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Revolución #116, 20 de enero de 2008

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Martin Luther King, Jr....y lo que realmente necesitamos

Para mucha gente en este país (y por todo el mundo), Martin Luther King, Jr., es un símbolo de la lucha justa contra el racismo, la discriminación y el prejuicio. Para mucha gente, Martin Luther King representa la lucha contra todo lo que representan los dogales. Así que no sorprende que los klanistas hayan escogido el día de Martin Luther King para lanzar su mensaje/amenaza racista contra los que defienden a los 6 de Jena y luchan contra la opresión del pueblo negro. A esos racistas, que llevan la bandera estadounidense y corean: “¡USA! ¡USA!”, Martin Luther King es alguien que se oponía al sistema de este país.

En realidad, Martin Luther King no se oponía a este sistema, sino que era defensor del sistema capitalista. King llegó al boicot de camiones de Montgomery, Alabama, en 1954, una lucha por igualdad de derechos que ya duraba varias décadas, y así adquirió importancia nacional. Su “moderación” le ganó el respaldo de elementos liberales de la estructura de poder de Estados Unidos. A medida que la lucha se hacía más militante, King pasó a representar un ala que quería que la lucha por la libertad entrara en acuerdos y se acomodara; se oponía al ala más militante y con el tiempo revolucionaria, que se asociaba primero con Malcolm X y luego con Stokely Carmichael (Kwame Toure) y Rap Brown del Comité Coordinador de Estudiantes No-violentos (SNCC), y a fin de cuentas con el Partido Pantera Negra. King no pensaba que se necesitaba una revolución para acabar con el sistema, ni tampoco que era la única manera de acabar con la opresión del pueblo negro. Al contrario, quería reformar el sistema y trabajaba de la mano con el presidente Lyndon Johnson, con quien estaba a veces en contacto diariamente para coordinar sus acciones. Mientras los racistas y la policía atacaban a los manifestantes por derechos civiles, King predicaba la no violencia… pero solo para los oprimidos. Durante las rebeliones de los negros de los años 60, King declaró: si tiene que correr sangre, que sea la nuestra. Y durante la más poderosa de esas rebeliones, la de Detroit de 1967, King pidió al gobierno que enviara soldados para aplastarla, lo cual hizo con suma violencia.

Pero hasta sus intentos de encauzar a la gente hacia formas de lucha menos militantes, y su oposición a la guerra de Vietnam, fueron demasiado para unos sectores de la clase dominante. A King lo espiaban y lo chantajeaban, y a fin de cuentas lo asesinaron. El asesinato fue una declaración brutal al pueblo negro de que no se toleraría ni siquiera los esfuerzos a reformar el sistema y que incluso los líderes “moderados” caerían. La gente respondió con rebeliones en más de 100 ciudades.

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