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Revolución #113, 23 de diciembre de 2007

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HACER LA REVOLUCIÓN Y EMANCIPAR A LA HUMANIDAD
SEGUNDA PARTE: TODO LO QUE HACEMOS TIENE QUE VER CON LA REVOLUCIÓN

“El qué hacerismo enriquecido”

De la Redacción: Lo que sigue es el primer pasaje de la segunda parte de una charla que dio Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, este año (2007). La charla ha sido revisada en preparación para su publicación y se han incluido notas al pie de página. Estos pasajes se publican en dos partes. La primera parte (en español e inglés) está en línea en revcom.us, tanto como la segunda parte en inglés. La primera parte ha salido en español como una serie de pasajes en la edición impresa del periódico Revolución (ver los números 105, 21 de octubre; 106, 28 de octubre; 107, 4 de noviembre; 108, 11 de noviembre; 109, 18 de noviembre; 110, 25 de noviembre; 111, 9 de diciembre; y 112, 16 de diciembre de 2007). Los pasajes de la segunda parte también se publicarán como serie en Revolución empezando con este número.

“El qué hacerismo enriquecido”

Acelerar mientras se aguarda—no someterse a la necesidad

Ahora quiero hablar sobre el “qué hacerismo enriquecido” y su papel en forjar un movimiento revolucionario y comunista. Quiero empezar con una revisión de unos puntos importantes relacionados a toda la orientación y enfoque estratégico de “acelerar mientras se aguarda” el desarrollo de una situación revolucionaria en un país como Estados Unidos.

Antes hablé del punto de vista y enfoque revisionista del “realismo determinista”1 que, entre otras cosas, implica un enfoque pasivo hacia la realidad objetiva (o necesidad), que ve el factor objetivo como puramente objetivo —y puramente “externo”, por así decirlo— y no capta la relación dialéctica viva entre los factores objetivo y subjetivo y la capacidad de este (el factor subjetivo—las acciones conscientes de la gente) de afectar y transformar al primero (el factor objetivo—las condiciones objetivas). Mejor dicho, ese “realismo determinista” no capta la orientación esencial, y la posibilidad, de transformar la necesidad en libertad. No capta, por lo menos no capta plenamente, el aspecto contradictorio de toda la realidad, lo que incluye la necesidad ante la cual uno se encuentra en todo momento. Por tanto, una de las características esenciales del “realismo determinista” es que descarta como “voluntarismo” cualquier comprensión dialéctica de la relación entre los factores objetivo y subjetivo, y ve las cosas de una manera muy lineal, no diferenciada, esencialmente uniforme y sin contradicción, en vez de verlas de una manera viva y dinámica y en su movimiento y cambio.

Pero claro, es necesario no caer en el voluntarismo. Y hay muchas maneras diferentes a través de las cuales se puede expresar ese voluntarismo, que llevan a varios tipos de errores y desviaciones (por lo general “ultraizquierdistas”), por así decirlo —entre ellos en la forma de ceder a los impulsos infantiles o aventuristas—, todo lo cual también es muy dañino. Pero —particularmente en una situación prolongada o alargada en la cual las condiciones objetivas para la revolución (o sea, para la lucha total por el poder) todavía no han surgido— sin lugar a dudas el mayor peligro, que esa situación objetiva refuerza, es ese tipo de realismo determinista que no capta correctamente la relación dialéctica entre los factores objetivo y subjetivo, y los ve como estáticos, no dialécticos e inalterables.

