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Revolución #123, 16 de marzo de 2008

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La respuesta de Revolución sigue esta carta.

Carta de un lector:

Los revolucionarios deben apoyar la democracia burguesa en oposición al islamismo, y apoyar a quienquiera que se opone al genocidio

Revolución recibió esta carta de un prisionero:

Quisiera recibir el periódico Revolución, ¿si lo pueden enviar a un prisionero pobre? Habiendo establecido eso quisiera mencionar unos puntos que a mi juicio no han sido correctamente analizados por la izquierda estadounidense. Los esbozaré pero quisiera una opinión de ustedes sin demasiada retórica.

Mi primera inquietud es sobre la posición que nosotros como socialistas y comunistas debemos tomar con respecto a los tal llamados estados “islamistas” y la persecución de estos con tácticas terroristas. Al hacerles esta pregunta estoy pensando en cómo Marx veía a la religión. Y les pido que por favor no traten de embellecer lo que es esencialmente una ideología opresiva y reaccionaria que por todo lo que enseña (con pocas excepciones) es un obstáculo al progreso.

Si bien Revolución es lo suficientemente honesto para decir que los islamistas son reaccionarios, todavía siento que ustedes prefieren el dominio del islam en lugares como Afganistán, Somalia o Sudán si la alternativa es la guerra del Occidente (Estados Unidos, Inglaterra, etc.) para llevar la democracia a esos países.

En vista de la crueldad con que oprimiría a la mujer y acabaría con muchos derechos civiles del pueblo en general, tengo que cuestionar cómo es que la izquierda pueda tomar semejante posición. A pesar de las fallas de la democracia burguesa, yo preferiría vivir aquí que en una sociedad islámica. Y dudo que alguien diría que gozamos de menos libertades y derechos que las tales llamadas naciones musulmanas.

Sea como sea, no veo que la izquierda haga distinciones claras al respecto al abordar las luchas islámicas o su estrategia neofascista por todo el mundo.

Por contraste, sin embargo, aun Revolución no vacila antes de publicar noticias que caracterizan a los cristianos en Estados Unidos como “fascistas teocráticos” (ver Revolución, 14 de enero de 2007, página 4, “Científicos debaten la ciencia y la religión”), y lo hace a pesar de que la derecha religiosa de Estados Unidos no usa la violencia que usan los fascistas del mundo islámico. Cochebombas, suicidas, matanzas en masa de rivales religiosos o mujeres que no se ponen el velo, etc.

Desde mi punto de vista, uno puede estar en contra de la democracia burguesa y al mismo tiempo preferirla ante una forma de gobierno islamofascista. Eso no quiere decir que en cierto momento no se quiera acabar eso e instituir un estado proletario unipartidario. Todo lo contrario, solo quiere decir que uno representa el progreso en comparación con el otro y es suficientemente sofisticado para reconocerlo.

Yo personalmente me sentí aliviado cuando Estados Unidos tumbó a los talibanes y al Qaeda. Y hubiera sentido lo mismo quienquiera hubiera logrado eso, y las razones que digo eso las he mencionado arriba.

Lo que no entiendo es cómo la izquierda podría sentirse diferente a sabiendas de que ha restaurado ciertas libertades y privilegios a las mujeres de Afganistán y a otros en general.

Podemos hablar incansablemente del petróleo y el dominio mundial, etc., pero uno no tiene que aprobar la explotación de los recursos de un país por Estados Unidos, Rusia, China, etc., para estar a favor de terminar el dominio islámico neofascista.

Quería abordar el tema del genocidio y la manera que la izquierda lo trata, pero estoy muy cansado. Brevemente, para mí es un asunto de principio que los revolucionarios deberían apoyar a cualquiera que se opone al genocidio. Me atrevería a decir que el gobierno de Estados Unidos debió haber intervenido para parar las masacres en Ruanda y otros países, como Sudán (Darfur).

Cuando están en peligro las vidas de cientos y miles de personas, no me importa en absoluto los sistemas económicos o caracterizaciones políticas (democracia burguesa, etc.). Lo que es sumamente importante y completamente ignorado por todos en la II Guerra Mundial fue impedir el genocidio basado en la raza, religión o origen étnico. Puedo ver cómo en ciertas ocasiones los de la izquierda nos aliaríamos con el gobierno y en otras estaríamos en contra.

