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Revolución #116, 20 de enero de 2008

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Reseña de libro

IMPERIAL RECKONING The Untold Story of Britain’s Gulag in Kenya*

Introducción de la Redacción: En las últimas dos semanas, Kenia, un país de África oriental, ha sido estremecido por la violencia, que ha dejado más de mil muertos. En Estados Unidos la prensa grande dice que las causas son “conflictos tribales” que estallaron tras las elecciones del 27 de diciembre. A Mwai Kibaki, el presidente titular y miembro del grupo étnico kikuyu, lo acusaron de fraude para derrotar a su rival, Raila Odinga, del grupo étnico luo. Lo que la prensa occidental no dice es que la violencia étnica es el resultado de la estrategia de dividir para conquistar que Inglaterra aplicó durante los casi 80 años cuando Kenia era colonia suya. Desde que logró su independencia formal en 1963, Kenia ha sido una neocolonia sumamente dependiente del capital inglés, estadounidense y de otras potencias extranjeras. Al mismo tiempo que enemistan a los oprimidos, camarillas de compradores corruptos en contienda manejan la explotación del país al servicio del imperialismo dentro del marco establecido por el colonialismo. El neocolonialismo sigue esclavizando al pueblo de Kenia, a pesar de la independencia formal. El libro Imperial Reckoning: The Untold Story of Britain’s Gulag in Kenya provee importante información relacionada a la situación actual.

*Imperial Reckoning: The Untold Story of Britain’s Gulag in Kenya, de Caroline Elkins (La hora de la verdad del imperio: La historia nunca contada del gulag inglés en Kenia)

De un corresponsal:

“Desde el comienzo de la guerra en octubre de 1952, se escuchaban por todos lados, entre los colonos blancos y en Inglaterra, cuentos sobre el salvajismo de los Mau Mau, que pintaban como una secta bárbara, anti-europea y anti-cristiana que había recurrido a tácticas de terror primitivo para interrumpir la misión de Inglaterra de civilizar a Kenia... Los insurgentes Mau Mau decían que luchaban por la ithaka na wiyathi, o sea tierra y libertad, pero poca gente del mundo occidental tomó en serio las demandas de estos presuntos salvajes”.

Así empieza el libro de Caroline Elkins Imperial Reckoning: The Untold Story of Britain’s Gulag in Kenya (Nueva York, Owl Books, 2005), una penetrante denuncia del salvajismo con que los colonialistas ingleses aplastaron el levantamiento Mau Mau del pueblo kikuyu en los años 50: torturas verdaderamente bárbaras y salvajes, mutilación física como castración y dolorosas heridas vaginales, hambruna y enfermedades, así como tortura psicológica para romper el espíritu al mismo tiempo que destruían el cuerpo.

El levantamiento de los Mau Mau fue una respuesta, entre otras cosas, al robo de enormes cantidades de tierra de los kikuyu por los granjeros europeos. Imperial Reckoning lo pone en el contexto de la contienda de Inglaterra con otras potencias europeas para saquear a Asia, África y América Latina. El libro analiza la campaña de Inglaterra por desarrollar una extensa economía de cultivo industrial para exportación en Kenia para financiar un gran sistema de ferrocarriles por todo el país. Para los ingleses, la red de ferrocarriles cuadraba con sus necesidades estratégicas y militares, y la competencia con los imperialistas alemanes, sus rivales. Trasladaron 30,000 trabajadores de su colonia en India para construir el ferrocarril. Un tercio de ellos murió construyendo lo que se llamaría el Ferrocarril de Uganda. El enorme costo del ferrocarril lo pagaron los kenianos, a través de la exportación agrícola.

La campaña inglesa de ocho años contra el levantamiento kikuyu tenía dos flancos. Uno era una ofensiva militar contra los rebeldes, que libraban una guerra de guerrilla en la sierra y el bosque. Unos 20,000 soldados ingleses, respaldados por la fuerza aérea, lucharon dos años para someter a los insurrectos, que por lo general combatieron con armas caseras contra las fuerzas inglesas con armas muy superiores. De todos modos, los insurrectos hubieran podido oponerle resistencia más tiempo si no fuera por los kikuyu que ayudaban a los ingleses. Por el “servicio meritorio”, a esos kikuyu los recompensaron económicamente y de otras maneras.

El otro flanco duró mucho después de que derrotaron la insurgencia en los bosques y apuntaba contra el mayor “ejército civil”, que contaba con 1.5 millones de kikuyu que según se decía juraron luchar por la tierra y la libertad hasta la muerte. Elkins dice: “El campo de batalla de esta guerra no era el bosque sino un extenso sistema de campos de detención, donde los funcionarios coloniales tenían a unos 80,000 insurgentes kikuyu”, que no tenían derecho a un juicio. Sin embargo, con una amplia investigación y tras varios años en Kenia estudiando los expedientes y archivos que los ingleses no destruyeron (destruyeron muchos otros) y entrevistando a cientos de kikuyu, Elkins concluyó que la cantidad de detenidos fue mucho mayor de lo que decían los ingleses, entre 160,000 y 320,000. Además, aunque la mayoría de los detenidos eran hombres, también tenían a mujeres y niños, en unas 804 aldeas “rodeadas de trincheras con flechas, alambre de púas y torres de vigilancia y fuertemente patrulladas por guardias armados”, entre ellos muchos kikuyu leales a Inglaterra. Una vez que incluyó a todas las mujeres y niños en esas aldeas, Elkins calculó que los ingleses tenían a unos 1.5 millones de detenidos, o sea casi toda la población kikuyu.

