Issue and Date


Revolución #109, 18 de noviembre de 2007


Número actual  |   Números Anteriores  |   Bob Avakian  |   PCR  |   Temas  |   Comunícate

HACER LA REVOLUCIÓN Y EMANCIPAR A LA HUMANIDAD
PRIMERA PARTE: MÁS ALLÁ DEL ESTRECHO HORIZONTE DEL DERECHO BURGUÉS (CONTINÚA)

El marxismo como ciencia— En oposición al materialismo mecanicista, el idealismo y la religiosidad

De la Redacción: Lo que sigue es la quinta parte de una serie de pasajes de una charla que dio Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, este año (2007). La charla ha sido revisada en preparación para su publicación y se han incluido notas al pie de página (entre otras cosas, el autor ha ampliado en gran medida la sección sobre Karl Popper). Estos pasajes se publicarán en dos partes. La primera parte (en inglés) está en línea en revcom.us. La segunda parte (en inglés) también estará en línea pronto en revcom.us. Los pasajes de la segunda parte también se publicarán como serie en Revolución una vez que se haya terminado de publicar la primera parte.

El marxismo como ciencia—
En oposición al materialismo mecanicista, el idealismo
y la religiosidad

Además de romper con todas las expresiones de las tendencias religiosas, dentro del movimiento comunista mismo así como en general, es necesario dar un salto más allá y romper con un claro legado del movimiento comunista internacional en cuanto a las tendencias (que todavía existen y ejercen una influencia considerable) hacia el pragmatismo y el empiricismo, a la reificación del proletariado y la reificación del socialismo (o el proceso de la transformación socialista de la sociedad y el avance hacia el comunismo), como si fuera un proceso con tendencias religiosas, una especie de proceso teleológico que se dirige hacia un fin predeterminado (lo que Bill Martin llama “inevitable-ismo”1). Estos puntos de vista y enfoques, junto con el reduccionismo y el positivismo —y la tendencia al materialismo mecanicista y el determinismo en general— conducen a reducir a todo a las dimensiones más inmediatas y estrechas y a portarse como si las cosas que suceden tenían que suceder, y/o que las determina una progresión lineal de causas (o causas aparentes), sin que se den saltos y cambios cualitativos de un estado de materia a otro, y sin la interacción de diferentes niveles de materia en movimiento.

Hace tiempo había un programa de televisión —no duró mucho tiempo, solo fueron unos pocos episodios, pero no creo que se haya debido a su mala filosofía o mala ciencia— en el que Stanley Tucci hizo el papel de un neurocirujano y en una ocasión (en uno de los pocos episodios antes de que lo cancelaran) le dijo a otro médico: “El cerebro solo es un caja con alambres”. Bueno, ese es un ejemplo de lo que quiero decir con reduccionismo y positivismo. El cerebro es muchísimo más que eso, y el pensamiento humano abarca muchísimo más que una caja con alambres. Abarca muchísimo más de lo que hace una computadora, por ejemplo—abarca un proceso muchísimo más complicado, dentro del cerebro mismo, así como en la interacción entre el cerebro y el resto del cuerpo, y entre el cuerpo (o, mejor dicho, la persona) en su conjunto y el “mundo exterior”. El funcionamiento del cerebro humano y el pensamiento humano abarcan todo esto.

Estas tendencias hacia el positivismo y el reduccionismo son evidentes, claro está, no solo en los malos programas de televisión, ni tampoco solamente en algunas maneras de abordar la ciencia médica. Eso se ve todo el tiempo en el punto de vista y el método que usan las personas —entre ellas los comunistas— que reducen todo a los términos más estrechos, que buscan las causas en lo primero que se presente, sin buscar las dinámicas más profundas y el cuadro mayor— junto con mucho apriorismo e instrumentalismo (intentos de ajustar a la realidad a ideas preconcebidas y propósitos predeterminados).

