Revolución #157, 22 de febrero de 2009


Richard Falk habla sobre los crímenes de lesa humanidad que Israel comete en Gaza

Entrevista del 6 de enero de 2009 en “Beneath the Surface” con Michael Slate

El periódico Revolución publica esta entrevista a Richard Falk, el relator especial de derechos humanos en los Territorios Palestinos Ocupados, por cortesía del programa radial “Beneath the Surface” de KPFK, Los Ángeles, presentado por Michael Slate. Próximamente se pondrá la entrevista íntegra en revcom.us, con una discusión de las condiciones en Gaza antes de la reciente invasión israelí y la responsabilidad de Estados Unidos y otros países por lo que Israel está haciendo ahí. El profesor Richard Falk expresa sus propias opiniones, naturalmente, y no es responsable de las ideas que aparecen en otras partes de este periódico o en nuestra página web. Richard Falk ha revisado esta entrevista para la publicación.

Richard Falk es el relator especial de la ONU sobre derechos humanos en los Territorios Ocupados Palestinos. Es profesor emérito de derecho internacional de la Universidad Princeton y autor de más de 50 libros sobre la guerra, los derechos humanos y el derecho internacional, por ejemplo Achieving Human Rights [Logrando hacer cumplir los derechos humanos]; Crimes of War: Iraq [Crímenes de guerra: Irak], con Irene Gendzier; y Israel-Palestine on Record: How the New York Times Misreports Conflict in the Middle East [Se informa sobre Israel y Palestina: Cómo el New York Times distorsiona el conflicto en el Medio Oriente], con Howard Friel. En una declaración publicada hace poco por la ONU, “Gaza: El silencio no es una opción”, calificó de crimen de lesa humanidad las políticas israelíes en los Territorios Ocupados. El 15 de diciembre de 2008, cuando el profesor Falk llegó en un vuelo a Israel, el gobierno israelí lo tuvo detenido 20 horas y luego lo expulsó, sin permitirle entrar en los Territorios Ocupados Palestinos.

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Michael Slate: ¿Qué responsabilidades tiene un relator especial de las Naciones Unidas?

Richard Falk: El relator especial es un cargo creado por el Consejo de Derechos Humanos en Ginebra, que es el organismo principal de la ONU que trata cuestiones de derechos humanos. Hay dos tipos de relatores especiales. El mío trata un país o una situación determinada que requiere atención especial. Hay otros relatores especiales para Myanmar, Somalia y Corea del Norte. El otro tipo trata temas específicos de derechos humanos, como las ejecuciones sumarias, los niños soldados, las desapariciones, la supresión religiosa, la alimentación, la salud y cosas así. En total, hay 29 relatores especiales, y debemos informar una vez al año a la Asamblea General en Nueva York y una vez al año al Consejo de Derechos Humanos en Ginebra.

Concretamente, mi tarea es seguir de cerca lo que pasa en los territorios ocupados palestinos, o sea, en Gaza, Cisjordania y el Este de Jerusalén, y evaluar la situación existente con relación al derecho internacional humanitario, la Carta de la ONU, las leyes de derechos humanos y el derecho internacional criminal. Eso es lo que he estado tratando de hacer desde que me seleccionaron en mayo de 2008.

Slate: ¿En esa capacidad, debe tener acceso a cualquier país signatario de la ONU?

Falk: Sí, eso es correcto. De hecho, es la obligación legal de un miembro de la ONU cooperar con la ONU en el cumplimiento de sus responsabilidades oficiales. Así que mi exclusión de Israel hace unas semanas es una violación directa de las obligaciones de Israel de cooperar con la ONU. Hay que entender que eso fue parte de una política israelí más amplia durante ese tiempo de excluir a los periodistas e impedir que salieran de Gaza los observadores informados que viven ahí. Así que fue parte de una política de diversión para impedir que se viera y se informara sobre lo que estaba pasando en Gaza, y supongo que fue un aspecto de los preparativos israelíes para lo que ha estado sucediendo desde el 27 de diciembre.

