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Revolución #107, 4 de noviembre de 2007


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HACER LA REVOLUCIÓN Y EMANCIPAR A LA HUMANIDAD
PRIMERA PARTE: MÁS ALLÁ DEL ESTRECHO HORIZONTE DEL DERECHO BURGUÉS (CONTINÚA)

El comunismo no será una “utopía” — Será un mundo radicalmente diferente y mucho mejor

De la Redacción: Lo que sigue es la tercera parte de una serie de pasajes de una charla que dio Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, anteriormente este año (2007). La charla ha sido revisada en preparación para su publicación y se ha incluido notas al pie de la página (entre otras cosas, el autor ha ampliado en gran medida la sección sobre Karl Popper). Estos pasajes se publicarán en dos partes. La primer parte (en inglés) está en línea en revcom.us. La segunda parte (en inglés) también estará en línea pronto en revcom.us. Los pasajes de la segunda parte también se publicarán como serie en Revolución una vez que se haya terminado de publicar la primera parte.

El comunismo no será una “utopía” — Será un mundo radicalmente diferente y mucho mejor

Partiendo de los avances teóricos básicos de Marx, y agregando a lo que Lenin aportó a esto —con respecto al estado y en términos de un análisis del imperialismo y otras dimensiones importantes de la sociedad humana y de su transformación revolucionaria— Mao aportó o amplió algo crucial sobre cómo los comunistas entienden estos problemas fundamentales. En varias ocasiones recalcó (y eso es algo que se ve en particular en sus pláticas y charlas, conversaciones y escritos informales, más que en sus obras oficiales, aun las que se publicaron antes del golpe de estado revisionista de 1976) que aun cuando se haya llegado al comunismo, lo que caracterizará e impulsará a la sociedad serán las contradicciones entre las fuerzas y las relaciones de producción y entre la base y la superestructura. Bueno, no es que anteriormente en el marxismo se haya negado eso, sino que no se entendía con la claridad ni con la importancia que Mao le dio. Anteriormente, ciertos aspectos de cómo se concebía el comunismo, irónicamente, incorporaban ideas metafísicas. Por ejemplo, Engels, y Marx también, decían que con el comunismo se habría pasado del reino de la necesidad al reino de la libertad, como sí —estoy exagerando, pero sí había esa tendencia a pensar que— al llegar al comunismo uno llegaría al reino de la libertad con relación a la necesidad de una manera completamente diferente. Y Mao vio que en realidad no era así, que no captaba de una manera correcta lo esencial de esto.

Es cierto que con el comunismo los seres humanos se relacionarán conscientemente con la naturaleza, y ellos mismos, de una manera cualitativamente mayor que en cualquier otra época; pero todavía tendrán que lidiar con limitaciones y la transformación de las limitaciones. Siempre se va a tener que lidiar con el principio fundamental enumerado por Marx sobre los cimientos y las contradicciones impulsoras de la sociedad humana. No importa cuánto se avance en el comunismo, nunca se dejará de lidiar con la necesidad que se presenta como algo “externo”, con lo que uno tiene que lidiar y luchar por transformar —y, al hacerlo, crear nueva necesidad. Lo que seguirá caracterizando e impulsando a la sociedad serán las contradicciones entre las fuerzas y las relaciones de producción y entre la base y la superestructura. Y siempre será cuestión de captar eso de una manera cada vez más consciente—sin jamás tener nada como absoluta libertad al respecto.

Aun en las primeras obras de Mao se ven referencias (hablando en términos tradicionales chinos) al comunismo como “el reino de la gran armonía”. Bueno, cuanto más lidió con la realidad, y la lucha revolucionaria, cuanto más llegó a ver que la realidad no era así. Pero esa idea del “reino de la gran armonía” correspondía, en gran medida, al entendimiento que se tenía en buena parte del movimiento comunista internacional antes de Mao. Eso se ve en Stalin: en sus discusiones sobre el socialismo se ve que tiende hacia la idea del fin de las contradicciones. No es que dijo palabra por palabra que con el socialismo ya no existían contradicciones, pero sí dijo, a mediados de los años 30, que los antagonismos entre las clases en la Unión Soviética habían dejado de existir.