Es cierto que no podemos, solo por nuestra voluntad o incluso nuestras acciones, transformar las condiciones objetivas de una manera cualitativa—en una situación revolucionaria. Eso no lo podemos hacer simplemente con nuestras acciones o nuestra respuesta a las condiciones objetivas a través de nuestra iniciativa consciente. Por otro lado, una vez más una frase de Lenin tiene aplicación importante en este caso. Con respecto a la aristocracia obrera —los sectores de la clase obrera en los países imperialistas sobornados, no en pequeño grado, con el botín de la explotación y saqueo imperialistas del mundo entero, y en particular de las colonias— Lenin dijo que nadie puede decir con certeza qué posición tomarán esos sectores “aburguesados” de la clase obrera en el momento de la revolución —cuáles estarán del lado de la revolución en el momento de la verdad y cuáles estarán del lado de la contrarrevolución—, nadie puede decir precisamente cómo se va a desenvolver eso, insistió Lenin. Al aplicar ese mismo principio, podemos decir que nadie puede decir precisamente lo que la iniciativa consciente de los revolucionarios podría ser capaz de producir, al repercutir en la situación objetiva en un momento dado—en parte porque nadie puede predecir todas las otras cosas que todas las diferentes fuerzas del mundo van a hacer. En un momento dado nadie puede abarcar todo eso. Podemos identificar tendencias y patrones, pero también existe el papel del accidente tanto como de la causalidad. También está el hecho de que aunque los cambios en lo que es objetivo para nosotros no se darán enteramente, y quizás ni siquiera principalmente, debido a nuestro “trabajo” para afectar las condiciones objetivas (en un sentido directo, uno a uno), sin embargo nuestro “trabajo” para afectarlas puede generar ciertos cambios dentro de un marco dado de condiciones objetivas y —en conjunción con una “mezcla” y como parte de ella, junto con muchos otros elementos, como las otras fuerzas que afectan la situación objetiva desde su propio punto de vista— eso podría, en ciertas circunstancias, ser parte de la combinación de factores que llevan a un cambio cualitativo. Y, repito, es importante recalcar que nadie puede saber exactamente cómo se desenvolverá todo eso.

La revolución no se hace por medio de “fórmulas”, ni por actuar de acuerdo a nociones e ideas preconcebidas estereotípicas—es un proceso mucho más vivo, rico y complejo que eso. Pero es una característica esencial del revisionismo (el falso comunismo que ha reemplazado una orientación revolucionaria con una orientación gradualista y, en última instancia, reformista) decidir y declarar que hasta que intervenga una deus ex machina —un FACTOR EXTERNO tipo dios—, no puede haber ningún cambio esencial en las condiciones objetivas, y que lo máximo que podemos hacer, en todo momento, es aceptar el marco dado y trabajar dentro de este, en vez de (como lo hemos formulado muy correctamente) esforzarnos constantemente contra los límites del marco objetivo y procurar transformar las condiciones objetivas al máximo grado posible en todo momento, mientras nos mantenemos siempre tensos ante la posibilidad de que diferentes factores se combinen y produzcan (o creen la posibilidad de producir) una ruptura o un salto cualitativo en la situación objetiva.

Así que esto es un punto básico de orientación en cuanto a la aplicación del materialismo, y la dialéctica, a acelerar mientras se aguarda el surgimiento de una situación revolucionaria. No es simplemente que, en un sentido moral abstracto, es mejor acelerar y no solo aguardar —aunque, claro, sí lo es— sino que eso se deriva de una concepción dinámica del movimiento y desarrollo de la realidad material y de la interpenetración de diferentes contradicciones, y la verdad de que, como Lenin recalcó, todos los límites en la naturaleza y la sociedad, aunque sean auténticos, son condicionales y relativos, y no absolutos. (Mao también recalcó ese mismo principio básico al señalar que dado que la variedad de las cosas es inconmensurable y las cosas están interrelacionadas, lo que es universal en un contexto es particular en otro contexto). La aplicación de este principio al tema aquí subraya que solo en el sentido relativo, y no absoluto, las condiciones objetivas son “objetivas” para nosotros—lo son, pero no en el sentido absoluto. Y, además de eso, lo que es externo en una situación puede pasar a ser interno, como resultado del movimiento —y los cambios producidos por el movimiento— de las contradicciones. Por tanto, si uno aborda las cosas de una manera lineal, entonces solo va a ver las posibilidades que están directamente en frente—es como si tiene puestas las anteojeras. Por otro lado, si uno aborda las cosas con un enfoque correcto, dialéctico materialista, reconoce que pueden suceder muchas cosas no esperadas, y siempre tiene que mantenerse tenso ante esas posibilidades mientras trabaja sistemáticamente por transformar la necesidad en libertad. Repito, ese es un punto básico de orientación.