Slate: Israel por muchos años ha negado la entrada a los que investigan la situación en los territorios ocupados; tenemos los casos del obispo Tutu, Norman Finkelstein y usted mismo. En su caso, parece que muchas fuerzas se juntaron desde un principio para oponérsele. Los gobiernos de Israel y Estados Unidos se opusieron a su nombramiento como relator especial en la primavera del año pasado. Le acusaron de ser "parcial". ¿Puede hablar sobre eso?

Falk: En mi opinión, la política israelí de expulsar a las personas, que se ha aplicado a otras personas también y no solamente a mí, es para hacer todo lo posible para desviar la atención hacia el propio observador en lugar de lo que observa; distrae al público más amplio de la terrible realidad concreta de Gaza. El gobierno de Israel ha tenido mucho éxito en persuadir a gran parte de los principales medios de comunicación a seguir ese camino. Muchísimas veces cuando me entrevistan, por ejemplo, centran la discusión en si soy parcial o no, y no en la precisión de mi cobertura, si digo la verdad o no con objetividad sobre la realidad de la ocupación. Siempre digo que la verdadera prueba de mi capacidad es si digo la verdad o no con precisión, y para mí esa es una prueba bienvenida. No se puede tratar una realidad desigual como si las dos partes tuvieran un reclamo igual a ser persuasivas. Así que en mi opinión, se debe cuestionar ese énfasis en la parcialidad mirando los informes concretos y evaluando si son precisos o no. Yo defendería la veracidad de lo que he estado intentando decir y lo razonable de mis interpretaciones jurídicas en torno a qué implican las políticas israelíes en términos de violaciones de los derechos del pueblo palestino, y la responsabilidad criminal que tienen las fuerzas armadas israelíes y sus líderes políticos a raíz de imponer esas políticas y mantenerlas en vigencia, la naturaleza de las cuales se ha intensificado durante la campaña militar en Gaza iniciada el 27 de diciembre.

Slate: Le da a uno tanto coraje leer las mentiras que echan, y las tergiversaciones que publican los periódicos, especialmente en este país. Mantienen a la gente en ignorancia de la verdad de lo que está sucediendo en Israel y Palestina, en los territorios ocupados. Por ejemplo, una de las mentiras más grandes sobre esta matanza es la versión de que Israel simplemente está respondiendo al hecho de que Hamas rompió la paz, que solo está protegiendo la seguridad de su población.

Falk: Creo que eso refleja de nuevo la disposición de gran parte de los medios de comunicación mundiales, y en particular aquí en Estados Unidos, de aceptar afirmaciones que no se preocupan en nada por la verdadera naturaleza de la realidad pertinente. En realidad, durante un año antes del ataque israelí a Gaza a fines de 2008, no hubo ningún muerto israelí causado por los pocos cohetes lanzados. Además, desde un principio Hamas había señalado su disposición de acordar una tregua de largo plazo con Israel, de hasta 10 años. Es más, se había mantenido bastante bien la tregua temporal negociada en junio bajo los auspicios de Egipto, hasta que Israel la rompió el 4 de noviembre, atacando a unos presuntos militantes palestinos en Gaza y matando a seis personas. Después de eso la interacción es confusa, pues se lanzaron unos cohetes, pero no está claro si se los lanzaron bajo la autoridad de Hamas o de parte de otros grupos bastante independientes en Gaza. Hay otras milicias, unas relacionadas con Fatah, el adversario de Hamas, y es posible que intenten ponerle a Hamas en una situación embarazosa o causarle problemas. Al mismo tiempo, debo decir que en mi papel de relator especial, siempre he dicho que si los cohetes se dirigen a blancos civiles, entonces son ilegales e inmorales, y además, representan formas políticamente imprudentes de demostrar la persistencia de la resistencia palestina a una ocupación ilegal.