Ahora bien, es cierto que en el comunismo no habrá antagonismo de clase, pero lo que sí es cierto —y es algo que se ha demostrado de una manera dramática y a través de amarga experiencia con la restauración del capitalismo en los países que fueron socialistas— que en la sociedad socialista todavía existen contradicciones antagónicas de clase. Y aun en la sociedad comunista, habrá que luchar por transformar la necesidad, se va a tener que entender y tomar medidas con respecto a las fuerzas impulsoras de la sociedad que se basan en las contradicciones entre las fuerzas y las relaciones de producción y entre la base y la superestructura, y la interrelación entre las dinámicas de esas dos contradicciones.

Libertad… y necesidad

Con respecto a esto un hecho fundamental es que la libertad es el reconocimiento —y, como recalcó Mao, la transformación— de la necesidad. Ahí es donde radica la libertad. No radica en nociones idealistas de cómo uno quisiera que fueran las cosas. No es cuestión de que la imaginación no viene al caso, eso es muy importante (y por eso una parte importante del DVD “Revolución” se llama “Imagínate”). La imaginación tiene que jugar un gran papel. Pero aunque la imaginación debe proceder sin que se la restrinja estrechamente en un momento dado a las condiciones imperantes, en un sentido general y fundamental tiene que basarse en la realidad material y actuar sobre esa realidad material, si se quiere que lo que se imagina y los sueños se realicen en el mundo real (eso es algo que Lenin recalcó).

Hay mucho ámbito para los sueños y la imaginación que no están ligados inmediata y “estrechamente” a lo que sea la realidad material en un momento dado. Esto es algo que mencioné en un artículo sobre el mito.1 Ahí recordé (en la discusión sobre mito) que en una conversación con un camarada hace unos años, tomé una posición muy incorrecta de que cuando lleguemos al comunismo no debemos tener más ciencia ficción. Luego, afortunadamente, antes de que pasara mucho tiempo, me di cuenta de que si llevara esa lógica hasta sus últimas consecuencias, liquidaríamos el arte. ¿Por qué es así y por qué es importante? Porque las cosas como la ciencia ficción tienen un enorme papel que jugar, con respecto a las necesidades estéticas de la gente, por así decirlo, pero también en términos de las necesidades más amplias de la sociedad de poder prever o imaginar cómo podrían desenvolverse las contradicciones en el futuro. Hay, y siempre habrá, tanto para los individuos como para la sociedad, la necesidad muy real e importante de ver las cosas desde diferentes ángulos, a través del prisma distorsionador del arte, por así decirlo.

Pero fundamentalmente (y, se podría decir, debajo de todo esto) la libertad sí radica en el reconocimiento y la transformación de la necesidad. Lo importante es que ese reconocimiento y la capacidad de llevar a cabo esa transformación se dé a través de diferentes “canales”, y no está ligada de una manera positivista o reduccionista o lineal a la manera en que se presentan, en un momento dado, las principales contradicciones sociales. Si así fuera —o si así lo abordáramos— liquidaríamos el papel del arte y de buena parte de la superestructura en general. ¿Por qué libramos batallas en la esfera de la moral? Porque en la superestructura hay iniciativa y autonomía relativas. Y cuanto más se le dé expresión correcta a eso, tanto mejor será la situación, en cuanto a la clase de sociedad que tengamos en un momento dado así como en términos de nuestra capacidad de reconocer la necesidad y llevar a cabo la lucha por transformar la necesidad.

También es muy importante recalcar que al hablar de la necesidad estamos hablando tanto de la necesidad que radica en la realidad concreta, más allá de la sociedad humana —la totalidad del mundo natural— como, específicamente, la necesidad que radica en las relaciones humanas sociales en un momento dado, con sus raíces en la realidad fundamental cuya esencia Marx concentró. Las dos constituyen la necesidad, y es de especial importancia que entienda eso la gente que se emprende a transformar la realidad de una manera esencial. No es simplemente que tenemos la naturaleza “allí afuera”; ni tampoco, por otro lado, es que tenemos una sociedad divorciada del resto de la naturaleza. ¿Qué es la sociedad, si no son los seres humanos que se relacionan los unos con los otros y con la naturaleza y la transforman de una u otra manera, a veces por el mal y a veces por el bien, con respecto a las necesidades humanas en el sentido más amplio?