Bueno, entre los comunistas existen estas tendencias, que acompañan a la religiosidad—y eso no cabe en lo que hacemos. Nuestra manera de abordar las cosas, de abordar todo, no es y no debe ser religiosa, sino científica. No estamos haciendo algo porque nos inventamos una visión bonita, para nosotros, de un “mundo ideal” y ahora, como dicen siempre los “antitotalitarios”, nos proponemos imponerles a todos, con la fuerza que sea necesaria, esa visión ideal utópica. Esa es una de las acusaciones clásicas que tienen en su arsenal contra los comunistas las fuerzas “antitotalitarias” —que tenemos esos planes y sueños utópicos que parecen buenos pero que no tienen ni cimientos ni base en la realidad, y que por eso cada vez más tenemos que recurrir a la coacción contra la misma gente en cuyo nombre proclamamos esa utopía, y que terminamos usando las medidas más horripilantes para tratar de imponer ese ideal utópico. Lo que nos proponemos hacer no es eso.

Lo que nos proponemos hacer, y los principios y métodos que eso implica, no son cuestión de apriorismo ni instrumentalismo—tenemos de antemano las respuestas a todo, y solo es cuestión de reconfigurar las cosas para que todos con los que estamos trabajando nos den las respuestas correctas cuando hagamos las preguntas correctas. En la medida en que existan tendencias en esa dirección, es algo con lo que tenemos que romper y que tenemos que erradicar. En un momento dado, tenemos que bregar con la realidad y con los cimientos más científicos que sean posibles. Y, en ese proceso, nos estamos relacionando con otras personas que están aplicando diferentes puntos de vista y enfoques y que lo hacen con diferentes objetivos. Su manera de pensar, sus objetivos, sus tendencias e ideas —algunos de los cuales podrían reflejar la realidad de una manera más acertada que la nuestra con respecto a ciertos fenómenos, por si acaso nos hayamos olvidado— también son parte de la realidad mayor con la que tenemos que bregar. Es necesario tener un enfoque científico hacia eso también. Necesitamos abordar todo con un enfoque sistemática, consecuente y cabalmente científico—y el punto de vista y método comunistas proveen los medios para hacer eso, si de veras los empuñamos y los aplicamos, y no los viciamos con ideas religiosas u otras nociones y enfoques idealistas o metafísicos en el plano filosófico.

Por eso me gusta la imagen, o la metáfora, de que somos un equipo de científicos—científicos empeñados en transformar el mundo de la manera más profunda. Nuestra esencia no es nada diferente a eso. Por tanto, tenemos que ser consecuente y cabalmente científicos, aun cuando nos estemos relacionando con gente que dista mucho de ser eso—o que en ocasiones o hasta cierto grado son científicos, pero que no lo son en el sentido más consecuente, sistemático o global.

El hilo conductor de todo lo que he dicho hasta este punto es el hecho de que el marxismo/comunismo es una ciencia, un punto de vista y método científicos para comprender y, claro, para cambiar el mundo. Es una ciencia en oposición a un dogma y a la religiosidad—inclusive el dogma y la religiosidad disfrazados de ciencia. Como he dicho antes, no estamos hablando de la naturaleza o la historia con mayúsculas —con la Naturaleza y la Historia dotadas de voluntad y propósito— y este no es un gran proceso de la Naturaleza y la Historia que se está desenvolviendo hacia la meta inevitable del comunismo. Nos estamos relacionando con la realidad material en sus diversas formas, inclusive las relaciones humanas sociales. No hay ninguna voluntad que opera por medio de eso a no ser que sean los seres humanos con sus “voluntades” y su análisis. No es el desenvolvimiento de una teleología, no hay un fin predeterminado hacia el cual todo procede de manera predeterminada. Y el hecho es que, además de todo lo demás que es incorrecto con respecto a eso, reemplazar la ciencia y la lucha continua para comprender de una manera cada vez más científica y sistemática y de aplicar el método y el enfoque científicos —reemplazar eso con lo que viene a ser religiosidad, terminará, tarde o temprano, y por lo general más temprano que tarde, en la “pérdida de la fe”— en el fenómeno del “dios que fracasó” que ya hemos visto. Los puntos de vista religiosos, en la forma y disfraz en que se presenten, no van a poder medirse ante el mundo real, y los muchos y desalentadores desafíos y las profundas contradicciones con las que tenemos que bregar y que tenemos que transformar. La religiosidad, especialmente cuando se propone transformar radicalmente el mundo y enfrenta los difíciles desafíos del proceso, llevará a la desorientación y a aferrarse (por lo menos por un tiempo) a una serie de creencias que son frágiles—y carentes de vida e inspiración, para uno mismo y para los demás.

