Obrero Revolucionario #1209, 10 de agosto, 2003, posted at rwor.org
En respuesta a solicitudes de informaci'on sobre Bob Avakian,presidente del PCR, esta semana publicamos dos artículos biográficos: una carta escrita para el Libro de recuerdos de la prepa Berkeley High School, y el artículo :Reflexiones sobre el Movimiento pro Libertad de Expresión", que publicamos en 1996.
Antes que nada quiero decir: ¡lamento mucho no poder asistir a la reunión de nuestra clase! Me daría mucho gusto saber de la vida de todos y hablar de las experiencias de esos tiempos, que me moldearon de una manera muy positiva. Saludo a los amigos y a todos los compañeros de mi generación. Tengo muchas ganas de leer los recuerdos de ustedes y saber un poquito de la vida de todos desde entonces.
Aunque han pasado muchos años, tengo recuerdos muy vívidos y me cuesta trabajo escoger entre ellos, pero a continuación les cuento algunos importantes para mí. (De antemano, pido disculpas por si algún detalle no es correcto y especialmente si incomodo a algún compañero; a todos los que menciono aquí los recuerdo con mucho cariño, pues las experiencias que vivimos juntos fueron muy positivas y me ayudaron a conocer el mundo, a aprender y a mejorarme como persona).
Quiero empezar con un recuerdo de Langston Tabor... pues me dio mucha tristeza ver su nombre en la lista de compañeros que han fallecido. Estudié los primeros tres años de secundaria en Garfield, y los partidos de básquet entre Garfield y Burbank (donde estudió Langston) eran muy reñidos y muy tensos. El tercer año de secundaria hubo varios pleitos y peleas en el partido contra Burbank, y en más de una ocasión Langston y yo nos agarramos a empujones. Seguro algún incidente típico de las rivalidades del deporte provocaba los pleitos, pero la causa principal y subyacente era que en esos tiempos la segregación racial en Berkeley era patente y se manifestaba claramente en el sistema escolar y en las secundarias. Independientemente del punto de vista de cada cual, objetivamente Garfield era un símbolo y un bastión de discriminación y segregación. Al año siguiente, cuando entramos a la prepa Berkeley, los conflictos siguieron. Langston y yo teníamos la misma clase de educación física, y logramos superarlos y hacernos amigos. Un día estaba yo en la piscina y de repente apareció un cuate fornido. "¿Tú te llamas Bob Avakian?", preguntó en tono de pocos amigos. "Sí, claro", le respondí. "¿Eras del equipo de básquet de Garfield el año pasado y jugaste contra Burbank?", preguntó. "Sí, claro", le respondí de nuevo. Entonces, fue al grano: "¿Me empujaste?". No sabía qué onda y me dieron ganas de reírme, pero como que sabía que no debía. Respondí simplemente: "Quizá, pero de plano no recuerdo nada así". Sonrió, pero más que una sonrisa fue una mueca burlona, y se quedó mirándome un buen rato. Bueno, se me hizo que fue mucho tiempo pero a lo mejor solo fue unos instantes, y se retiró. Entonces Langston se acercó. Había visto todo y me dijo: "¡Hombre, te salvaste de pura chiripa! Ese vato es Jack McCray, ¡uno de los más chingones de la escuela! Te iba a joder ". "Pero sonrió ", dije. "Claro", dijo Langston, "pero cuando sonríe así, ¡es porque se las van a pagar!". Me aconsejó cómo manejar una situación de esas en el futuro, pero la verdad le pareció muy chistoso porque Jack no sabía qué onda conmigo, pues o le parecí muy despistado o muy ingenuo y, en todo caso, decidió dejarme en paz.
Langston y yo jugamos en el equipo de fútbol americano por tres años, hicimos cosas juntos y al final nos hicimos muy cuates, pero ese incidente me quedó grabado por mucho tiempo, ¿pues cómo iba a olvidarlo? Me vino a la mente otra vez al enterarme de su muerte.
El último año de prepa, fuimos en autobús a Vallejo a jugar un partido de fútbol y en el viaje nos pusimos a platicar con mucha franqueza de temas tales como por qué había tanta discriminación y prejuicio y cómo cambiar la situación. Los jugadores negros hablaron sin pelos en la lengua de cómo era lidiar con eso y luchar contra eso todos los días, y en el transcurso de esa breve conversación aprendí más que en muchas horas de clase.