Slate: Usted ha escrito sobre la diferencia entre las acciones de Israel contra Gaza y las acciones de Hamas contra Israel. Ha descrito los cohetes palestinos, por ejemplo, como crimen de supervivencia. ¿Qué quiere decir con eso?

Falk: Lo que quería decir con ese comentario es que los palestinos básicamente no tienen armas y tienen un fuerte incentivo de tratar de demostrar que no se rendirán, que no permitirán que esa clase de ocupación pase sin desafío, y su situación de subyugación les presenta pocas alternativas. Parecen carecer de la imaginación o la capacidad de hacer algo más eficaz que los cohetes dirigidos contra Israel o, a la vez, que sea menos útil para Israel en su búsqueda de pretextos legales y morales para la violencia continua contra Gaza. El interrogante difícil que hay que plantear es dónde están las formas viables de resistencia que sean menos susceptibles a las acusaciones de ilegalidad. Está fuera de toda cuestión el hecho de que las Convenciones de Ginebra, que detallan las estipulaciones del derecho internacional humanitario, prohíben que las armas militares se dirijan contra una población civil. Es cierto que esas armas son increíblemente imprecisas y han causado, sorprendentemente, pocos daños. No obstante, las dirigen contra gente civil y, consecuentemente, son una violación del derecho internacional humanitario y, en mi opinión, Israel ha logrado buenos resultados al llamar atención a los cohetes para darse una pantalla política y un pretexto para responder de formas sumamente desproporcionadas y desviar la atención de su política de asesinato selecto de los líderes de Hamas que ha matado a mucha más gente civil en Gaza que los cohetes [lanzados contra Israel]. Israel ha estado manipulando la historia sobre los cohetes para hacer que su violencia parezca "defensiva" y "razonable", cuando no es ni una de las dos cosas.

Por cierto, el ataque israelí del 4 de noviembre contra Gaza pareció una provocación israelí destinada a activar un conjunto de fuerzas que las Fuerzas Israelíes de Defensa habían planeado implementar por meses, y se relacionaba también a las elecciones internas israelíes que vienen en febrero. Al parecer, tanto los líderes como el público israelíes querían una confrontación no diplomática en Gaza. No respondieron a las varias aperturas diplomáticas que Hamas les proveía al proponer en repetidas ocasiones una tregua e incluso sugiriendo que si Israel saliera de los territorios ocupados, como desde hace tiempo precisó una resolución unánime del Consejo de Seguridad de la ONU, Hamas aceptaría una coexistencia pacífica por un tiempo indefinido. Recuérdense que Gaza ha sufrido una dura ocupación ilegal desde 1967, en violación del derecho internacional humanitario durante todo ese tiempo.

Slate: ¿Por qué, en su opinión, rechazó Israel esa resolución?

Falk: Israel busca una solución que le favorece, que tome en cuenta su poder militar y diplomático superior y le permita mantener la extensa red de asentamientos ilegales que ha venido estableciendo a lo largo de 40 años en violación de las Convenciones de Ginebra. Aparte de sus objetivos territoriales, creo que Israel se apoya en dos ideas contradictorias sobre la sensibilidad árabe que arrojan luz sobre su enfoque de seguridad. Una idea es que el único lenguaje que sus adversarios árabes o palestinos entienden es el lenguaje de la violencia, lo que conduce al punto de vista que dice: cuanto más desproporcionada es la violencia, tanto más probable es que el destinatario palestino captará el mensaje y se someterá a la voluntad israelí. Para mí, ese punto de vista entraña una mentalidad cuasi-racista. Ha impulsado la política israelí sobre la seguridad por muchísimo tiempo y se expresa en el punto de vista de que una vida israelí vale muchísimo más que una vida palestina. La otra creencia israelí, aunque parezca una contradicción total, es que los elementos islámicos del movimiento Hamas, por ejemplo, practican un culto a la muerte en que la muerte es un fin deseado si viene en la lucha por una causa justa. Ese culto a la muerte explica la previa dependencia de Hamas en los atentados suicidas como táctica de resistencia. Así, entonces, las altas bajas palestinas no son culpa de Israel, sino del impacto de un punto de vista en que ser mártir es la forma suprema del heroísmo. Hay una pizca de verdad en eso si se trata de los extremistas en las filas de Hamas, pero es completamente engañoso respecto a la abrumadora mayoría de palestinos, que desea disfrutar la vida y las satisfacciones del amor familial de igual manera que los israelíes.

