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Revolución #101, 16 de septiembre de 2007



Antecedentes de una confrontación:

Estados Unidos e Irán: Una historia de dominación imperialista, intriga y guerra

Parte 7: 1991-2001: El derrumbamiento de la Unión Soviética, el crecimiento del fundamentalismo islámico y la intensificación de la hostilidad estadounidense hacia Irán

Durante más de 100 años, el imperialismo ha dominado a Irán con intrigas clandestinas, intimidación económica e intervenciones e invasiones militares. Esta dominación son los antecedentes de la hostilidad de Estados Unidos hacia Irán hoy y las actuales amenazas de guerra. La primera parte de esta serie exploró la rivalidad de las potencias europeas para explotar a Irán y sus recursos petroleros antes y después de la I Guerra Mundial. La segunda parte detalló cómo Estados Unidos tumbó al gobierno laico nacionalista de Mohammed Mossadegh en 1953 y volvió a poner en el poder a un administrador leal: el brutal sha Mohammed Reza Pahlavi. La tercera y cuarta partes examinaron las consecuencias de 25 años de dominación estadounidense para el país y la población, y cómo sembraron las semillas de la revolución de 1979. La quinta parte examinó cómo la revolución de 1979 y la respuesta de Estados Unidos contribuyeron al ascenso del fundamentalismo islámico. La sexta parte exploró la lógica imperialista, el cinismo y las necesidades de la maniobra de 1985-1986 de Ronald Reagan de enviar armas a cambio de poner en libertad a los rehenes. La parte 7 explora las crecientes hostilidades estadounidenses hacia Irán: desde el derrumbamiento de la Unión Soviética en 1991 hasta 2001, cuando George Bush tomó las riendas.

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El derrumbamiento de la Unión Soviética: Un sismo geopolítico

El derrumbamiento de la Unión Soviética en 1991 fue un sismo geopolítico y creó nuevas oportunidades y nuevas amenazas para el imperialismo estadounidense. De un golpe el principal rival al poderío global estadounidense desapareció (por lo menos temporalmente). Los estrategas del imperio yanqui se vieron ante una oportunidad histórica de extender su dominación global por la fuerza y resolver decisivamente una gran variedad de obstáculos, para forjar un imperio indiscutible e indisputable.

La nueva mezcla de oportunidades y necesidades remoldeó la actitud estadounidense hacia Irán. Durante la guerra del golfo Pérsico de 1991, Estados Unidos hizo retirar a Saddam Hussein de Kuwait y destruyó gran parte de su infraestructura militar e industrial, mientras Irán permaneció neutral. Después, los dirigentes de la República Islámica tomaron medidas iniciales para normalizar las relaciones con Estados Unidos, que se fueron a pique con la toma de la embajada estadounidense en Teherán en 1979. El ayatola Jomeini murió en 1989 y una nueva dirección más pragmática dirigida por el presidente Rafsanjani subió al poder. Irán quería atraer nuevas inversiones extranjeras y más comercio para apoyar su economía.

A Estados Unidos no le interesaba, dado que la República Islámica era un obstáculo a sus metas en varios frentes. El derrumbamiento de la Unión Soviética no resolvió sus problemas en el Medio Oriente; de hecho, agravó unos y abrió una caja de Pandora en Asia central. Estados Unidos entraba en conflicto más y más con Irán en ambas regiones. Sin la Unión Soviética, los estrategas estadounidenses no se sentían en la necesidad de enemistar a Irán e Irak y se sentían libres de atacar a los dos.

"Contención doble": Preservar el statu quo dominado por Estados Unidos

El gobierno de Clinton adoptó una política de "contención doble", con medidas económicas para castigar a ambos países, con la meta de debilitarlos y aislarlos. Temía que las necesidades y ambiciones regionales de Irán y el crecimiento del fundamentalismo islámico pusieran en peligro su dominación del Medio Oriente.

La revolución de 1979 en Irán, con su carácter islámico y anti Estados Unidos, todavía tenía influencia en las poblaciones de las tiranías frágiles pro Estados Unidos, como Arabia Saudita, los estados del Golfo, Jordania y Egipto. El derrumbamiento de la Unión Soviética debilitó (a veces mortalmente) muchos partidos y movimientos pro soviéticos, y esto fortaleció aun más las tendencias fundamentalistas islámicas, que pasaban a ser el principal polo de oposición a Estados Unidos y sus clientes. La revolución iraní y la derrota soviética en Afganistán envalentonaron a los islamistas, que ahora podían decir que como ya habían contribuido a la caída del sha y luego de una superpotencia, ¿por qué no podían hacer lo mismo en cuanto a Estados Unidos?

