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Revolución #113, 23 de diciembre de 2007

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Nueva Orleáns: Celebran la temporada tumbando viviendas

El 12 de diciembre las autoridades iniciaron la demolición de cuatro proyectos habitacionales de vivienda pública en Nueva Orleáns. Los bulldozers empezaron a tumbar edificios en el proyecto BW Cooper. Pero esta cruel y desalmada destrucción se ha topado con protestas y resistencia.

En septiembre del 2005, el mundo entero vio con horror cómo el gobierno abandonó a docenas de miles de negros en las inundaciones tras el huracán Katrina, los sometió a condiciones infrahumanas y luego los evacuó cruelmente. Ahora, dos años después, el 14 de diciembre los periódicos publicaron titulares y fotos de Nueva Orleáns una vez más: el gobierno ESTÁ ARRASANDO viviendas públicas para los inquilinos de bajos ingresos Y HAY RESISTENCIA contra los bulldozers para parar este crimen. Esto ha tenido un gran impacto y los ojos del mundo están puestos en Nueva Orleáns una vez más. Al cierre de esta edición, un tribunal estatal ha bloqueado las demoliciones de tres de los cuatro proyectos porque el consejo municipal nunca las aprobó.

El consejo municipal podría aprobarlas inmediatamente. Y el tribunal no bloqueó la demolición de BW Cooper porque estaba programado antes del huracán Katrina.

Si las autoridades se salen con la suya, derribarán cuatro de los cinco proyectos habitacionales que quedan en Nueva Orleáns. Reemplazarán las 4,600 unidades de vivienda pública con viviendas para familias de “ingresos mixtos”, con solo 800 unidades para los pobres.

Estas demoliciones destruirán los barrios donde han vivido miles de personas. Muchos de los inquilinos de Cooper han tenido que ir a vivir con parientes o amigos. Otros viven en la calle. Ahora van a perder la casa.

No cabe duda de que las nuevas viviendas de “ingreso mixto” no estarán al alcance de la gran mayoría de los que vivían en las viviendas públicas. Nueva Orleáns ya ha pasado por eso con la destrucción del proyecto St. Thomas antes de Katrina. Tumbaron 1,500 unidades para la gente de bajos ingresos y solo construyeron 150 para reemplazarlas en el proyecto River Gardens.

La destrucción de la vivienda pública, que está ocurriendo por todo el país, es una infamia… y ESPECIALMENTE lo es en Nueva Orleáns. Lo que el sistema hizo tras el huracán Katrina fue criminal, pero este mismo maltrato ha continuado hasta hoy. Las comunidades negras como el Ninth Ward siguen abandonadas. Unos 200,000 habitantes que vivían en Nueva Orleáns antes de Katrina siguen en el exilio por todo el país. 150,000 de ellos son negros. Como resultado de la destrucción de la vivienda pública, muchos nunca podrán regresar. Además, en los próximos seis meses FEMA va a desalojar a miles de los habitantes de Nueva Orleáns que han vivido en los tráilers de emergencia aquí y por todo el país. ¿Dónde van a encontrar vivienda? ¿Y qué de la gran y cada día mayor población sin techo? La alcaldía dice que 12,000 personas viven en la calle en Nueva Orleáns, el doble de antes de Katrina. Muchos dicen que en realidad hay miles más. Con las demoliciones esa cantidad crecerá de nuevo.

Crece la resistencia

Hay que parar las demoliciones. Son parte de un plan para reconstruir Nueva Orleáns como una ciudad más pequeña y más blanca, sin la mayor parte de su población negra. Además el esfuerzo nacional para destruir la vivienda pública es parte del programa que tiene el gobierno de Bush para los negros: pobreza, cárceles y castigos. Nueva Orleáns ha pasado a ser un símbolo nacional e internacional; lo que pasó tras Katrina es un ejemplo concentrado y claro del legado vivo de la esclavitud y de cómo el sistema capitalista sigue oprimiendo al pueblo negro. La decisión de oponer resistencia a estas demoliciones o no tiene un significado especial por todo el mundo. Subraya la importancia de esta lucha y lo que está en juego. La clase dominante también sabe el impacto nacional e internacional que tienen los sucesos en Nueva Orleáns y tiene que tener esto en cuenta cuando toma decisiones.

Las autoridades están muy resueltas a tumbar los proyectos. A los inquilinos han amenazado con expulsarlos para siempre o quitarles las subvenciones si se oponen. Alphonso Jackson, secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD), le advirtió a la alcaldía que HUD le quitará $137 millones de ayuda federal y que 900 ex inquilinos de vivienda pública que ahora viven por todo el país perderán sus subvenciones si paran las demoliciones.

La resistencia cobra fuerza. Cien personas llenaron una oficina de la alcaldía el 10 de diciembre para demandar que paren las demoliciones. El 12 de diciembre, 50 personas formaron una cadena humana para impedir que un bulldozer entrara a BW Cooper. Entró durante la noche. Al día siguiente las personas que ocuparon un edificio desplegaron una manta contra las demoliciones mientras el bulldozer tumbó otro edificio. Tras una confrontación de varias horas, arrestaron a los manifestantes y los acusaron de entrar sin autorización.