El papel revolucionario fundamental del periódico comunista

En este marco, quiero hablar de los siguientes temas: ¿cómo aceleramos, o cuáles son algunos de los elementos de acelerar mientras se aguarda?; y ¿cómo se aplica el “qué hacerismo enriquecido” a esto? Primero, ¿qué quiere decir “qué hacerismo enriquecido”—y a qué nos referimos cuando hablamos de “qué hacerismo”? “Qué hacerismo” se refiere a la orientación fundamental que propuso Lenin, en su obra famosa del mismo nombre (¿Qué hacer?), donde subrayó que el papel esencial de un comunista no es ser “secretario de tradeunión” (o sea, no un dirigente de las luchas a favor de la reforma y las mejoras de la situación de la clase obrera dentro de los confines del sistema capitalista) sino un “tribuno del pueblo”: una persona que alumbra con una luz penetrante las infamias y maltratos que perpetra el sistema capitalista, las maneras en que todo esto afecta los varios sectores sociales, y cómo cada uno de estos sectores responde a los principales sucesos del día en la sociedad y el mundo; que arroja luz, de manera convincente, sobre las causas y relaciones subyacentes a la raíz de todas estas infamias e injusticias—y así señala a través de todo esto la necesidad de la revolución y del establecimiento de una nueva sociedad socialista, y en última instancia comunista, y el papel decisivo de la clase explotada de la actual sociedad (capitalista), el proletariado, para hacer tal transformación revolucionaria, como parte de la revolución proletaria mundial en conjunto. Relacionado con esto, lo siguiente de otra obra de Lenin da otro análisis profundamente importante pero —especialmente hoy en día— poco conocido o entendido de la teoría comunista científica:

“Los hombres han sido siempre, en política, víctimas necias  del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase. Los que abogan por reformas y mejoras se verán siempre burlados por los defensores de lo viejo mientras no comprendan que toda institución vieja, por bárbara y podrida que parezca, se sostiene por la fuerza de determinadas clases dominantes”. (Lenin, “Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo”, citado por Bob Avakian en “El falso comunismo ha muerto… ¡Viva el auténtico comunismo”, Chicago: RCP Publications, 1992, p. 113)

Por supuesto, un punto central y fundamental de Lenin en ¿Qué hacer? es su análisis de por qué y cómo la conciencia comunista —que implica un punto de vista y enfoque científicos— no se puede desarrollar “espontáneamente” sino que hay que llevarla al proletariado y a las masas populares desde fuera del campo de su propia experiencia más directa e inmediata; y que, por esta y otras razones, la revolución comunista tiene que contar con la dirección de un partido de vanguardia organizado, que consta de gente, de todos los sectores de la sociedad, que ha adoptado la cosmovisión comunista.

Cuando hablamos del “enriquecimiento” del “qué hacerismo”, nos referimos a lo que se ha aprendido desde la época de Lenin —en particular en cuanto a la relación dialéctica entre la conciencia y la transformación de la realidad material, o entre los factores subjetivo y objetivo— y un énfasis aún más claro no solo en permitir que una mayor cantidad de masas participen en lo que está pasando en todas las esferas de la sociedad y en cómo esto se relaciona a la naturaleza fundamental de la sociedad y el tema fundamental de transformar la sociedad y el mundo, sino también un énfasis en derribar al máximo grado posible en todo momento las barreras que impiden que participen en la esfera del “trabajo con las ideas” y la lucha y contienda en el campo de las ideas (en las esferas del arte y la cultura, la ciencia y la filosofía, y así sucesivamente), tanto como presentarles a las masas los problemas de la revolución—y atraerlas, tanto y tan ampliamente como sea posible en todo momento, a bregar con los problemas cruciales relacionados a la necesidad de la revolución comunista y a los medios para hacerla. El punto de esto no es simplemente crear una situación en que cada vez más masas “se sentirán que están metidas” en el proceso revolucionario, sino en realidad encontrar las soluciones a estos problemas y permitir que el partido, tanto como las masas, aprenda de esta manera.