Sin embargo, como en casos como Darfur, no veo que la izquierda haya tomado una posición de principios. Lo único que leo es sobre las maniobras de guerra de Estados Unidos o de Inglaterra en cierto país, o de cómo buscan explotarlo, etc.

Todo eso está bien, ¿pero qué carajos de las víctimas del genocidio? ¿Si esos países intervienen para pararlo qué es nuestra posición? ¿Con los que cometen el genocidio o con los que quieren pararlo?

En conclusión, tengo que decir que su posición con respecto a Irán me desconcierta. Recuerdo que el Obrero Revolucionario [el nombre anterior de Revolución —Red.] fue prohibido en Irán y que los clérigos islamistas cerraron sus centros de distribución. (El periódico publicó fotos de cómo los “guardias revolucionarios” atacaron sus puestos de distribución).

¿Cómo diablos les puede importar si le tumban al gobierno y lo reemplazan con una democracia? ¡Por lo menos bajo una democracia podrían vender su periódico y expresar opiniones a los neofascistas del islam!

Sírvanse de publicar esta carta en Revolución junto con una respuesta.

Cordialmente, XX

 

La intervención yanqui es el problema, no la solución

Al responder, nos enfocaremos en dos argumentos relacionados y fundamentales que hace la carta: 1) que “A pesar de las fallas que tenga la democracia burguesa”, es mejor que la vida en un país islámico; y 2) a veces, “la izquierda” debería apoyar invasiones yanquis de lugares como Afganistán o Darfur.

Al hablar sobre esto, tenemos que examinar seria y honestamente de lo que se trata la democracia burguesa en Estados Unidos. Y, relacionado a eso, tenemos que entender a fondo y bregar con la clase de mundo que impone Estados Unidos a través de invasiones en todas partes del mundo.

La esencia de la democracia estadounidense

La carta alega: “A pesar de las fallas que tenga la democracia burguesa, yo preferiría vivir aquí que en una sociedad islámica”.

Pero la palabra clave en “democracia burguesa” es burguesa. La democracia es la forma por medio de la cual la burguesía ejerce su dictadura sobre los demás. Esto es cierto porque, en todas las sociedades, el aparato político solo funciona si está al servicio del sistema económico sobre el cual está sentado.

Este sistema capitalista-imperialista está edificado sobre la explotación de los pueblos del mundo entero. Si el sistema político estorbara ese proceso, el sistema entero se derrumbaría. Por ejemplo, ¿qué pasaría si “el pueblo decidiera” que no quería invadir a un país para someterlo al imperialismo? Todo el orden mundial sobre el que cabalga Estados Unidos se derrumbaría de tal manera que sería intolerable al funcionamiento de la explotación imperialista. Ya vimos esa democracia burguesa en operación con la guerra de Irak: millones de personas aquí y por todo el mundo se lanzaron a la calle para oponerse a la invasión de Irak, pero no les hicieron caso, las reprimieron y dijeron que no importaba lo que decían, porque la clase dominante burguesa decidió que la invasión fue esencial para los intereses de su imperio.

La verdadera naturaleza de la democracia burguesa se ve cuando hay un auténtico desafío a todo su aparato de explotación y opresión. Por ejemplo, durante los años 60, usaron agentes secretos, acusaciones penales falsas y el descarado asesinato para reprimir al Partido Pantera Negra, al Movimiento Indígena Americano (AIM) y otros radicales y revolucionarios. Hoy, el presidente de Estados Unidos puede meter preso a cualquiera sin siquiera acusarlo o darle un juicio creíble. Si uno se pasa de la raya, verá que la democracia burguesa estadounidense no lo tolerará. Repetimos, la esencia de la democracia burguesa es que es una forma de dictadura, por medio de la cual la clase dominante de capitalistas-imperialistas ejerce su dominio sobre la población y la impone con violencia.

El “derecho a quejarse” —por mínimo que es— en Estados Unidos se debe a que la clase dominante de este país normalmente supervisa una sociedad relativamente estable que saquea al resto del mundo. Esa relación la hace cumplir con soldados y armas nucleares.