Por eso, nosotros, los comunistas, tenemos que romper de una manera rigurosa con el dogma y la religiosidad, y ser consecuente y sistemáticamente científicos. Permítanme seguir recalcando ese punto esencial. Y permítanme también recalcar que lo que necesitamos, y en lo que tenemos que basarnos, es el punto de vista y método del comunismo, que también es lo contrario de lo que yo he llamado “realismo determinista” revisionista. Lenin hizo una observación muy perspicaz (o captó algo muy perspicaz con la formulación) de que una de las mayores expresiones del revisionismo es esto: lo deseable es lo que es posible, y lo que es posible es lo que ya se está haciendo. Ahora bien, esa es una de las principales expresiones del “realismo determinista”. Pero ese “realismo determinista” también se manifiesta en la forma de no ver la posibilidad de rupturas repentinas, cambios dramáticos y rupturas radicales—de ver solo la apariencia superficial de las cosas, sin penetrar en las contradicciones subyacentes y las dinámicas vinculadas a esas contradicciones; de no mirar ampliamente y ver el panorama de lo que está sucediendo en el mundo que podría incidir en lo que está sucediendo en una parte del mundo en particular, y entrelazarse con ello; de no mirar a la realidad con un enfoque lo suficientemente fresco y creativo y ver solo el patrón actual de las cosas, pero no las posibilidades de que surja algo, sí, de las contradicciones que existen —no de la nada— quizás de maneras inesperadas o no anticipadas, y por tanto de no tener una orientación preparada para eso.

No hacer todo eso lleva al “realismo determinista”. Uno mira al mundo tal y como es, ve lo que en la apariencia superficial parece ser posible en este mundo, y concluye que sin duda alguna continuará siendo así—y por tanto las opciones son cada vez más restringidas, y la visión es cada vez más estrecha. Ahora bien, no es que debemos ser voluntaristas y pensar que podemos hacer lo que queramos sin importar la realidad material. Pues, aquí es donde entran la dialéctica y el materialismo—por eso el materialismo, en el sentido más completo y consecuente, el materialismo dialéctico, no lleva al “realismo determinista”. Implica abordar la realidad material, y las concentraciones claves de la realidad en un momento dado, en su propio sentido contradictorio —en su carácter viviente, cambiante y en movimiento, y en su interconexión con otros aspectos de la materia en movimiento— y no abarcar las cosas de una manera estática como si seguirán en el mismo rumbo indefinidamente. Mira debajo de la superficie para ver los cimientos y la dinámica que impulsan la situación, y brega con la manera en que estos podrían suscitar rupturas radicales y saltos, al mismo tiempo que llevan a la orientación de esperar lo inesperado—a la orientación de estar alertas a la posibilidad de que estallen, o surjan, acontecimientos inesperados del movimiento y desarrollo de cosas que ya se ven, en su interconexión con cosas que todavía no se ven.

Esta serie continuará en el próximo número de Revolución.

1 Bill Martin, un profesor radical de filosofía y teórico social inconformista, es autor de varios libros, entre ellos, con Bob Avakian, Marxism and the Call of the Future, Conversations on Ethics, History, and Politics (Chicago: Open Court Publishing/Carus Publishing, 2005).[regresa]

Envíenos sus comentarios.

Si le gusta este artículo, suscríbase, done y contribuya regularmente al periódico Revolución.

Basics
Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es
From Ike to Mao and Beyond