Estos puntos básicos del materialismo y la dialéctica constituyen y establecen la base teórica de una concepción y enfoque rigurosa, coherente y sistemáticamente científicos de la libertad de la humanidad en conjunto— y, de hecho, de la libertad de los individuos en relación con la sociedad humana en general.

Libertad, derecho y la naturaleza de la sociedad

Esto, repito, se relaciona con esa conocida declaración de Marx —a la cual, por buena razón, seguimos regresando— de que el derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado, que es otra declaración poco conocida y menos comprendida. En conversaciones que proceden, en términos fundamentales, desde un punto de vista y perspectiva burgués, se oyen planteamientos que, o no conocen o ignoran, este principio fundamental y manera de entender las cosas (o es ignorancia o ignorancia deliberada).

Volvamos al comentario de un joven de Oakland quien, después de ver el DVD de mi charla, dijo: “Estoy de acuerdo con todo y me gustó mucho la visión de la futura sociedad”— pero “si yo invento algo, quiero recibir más por ello”.2

Bueno, en cuanto al “derecho” de “recibir algo más” por inventar algo, aun si se pudiera ejercer ese “derecho”, ¿de dónde surge ese “derecho” y a qué corresponde? Cierta estructura económica de la sociedad, como dijo Marx, y una cultura por ella condicionada. Corresponde a, y surge de, cierta base económica y la superestructura correspondiente. Y, a su vez, refuerza esa clase de sociedad y esa clase de mundo. Para que ese “derecho” tenga significado, se necesitan las condiciones y las relaciones que lo hagan posible. En el feudalismo, aunque las relaciones de mercancía eran desarrolladas a un grado relativamente grande, si era siervo no tenía concepción alguna de un derecho. Bueno, en cierta etapa del feudalismo, empezó a darse cierta movilidad social, aunque de muchas maneras seguía siendo limitada. Pero esa idea de recibir más por inventar algo no era un derecho característico del feudalismo; pero sí es un derecho característico de cierta estructura económica y cultura, de cierto tipo de sistema, a saber, el capitalismo. En la medida en que se aplica ese derecho (de recibir algo más por inventar algo), se aplica y solo se puede aplicar en el caso de un pequeño grupo de individuos. Al mismo tiempo, todas las condiciones de esa estructura económica, y la cultura correspondiente, implican toda una serie de consecuencias horripilantes para la gran mayoría de los individuos del mundo y para la humanidad en conjunto. Ahí se puede ver —a través de un ejemplo negativo, por así decirlo— cómo es que el derecho está implantado, si me permiten, en la estructura económica de la sociedad y la cultura por ella condicionada.

Veamos unos ejemplos de los “derechos positivos”. ¿Qué del derecho a vivir en un mundo en el que los seres humanos hayan dejado de enfrentarse los unos a los otros a través de relaciones antagónicas? ¿Dónde existe el “derecho” a eso; bajo qué condiciones tendría ese derecho significado? Sin lugar a dudas, en este mundo no se tiene ese derecho. Uno lo puede proclamar cuantas veces que quiera. Uno puede elaborar todo tipo de esquema utópico para darle expresión a sus deseos de vivir en un mundo en el cual los seres humanos dejen de enfrentarse los unos a los otros a través relaciones antagónicas. Pero dentro del marco del sistema social actual y la manera que este sistema domina y moldea al mundo, no tiene ninguna capacidad para efectuar semejante ideal. Ese derecho solo se puede realizar a través de una estructura económica diferente, un conjunto diferente de relaciones de producción, a saber, las del comunismo y la cultura por ella condicionada—o, mejor dicho, la superestructura que corresponde a las relaciones económicas y sociales comunistas. Solo a través de la revolución para avanzar hacia el comunismo puede, por fin, llegar la humanidad al punto en el que los seres humanos no tengan que enfrentarse jamás a través de relaciones antagónicas. Esta es otra expresión del hecho, como dijo Marx, de que el derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica y al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado.