Estas dos ideas se contradicen. En mi opinión, las dos, en la forma en que las han diseminado por razones de propaganda, son sumamente engañosas. La evidencia sugiere una realidad mucha más moderada y acomodaticia, incluso de parte de Hamas. Los palestinos como una totalidad parecen estar dispuestos en su inmensa mayoría a aceptar, como una solución justa, concederle a Israel el 78% del mandato palestino original que administraban los británicos hasta el final de la II Guerra Mundial, y la dirección de Hamas parece estar dispuesta a aceptar ese modelo de una solución pacífica, pero solo en el caso de que Israel desmantele la mayoría de sus asentamientos en Cisjordania. También tenemos los problemas, como usted sabe, entre la Autoridad Palestina que en general ha cooperado con Israel y Estados Unidos, y Hamas, que estos caracterizan como una organización "terrorista", a pesar de que participó en las elecciones de Gaza de enero de 2006 y ganó esas elecciones, descritas como entre las más limpias jamás convocadas en el mundo árabe, y a pesar de que declaró unilateralmente, como muestra de buena fe, un cese al fuego que Israel no respetó, pues llevó a cabo una serie de asesinatos selectivos y otras provocaciones. Sin embargo, Hamas mantuvo el cese de fuego por casi un año. Una interpretación de todo lo que está sucediendo es que [Israel] está castigando a la población de Gaza por tener la audacia de elegir a Hamas para ser sus líderes, con un trasfondo en que la alternativa que ofrece la Autoridad Palestina y Fatah, su movimiento político, resultó ser corrupto en el plano administrativo e impotente en cuanto a proveer políticamente una posibilidad cualquiera de un desenlace justo que pondría fin al conflicto y que al fin les daría a los palestinos el derecho a la autodeterminación y un estado propio. La otra cara de la moneda, aparte de castigar a los palestinos de Gaza por apoyar a Hamas, es el uso israelí de la etiqueta de "organización terrorista" (aprobada también por Estados Unidos y la Unión Europea) como un permiso para hacer todo que sea necesario para destruir a Hamas como actor político, lo cual implica un papel muy diferente para la violencia anti-Gaza que el de proveer protección a la población israelí.

Slate: Usted ha denunciado la situación que imperaba en Gaza, independiente de la de hoy, como un crimen de lesa humanidad y una violación del artículo 43 del Cuarto Convenio de Ginebra. ¿Puede explicar eso?

Falk: Sí. Lo que realmente tengo en mente es la situación tal como existía antes de los eventos que ahora captan la atención mundial. En otras palabras, me refiero al impacto del bloqueo de 18 meses que restringía la provisión de comestibles, medicina y combustible a tal grado que la salud mental y física del pueblo palestino iba deteriorándose y estaba al punto de colapso, como informan los observadores de las ONG y los funcionarios de la ONU que trataban de administrar programas de ayuda en Gaza. El bloqueo era una forma de castigo colectivo impuesto en todos los 1.5 millones de gazanos, en violación del artículo 43 del Cuarto Convenio de Ginebra, la cual establece las responsabilidades de una fuerza de ocupación hacia la población ocupada. Así que mi punto de vista es que la severidad, la enorme magnitud, la continuación de esa violación es un delito criminal que podemos captar mejor en términos usados primero en Núremberg, como un crimen de lesa humanidad.