En el mero corazón del “qué hacerismo enriquecido” —y en el centro de lo que Lenin dijo originalmente en ¿Qué hacer?— está el papel del periódico comunista, como “propagandista colectivo” y “organizador colectivo” del movimiento revolucionario. Muchos preguntan: “¿Cómo se puede hacer la revolución, cómo se puede forjar un movimiento revolucionario, con un periódico como el arma principal?”. Muchas veces lo que implica una pregunta así es que seguir adelante de esta manera, con un periódico como el arma principal en la construcción del movimiento revolucionario, llevará inevitablemente a reforzar las nociones de “educación paciente” o un enfoque de “cada uno enseña a uno más”, por medio del cual, supuestamente, todo mundo aprenderá de alguna manera lo que tiene que saber y luego estará listo a meterse en la revolución en algún momento del futuro lejano e indefinido. Pero, por supuesto, nunca pasará, y esto no puede llevar a la revolución. La vida —y en particular la sociedad humana y su transformación— es demasiado dinámica y contradictoria para que un enfoque así tenga éxito y lleve a la revolución (si puede ser que se pueda mantenerse en camino a la meta de la revolución con tal enfoque).

Pero el punto de Lenin, cuando recalcó que empuñar un periódico es la parte crucial de prepararse —ideológica, política y organizativamente— para la lucha posterior para conquistar el poder, tiene una realidad y verdad esenciales. ¿Cómo es empuñar un periódico la parte crucial de tales preparativos? Esto tiene que ver con el papel de la conciencia y la relación entre la conciencia y tomar la iniciativa en la lucha. El punto de Lenin en ¿Qué hacer? no es que los comunistas no necesitan organizar a las masas a librar varias formas de lucha contra el maltrato y las infamias del sistema; y no es que nunca debemos hacer “llamados a la acción” para permitirles a las masas librar tales luchas y resistencia políticas. Pero, como Lenin recalcó correctamente, lo más importante que tenemos que hacer es sacar a la luz y a la vida para los oprimidos y explotados, y los insatisfechos con este sistema—sacar a la luz y a la vida para ellos la naturaleza de este sistema, y cómo las cosas que los agobian y les infunden de indignación, se relacionan la una a la otra, y cómo todas tienen sus orígenes en la naturaleza y el funcionamiento del sistema capitalista-imperialista; cómo entender correctamente, científicamente, no solo lo que se desenmascara de esta manera sino también cómo todas las diversas fuerzas de clase de la sociedad (y el mundo en conjunto) cuadran en el funcionamiento general del sistema, y (sin caer en el materialismo mecanicista) cómo, y por qué, las diversas clases y capas tienden a responder a varios sucesos de la sociedad y el mundo.

Y, como señaló Lenin, si esto se hace realmente de una manera poderosa, de tal manera que —hablando metafóricamente— hace sangrar, y penetra con fuerza debajo de la superficie de las cosas y llega al núcleo y la esencia de las cosas, esto les infundirá con (en palabras de Lenin) un “deseo incontenible” de actuar políticamente. Lo provocará mucho más poderosamente que todos los llamados directos a la acción que podamos hacer —tan importantes como estos sean en muchas ocasiones— y mucho más poderosamente que nuestra organización directa de las masas para llevar a cabo varias formas de lucha y resistencia políticas, tan importante como esta sea también. Y una extensión importante del punto básico de Lenin es que lo que se considera tolerable, o intolerable, está relacionado dialécticamente a lo que se ve como posible o necesario (o, por otro lado, lo que se ve como innecesario —o no más necesario—, algo que no más hay que aguantar y soportar).