Al leer los recuerdos de Mike Scott que envió el comité organizador de la reunión, me conmovieron sus comentarios muy amables sobre mí, como que "la empatía y comprensión de la sociedad estadounidense [de Bob] y especialmente del racismo eran como de una persona mucho mayor". (Y sí, Mike, aunque tuve que exiliarme en Francia en 1980, sigo vivito y coleando y bien loco de la manera más cuerda a pesar del paso de muchos años. Sigo trabajando por el cambio revolucionario y aportando a la lucha como presidente del Partido Comunista Revolucionario, EU, y dedicando todas mis energías a ser consecuente con mi convicción de que es posible y necesario acabar con el terrible e innecesario sufrimiento que se impone a las vastas mayorías de la humanidad, y crear un mundo radicalmente diferente y mucho mejor). Le agradezco mucho sus comentarios, pero en realidad la "empatía y comprensión" a las cuales se refiere las adquirí en gran parte gracias a las ideas, valor, firmeza y paciencia de los que me hablaron con el corazón en la mano, lucharon conmigo y me enseñaron lecciones que no tienen precio. Hace unos años, al escribir algunas reflexiones sobre el Movimiento pro Libertad de Expresión en la universidad de Berkeley, recalqué esto:
"...tuve la muy buena fortuna de ir a la prepa Berkeley High, que por muchas décadas ha contado con bastantes alumnos negros. Algunos llegaron a ser íntimos amigos míos y, tanto sus relatos personales como la experiencia que conocí de los negros (los horribles atropellos que vivían a diario y los insultos a que los sometían), dejaron en mí profundas huellas y ganas de luchar contra esa opresión, y me llevaron a reconocer lo justo y justificado de la posición de Malcolm X de que había que luchar con todos los medios necesarios, a como dé lugar".
En la prepa también conocí a varias compañeras que me ayudaron a romper con los estereotipos machistas de muchas maneras, grandes y pequeñas. Me enseñaron el valor de hacer amistades con mujeres y no "conquistarlas" o "buscar novia" en el sentido tradicional. Además, me enseñaron otros aspectos de la cultura, la cultura alternativa y la poesía beat. En el último año de prepa iba seguido a la biblioteca a oír una grabación de Allen Ginsberg leyendo su poema "Howl" (Aullido), que me fascinaba. Ese año varios amigos fueron a una gran protesta contra las audiencias de HUAC (Comité de la Cámara de Representantes contra Actividades Antiamericanas). Los relatos de lo que pasó --la policía los atacó con chorros de agua en las escalinatas-- me dieron mucha rabia pero también sentí su euforia y júbilo por cuestionar a HUAC y todo lo asqueroso y reaccionario que representaba, y un gran optimismo por la posibilidad de cambio. ¡Cuánto me arrepentí de habérmelo perdido! (El día de la protesta fui a una reunión de estudiantes poetas de la toda la región. Muchos presentaron poemas de una nueva visión con nuevos y audaces ritmos. Pero, por mi parte ¡mejor hubiera ido a la protesta contra HUAC!)
Tengo muchísimos recuerdos muy lindos y emocionantes, pero para concluir, quiero mencionar uno más: un momento muy bello de subversión espontánea e inocente. Un día cuando el coro ensayaba el maestro tuvo que salir por un momento y todo cambió en un dos por tres. Unos compañeros se acercaron al piano, uno se puso a tocar y Johnell Fields soltó una rola clásica de "doo-wop": "Tell Me Darling" (Dime, mi vida). (Si mal no recuerdo, Johnell era de la generación del 59, y recuerdo muy bien que ganamos un partido de fútbol americano gracias a una espectacular jugada del último tiempo en que le pasaron la pelota, corrió por toda la cancha y anotó el único touchdown del día). Otros compañeros se pusieron a cantar en armonía y los demás se arrimaron; unos se pararon en la puerta a "echar ojo" por si regresaba el maestro. Se respiró un ambiente de júbilo y conspiración, de soltura, de algo nuevo y quizá un tanto peligroso, en el mejor sentido de la palabra, que se oponía a la corriente cultural dominante.
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