Como el principal estado islámico en la región, Irán representaba un reto ideológico a la globalización y "modernización" imperialistas dirigidas por Estados Unidos. La República Islámica representaba un polo de oposición a unas metas políticas estadounidenses en la región, tanto como una fuente de inspiración (y a veces apoyo directo) para varias tendencias islámicas.

El gobierno de Clinton consideró el "proceso de paz" de Israel y los palestinos, auspiciado por Estados Unidos para parar la lucha palestina y fortalecer a Israel, una medida crucial para debilitar la oposición a Estados Unidos y fortalecer su control regional. Pero Irán era un obstáculo, por su apoyo político a los palestinos y su apoyo material a Hezbola en Líbano y a las fuerzas palestinas islamistas.

A Estados Unidos le preocupaba también el potencial de que Irán se volviera una fuerza regional poderosa debido a su tamaño, ubicación, enormes reservas petroleras y esfuerzos de establecer lazos con las potencias globales. El hecho de que la guerra de 1991 contra Irak debilitó a ese país como baluarte contra Irán contribuyó a esas preocupaciones.

Por su parte, Irán tenía muchas ganas de atraer nuevas inversiones extranjeras para aumentar la producción de petróleo y fortalecer la infraestructura industrial y militar. A comienzos de los años 90, Irán ofreció a la gran compañía petrolera estadounidense Conoco mil millones de dólares para desarrollar la industria petrolera y de gas. Esto provocó un escándalo en Estados Unidos y llevó a la imposición de sanciones económicas en 1995 para impedir que las compañías estadounidenses invirtieran en Irán (y más tarde para castigar a las compañías extranjeras con inversiones en Irán).

Una nueva "gran caza" en Asia central

El derrumbamiento soviético tuvo enormes consecuencias para Estados Unidos —e Irán— en Asia central. De repente, los estados que antes eran parte de la Unión Soviética y que tienen enormes recursos energéticos —Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán, Kirguizistán y Kazajistán (donde hoy se está desarrollando el mayor proyecto petrolero del mundo)— eran países independientes. Se desató una competencia feroz entre Estados Unidos, Rusia, China y las potencias europeas por el acceso, la influencia y el control. Zbigniew Brzezinski, funcionario del gobierno de Jimmy Carter, advirtió: "Para Estados Unidos, el principal premio geopolítico es Eurasia… La primacía global estadounidense depende directamente de por cuánto tiempo y qué tan eficazmente mantiene su preponderancia en el continente eurasiático".

Irán quiso ampliar sus lazos históricos, geográficos, culturales y lingüísticos con estas nuevas repúblicas. También quiso participar en los nuevos acuerdos sobre energéticos, enfocados en la construcción de oleoductos y gasoductos de Asia central a los puntos de distribución al mercado global. Irán está ubicado entre los ricos yacimientos del mar Caspio, al norte, y el golfo Pérsico, al sur, y ya tenía una red de ductos. ¿Así que por qué no transportar el petróleo y gas por medio de Irán?

Como informó Revolución: "Si los oleoductos se dirigen hacia el sur, a través de Irán, la contención de Irán se suspendería… El plan que surgió en esa época fue construir oleoductos y gasoductos hacia el sur, de Turkmenistán al mar, a través de Afganistán y Paquistán. La ruta por Irán quedó vetada". (Ver "El petróleo y la guerra de Afganistán", Obrero Revolucionario #1126, 11 de noviembre de 2001, en: http://www.rwor.org/a/v23/1120-29/1126/oil_afghanistan_s.htm)

En los años 80 y 90, Estados Unidos y su aliado Arabia Saudita organizaron y financiaron clandestinamente los grupos sunitas fundamentalistas (como el Talibán) para aislar a Irán y contrarrestar a los islamistas chiítas inspirados por Irán, especialmente en Pakistán y Afganistán. Tales intrigas clandestinas fortalecieron el fundamentalismo religioso reaccionario y el sectarismo por toda la región.

El choque sobre estrategia en los años 90

Un fuerte debate en el seno de la burguesía durante los años 90 sobre la estrategia global en el mundo post soviético moldeó la estrategia estadounidense hacia Irán. La estrategia de los neoconservadores la presentaron altos funcionarios del gobierno de George Bush padre (que otra vez se encontraron en el gobierno de Bush hijo): iniciar ataques militares de prevención para tumbar a los rivales potenciales y establecer la hegemonía global unilateral.