Ese mismo día cien personas marcharon a las oficinas de HUD en Nueva Orleáns para demandar que parara las demoliciones. Hubo otras protestas en otros dos proyectos. En esta resistencia participan inquilinos, docenas de voluntarios que fueron a Nueva Orleáns para parar las demoliciones y una cantidad cada vez mayor de simpatizantes.

La resistencia ha electrizado a mucha gente, que ve que las demoliciones son malas para los pobres y especialmente para los negros. Unos dicen que la meta es sacar a los negros de la ciudad. Recuerdan que tras el huracán Katrina, el congresista de muchos años de Baton Rouge, Richard Baker, dijo: “Por fin se ha limpiado la vivienda pública de Nueva Orleáns. No lo pudimos hacer nosotros, pero Dios lo hizo”.

Por otro lado, mucha gente tiene preguntas. Unos dicen que los proyectos son semilleros de pobreza y crimen y que más vale tumbarlos y construir algo nuevo. Otros dicen que perder los bajos alquileres de la vivienda pública motivará a los inquilinos a buscar trabajo y salir adelante.

En esto se hacen eco lo que dicen las autoridades para justificar tumbar la vivienda pública, y confunden la causa y el efecto. Muchos inquilinos de vivienda pública trabajan muy duro, pero en trabajos que pagan salarios de miseria y no ofrecen ningún futuro. Muchos otros no pueden encontrar trabajo. El sistema capitalista tiene la culpa de esto. Trasladó las fábricas y otros sitios de trabajo de los barrios negros y otros barrios oprimidos de Nueva Orleáns y otras partes del país. A millones de jóvenes negros les ofrece un futuro de trabajos que pagan poco, si es que encuentran trabajo. Ha criminalizado a muchos de estos jóvenes y almacena a centenares de miles de ellos en la cárcel. Tumbar la vivienda pública no va a cambiar esta situación. De hecho, la agudizará.

Más allá de las consecuencias inmediatas de la destrucción de la vivienda pública en Nueva Orleáns es el impacto y significado mayor de si hay o no hay resistencia a este ataque contra los pobres.

Todo esto recalca la necesidad de luchar contra estas demoliciones, no aceptarlas. Y recalca la necesidad de construir esta lucha como parte de los preparativos para la revolución. La pobreza y el crimen son productos del capitalismo. Se necesitará una revolución, y nada menos, para lidiar con esto y con la explotación y opresión que el capitalismo impone por todo el mundo.

Construir vivienda pública no es parte del plan de la reconstrucción rentable de Nueva Orleáns. Y un aspecto absurdo del capitalismo de mercado libre se ve en esta destrucción. Miles de personas no tienen trabajo y se podría capacitarlas para construir viviendas. Miles de personas viven en la calle y necesitan vivienda. Por todo el país miles de personas se pueden movilizar y están dispuestas a ofrecerse de voluntarios para reconstruir la ciudad. Pero este SISTEMA, donde las ganancias determinan lo que se hace y no se hace, IMPIDE unir todos estos factores para construir vivienda decente.

Una sociedad revolucionaria, donde el poder está en manos de la gente, podría responder a la necesidad de vivienda al alcance de todos de una manera totalmente diferente. Podría desencadenar a los que necesitan trabajo para construir las viviendas. Ante un desastre natural como Katrina, una sociedad revolucionaria no abandonaría a las masas a morir para luego aprovechar la oportunidad para sacarlas de la ciudad y no dejarlas regresar, como hizo este sistema. Podría utilizar y desencadenar el entusiasmo y la energía de las masas para reconstruir, en vez de reprimirlos como ocurrió tras Katrina. No será nada fácil, pero será posible en el socialismo, donde se movilizará a las masas a lidiar con la transformación de la sociedad y la emancipación de la gente y a trabajar juntas para lograrlas.

La demolición de la vivienda pública es una infamia más tras todas las infamias que este sistema ya ha perpetrado contra los habitantes de Nueva Orleáns. Los habitantes están luchando por el derecho de regresar a la ciudad, de reconstruir la casa y la vida, y la necesidad de viviendas para los de bajos ingresos es crítica. Hay que seguir luchando para que no destruyan ninguna vivienda.

No importa cuáles sean las vueltas por las que pase esta lucha, se necesita librar una verdadera lucha para parar las demoliciones… y es posible. No está decidido que las autoridades van a destruir estos proyectos y que no se puede hacer nada para pararlas. Ya el poder de la resistencia popular las ha obligado a pararlas por el momento. Ahora esta resistencia tiene que cobrar fuerza y recibir apoyo de todo el país. No existen “personas de fuera” en la lucha por la justicia; la batalla de Nueva Orleáns es de todos. Si se hace, creará una nueve base desde la cual se podrá continuar la lucha para defender la vivienda pública en Nueva Orleáns y por todo el país. Y concientizará a la gente y ayudará políticamente a prepararla para la revolución.

Revolución exhorta a los lectores a enviar declaraciones de apoyo, que mandaremos a la gente de Nueva Orleáns.

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