¿Y qué del “derecho” de las masas populares del mundo a explorar las cuestiones científicas? ¿Qué clase de estructura económica y cultura —qué clase de relaciones de producción y sociales, y qué clase de superestructura— se necesita y corresponde a eso? Una vez más, solo un mundo comunista. Con la división del trabajo que ha existido en, y ha caracterizado, toda forma de sociedad dividida en clases —y en particular las sociedades dominadas por las clases explotadoras—, las masas populares, la gran mayoría de la sociedad, no tiene un serio derecho de explorar las cuestiones científicas. No existe para ellas. Es posible que unos individuos, por aquí y por acá, surjan de entre las masas y cambien de posición de clase, por así decirlo, y que sean capaces de dedicar la vida a eso como vocación, pero para las masas populares no existe tal derecho. El propio funcionamiento de la base económica, en relación dialéctica con la superestructura —la dinámica de la acumulación capitalista y el funcionamiento del sistema político correspondiente, el sistema de educación, las ideas dominantes que se propagan por toda la sociedad y la división del trabajo que está estrechamente ligado a todo eso— imposibilitan que las masas populares tengan ese “derecho” de explorar las cuestiones científicas.

¿Y qué de los que hoy tienen la aptitud de hacer eso? ¿Qué de su “derecho” de explorar las cuestiones científicas en un nuevo contexto y marco sociales, en el cual mucha más gente tenga la libertad y la posibilidad de hacer eso también? ¿Qué de la capacidad —incluso de los que actualmente están realizando trabajo científico— de hacerlo de una manera sin trabas (no digo absolutamente sin trabas, pero con cualitativamente menos restricciones), libres de las restricciones impuestas por las relaciones explotadoras y opresivas en la sociedad y de los modos de pensar correspondientes? ¿Qué de eso? ¿Qué de una situación en la que no hay que andar pidiendo subvenciones de una manera que menoscaba el valor científico de su proyecto, al tener que cuadrarlo con los requisitos de la clase dominante, por ejemplo: “Esto ayudará al Departamento de Defensa”. ¿Qué de ese “derecho”?

No es que en la sociedad comunista todos harán todo —o querrán hacer todo— con el mismo énfasis o la misma pasión o de la misma manera. Hay, y siempre habrá, diferencias entre los seres humanos, y eso seguirá siendo cierto —y, como nunca antes, eso es algo que se reconocerá conscientemente y a lo que se le dará una expresión cualitativamente mayor — en la sociedad comunista. Todos no van a querer hacer trabajo científico todo el tiempo ni tampoco meterse en la política todo el tiempo. Pero se habrá tumbado y superado todos los obstáculos y divisiones sociales que hoy existen y que son característicos de la sociedad explotadora.

¿Y qué del “derecho” de que todo eso se dé? ¿Qué clase de estructura económica y qué clase de “cultura por ella condicionada” es necesaria para que eso se dé? Eso es imposible en el sistema actual, y solo es posible en el sistema futuro, es decir, en la sociedad comunista. De esto se tratan las “4 todas”–eso es lo que quiere decir lograr las “4 todas” que señalan el avance al comunismo: la abolición de todas las diferencias de clase en general; la abolición de todas las relaciones de producción en que estas descansan; la abolición de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción; y la revolucionarización de todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales. Todo eso, y todos los “derechos” que se adhieren a eso, solo son posibles en una futura sociedad comunista —que no es un ideal utópico sino una auténtica posibilidad, una posibilidad cuya realización radica en la libertad que se le puede arrancar de la necesidad actual de la humanidad en esta época, y en particular del proletariado como clase y quienes asumen la cosmovisión y objetivos de la revolución proletaria.3

¿Y qué del derecho de la gente en la sociedad, y en el mundo entero, a tener que gastar solo una pequeña parte de su tiempo y energía en la reproducción (y la expansión de los medios de producción) de los requisitos materiales de la vida? ¿Qué del “derecho” de solo tener que dedicar unas pocas horas del día a eso, y tener más tiempo para los asuntos políticos, sociales y culturales y al descanso… o simplemente a hacer lo que le dé la gana? ¿Dónde, hoy, existe tal “derecho” para la gran mayoría de la humanidad, incluso para los niños? La actual estructura económica y la cultura condicionada por ella impide que la gran mayoría de la humanidad, inclusive los niños, tenga algo que se asemeje a tal “derecho”; y es solo con la sociedad comunista que se podrá realizar ese “derecho” (y en ese entonces ya no sería concebido como “derecho” sino como una parte “natural” del funcionamiento de la sociedad humana, sin que se la institucionalice o la dé una condición especial como “derecho”).