Durante su gobierno de ocho años, Bill Clinton era el paladín del "derecho" de tomar acciones unilaterales para determinar el ambiente global por la fuerza si era necesario, aunque puso énfasis en las alianzas con otras potencias imperialistas y una postura general de "multilateralismo energético".

Clinton nunca dudó en utilizar la fuerza militar, como con la intervención de la OTAN en Yugoslavia, la preservación de la zona donde se prohibía volar en Irak y el ataque contra Sudán. Era partidario de la expansión de la OTAN al viejo bloque soviético. Pero lo hizo en el contexto de una "norma multilateral" más tradicional (en que Estados Unidos siempre tiene el control y un veto). Además, centró la atención en el fortalecimiento de la posición económica estadounidense en el mundo y en el fomento agresivo de la globalización imperialista y los "acuerdos de libre comercio", que beneficiaban al capital financiero estadounidense.

Clinton nunca adoptó una estrategia de cambio de gobierno hacia la República Islámica. Se enfocó en las amenazas, pero también ofreció el incentivo de mejores relaciones. Las metas de las amenazas estadounidenses, según el "Informe al Congreso sobre la Seguridad Nacional" de Clinton (11 de enero de 2000), eran "cambiar las medidas del gobierno iraní en varias esferas clave". El informe vio "con interés… los indicios de cambio en las medidas del gobierno iraní".

Los neoconservadores pensaban que el gobierno de Clinton desperdiciaba la victoria en la guerra fría, que la situación estaba a la deriva y que las amenazas aumentaban. No les gustaba el multilateralismo de Clinton (en oposición al unilateralismo), ni tampoco el énfasis en el aspecto económico de la nueva ola de globalización (en beneficio del imperialismo estadounidense). Vieron la oportunidad de reconfigurar radicalmente las relaciones globales por medio de una línea dura, acciones unilaterales y una enorme intensificación del uso de la fuerza militar, y un programa energético de "cambio de gobiernos".

A sus ojos, aunque Saddam Hussein no era una gran amenaza a Estados Unidos, tenían que reconfigurar radicalmente el Medio Oriente. Si no, seguiría siendo un semillero de las fuerzas opuestas a Estados Unidos, especialmente las fuerzas fundamentalistas islámicas, que obstaculizarían la dominación estadounidense de la región… una meta que comparte toda la clase dominante, a pesar de sus diferencias sobre cómo lograrla.

Esta batalla se entrelazó con un fuerte debate sobre el significado del resurgimiento del fundamentalismo islámico, provocado por serios retos islámicos a los gobiernos de Egipto, Argelia y Afganistán. Robert Dreyfuss escribió que hubo básicamente dos bandos en la clase dominante: los que "dicen que Estados Unidos no tiene nada que temer de la derecha islámica" vs. "los partidarios del choque de las civilizaciones [abogado por los académicos derechistas como Samuel Huntington y Bernard Lewis], que creen que el mundo islámico es fundamental e irrevocablemente hostil al Occidente".

La captura de la presidencia por George Bush en el 2000, seguida por los ataques del 11 de septiembre del 2001, llevó a la consolidación de la estrategia neoconservadora y el inicio de la "guerra contra el terror" para ponerla en práctica: desencadenar la máquina de guerra para derrotar al fundamentalismo islámico, tumbar a los estados que obstaculizan las metas estadounidenses, transformar radicalmente las relaciones globales y reafirmar la posición de Estados Unidos como única superpotencia por décadas. En esa estrategia, Irán iba a ser un blanco principal de la guerra para expandir el imperio, como veremos en la última parte de esta serie.

Fuentes

Ali M. Ansari, Confronting Iran – The Failure of American Foreign Policy and the Next Great Conflict in the Middle East, capítulo 4: "The United States and the Islamic Republic", pp. 132-146

Bob Avakian, “Los grandes retos de la nueva situación", Revolución #36, 26 de febrero de 2006

Zbigniew Brzezinski, The Grand Chessboard – American Primacy and Its Geostrategic Imperatives, p. 30

Robert Dreyfuss, Devil’s Game--How the United States Helped Unleash Fundamentalist Islam, p. 316

Larry Everest, Oil, Power & Empire: Iraq and the U.S. Global Agenda (Petróleo, poder e imperio: Irak y la agenda global de Estados Unidos), capítulo 8: "A Growing Clamor for Regime Change"

Vali Nasr, The Shia Revival – How Conflicts within Islam Will Shape the Future, capítulo 5: "The Battle of Islamic Fundamentalisms", pp. 160-168

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