Debo añadir algo más: en la discusión de lo sucedido a raíz del 27 de diciembre cuando los ataques aéreos contra Gaza comenzaron, casi nadie ha mencionado que, antes de esos ataques, Israel seguía una política patentemente ilegal de imponer un bloqueo a una población entera. He aquí una característica que es única, porque la mayoría de las situaciones de guerra de este tipo producen muchos refugiados, y esa es una tragedia asociada con la guerra moderna, pues no hay ninguna separación entre el campo de batalla y la sociedad civil. Pero en este conflicto no se permitió que los gazanos salieran de la zona de guerra. No se permitió que se convirtieran en refugiados. Es algo casi sin precedentes. Por horribles que fueran las guerras del pasado, y en un nivel ni siquiera se puede llamar esta una guerra, porque es una situación tan asimétrica, en la cual Israel tiene armamento moderno, el control total de la tierra, el aire y el mar, y la sociedad gazana es casi indefensa. Así que la gente ha respondido en su lenguaje a la extrema violencia unilateral, negándose a usar la palabra “guerra” y recurriendo a términos que le parecen más apropiados, como atrocidad y matanza, para describir lo que ha estado sucediendo en Gaza en el período del 27 de diciembre al cese de fuego.

Pero vino esta matanza, y lo que estoy tratando de subrayar tan vívidamente como puedo es que vino encima del continuo castigo colectivo impuesto en Gaza, lo que en sí fue una enorme violación del derecho internacional humanitario y puso a la población entera de Gaza en una situación de aguda crisis humanitaria.

Slate: Eso es un punto muy importante. Usted mencionó otras dos violaciones: la transformación de la población civil en blanco militar y la respuesta militar desproporcionada. Tras el 27 de diciembre, esas se destacan muy claramente. ¿Puede hablar de esas dos violaciones?

Falk: La transformación de la población civil en blanco militar: por supuesto, eso depende a fin de cuentas de que haya evidencia de que la persona civil se escogió intencionalmente, y que no fue un accidente. El gobierno de Israel pretende defenderse también al afirmar que un blanco supuestamente civil (digamos una mezquita o una escuela) no fuera en realidad un blanco prohibido, sino un blanco militar legítimo porque los combatientes de Hamas lo usaran o porque fuera un depósito de armas. Es necesario determinar los hechos lo mejor que sea posible y evaluar los argumentos legales. Sin embargo, parece bastante claro ahora que Israel atacó intencionalmente unas escuelas de la ONU, las cuales los combatientes de Hamas no estaban usando, y así es el caso también de la Universidad Islámica que destruyó por completo. Ha atacado adrede unos centros médicos también. Cada caso representa una severa violación en sí del derecho internacional humanitario y, podría decirse, crímenes de guerra. Aunque para clasificarlos como crimen de guerra es necesario establecer la intención criminal además de verificar las acciones.

La dependencia israelí en usar una fuerza desproporcionada me parece tan evidente que no requiere una explicación. Incluso si se acepta el punto de vista israelí de que muchos cohetes se han lanzado y que han surtido efecto, que representan cierta amenaza a la población de Sderot en particular y en un grado menor a Ashqelon, dos comunidades del sur de Israel, está claro que eso no justifica atacar toda la sociedad de Gaza ni las comisarías o los edificios gubernamentales. Incluso si se acepta el razonamiento del gobierno de Israel, no hay ninguna proporcionalidad entre el tipo de violencia usada y el tipo de provocación que, según insistió, justifica esa violencia. Es más, el hecho de que Hamas no controla ningún armamento ofensivo ni defensivo equiparable al arsenal israelí, por un lado mina el argumento israelí de que el país se encontraba severamente amenazado y, por el otro, fortalece la impresión de que la respuesta israelí fue absolutamente desproporcionada.

Slate: Ha mencionado también que el castigo colectivo a la población de Gaza es un crimen de guerra. Cuando uno piensa en Gaza, pues es solo 140 kilómetros cuadrados, es una pequeña franja de terreno relativamente estrecho. Y ahí va todo tipo de avión para lanzar bombas, van los cohetes, sea como sea lo que están haciendo, los bombardeos a Gaza, y cuando uno junta eso con el hecho de que Gaza es posiblemente uno de los lugares más densamente poblados del mundo, y sin duda del Medio Oriente, le da una idea de lo que todo eso significa. Le ayuda a captar la realidad de que se trata de un crimen de guerra.