Muy a menudo, en mis charlas y escritos, he hablado de que las masas sufren innecesariamente. A lo que esto se refiere es que, cuando llegan a ver que lo que experimentan —lo que, en realidad, este sistema las obliga a experimentar— no lo “decretó dios”, no es “cómo están las cosas para siempre” o no es el resultado de las acciones de un poder impenetrable —social o sobrenatural—, pero que en vez es el resultado del funcionamiento mismo de un sistema y, además, que la situación podría ser radicalmente diferente una vez que se haya erradicado este sistema, pues el reconocimiento de la posibilidad de actuar para cambiar la situación —y el deseo de actuar conforme a esto— se hace mucho más poderoso. Una de las cosas que más agobia a las masas es la creencia de que no es posible hacer cambios radicales debido a que las fuerzas que se les oponen son demasiado poderosas. Pero otra cosa que las agobia mucho —y que está estrechamente relacionada con el sentido de que el cambio auténtico y radical no sea posible— es la idea de que no hay una alternativa auténtica a lo que existe actualmente, así que lo máximo que se puede hacer es tratar de conseguir lo mejor posible dentro de esta situación, o sufrirla en silencio y buscar el refugio o consuelo de la religión o de algo más que representa, objetivamente, una “evasión” ilusoria. Pero cuanto más se desenmascara la naturaleza y el funcionamiento de este sistema y se los destaca de muchas maneras —gráfica y convincentemente—, y cuanto más captan que la situación no tiene que seguir siendo como es sino que solo es así debido al funcionamiento de un sistema —un sistema lleno de contradicciones—, tanto más se pueden sentir, y se sentirán, impelidos a actuar. Sin esto, incluso nuestros mejores esfuerzos de movilizarlas a actuar con el tiempo tropezarán con sus limitaciones y se desviarán o se convertirán en su contrario, en algo que refuerza el actual sistema y el sentido de que no se puede hacer nada para cambiar las cosas radicalmente.

Responder a todo esto, por medio de aplicar la orientación básica y enfoque que Lenin defiende en ¿Qué hacer? —y que se ha “enriquecido” de la manera a la que me he referido aquí— es el papel del periódico comunista en la forja del movimiento revolucionario. El periódico de nuestro partido, Revolución, tiene que seguir aumentando su capacidad de desempeñar este papel, al mismo tiempo que los camaradas del partido —y cada vez más personas que, en determinado momento, todavía no son militantes del partido pero que, en un sentido básico, son partidarios o simpatizantes de las metas y acciones del partido— tienen que empuñar el periódico con esa clase de orientación. Esto se tiene que hacer con una concepción cada vez más profunda de que está preparando el terreno de verdad —y en un sentido general es la parte más importante de preparar el terreno— política, ideológica y organizativamente, para la futura lucha por el poder, cuando haya un cambio mayor y cualitativo en la situación objetiva y el surgimiento de un pueblo revolucionario, de millones y millones, debido al desenvolvimiento de las contradicciones del sistema mismo y —en relación dialéctica con esto— el trabajo de las fuerzas revolucionarias conscientes, con el partido al centro. Esto es (otra vez en palabras de Lenin) “la mejor parte de los preparativos” —aunque son, en un sentido, preparativos indirectos— para la futura lucha por el poder. No es actividad en la esfera de la lucha militar, obviamente. Pero es la mejor parte de los preparativos para cuando la situación objetiva pase por un cambio cualitativo, de la manera y sobre la base que se ha descrito aquí. Empuñar el periódico de esta manera es, en las condiciones que existen en los países como Estados Unidos, la manera más importante de acelerar mientras se aguarda.

Esto está relacionado con —y establece un marco general para— el papel del periódico como “propagandista colectivo y organizador colectivo” para el partido tanto como para el movimiento revolucionario más amplio, y para el núcleo cada vez mayor del movimiento que simpatiza con el partido y sus objetivos estratégicos. El periódico provee un medio concentrado de “establecer pautas” para permitir obrar de forma conjunta en respuesta a los grandes problemas políticos y sucesos de la sociedad y el mundo —no en el sentido de “autómatas” que marchan juntos de manera mecánica, sino en el sentido de captar más conscientemente cómo responder a los sucesos mundiales—, de responder de una manera que represente emprender actividad significativo hacia un objetivo que se puede identificar con cada vez mayor claridad como una alternativa radical que es, en realidad, posible, tanto como deseable, y que se tiene que plasmar, y se puede plasmar, en realidad por medio de la iniciativa y la lucha conscientes.