Lo que Estados Unidos impone en el mundo

Ya sea que su blanco es un imperio rival, un gobierno de oposición o un movimiento popular de liberación, los imperialistas estadounidenses se han cobijado con el manto de “libertad”, “derechos humanos” y “democracia” para llevar a cabo invasiones, golpes de estado, ocupaciones y tortura. Pero esa retórica tapa el hecho de que esas invasiones son para imponer un dominio neocolonial y saquear. Por ejemplo, a principios del siglo 20, Estados Unidos “apoyó” la lucha de liberación del pueblo filipino contra los colonialistas españoles para apoderarse ellos mismos de Filipinas, donde usaron la tortura del agua, masacraron, establecieron campos de concentración y mataron a un millón de filipinos.

El escritor alega: “Cuando están en peligro las vidas de cientos y miles de personas, no me importa en absoluto los sistemas económicos o caracterizaciones políticas (democracia burguesa, etc.)”. ¿Pero por qué están en peligro esos millones de personas? ¿Qué ha causado su sufrimiento? ¿Y cómo acabar con eso? No se puede parar ese sufrimiento —¡que es en serio!— sin entender y responder al hecho de que está arraigado en los sistemas económicos bajo los cuales viven.

La situación en que vive la gente no existe separada del sistema económico en que vive y, en última instancia, está determinada por él. Las relaciones sociales surgen a base del sistema económico. Estos sistemas económicos significan algo, y el imperialismo significa la superexplotación. Las economías de los países dominados por el imperialismo son tergiversadas y distorsionadas, para que naciones enteras sean molidos y alimenten la insaciable hambre por ganancias de los imperialistas. Ese proceso lo impone la fuerza militar de Estados Unidos, ya sea en la forma de ejércitos mercenarios, dictadores lacayos o intervenciones militares directas. Y el sistema económico capitalista-imperialista se refleja en las ideas, costumbres, etc., como la opresión de la mujer y la promoción de la religión, y estas lo refuerzan.

¿Qué pasa cuando la gente se rebela contra la opresión o cuando apenas quiere implementar reformas que no cuadran con los intereses de los imperialistas? La historia está repleta de sangrientas operaciones destinadas a aplastar a las fuerzas que representaban un obstáculo a la explotación yanqui. Veamos un ejemplo: cuando el gobierno nacionalista de Mossadegh intentó nacionalizar el petróleo en Irán a principios de los años 50, la CIA lo tumbó y lo reemplazó en 1953 con el sha de Irán. El gobierno del sha, respaldado por Estados Unidos, torturó y ejecutó a muchos revolucionarios. Es cierto que la República Islámica de Irán ha reprimido ferozmente a comunistas, sus organizaciones y hasta sus ideas (como menciona el autor de la carta, incluso los distribuidores de este periódico). Pero también es cierto que el gobierno del sha de Irán, respaldado pro Estados Unidos, torturó y ejecutó a comunistas revolucionarios.

Este es un mundo grotescamente desequilibrado, en el cual un puñado de países imperialistas controlan, dominan y se ceban de los países pobres y oprimidos del tercer mundo. Actualmente Estados Unidos quiere imponerse como superpotencia sin rival en el mundo. Cualquier cosa que fortalezca la dominación de Estados Unidos en un país, donde pueda invadir, librar guerras o intervenir, etc., solo fortalecerá su posición por todo el mundo.

El ascenso del fundamentalismo islámico

En este contexto, ¿cómo entendemos el ascenso del fundamentalismo islámico y los movimientos yijadistas el mundo hoy? ¿Y qué es nuestra posición cuando el imperialismo estadounidense invade y ocupa países con el cuento de que está “liberando” a las víctimas del fundamentalismo islámico represivo?

En parte el ascenso del fundamentalismo islámico se debe directamente a lo que ha hecho el imperialismo estadounidense. Estados Unidos está desmantelando el statu quo del Medio Oriente de tal manera que ha trastornado la vida cotidiana. Ha expulsado a mucha gente de la tierra —lo llama modernización— y ha causado masivas migraciones a las ciudades. Eso ha desmantelado tradiciones a las que la gente estaba acostumbrada por miles de años. Al desmantelar relaciones sociales tradicionales, el imperialismo forja alianzas con y usa las fuerzas de clase feudales reaccionarias para mantener su control de las naciones oprimidas. Así que, aun cuando impone su “modernización”, aun cuando hay una capa delgada de democracia burguesa, el imperialismo refuerza opresivas estructuras feudales tribales en el campo y costumbres feudales retrógradas (como la cruel opresión de la mujer).