Este es un punto sumamente importante que tenemos que captar a fondo. Y, repito, el propósito de captarlo a fondo es actuar en consecuencia, popularizarlo y movilizar a más gente que entienda eso para actuar en consecuencia.

¿Importa si la gente piense que simplemente queremos imponer un ideal de la sociedad encima de otro? ¿O si, al contrario, la gente tenga una concepción de veras materialista y dialéctica sobre cómo la posibilidad de lograr las cosas de las que estoy hablando se relaciona a las contradicciones que existen en la sociedad y surge a través de las luchas que se basan en esas contradicciones—sobre cómo la posibilidad y el potencial de una sociedad humana totalmente diferente, caracterizada por relaciones radicalmente diferentes y mucho mejores entre la gente, y la cultura y manera de pensar correspondientes, existen de veras y radican en las contradicciones materiales sociales del mundo actual? ¿Importa que vea esto de una manera completamente utópica e idealista, o con materialismo y dialéctica? ¿Afectará lo que piense que sea deseable, lo que piense que sea posible y lo que crea que vale la pena luchar por lograr? Claro que sí.

Democracia burguesa, derecho burgués

Comprender y actuar sobre eso es una parte crucial de dar un salto y una ruptura en cuanto a nuestra concepción y entendimiento de la realidad y de cómo se la puede y se la tiene que cambiar—un salto y una ruptura más allá de lo que de veras es el estrecho horizonte del derecho burgués. La democracia, o el intento de “perfeccionar” lo que en realidad es —y lo que en este sistema, con su base material, solo puede ser— la democracia burguesa: esa no es nuestra meta. Esto cabe en los límites, el estrecho horizonte, del derecho burgués. No es lo que necesita la humanidad. ¿Han oído a cuántas personas, que por lo general son progresistas o seriamente parte de la oposición, que siempre formulan sus objetivos políticos, y su visión de la sociedad, en términos de la democracia, que en realidad viene a ser la democracia burguesa? Se parece mucho a los científicos que siempre tienen que formular (o formular de nuevo) sus proyectos en términos de cómo contribuirán al Departamento de Defensa o al Departamento de Seguridad de la Patria u otra dependencia del estado actual. ¿A cuántas personas han oído formar su “proyecto político” para hablar de “perfeccionar nuestra democracia”, cuando en realidad necesitamos dar un salto y romper con ese marco, e ir más allá de ese estrecho horizonte?

Que quede claro, la democracia es una expresión del derecho burgués. Y el derecho burgués quiere decir todas las cosas con las que estamos muy familiarizadas, todo el sufrimiento del mundo que acompaña a este sistema de gobierno burgués asentado en las relaciones de producción y sociales burguesas. Eso es lo que en realidad el derecho burgués —inclusive la democracia de la cual tanta gente está tan enamorada— significa para la humanidad en su totalidad. Y tenemos que bregar así con la gente sobre eso: dejen de formular todo en términos del derecho burgués. Breguemos sobre lo que la humanidad realmente necesita.

Esta serie continuará en el próximo número de Revolución.


Notas

1 Ver “Materialismo y romanticismo: ¿Podemos prescindir de los mitos?”, Obrero Revolucionario #1211, 24 de agosto de 2003. [Regresa]

2 Ver la primera parte de esta serie en Revolución #105, 21 de octubre de 2007. [Regresa]

3 Esta discusión sobre las “4 todas” se refiere a la observación de Marx, en La guerra civil en Francia, 1848-50 de que: “Este socialismo es la declaración de la permanencia de la revolución, la dictadura de clase del proletariado como punto necesario de transición para la supresión de las diferencias de clase en general, para la supresión de todas las relaciones de producción en que éstas descansan, para la supresión de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción, para la subversión de todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales”. (Ver, Marx y Engels, Obras escogidas, tomo I, énfasis en el original)

La formulación de las “4 todas” se refiere a este análisis de Marx que popularizaron los revolucionarios del Partido Comunista de China durante la Gran Revolución Cultural Proletaria, de 1966 a 1976. [Regresa]

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Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es
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