Combatir “la tendencia espontánea a cobijarse bajo el ala de la burguesía”

El periódico también desempeña un papel clave con respecto a lo que Lenin describió como desviar a las masas y a los movimientos populares de oposición de la tendencia espontánea a cobijarse bajo el ala de la burguesía. Tengo que decir que en el pasado lo que yo pensaba que Lenin quería decir con eso es que en esas luchas, y en las masas que participan en ellas, había una propensión espontánea a cobijarse bajo el ala de uno u otro sector de la burguesía (en la forma no solo directa o textualmente de los representantes de la clase dominante, sino a menudo de personas cuya posición y punto de vista representan en última instancia los intereses de la clase dominante, aun si los individuos en particular no son ellos mismos miembros de esa clase dominante). Pero hace poco, al volver a estudiar ¿Qué hacer, se me ocurrió que a lo que serefiere Lenin es a la tendencia a cobijarse bajo el ala de la burguesía. (Su formulación precisa, hablando específicamente de los movimientos de la clase obrera, es “la tendencia espontánea del tradeunionismo a cobijarse bajo el ala de la burguesía”.)

Eso se ve todo el tiempo, en varias capas de la población. Por ejemplo, hace poco alguien me dijo que vio un carro con dos calcomanías: una decía: “Si no estás indignado, no estás prestando atención”; y la otra apoyaba a Barack Obama para la presidencia. Yo pensé que si yo me topara con eso, apenas podría resistir la tentación de dejar una nota en el carro: “Si estás apoyando a Obama, todavía no estás prestando atención”. [Risas] Aquí vemos otro ejemplo de la “tendencia a cobijarse bajo el ala de la burguesía”: el dueño de ese carro expresa, a través de una de las calcomanías, una posición muy buena: “Si no estás indignado, no estás prestando atención”. Pero, por otro lado, ¿adónde, espontáneamente, quiere ir esa persona? Hacia el campo —cobijarse bajo el ala— de la burguesía, en la persona de Obama, con una cita estúpida de él de que “no hay un Estados Unidos liberal, no hay un Estados Unidos conservador, solo hay un Estados Unidos de América”. Qué profundo y qué liberador.

Junto —o como parte— de esa “tendencia a cobijarse bajo el ala de la burguesía”, está el fenómeno de las personas que repiten constantemente que detestan el culto a la personalidad pero sin embargo una y otra vez se reinventan “salvadores” de los representantes de la clase dominante. “Al Gore —por favor— postúlese para la presidencia”. Eso se basa en cierta postura “opositora” que Al Gore asume, no solo con respecto al medio ambiente y los cambios climatológicos sino, por lo menos hasta cierto grado, con respecto a la guerra de Irak y otros asuntos. Pero eso refleja que no se entiende (como he señalado antes, en el contexto de las elecciones del 20042) que Al Gore dice y hace estas cosas, por limitadas que sean —y por más que permanezcan dentro del marco político de la clase dominante— porque, por ahora, no está postulándose para la presidencia —y si fuera uno de los candidatos, cada vez más diría algo distinto, como lo hizo en el 2000—para demostrar ante los que verdaderamente forjan y controlan el proceso por medio del cual se toman las decisiones que es capaz de capitanear el barco del estado del imperialismo estadounidense, en medio de las aguas muy peligrosas en que se encuentra.

Estos ejemplos —y muchos otros que se podrían mencionar— demuestran la enorme lucha que hay que librar para capacitar a la gente a romper con la orientación de “cobijarse bajo el ala de la burguesía”, para capacitarla a zafarse, en su manera de pensar y en su orientación, de los estrechos confines de la vida política que forja y domina la clase dominante, junto con todos los demás aspectos de la sociedad; para que capte lo que la realidad constantemente ha demostrado —que el cambio político significativo (aun antes de una revolución, por no decir nada de la transformación radical de la sociedad que solo es posible a través de una revolución) solo puede darse a través de acción política que es independiente de todo el marco dominante y, en un sentido esencial, en oposición a él.

