pocos animales. Hay que conseguir dos o tres trabajos para comer y no morir". Otro dijo: "No tenemos nada, ni trabajos ni escuelas ni electricidad ni hospitales. No tenemos vida ni futuro".

Como la reforma agraria le dio a la mujer el derecho a votar y abrió las puertas más a la influencia extranjera, muchos clérigos islámicos se unieron a la oposición. Los clérigos eran parte del orden y sistema feudal desde hacía mucho tiempo. Se unían a las luchas populares contra el imperialismo y sus monarcas clientes cuando percibían amenazas al islam, las relaciones sociales tradicionales y su propia influencia. Unos clérigos importantes eran grandes terratenientes y en general los clérigos recibían gran parte de su apoyo financiero de los propietarios de tierras.

En 1963, pusieron al ayatola Jomeini bajo arresto domiciliario por condenar la "revolución blanca", y estallaron motines en Qom y Teherán. Las tropas mataron a balazos a centenares y quizás miles de personas. En 1964, Jomeini condenó públicamente la inmunidad que el gobierno del sha les concedió a los empleados del gobierno estadounidense en Irán, y se vio obligado a exiliarse en Najaf, Irak. Así, Jomeini se perfiló como un importante clérigo y figura de la oposición al sha; 16 años después, con el derrocamiento del sha, regresó y fundó la primera República Islámica de Irán.11

Próxima parte: Irán, 1953-1979: Una economía deformada y dependiente


Footnotes

1 Ali Reza Nobari, editor, Iran Erupts, p. 143; Ali M. Ansari, Confronting Iran, p. 41 [Regresa]

2 Nobari, p. 64 [Regresa]

3 Ansari, p. 41 [Regresa]

4 Amin Saikal, The Rise and Fall of the Shah, pp. 50-51  [Regresa]

5 Larry Everest, Oil, Power & Empire – Iraq and the U.S. Global Agenda, pp. 57-58 [Regresa]

6 Fred Halliday, Iran: Dictatorship and Development, pp. 106-7, 10 [Regresa]

Time, 11 de febrero de 1966 [Regresa]

8 Nikki Keddie, Modern Iran: Roots and Results of Revolution, p. 144; Ansari, p. 46 [Regresa]

9 Keddie, p. 145 [Regresa]

10 Gerard Chaliand, editor, A People Without a Country: The Kurds and Kurdistan, p. 113 [Regresa]

11 Ansari, p. 49; Dilip Hiro, Iran Under the Ayatollahs, p. 47  [Regresa]

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