Falk: Ahí está. Es por eso que está provocando tanta rabia y tanta frustración por todo el mundo, porque es una matanza muy desigual que está sucediendo. Le hace pensar en los cálculos más horribles de la era colonial, cuando las potencias coloniales mataban con una proporción de cien a uno, o más, debido a esa diferencia tecnológica en el tipo de armamento que usan y hasta qué medida el gobierno israelí controla el aire y el mar, y por eso puede bombardear a su discreción desde una distancia, casi sin correr riesgo. Es por eso que esta operación militar básicamente no tiene el carácter de una guerra, que se supone que sea una contienda entre actores políticos que han dependido más o menos en tecnologías equiparables.

Sin embargo, como digo, aun antes del 27 de diciembre, los aviones militares israelíes estaban sobrevolando Gaza a discreción, provocando estruendos sónicos que han resultado en la propagación maligna de la sordera entre los niños. Una cosa que el Movimiento Libertad para Gaza trataba de hacer, con los barcos que salieron de Chipre, fue traer audífonos para esos niños tan traumatizados e heridos por la conducta vengativa de terror de Israel, demostrada a lo largo de muchísimos meses.

Slate: ¿Puede darnos una idea de cómo fue la vida de la gente de Gaza antes del 27 de diciembre?

Falk: Es muy difícil imaginar las terribles condiciones de vida ahí, porque cada día era una dura prueba que afectaba a cada hombre, mujer y niño de Gaza. Significaba que la mayoría de la población civil no tenía luz durante muchas horas. Muchas veces no tenían acceso adecuado ni a comestibles ni a agua potable. No había suficientes medicinas para las necesidades médicas. Los que padecían enfermedades graves, cáncer, problemas renales, no podían conseguir el tratamiento que necesitaban. En la mayoría de los casos, el gobierno de Israel no les permitía salir ni para urgencias. Así que el bloqueo era un proceso cumulativo que le provocaba un enorme sufrimiento a toda la población, sin importar si las personas se metían en la política o no, y que estaban directamente opuestas a la obligación básica de una fuerza de ocupación de proteger el bienestar de la población civil bajo ocupación.

Esa es la esencia del castigo colectivo. El castigo colectivo es una cuestión de imponer en un grupo determinado, en este caso los 1.5 millones de gazanos, una política coercitiva de naturaleza punitiva que no depende de ninguna manera en qué hace o no hace una persona en particular, ni tampoco en si amenaza o no la seguridad de la fuerza de ocupación, y que por lo tanto son intentos de castigar a los civiles meramente por vivir en ese espacio geográfico. Todo eso no se ha apreciado debidamente en la mayor parte de la discusión que ha resultado del enfoque en Gaza tras los ataques del 27 de diciembre, pues la discusión sigue como si antes prevaleciera una situación de normalidad.

Slate: Sé que usted ha dedicado mucho tiempo a tratar de hacer que el gobierno israelí responda a los tribunales internacionales y al derecho internacional. ¿Qué dice sobre los países y gobiernos que han promovido y facilitado que Israel haga todo eso, y que lo han protegido? Estoy pensando específicamente en casos como Estados Unidos, pues sus aviones F-16 están volando [sobre Gaza] y le da a Israel miles de millones de dólares para las fuerzas armadas. Me refiero a toda esa relación muy fuerte, y es una relación de dependencia, en que Israel ha funcionado de muchas maneras como un agente para los intereses estadounidenses en el Medio Oriente, incluido en relación con el pueblo palestino. ¿Son responsables esas fuerzas también respecto a esos crímenes de guerra?