Al examinar la diversidad de movimientos de masas que se han dado, aun en los últimos años —ya sean las enormes manifestaciones de los migrantes, o los movimientos contra la guerra u otros ejemplos de oposición y resistencia políticas— está claro que opera, una y otra vez, no solo una “atracción” sino una tendencia a buscar un ala de la burguesía bajo la cual encontrar apoyo y protección; y, al parecer de muchos, eso los hace “efectivos” (dejando de lado la pregunta de “efectivos” con respecto a qué, con qué condiciones y hacia qué fines). Ese es un fenómeno que se repite constantemente. Para parafrasear una observación de Lenin en otro contexto (en la que hablaba de cómo se engendra la burguesía, a través de la producción y el intercambio de pequeña escala, en el socialismo), esa “tendencia a cobijarse bajo el ala de la burguesía” se engendra cada día, cada hora, continuamente, de manera espontánea y en masa: “Yo sé, yo sé, no valen para nada, todos son malos”, dice mucha gente, hablando de los políticos burgueses; pero dan la vuelta y dicen que de todos modos es necesario apoyar a uno u otro de ellos para “hacer algo realista”. Bueno, mi respuesta a eso es: sí, hagamos algo realista—pero no hagamos algo malo. Y cobijarse bajo el ala de un sector de la burguesía, y en particular de los demócratas, es algo muy malo—conducirá, y solo puede conducir, a la parálisis política, y a algo peor, ante los muy reales, y continuos y constantes crímenes del sistema y de la clase dominante, de la cual los demócratas, no menos que los republicanos, son representantes. Como he señalado antes: Si se procura convertir a los demócratas en algo que no son y nunca serán, uno termina convirtiéndose en lo que los demócratas en realidad son.

Librar una resuelta lucha contra la “tendencia a cobijarse bajo el ala de la burguesía” es parte crucial de nuestra labor revolucionaria, y el periódico tiene un papel particular y concentrado que desempeñar en la lucha para desviar de ese camino a las masas y a los movimientos populares de oposición, y encaminarlos hacia el camino de la actividad política verdaderamente significativa.

Esta serie continuará en el próximo número de Revolución.

 

1 El “realismo determinista” es un tema de la primera parte de esta charla “Más allá del estrecho horizonte del derecho burgués” —que está en revcom.us— y en la serie de pasajes de la primera parte en “El marxismo como ciencia— En oposición al materialismo mecanicista, el idealismo y la religiosidad”, en Revolución #109, 18 de noviembre de 2007.back]

2 Esto se refiere a una charla del 2004 de Bob Avakian titulada “Elections, Democracy and Dictatorship, Resistance and Revolution”, en BobAvakian.net (en inglés).back]


La segunda parte de

HACER LA REVOLUCIÓN Y EMANCIPAR A LA HUMANIDAD

está en la internet ahora (en inglés)

Revolución tiene el orgullo de anunciar que la segunda parte de la nueva charla de Bob Avakian HACER LA REVOLUCIÓN Y EMANCIPAR A LA HUMANIDAD ahora está en el portal revcom.us (en inglés). La segunda parte se titula TODO LO QUE HACEMOS TIENE QUE VER CON LA REVOLUCIÓN, y examina conceptos esenciales sobre el contenido de forjar un movimiento revolucionario y comunista. La charla se publicará como serie en Revolución (en español y en inglés) una vez que se haya terminado de publicar la primera parte.

En un sentido importante, la segunda parte de HACER LA REVOLUCIÓN Y EMANCIPAR A LA HUMANIDAD hace un andamiaje esencial para forjar tal movimiento revolucionario. No cabe duda de que hay más trabajo que hacer, y más pensamiento que se necesita, al llevar a cabo y resumir este trabajo, y con el desarrollo del mundo, pero esta charla establece un marco y enfoque coherente para hacerlo. También aplica —y ejemplifica— un método que todo mundo puede aprender y utilizar: da un sentido vivo del carácter de múltiples capas y niveles y de cambios dinámicos de la realidad, y una manera de comprender la realidad en su movimiento y desarrollo, y de transformarla. Al hacer esto, aprovecha la primera parte de la charla, que ahora se está publicando como serie, y su discusión de la meta primordial de la lucha tanto como del método científico.

Todo revolucionario y toda persona que está resuelta a cambiar de manera fundamental la sociedad, y que está lidiando con cómo hacerlo, debe estudiar esta charla. Esperamos tener pronto tus comentarios y respuestas a esta obra.

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