El imperialismo yanqui y el fundamentalismo islámico se oponen el uno al otro, pero al mismo tiempo se refuerzan. Cuanto más el imperialismo estadounidense bombardee aldeas, apoye los ataques israelíes contra Palestina y Líbano y siga ocupando Irak y Afganistán, tanto más tiende la gente a agruparse en torno a esas reaccionarias fuerzas del fundamentalismo islámico. Esas fuerzas condenan los masivos desplazamientos de la gente y su cultura. Dicen que la respuesta a todo el sufrimiento que causa el imperialismo es volver a tomar y reforzar el fundamentalismo y las formas tradicionales. Esas son las mismas formas tradicionales (las mismas opresivas relaciones feudales) que el autor de la carta detesta. Sin lugar a dudas, los fundamentalistas islámicos son una “alternativa” sin salida al imperialismo. Así que no “preferimos” ni el fundamentalismo islámico ni el dominio del imperialismo estadounidense en países como Afganistán. De hecho, cuando uno apoya el uno contra el otro, termina contribuyendo a la terrible situación en la que demasiada gente ve como la única “alternativa” posible el McMundo o la jihad, y así termina fortaleciendo a los dos.

Un ejemplo que viene al caso: lo que Estados Unidos ha impuesto en Afganistán

El autor de la carta dice que cuando Estados Unidos tumbó a los talibanes en el 2001 restauró “ciertas libertades y privilegios a las mujeres de Afganistán y a otros en general”.

Tomemos una perspectiva más amplia: para empezar, hace décadas la intervención estadounidense ayudó a someter a la mujer afgana al infierno fundamentalista de los talibanes. Aun antes de que la Unión Soviética invadiera Afganistán en 1979, Estados Unidos financiaba y apoyaba a las fuerzas reaccionarias teocráticas de Afganistán. Por sus propias razones, los soviéticos (en ese entonces una potencia imperialista en contienda mundial con Estados Unidos) y su gobierno lacayo llamado “marxista” promovieron el reparto de la tierra y ciertos derechos para la mujer. Mientras tanto, los teócratas aliados con Estados Unidos, como Gullbadin Hekmatyer, se ganaron fama por echarle ácido en la cara de las mujeres que no la tenían tapada. Esas fuerzas apoyadas por Estados Unidos pelearon contra los revolucionarios que se oponían a la invasión soviética, y hasta mataron a los maoístas de Afganistán. Estados Unidos mandó miles de millones de dólares a esos “luchadores por la libertad” en una guerra que dejó muertos a más de un millón de afganos y que condujo al ascenso los extremistas fundamentalistas del Talibán una vez que derrotaron a la ocupación soviética.

¿Y ahora qué? Bajo la ocupación estadounidense la República Islámica de Afganistán combina la ley islámica con uno que otro símbolo de la democracia burguesa. La mujer puede trabajar; sin embargo, en muchas partes del país se ve obligada a cubrirse completamente. La mujer tiene el “derecho” a votar y a postularse en las elecciones, pero si se queja demasiado, también tiene la “libertad” de ser excluida del parlamento por los narcotraficantes y señores de la guerra feudales que dominan el gobierno. A la mujer todavía la pueden encarcelar o matar a pedradas por adultero, simplemente si el esposo u otro hombre la acusa. Ahora la mujer corre mayor riesgo de violación o secuestro que antes, la prostitución ha crecido astronómicamente y todavía se impone matrimonios forzados. Para muchas mujeres, el suicidio es la única alternativa. En Afganistán, la ocupación yanqui no solo no ha significado la liberación, lo que es más, la manera que ha gobernado y oprimido a la población le ha dado más ímpetu a las fuerzas fundamentalistas islámicas que se le oponen.

La intervención estadounidense empeora la situación para el pueblo

Algunas personas que podrían estar de acuerdo con mucho de lo que hemos dicho hasta aquí dicen que tal vez, en algún lugar, de alguna manera, en medio de una terrible situación como se vive en Darfur, una invasión militar estadounidenses ayudaría a la gente.

Si Estados Unidos invadiera Darfur, o cualquier otro lugar, con el pretexto de parar el genocidio, el resultado sería que la situación empeoraría. Lo que es más, le apretaría las clavijas con las que somete a los pueblos del mundo.