“He llegado a la conclusión de que durante la guerra de los Mau Mau, las fuerzas inglesas ejercieron su autoridad con un salvajismo que representaba una perversa lógica colonial: la única manera de restaurar la autoridad y restablecer la misión civilizadora fue detener a casi toda la población kikuyu de 1.5 millones de personas, y atomizar física y psicológicamente a los hombres, mujeres y niños”, dice Elkins.

Gran parte del libro describe el sufrimiento de los kikuyu a manos de los colonialistas ingleses y sus aliados kikuyu en los campamentos de detención y de trabajo forzado. Desde el principio torturaron con salvajismo a los sospechosos Mau Mau para sacarles información y persuadirlos a confesar su lealtad a los Mau Mau. Entre los métodos de “persuasión” figuraban: palizas, choques eléctricos, quemaduras por cigarrillos o llamas, y “meter a la fuerza en el recto de los hombres y la vagina de las mujeres... botellas (muchas veces rotas), cañones de las armas de fuego, cuchillos, bichos y huevos calientes”, escribe Elkins.

El detenido tenía que confesar si quería salir. Elkins dice: “El propósito de la detención no era necesariamente mantener vivo al sospechoso Mau Mau sino obligarlo a confesar por medio de una rutina agotadora de trabajos forzados y brutalidad. Con respecto a la productividad, ese patrón llevó en última instancia a una contradicción inherente. Se presentó una tensión entre la necesidad de cada vez más mano de obra, sin la cual hubiera sido imposible continuar desarrollando la infraestructura de la colonia, y el impulso de castigar, debilitar e incluso exterminar a la población kikuyu. Una rutina agotadora los trabajos forzados, palizas, tortura y privación de alimentos, todo con el fin de arrancar confesiones, muchas veces hacía imposible que los detenidos trabajaran”.

A pesar de esta contradicción, los ingleses siguieron aplicando la brutalidad y el terror, especialmente contra quienes consideraban los miembros “a ultranza” de los Mau Mau, muchos de los cuales castraron. Elkins descubrió cartas de hombres en esos campamentos que describen cómo les aplastaban los testículos con alicates antes de arrancarlos.

En los campos de detención de las mujeres que consideraban recalcitrantes, las palizas, los latigazos y la violación eran comunes. A las mujeres que vivían en las aldeas cercadas de alambre de púas las atacaban y las violaban rutinariamente los oficiales ingleses y sus aliados kikuyu, a veces una la madre y las hijas en una misma choza.

Hoy los colonialistas ingleses no gobiernan a Kenia, y el país tiene independencia formal, aunque en lo fundamental está atado con sogas al capital imperialista mundial. Pero hasta la fecha, escribe Elkins en el epílogo, “nunca se ha dado en Kenia ninguna reconciliación oficial. No hay monumentos a los Mau Mau, en las escuelas no enseñan esta parte de la historia del país a los niños, poca gente habla de esto incluso en la privacidad del hogar y, con excepción de los parientes de las víctimas de la masacre de Hola [una masacre que ocurrió a finales de la campaña inglesa], nunca ha habido una recompensa monetaria para quienes perdieron familiares en los campamentos y las aldeas o propiedad a los kenianos leales a Inglaterra. Unos hombres y mujeres perdieron el uso de brazos y piernas, otros se enloquecieron, como resultado de los años que pasaron detenidos detrás del alambre de púas, aunque ni el ex gobierno colonial ni el nuevo gobierno independiente levantó mano para ayudarlos”.

Elkins concluye su fascinante libro con un relato de una señora que sobrevivió y lo que piensa sobre “olvidar el pasado”. La señora dice: “Eso solo cambiará cuando todo mundo sepa lo que nos pasó a nosotros. Quizás entonces haya paz, cuando la gente pueda llorar en público y cuando nuestros hijos y nuestros nietos sepan lo duro que luchamos y lo mucho que perdimos para liberar a Kenia para ellos”.

Cómprate una copia del libro. Es una poderosa denuncia de lo que los colonialistas ingleses les hicieron a los kikuyu de Kenia y del imperialismo, punto.


Nota de la Redacción: La palabra “gulag” en el título del libro de Elkin es una sigla rusa que significa “Principal Administración de Campamentos y Asentamientos de Labor Correctiva”. Se conoció fuera de Rusia tras la publicación en 1973 del libro Archipiélago del gulag de Alexandr Solzhenitsyn, que recibió mucha publicidad en el Occidente por sus ataques contra los años del socialismo en la Unión Soviética, especialmente bajo Stalin. El uso de la palabra “gulag” en el título del libro (a pesar de que no es un tema importante del libro) es un ejemplo de que el anticomunismo es un acto reflejo en esta sociedad (de que es la “opinión común”), incluso en el caso de muchos académicos e investigadores. Elkins escribió que cuando inició la investigación para el libro, la influenció la “opinión común” de que Inglaterra aplastó al levantamiento de los Mau Mau de una manera relativamente humanitaria. Pero en el curso de investigar la situación a fondo, descubrió pruebas convincentes de la verdad que cambiaron su punto de vista. El punto es que la “opinión común”, en cuanto a la historia y cuando se trata de los intereses de clase, muchas veces es errónea, y llegar a la verdad requiere un esfuerzo científico resuelto para buscar pruebas y considerar puntos de vista opuestos. Se puede encontrar una discusión de los logros –tanto como las deficiencias y debilidades— del socialismo en la Unión Soviética bajo la dirección de Stalin en el portal de Pongamos las Cosas en Claro en: ThisIsCommunism.org.

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