Falk: Creo que se trata de un conjunto de temas que no corresponden a mis responsabilidades para la ONU de informar sobre la situación de los territorios ocupados. Digo de nuevo que los hechos sugieren un alto nivel de complicidad de parte del gobierno de Estados Unidos en particular, pero también de parte de la Unión Europea y unos vecinos países árabes que básicamente han estado cooperando con Israel, por ejemplo Egipto, y en cierta medida Jordania, y en mayor medida Arabia Saudita. Los gobiernos y la comunidad internacional potencialmente tienen mucha responsabilidad. Hay que investigar eso a fondo si vamos a aprender de esta experiencia y tratar de fomentar una situación mundial gobernada más por leyes, en el Medio Oriente y en otras partes generalmente.

Slate: Además de luchar por llevar a los tribunales internacionales criminales a los responsables por la situación de Gaza y hacerlos rendir cuentas ante el derecho internacional, usted ha abogado por ciertas medidas más inmediatas para proteger a la población que ahora corre peligro. ¿Qué probabilidades hay de conseguirlas?

Falk: Esa es una pregunta justa e importante. Para dar una respuesta breve, diré que la ONU no puede cumplir con su Carta de verdad a menos que la voluntad política de sus miembros más poderosos así lo desee. Y en el contexto de Israel, la ONU ha quedado en una posición de impotencia relativa, exceptuando hasta cierto punto en el lenguaje, porque Estados Unidos y hasta cierta medida Europa han impedido cualquier forma de acción protectora y desde luego obstaculizaría cualquier intento de imputar responsabilidad criminal. Así que hay una gran brecha entre lo que el derecho criminal estipula y lo que parece ser viable políticamente en vista de la forma en que la ONU se ha estructurado.

Slate: ¿Por qué, en su opinión, es tan importante llevar al gobierno de Israel a los tribunales internacionales y hacer que rinda cuentas ante el derecho internacional? Leí que usted comparó eso con la lucha contra el apartheid de Sudáfrica y llegó a la conclusión de que es muy importante en términos de desacreditar esos regímenes. ¿Puede hablar sobre eso?

Falk: Creo que un papel que pueden jugar la ONU y la Corte Internacional de Justicia, lo que llaman la Corte Mundial en La Haya, es legitimar las luchas por la justicia y la autodeterminación, y debilitar cualquier reclamo a la legitimidad y al respeto de parte de los que llevan a cabo una política de opresión y niegan al pueblo el derecho a la autodeterminación. Así que en mi opinión, en particular debido a la manera en que el mapa geopolítico se configura, es de gran importancia usar cualquier oportunidad que haya para crear legitimidad para la lucha palestina. Creo que se le daría esa legitimidad tras una evaluación genuinamente imparcial de las políticas de ocupación, de las cuales Israel ha dependido desde 1967.

Slate: Usted ha dicho que a pesar de todo lo alineado en su contra, y la negativa de Israel de permitirle hacer su trabajo, no va a renunciar, que va a seguir luchando para cumplir con su mandato e insistir en el acato al derecho internacional. En mi opinión, esa es una postura muy valiente, y el mundo necesita mucho más de eso, es un papel muy heroico. ¿Por qué opta por seguir adelante?

Falk: Creo que se podría decir que el trabajo de toda mi vida se ha relacionado con ayudar o identificar a los que son víctimas de la injusticia. Si miramos el mundo de hoy, hay muchas víctimas de la injusticia. Pero creo que los palestinos sobresalen como el pueblo más victimado del mundo. Y simbólicamente, su lucha atrae a la gente de conciencia de todo el mundo, de una manera similar a cómo el movimiento anti-apartheid trabajó con gran efecto para minar las reivindicaciones del gobierno de Sudáfrica de que tenía soberanía y legitimidad. Espero que este pequeño papel que desempeño contribuya a ese tipo de proceso en pro de los palestinos.

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Los martes se puede escuchar el programa de Michael Slate, “Beneath the Surface” [Debajo de la superficie], en www.kpfk.org a las 5 pm hora del Pacífico o en los Archivos de www.kpfk.org, que conserva la grabación de cada programa por 90 días después de su transmisión.

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