El imperialismo estadounidense (incluso a través de la ONU) tiene un largo historial de aprovechar las intervenciones bajo la bandera de humanitarismo para apretar las clavijas de la opresión en las naciones oprimidas. Por ejemplo, en el 2004 los Marines invadieron a Haití supuestamente por razones humanitarias. Había una “crisis humanitaria” en Haití. Pero en primer lugar, la crisis tiene sus orígenes en la opresión imperialista del país. Luego, ¿qué hicieron los Marines? Secuestraron al presidente elegido Jean Bertrand Aristide a quien Estados Unidos consideraba un obstáculo al saqueo imperialista. Además, han cometido masacres contra las multitudes haitianas como hacen ahora en las calles de Bagdad.

Las terribles matanzas que se ha visto en los últimos años en África y otras partes son el resultado directo e indirecto del imperialismo. El colonialismo y el imperialismo llegaron a África en la forma de algunas de las más horripilantes masacres y genocidios en la historia humana. Bélgica, por ejemplo, sacó más de mil millones de dólares del Congo y mató entre ocho y diez millones de africanos. Hoy, las “guerras civiles” y masacres en África están relacionadas a la contienda entre diversas potencias imperialistas y compañías por el control de los recursos naturales, como diamantes, petróleo o minerales estratégicos. Las fuerzas que llevan a cabo esas masacres reciben armas y respaldo, y están al servicio de, un capitalista u otro. Otros episodios de matanza en África tienen que ver con el legado del colonialismo y el neocolonialismo actual, y la manera en que las potencias imperialistas han manipulado a la gente para dividirlas y conquistarlas.

Más allá de los efectos inmediatos de una intervención estadounidense en un país, en un sentido general y fundamental tales intervenciones empeoran la situación para los pueblos del mundo. La invasión y ocupación de Irak por Estados Unidos viene al caso. Recuerde que eso también se presentó (junto con las armas de destrucción masiva) como una “misión humanitaria” para rescatar a la gente de un dictador opresivo. Ahora los iraquíes están sufriendo de manera horripilante bajo la ocupación yanqui que los “liberó”. Además, la ocupación yanqui de Irak ayuda a Estados Unidos a proteger y expandir su dominación de la región y el mundo.

Un verdadero camino hacia la liberación

De todos los monumentales problemas ante los pueblos de las naciones oprimidas de África, Asia y Latinoamérica, el más crucial es la falta de poder político para efectuar los cambios radicales necesarios en las relaciones económicas y sociales. Eso no se resolverá de ninguna manera si a la herida se le echa más veneno imperialista, sino con la revolución de nueva democracia.

Una revolución de nueva democracia —a través de la cual un partido comunista dirige al proletariado y una amplia alianza de clases oprimidas a tomar el poder— hace posible que los pueblos del tercer mundo tomen el primer paso para abordar y resolver las agobiantes necesidades que enfrentan. Con ese poder es posible quitarles a los imperialistas el control que tienen sobre la economía. Con ese poder se puede emancipar al campesinado de las relaciones semifeudales, por medio de la redistribución de la tierra que estaba en manos de los terratenientes y los capitalistas ligados al imperialismo. La revolución de nueva democracia puede empezar a erradicar el terreno que hace posible las divisiones étnicas que han manipulado los imperialistas y sus lacayos. Por fin se podrá eliminar la opresión de la mujer, porque ya no estarán en el poder las fuerzas feudales y sus amos imperialistas que mantienen el control social por medio de esas relaciones sociales. Y en cuanto a lo que Marx dijo acerca de las cadenas de la religión, la revolución de nueva democracia desatará lucha para romper esa cadena también.

La meta de la revolución de nueva democracia es continuar al socialismo como parte de la lucha mundial contra todas las formas de opresión y explotación, y a fin de cuentas un mundo comunista.

*****

Los pueblos del mundo no necesitan que la gente de este país (¡y mucho menos los revolucionarios!) apoye o sea una porra para la agresión del imperialismo estadounidense por todo el mundo. Lo que necesitan ver es un movimiento de resistencia política mucho más visible, amplio y poderoso a los crímenes que está cometiendo “nuestro” gobierno, ya sea en Irak, Afganistán o donde sea. Y tenemos que concentrar nuestros esfuerzos en la construcción de un movimiento revolucionario en este país y no en “ayudar” a nuestro gobierno a extender su poder.


La esencia de lo que existe en Estados Unidos no es democracia, sino capitalismo-imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen. Lo que Estados Unidos lleva al resto del mundo no es democracia, sino imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen.

Bob Avakian

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